HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

En primer lugar, quiero agradecerle a Dios y agradecerle a todos ustedes la oración que han estado haciendo porque en la semana que terminó, los Obispos de México estuvimos reunidos en Asamblea, para elegir al nuevo Presidente de nuestra Conferencia del Episcopado Mexicano y a todos los responsables de lo que nosotros llamamos comisiones y dimensiones.

Bendito sea Dios que todo esto se hizo en alegría, en paz e iluminados por el Espíritu de Dios. Gracias por sus oraciones, gracias por sus oraciones, nuestra Iglesia de México, nuestra Iglesia Católica seguirá caminando como Dios quiere que caminemos, esforzándonos todos por hacer vida el Evangelio y, de nuevo Dios nos ha dicho que debemos de estar cercanos a nuestro pueblo, que debemos de estar en medio de nuestro pueblo para escuchar su voz, que debemos de vivir en sinodalidad, caminando juntos escuchando a Dios juntos y respondiéndole a Dios en toda esa voz que Él tiene a través de la voz de cada uno de ustedes.

De nuevo Dios nos ha dicho: aprende a escucharme en la voz de las personas a las cuales tú atiendes, de las cuales tú eres el pastor. Seguiré compartiendo la vida con ustedes, con alegría y con gozo en el Señor.

Y, pues hemos escuchado la Palabra de Dios, estamos en el domingo XXXIII del tiempo ordinario. El próximo domingo, vamos a celebrar la Fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, y ahí se culmina el año litúrgico y comenzaremos, si Dios nos permite vivir, dentro de quince días un nuevo Año Litúrgico, con el primer domingo del tiempo del Adviento.

Así es el caminar en la vida, cuando nosotros nos reunimos, domingo a domingo, para celebrar el triunfo de Jesucristo sobre la muerte y sobre el pecado, la Resurrección. Estamos aquí porque es domingo, porque es día del Señor y porque un día como hoy, Él resucitó y venimos a encontrarnos con Jesús Vivo y es muy común que, al terminar el Año Litúrgico, la Iglesia elija algunos textos que nos hablan de los últimos tiempos, no para asustarnos, porque no se trata de eso, ojalá y quede muy grabado en nuestra mente y en nuestro corazón lo que decían las últimas frases del Evangelio: nadie sabe el día y la hora del fin, nadie sabe el día y la hora, ni los ángeles del cielo ni el Hijo del Hombre, sólo el Padre, sólo el Padre, así es que, si alguien les dice que ya se va a acabar el mundo, ese no es el Padre Dios, no inventemos, no mintamos, sólo dediquémonos a vivir bien, a eso nos debemos de dedicar, a vivir bien y si nosotros vivimos bien, vamos a ir transformando este mundo, este mundo que Dios creó bueno, volvamos al libro del Génesis, cuando nos habla de la creación. Vio Dios que todo era bueno, lo creó bueno, a nosotros nos ha creado buenos, llamados al bien, llamados a hacer presente Su Reino, llamados a ser felices y a hacer felices a los demás.

Este mundo es hermoso, pero lo más hermoso somos cada uno de nosotros, y la hermosura de toda persona está en su corazón, no en el rostro, no en lo físico, está aquí adentro, en los sentimientos. Aquí es donde está la hermosura de las personas, aquí es donde nosotros tomamos las decisiones de hacer las cosas bien o de hacer las cosas mal.

Tú y yo somos responsables de las decisiones que vayamos tomando, no busquemos a nuestro alrededor culpables, porque eso es muy fácil, culpar a otros de las maldades que nosotros cometemos, de los comportamientos indebidos que nosotros tenemos, no culpes a otro, analiza tu responsabilidad y acepta que te has equivocado y corrígete, porque vas a tener un encuentro con Dios y tiene que encontrarte con Dios para vivir con Él en la eternidad, no para vivir en la eterna condenación, en la eterna vida, en la eterna felicidad.

Si vivimos moviéndonos y haciendo maldades, no vamos a ser felices ni haremos felices a nadie. El mal no hace feliz a nadie.

El hacer el bien, es lo que nos trae paz, gozo, alegría. Es el que llena de felicidad a las personas con las que compartimos la vida, la bondad, el bien y tú puedes hacer el bien, lo has hecho a lo largo de la vida. Sí, sé que estas inclinado al mal, yo también, todos estamos inclinados al mal, porque todos somos pecadores. Una cosa es fallar por ser pecadores y otra cosa es decidirnos a hacer el mal, porque ahí entra en juego la libertad y la voluntad.

Yo soy libre de decidir qué hago: el bien o el mal. Soy libre, completamente libre. Decide hacer el bien, no decidas hacer el mal. Que a veces te equivocas por tu debilidad, porque eres humano, esa es una cosa, pero equivocarte consciente y libremente, eso ya es muy delicado y muy grave.

A veces nos equivocamos y decimos: de nuevo me equivoqué, Dios mío, de nuevo me equivoqué, para qué hice esto. Y de nuevo descubrimos nuestras debilidades, nuestras inclinaciones, pero el que decide hacer el mal, no se pone en esa actitud, disfruta, goza haciendo la maldad.

Qué triste es que este corazón se enferme tanto, no permitas que tu corazón se enferme así, que ya ni te preocupe lo que estás haciendo, que goces haciendo maldades.

De nuevo contemplamos cómo hay maldad en nuestro mundo, cómo hay muertes, asesinatos. Endurecieron su corazón. No piensan en la otra vida, les tiene sin cuidado. Que eso no pase en ti, que siempre pienses que la meta final es llegar y que Dios te diga: ven, bendito de Mi Padre. Que te diga bendito, no que te diga: id, maldito, al fuego eterno.

Gánate el “bendito, bendito”.

Si eres una bendición para los demás, Dios te dirá: Ven, bendito.

Nuestro Señor nos acaba de decir que va a pasar todo, pero Sus palabras no pasarán. “Se acabará estoy y aquello, pero mis palabras permanecen, se cumplen”.

Tú tienes que llegar al cielo, tú tienes que triunfar, tú tienes que ser un victorioso más, un triunfador y poderte encontrar frente a Dios y que Él te diga eso: ven, bendito de Mi Padre.

Gáneselo hoy, gáneselo mañana. No sabemos ni el día ni la hora, y no solamente del fin del mundo, no sabemos ni el día ni la hora en que tendremos que dejar este mundo, cada uno de nosotros, y presentarnos frente a Dios, por eso, hoy haga el bien, haga el bien, lo podemos hacer. Usted es de corazón bueno, por eso está aquí, para decirle a Dios: concédeme la gracia de ser mejor cada día, quiero corregirme de estos detalles que más se me dificultan, dame la gracia de poderlo hacer. No permitas que me acostumbre a hacer ciertas cosas que no son agradables a Tus ojos. Dame la gracia de hacer feliz a los demás de valorarlos, de cuidarlos, de respetarlos. Dame la gracia de encontrarme Contigo en cada persona, en primer lugar, en mi familia, ahí estás Tú presente, ahí estás necesitado del amor, de la misericordia, del perdón, de la paciencia, del servicio.

Te quiero servir en cada uno de los de mi casa, te quiero servir en cada uno de los compañeros de mi trabajo, te quiero servir en cada persona. Dame esa gracia de ser un gran servidor, para que así pueda estar feliz, respondiéndote al llamado que Tú me haces, de pasar por la vida haciendo el bien, como Tú lo hiciste. Pasaste por la vida haciendo el bien, que yo pueda hacer lo mismo.

Que esta última semana, antes de celebrar la Festividad de Jesucristo, Rey del Universo, podamos hacer un análisis y podamos presentarle a Dios en gratitud lo que sentimos que ha estado bien en nuestra vida, pero a la vez decirle: perdóname, perdóname por estos detalles que descubro que no estuvieron bien y ayúdame a mejorar, porque quiero prepararme bien, para encontrarme Contigo cuando Tú me llames.

Que Dios les ayude a todos y nos ayude a mejorar y a hacer más hermoso este mundo corrigiéndonos todos y ayudándonos a ser mejores.

María, Nuestra Madre, nos acompañe y nos llene de esas gracias y bendiciones que Ella alcanza en nuestro favor.

Ella es Nuestra Madre y nosotros somos sus hijos, seguidores de Su Hijo, Jesucristo. Que seamos fieles a Él y que podamos nosotros alegrar el corazón de los demás con todo lo que hacemos, para gloria de Dios.

Que así sea.

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