HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

10 DE NOVIEMBRE DEL 2024

De nuevo tenemos que hacer un esfuerzo quienes estamos aquí participando de la Santa Misa, porque nos falta el silencio exterior y eso como que nos distrae un poco o un mucho. Tratemos de que eso no nos afecte tanto y podamos nosotros meditar en esta Palabra Divina, que Dios ha querido transmitirnos en este domingo.

Podemos pensar varias cosas, yo quiero decirles, al recorrer los pueblos, las comunidades de nuestra Arquidiócesis de Oaxaca, me he encontrado con personas muy generosas, muy desprendidas, que son capaces de quedarse sin nada, como la viuda del Evangelio de hoy, que depositó dos moneditas en la alcancía, de poco valor, y que Nuestro Señor resaltó la generosidad de aquella mujer porque dio todo lo que tenía para vivir, todo lo que tenía para vivir.

De esas mujeres y de esos hombres que dan todo lo que tenían para vivir, yo me he encontrado a lo largo de mi peregrinar, recorriendo las comunidades, a esas personas y siempre le he dicho a Dios, bendice los corazones generosos, bendícelos, que no les falte, que no les falte.

A veces, estas personas se acercan conmigo y traen en su manita algo y, al saludarme, lo dejan en mi mano y yo les digo, no me dé, no me dé, usted lo necesita y siempre me responden, Dios me da, Dios me da.

Confianza en la Providencia, confianza en la Bendición Divina. Tómelo, me dicen, lléveselo, yo se lo regalo, por favor, me lo piden de favor, por favor déjelo y a mí me duele, me duele mucho, pero tampoco puedo yo hacer sentir un desprecio, porque me pueden decir: y lo que yo le estoy dando, ¿no vale, no cuenta? ¿sólo cuenta lo que otras personas, que tienen en abundancia, le dan, lo mío no tiene valor?

Bendice, Señor, los corazones generosos y yo aquí quiero decirle a usted, no se piense para desprenderse de lo que Dios le da. En su entorno hay familias, hay personas que usted sabe que necesitan, no haga cuentas, no haga muchos razonamientos, no analice por qué la pobreza de esa familia, porque va a encontrara causas que enseguida le impiden ser generoso, porque va a decir: no tienen porque son flojos, porque no buscan un trabajo, porque son vicioso y yo no voy a mantener viciosos, flojos, no los voy a mantener y no se desprende. Haga a un lado eso y usted sea generoso y verá que Dios lo va a bendecir en abundancia y eso que usted saca de su bolsillo y lo comparte con otros, Dios se lo va a regresar el ciento por uno y Él sabe cómo, se lo regresa en salud, en paz, en trabajo, en alegría, en gozo en su hogar. Se lo regresa de muchas formas, porque Dios bendice el corazón generoso.

Sea usted esa mujer de dos moneditas, ese hombre de dos moneditas, que da todo lo que tenía para vivir. Sea uno de esos y verá que Dios lo bendecirá.

También le quisiera decir, a propósito de la primera parte del Evangelio, donde el Señor advertía: cuidado con los escribas, con esos hombres conocedores de la ley y, según ellos, practicantes de la ley. Tenían algunos defectos y los resalta Nuestro Señor, son vanidosos, son soberbios, son avaros, avarientos, vanidosos, soberbios y avarientos. No vaya a ser usted algo de eso, no le agrada a Dios la vanidad, porque eso no le va a acercar a las personas, usted se va a alejar, se va a alejar y después va a decir: nadie me quiere, nadie se preocupa por mí, nadie voltea a verme, pues es que usted se alejó de ellos por su vanidad, se cree superior, se cree más capaz, más inteligente, se cree de todo y quiere que lo alaben, que lo traten muy bien, porque usted siente que merece eso y mucho más, les gusta ocupar los primeros lugares en los banquetes y que la gente les llame maestros.

No se sienta tan capaz, no sea vanidoso, no sea soberbio y no ande buscando riquezas y más riquezas, porque eso le puede llevar a quitarle a los demás lo que les pertenece.

Hoy, Nuestro Señor nos advierte de eso, de la soberbia, de la vanidad y de la avaricia. Tengamos cuidado. Tengamos cuidado, consérvese en humildad y sencillez de corazón, no se le olvide cuál es la primera bienaventuranza. Bienaventurados los pobres de espíritu, los pobres de espíritu. El pobre de espíritu es humilde, es sencillo de corazón, no es soberbio, no es vanidoso, porque sabe y reconoce que depende totalmente de Dios, dependemos de Dios para todo, para todo. Necesitamos ser iluminados por Dios, necesitamos ser fortalecidos por Dios, necesitamos de la providencia divina, necesitamos de Dios para ilusionarnos en la vida, necesitamos de Dios para practicar las virtudes, necesitamos de Dios para vencer nuestros defectos, necesitamos de Dios para convivir en paz y en buena relación con los demás, para todo necesitamos de Dios.

Tal vez allá afuera, donde nosotros nos movemos, donde trabajamos, donde convivimos, de Dios no se diga nada, de Dios no digamos nada, que no le dé pena, que no le dé pena a usted expresar: con la ayuda de Dios, con la gracia de Dios, con la bendición de Dios. ¿Por qué le cuesta trabajo? ¿Porque se van a burlar de usted? ¿Porque le van a decir, no, no, no, no, no saque nada de Dios, aquí no tiene nada qué ver Dios, por eso tiene miedo que le digan? “pues si para ti no tiene nada qué ver Dios, para mí, sí”, así diga, “para mí, sí, si para usted no, para mí, sí y por eso lo expreso, espero no ofenderlo, porque no era mi intención ofenderlo, pero siempre diré: con la bendición de Dios, con el auxilio de Dios, con la protección de Dios”.

Esa pobreza de espíritu nos tiene qué llevar hacia allá, humildes de corazón.

Dios nos ha dado todo, vivamos la humildad y la sencillez y estemos felices con lo que Dios nos ha dado, no ambicionemos. Por ahí la Palabra de Dios dice: Señor, dame sólo lo que necesite, sólo lo que necesite. Así decimos y así hay que decirle a Dios: sólo lo que necesite, que no nos llenemos de ambición.

Este mundo, este mundo nos adoctrina y nos dice una y otra vez, si quieres valer ante los demás, debes de tener bienes, si no, no vales nada. No se deje comer por ese pensamiento, la persona no vale por lo que tiene, vale por lo que es y ¿quién es? Un hijo de Dios, ese es el gran valor de esa persona, ser hijo de Dios y ¿cuál es la diferencia entre él, que tiene abundancia de bienes y usted, que vive en la pobreza?, él es hijo de Dios y usted también, los dos son grandes, igual de grandes, pero a veces, el pensamiento de este mundo, hace pensar a los de abundancia de bienes, tú eres más grande que el pobre que vive allí de tu vecino y pasamos orgullosamente y ni siquiera volteamos a verles, porque nos vamos a desgastar la vista, porque yo tengo bienes y, él, no tiene nada.

Valórelo, valórelo.

Seamos más humildes y sencillos, seamos generosos.

Ya para terminar, les quiero pedir su oración, su oración, a partir del día de mañana, todos los Obispos de México estaremos reunidos en Asamblea Episcopal, y vamos a elegir los nuevos servicios, vamos a elegir al nuevo Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, al nuevo secretario, al nuevo tesorero, a todas las encomiendas, a todos los comisionados y a todas las dimensiones pastorales, lo estaremos haciendo en esta semana y necesitamos elegir, inspirados por el Espíritu Santo y por eso, su oración, díganle al Espíritu Santo: ilumina a nuestros Obispos, no solamente para que elijan, sino para que sigan comprometidos en llevar el Evangelio a esta realidad que estamos viviendo de nuestro país, una realidad difícil, una realidad difícil y ustedes lo saben. Sigue habiendo violencia, aquí y allá, nuestra ciudad no se escapa de la violencia, sigue habiendo asesinatos, sigue habiendo feminicidios, sigue habiendo tantas cosas.

Mentimos si decimos que hay paz en Oaxaca, no es cierto, no hay paz, queremos la paz, pero no la hay, hay diferentes puntos donde no hay paz, no mintamos, no cerremos los ojos a la realidad que estamos viviendo y si abrimos nuestros ojos al país, allí está presente la violencia.

Triste, triste realidad, está presente la pobreza, están presentes las injusticias, está presente la pérdida de los valores, ya no se respeta la vida, nos alegramos porque el aborto ya está liberada la persona que cometa algún aborto, ah, cómo gozamos, cómo disfrutamos, salimos a la calle, un triunfo, porque podemos matar al que tenía derecho a vivir. Es un triunfo. Tengo derecho sobre mi cuerpo, pero ese es otro cuerpo que está dentro de ti, esa es otra vida. ¿No tiene derecho al derecho que tú tuviste de nacer, porque tu padre y tu madre respetaron, no tendrá el mismo derecho el que se está formando en tu vientre? Yo creo que sí, yo creo que sí, pero hay mucho aplauso, mucho aplauso y ya somos una nación de primer mundo, porque aprobamos esto, de primer mundo.

¿Cuál primer mundo en nuestro Oaxaca, si usted no ha ido a nuestras montañas? Vaya y vea si es primer mundo, vaya y vea. No vivimos en un primer mundo, vivimos en un mundo de pobreza, de necesidades, de carencia, de sufrimiento. Todo eso nos tenemos qué cuestionar los que hemos sido elegidos, no por méritos nuestros, sino porque Dios así lo ha querido, hemos sido elegidos para ser sucesores de los Apóstoles siendo Obispos y el Papa nos ha encomendado un territorio y estaremos unidos, por eso pido su oración, pido su oración, de este pueblo nuestro su oración es escuchada, sus peticiones serán escuchadas, de antemano muchas gracias. Ahí estaremos, en Asamblea, de lunes a viernes, todos los días trabajando

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