HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

Siempre estamos acostumbrados a decirles, siéntense, así iniciamos casi siempre este momento, invitándolos a sentarse, para la escucha de la Palabra de Dios y la reflexión, la reflexión.

Hoy, los quiero ver de pie, y me da mucho gusto mirarlos a todos ustedes, porque cada uno de ustedes, a mí, a mí me dice: ama profundamente a la Madre de Dios, ama a la Guadalupana. Ella, que nos ha amado tanto a nosotros, los mexicanos, ámala también tú, desde lo más profundo de tu corazón, así lo leo, por su presencia en este Santuario y pienso que, en nuestro país y fuera de nuestro país, hermanos como nosotros se han puesto frente a una imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe y la han contemplado y tal vez le han dicho: aquí estoy, eres mi Madre, porque no se me ha olvidado lo que Tú dijiste un día, en el Tepeyac, en el año de 1531, entraste en un diálogo con Juan Diego, a quien hoy veneramos como santo, y le pedimos su intercesión también a él y le dijiste, cuando él andaba preocupado, angustiado por la enfermedad de su tío, Bernardino, Tú le dijiste: ¿por qué te preocupas? ¿no estoy Yo aquí, que soy tu Madre? ¿no estás bajo mi regazo?

Contemple usted a la Guadalupana y también le dice eso, porque también a usted le preocupan y le angustian muchas cosas. Si es padre o madre de familia, le preocupan mucho sus hijos, quiere que ellos vayan por el camino correcto, quiere que ellos vayan cumpliendo con sus deberes diarios, responsablemente, quiere que vayan creciendo, así como creció Nuestro Señor, en edad, en sabiduría y en gracia. Quiere que haya mucha bondad en el corazón de sus hijos y usted ha sembrado la semilla buena y espera recoger frutos.

Hoy, háblele a la Madre de Dios y Madre nuestra y deje en Ella a sus hijos, déjelos ahí, en su corazón de Madre, en sus brazos de Madre, en su ternura de Madre. Ella sabe lo que siente una madre por su hijo, Ella lo sabe muy bien.

¿Se acuerda que un día se le perdió y le dijo: hemos estado angustiados tu padre y yo, buscándote? María andaba angustiada, preocupada porque su hijo no sabía dónde se había quedado, con quién estaba, con quién andaba.

A veces usted, papá, mamá, a altas horas de la noche está pensando: dónde estará mi hijo, qué estará haciendo mi hijo, con quién andará mi hijo… preocupada, angustiada.

María sabe de la angustia y preocupación. Ella lo experimentó, Su Hijo no andaba por malos caminos, se lo encontró en el templo, en diálogo con los sacerdotes de aquel tiempo.

Su hijo, espero que ande por esos buenos caminos también, si cree que no anda por buenos caminos, entre a su corazón, háblele como padre, con amor de padre, con amor de madre y llegue al corazón de su hijo y tóquelo, para que él sepa de su sufrimiento, de su dolor, de su preocupación, de su angustia.

No sólo se dedique a llamarle la atención, a gritarle, a ofenderlo, a humillarlo. Entre a su corazón con amor, con grande amor. Con amor cambiará su hijo, tarde o temprano, hay que decirle hoy a la Madre, a la Guadalupana: enséñame a entrar como padre y como madre al corazón de mi hijo, como Tú fuiste entrando al corazón de Tu Hijo, Jesucristo. Yo quiero entrar al corazón de mis hijos, día con día. Aprendamos de Ella.

Hoy, la Palabra de Dios nos dice lo que estamos viviendo en este tiempo, nos estamos preparando para conmemorar el nacimiento de Nuestro Señor, estamos en el tiempo del Adviento y la segunda lectura nos decía: llegada la plenitud de los tiempos, envió Dios a Su Hijo, nacido de una mujer. Ese nacimiento del Salvador, lo viviremos dentro de unos días.

Nacido de una mujer, ahí está, de esa Mujer, porque Ella dijo también, en el encuentro con Juan Diego, dijo: Yo soy la Madre del Verdadero Dios, por quien se vive. La Madre del Verdadero Dios.

¿De quién es Madre la Guadalupana? De Jesucristo, de Jesús, de Cristo, del Mesías, del Redentor, del Salvador, póngale el nombre que usted quiera y ¿quién es Jesucristo? Verdadero Dios y Verdadero Hombre, Segunda persona de la Santísima Trinidad, que se engendró en el vientre purísimo de María por obra y gracia del Espíritu Santo.

María le da naturaleza humana a la Segunda Persona de la Trinidad y Jesús es el Verdadero Dios y Verdadero Hombre. Aquí está, quien llegada la plenitud de los tiempos envió Dios a Su Hijo, nacido de una mujer, para rescatar a todos los que estábamos bajo la ley.

Usted no está equivocado al dirigir su pensamiento a la Madre de Dios, porque también sé que no se le ha olvidado que, al pie de la Cruz, estaba María, y el Señor Jesús, antes de morir le dijo: Mujer, ahí tienes a tu hijo y le dijo a Juan, su discípulo, ahí tienes a tu madre.

María es nuestra Madre, no solamente la Madre de Jesucristo, es la Madre de todos nosotros y por eso nos dice en el Tepeyac: ¿no estoy Yo aquí, que soy Tu Madre? Y por eso nos dice: Yo soy la Madre del Verdadero Dios, por quien se vive.

Se está dirigiendo usted a la que tiene le poder de interceder, María, María.

Usted y yo, en esta tierra de Oaxaca le tenemos profunda devoción a la Guadalupana y aquí está la prueba, la presencia de todos ustedes y los cientos y miles de personas que a lo largo de estos días han estado viniendo a este Santuario para hablarle a la Guadalupana, pero dentro de unos días vamos a cambiar de lugar y nos vamos a ir a la Basílica de Nuestra Señora de la Soledad, el día 18, iremos allá con Ella y le hablaremos a la Virgen de la Soledad y, hace unos días, hace unos días, cientos y cientos de peregrinos fueron a Juquila a hablarle a la Inmaculada de Juquila.

Miren, 8 de diciembre, Inmaculada de diciembre; 12 de diciembre, Virgen de Guadalupe; 18 de diciembre, Nuestra Señora de la Soledad ¿y a quién le estamos hablando? A María, a María, la Madre de Dios, valiéndonos de tres nombres: Guadalupana, Inmaculada de Juquila, Señora de la Soledad, pero es la Madre de Dios y nosotros vamos al encuentro con Ella, como sus hijos.

Hoy, María de Guadalupe nos recuerda que, un día, por Gracia de Dios y por permiso de Dios, vino a nuestra tierra, en el año de 1531. Llegó al Tepeyac, se encaminó presurosa desde el cielo hasta el Tepeyac. Un día se encaminó presurosa a las montañas de Judea, a ir al encuentro con Isabel, su pariente, su prima, en el 1531 vino a encontrarse con los mexicanos y tenemos una gracia que no tiene ningún otro pueblo, la gracia que Ella se quiso quedar en su Bendita Imagen, en la tilma de Juan Diego.

Hoy podemos decir: gracias, porque podemos verte como te vio Juan Diego, la hermosura de la Mujer venida del cielo, tenemos esa gracia.

Ahí está Su bendita imagen, en la ciudad de México, en la Basílica del Tepeyac, ahí está. Esa imagen que está ahí, está desde 1531, 1531. Ya va a cumplir 500 años en el 2031, 500 años de presencia de María en nuestras tierras, en nuestro México y por eso estamos en el novenario de años para llegar al 2031 y decirle a Dios y a la Madre de Dios: gracias, porque has bendecido a nuestro pueblo, porque no estamos solos, porque tenemos una Madre que nos va acompañando en nuestro caminar como discípulos del Señor.

Gracias, sigamos agradeciendo la presencia de María en nosotros, en nuestras familias, en nuestro pueblo y Ella quiere que de veras seamos hermanos, que nos miremos con amor, con respeto, con veneración, todos sin excepción somos hijos de Dios desde el día de nuestro Bautismo, somos hijos de la Madre de Dios desde casi dos mil años, porque también vamos a celebrar en el 2033 los 2000 años de la muerte redentora de Nuestro Señor, en el 2033, los 2000 años. En el 31 los 500 años de María en nuestra tierra; en el 33 los 2000 años de la muerte redentora del Señor y, en el 35 los 500 años de nuestra Diócesis de Antequera Oaxaca, una fiesta, otra fiesta y otra fiesta. Nos gustan las fiestas, hay que prepararnos para ello.

Pidámosle a María que nos ayude, para que realmente nos miremos como la familia de los hijos de Dios, que ya no haya odios, envidias, rencores, fraticidas, no, ya no, que nuestros pueblos vivan en paz, eso quiere María, la paz de sus hijos, la armonía, la buena relación, la fraternidad, el respeto, el espíritu de servicio. Aprendamos de María, fue a servir a su prima Isabel. Que usted sirva, que usted sirva.

Que María nos mire con amor y con ternura de Madre y que nosotros seamos capaces de mirar también con ternura y con amor a toda persona con quien nos encontremos.

Gracias por haber venido esta noche y evangelizar con su presencia, no soy el único que ama a la Madre de Dios, también está usted, y somos miles, millones que amamos a la Guadalupana, bendito Dios, no se olvide de Ella, siga reconociéndola como su Madre, porque es Madre de Dios y Madre nuestra.

Bendiciones a todos y que sigamos creciendo en la vida familiar, en el amor a Dios, en el amor a María y en el amor a nuestros hermanos.

Quiero decirle también hoy a la Madre, a la Guadalupana, aquí están mis sacerdotes que van acompañando a los jóvenes que quieren ser sacerdotes y aquí están los seminaristas, que tienen la ilusión y esperanza de llegar un día y ser sacerdotes y María es la Madre de los sacerdotes, porque es la Madre del que es sacerdote por excelencia que es Jesucristo y nosotros participamos del sacerdocio ministerial de Jesucristo.

Hoy le digo a la Guadalupana, en este Santuario, bendícenos con abundantes vocaciones a la vida sacerdotal y a la vida religiosa.

Bendice a quienes Dios llame también al matrimonio y que santifiquen su unión recibiendo el Sacramento y que de ahí, de esas familias, broten las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa.

Nuestros pueblos necesitan sacerdotes, para que vayan a hablarles de Dios y para que sean ese instrumento de que se vale Dios para bendecir, para santificar, para perdonar y para crecer juntos en ese amor y en esa santidad.

Le agradezco a nuestro Seminario que haya querido venir a esta fiesta y estar aquí presente, con ustedes, y miren, a este pueblo es al que van a servir el día de mañana, si ustedes son sacerdotes, a este pueblo y este pueblo es sencillo, humilde, de corazón grande y para estar en medio de este pueblo, sirviéndolos, hay que ser humildes, sencillos y de corazón grande. Crezcan en esas virtudes, déjense guiar y conducir por sus formadores, ayúdense entre ustedes, que forman la familia del Seminario, para crecer en la virtud y prepárense para que vayan a vivir con alegría el seguimiento del Señor en medio de un pueblo que es profundamente religioso, profundamente piadoso.

Así es nuestro pueblo y hay que servirlo, en vida completa, en vida completa.

Gracias por estar respondiéndole a Dios, gracias por acompañar a estos jovencitos, porque están jovencitos, ellos y ustedes también. Sigan acompañándolos con mucha alegría y, miren, son de las familias oaxaqueñas, usted hoy dígale a Dios: llama de mi familia a alguien al sacerdocio, llama de mi familia a alguien a la vida religiosa. No tenga miedo, dígale a Dios eso, dígale a la Madre de Dios que toque el corazón, así como tocó el corazón de Su Hijo, siga tocando el corazón de jóvenes hombres y mujeres para responder al Señor.

Gracias por su oración, gracias por su cariño, gracias por mirarnos con compasión, con misericordia, con ternura, con perdón, porque no somos perfectos. También somos pecadores, también nos equivocamos, pero le agradezco su perdón, le agradezco su misericordia en nuestro favor.

Dios nos bendiga y María, Nuestra Madre, nos siga acompañando en todo momento.

Que así sea.

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