HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

27 DE OCTUBRE DEL 2024

Llenémonos de alegría por estar presentes en este lugar sagrado, en nuestra Iglesia Catedral de Oaxaca.

Hemos venido a encontrarnos con el Señor Resucitado, con el Señor Vivo, que murió por nosotros, por supuesto, en la Cruz, que dio Su vida para salvarnos.

Nuestra Catedral sigue embellecida con todas estas flores, porque en esta semana que ha terminado, celebramos la Festividad del Señor del Rayo, cuya imagen se encuentra en la capilla de esta parte, al fondo, pero aquí en el altar mayor tenemos una réplica del Señor del Rayo y lo podemos contemplar en toda su hermosura.

Hay algo qué decirle a Nuestro Señor. Vamos caminando por la vida y Él se va encontrando con nosotros un día y otro día. Ojalá y usted experimente la compañía del Señor Jesús.

El Evangelio nos relata el caminar de Jesús hacia la ciudad de Jerusalén, donde va a ofrecerse en sacrificio y va acompañado de sus apóstoles, de sus discípulos y de una gran multitud de personas y, en el camino, está un ciego. El Evangelio nos dice su nombre, Bartimeo, está ahí, en el camino, como todos los días, pidiendo que le ayuden y, como lo vemos nosotros también en nuestras calles, hay muchos que están en las banquetas pidiendo, algunos tendrán gran necesidad, otros tal vez son utilizados, utilizados, es triste eso, personas humildes, sencillas son utilizadas por vividores, que los explotan, explotan a los niños y a las mujeres, los explotan, los distribuyen en las calles de nuestra ciudad para que pidan, para que pongan cara triste, para que extiendan su mano y les den una moneda y por ahí estarán quienes les quitan, porque los mandaron a pedir.

No lo estoy inventando, me lo han dicho, me lo han dicho. No me lo han dicho los explotados, me lo han dicho otras personas que miran hacia dónde caminan, dónde se juntan y quién es el que los liderea, porque los han seguido y los han visto. Qué triste explotar a nuestros hermanos y convertirme en un vividor, en un vividor, utilizando a niños y niñas y a personas mayores humildes, que están ahí.

A veces les damos y a veces pasamos sin mirarlos y tal vez nos hacemos preguntas: ¿necesitará realmente o está siendo explotado?

Yo le diría a usted, tendamos la mano, hay muchas personas que nos necesitan, tendamos la mano y ojalá quienes hacen esto pues se dediquen a trabajar, no a explotar, no a vivir de otros que pasan vergüenza y que a veces tal vez reciben, no monedas, reciben insultos, reciben desprecios, reciben humillaciones y no hay necesidad de eso.

No desprecies, no humilles, si te es posible, tiende la mano.

Aquel hombre, Bartimeo, movido por la fe, movido por la fe, grita: hijo de David, ten compasión de mí. Una expresión de reconocimiento de Jesús Mesías, el Hijo de David, Jesús Mesías, Jesús Salvador, Jesús Redentor, Jesús Dios.

Ten compasión de mí.

Lo callaban, le pedían que no gritara y él seguía gritando: Hijo de David, ten compasión de mí. Lo llama el Señor, lo llama, lo llevan ante el Señor Jesús, el Señor Jesús lo mira, lo contempla, sabía qué necesitaba, pero le pregunta: ¿qué quieres que haga por ti? “Señor, que pueda ver, que pueda ver, quiero ver, ya no quiero estar aquí, sin ver”. “Tú fe te ha sanado, te ha salvado” y comenzó a ver, porque el Señor tiene ese poder de dar la vista a los ciegos, oído a los sordos, hablar a los mudos, caminar a los paralíticos, resucitar a los muertos, liberar a los poseídos, tiene el poder, porque es Dios, porque es Dios.

Todos esos signos milagrosos es por la Divinidad de Jesús, por la Divinidad. Jesús es Dios y aquel ciego dejó de ser ciego y comenzó a ser un seguidor de Jesucristo, comenzó a caminar con Él.

Hoy estamos frente a Jesús, hemos venido a encontrarnos con Él, y tal vez el Señor Jesús nos pregunte: ¿qué puedo hacer por ti o qué quieres que haga por ti? Dígale, dígale, aquel ciego le dijo: Señor, que pueda ver.

¿Usted qué le diría? Tal vez le diga: que tenga un trabajo, ayúdame a que no me canse, a seguir tocando y tocando y tocando hasta encontrar un trabajo, lo necesito, que pueda tener un trabajo para sacar el sustento para mi familia, quiero alcanzar un trabajo, quiero tener un recurso para llevarlo a mi hogar.

Tal vez le diga: me siento enfermo, sáname, Señor, sáname.

El Señor le dijo a Bartimeo: “tu fe, tu fe te ha sanado” que eso mismo pueda decir el Señor: tu fe te sana, tu fe te sana.

Pídale la salud, Él es el médico. Tal vez le diga: necesito sentir paz en mi corazón, no tengo paz. Hay en mí muchos remordimientos, dame la paz, que pueda sentir Tu misericordia, Tu perdón, Tu amor. Concédeme la paz y el Señor, que vino a buscar a los pecadores, tocará tu corazón, experimentarás Su misericordia, Su amor y reencontrarás la paz.

Señor, que pueda vivir más tranquilo en mi casa, que no me desespere, que no me impaciente, porque desesperado e impaciente, hecho muchos gritos y soy muy ofensivo, hiero a las personas que me rodean y que esperan de mí sólo el amor y a veces la forma como yo reacciono no se sienten amados. Dame esa tranquilidad, dame ese dominio de mí mismo, para que no reaccione desesperadamente ante ciertas situaciones que se van presentando en la vida. Dame esa gracia de tener paz en mi hogar, porque he hecho sufrir tanto a quienes viven conmigo y ya no quiero hacerlos sufrir.

Concédeme esa fuerza necesaria para dominarme, para estar más tranquilo, para decir las cosas sin herir ni ofender a nadie. Ayúdame para llegar al corazón de las personas con las que vivo y que se sientan amadas por mí.

¿Qué le dice usted al Señor Jesús?

Y si piensa en que también usted está ciego ¿qué es lo que le impide ver? ¿qué le impide ver, por ejemplo, que las personas a usted le aceptan, le quieren? ¿por qué sigue siendo ciego y pensando: no me quieren, no me aman, no le intereso a nadie? Y a veces se ha atrevido a pensar que Dios no le ama y que usted no le interesa a Dios. No se equivoque, no piense así, está ciego, está usted ciego. No es capaz de mirar en los diferentes acontecimientos de la vida los signos del Amor Divino, ¿por qué está tan ciego? Tiene la capacidad de ver, pero sigue ciego, no ve la obra de Dios en su favor y no ve ni siente el amor de las personas. ¿Por qué ha cerrado su corazón y por qué se ha vuelto un ciego? Abra ese corazón, abra esos ojos, experimente el amor y ame, mire con ternura, con amor a los demás.

No permanezcamos ciegos, necesitamos mirar, mirar, no pasemos la vida causando heridas, heridas que permanecen y que a veces nomás no sanan, no cicatrizan. Hagamos un esfuerzo por mirar la obra de Dios y por darnos cuenta de que Dios está frente a nosotros, en cada una de las personas con las que nos encontramos y esas personas necesitan de nuestro amor, esas personas necesitan de nuestra contemplación.

Dios se quiere valer de nosotros para llegar. El Señor les dijo: traigan al ciego. El Señor nos dice a nosotros que traigamos a tantas y tantas gentes con Él, para que los sane.

Ándele, vaya a traer a otros. Después de haberse encontrado con el Señor y después de haber sanado, vaya y dígale a alguien: ven, un día yo andaba como tú e hice esto. Ven, ven a encontrarte con el que sana, porque el Señor dice: traigan a Bartimeo.

Usted lleve a otro Bartimeo con el Señor y, ya para terminar este momento, a propósito de la presencia de estos jovencitos que están aquí, a propósito de su presencia. Bartimeo comenzó a seguir al Señor. El Señor los ha mirado a ustedes y está tocando su corazón, no tengan miedo de seguir al Señor, no tengan miedo.

Tendrán que dejarlo todo, sí. Bartimeo se levantó y ahí dejó su manto y ya no fue a recogerlo, siguió al Señor. Usted tendrá que dejar a su familia, su pueblo, su casa, su gente, para seguir al Señor, pero mire, siguiendo al Señor lo que tenemos, muchos papás, muchas mamás y muchos hermanos. Así lo dijo el Señor: Yo tengo muchos padres, muchas madres y muchos hermanos. Ustedes son parte de mi familia y yo quiero que usted un día sea sacerdote, que un día el Obispo, usted arrodillado frente a él, el Obispo le toque su cabeza con sus manos, en silencio, y usted comience a ser un sacerdote.

Para eso hay que prepararse, preparar el corazón, preparar las virtudes, prepararse imitando al sacerdote por excelencia que es Nuestro Señor, seguirlo con generosidad y total desprendimiento y dejarlo todo y dedicarnos en cuerpo y alma al Señor.

El sacerdote tiene que vivir a vida completa dedicado al Señor, a vida completa, no a tiempo completo, no, a tiempo completo no, a vida completa, toda su vida para el Señor y encontramos el amor del Señor que sale del corazón de nuestros hermanos. Doy testimonio del gran amor que tiene nuestro pueblo por el sacerdote y ustedes aman a los sacerdotes, por tanto aman al Señor Jesús, que es el sacerdote por excelencia.

Que quieran ser sacerdotes y síganse preparando, haciendo el discernimiento, para que un día lo sean.

Gracias por estar en este acompañamiento, por dejarse orientar por quienes los van acompañando. Gracias por ello y saludos a sus familias. Espero que no estén enojados sus papás porque les dijeron que ustedes querían ser sacerdotes. Espero que estén contentos y que puedan decir como decían mi padre y mi madre: qué hicimos para recibir esta bendición Divina de tener un hijo sacerdote, no lo merecemos.

Nunca nuestra familia merecerá, porque es una bendición inmerecida, bendición inmerecida.

Felicidades, jóvenes, y que respondan al Señor, lo sigan como lo siguió Bartimeo, con corazón abierto, con mucho amor y con mucha generosidad. Felicidades.

Que María Nuestra Madre nos acompañe en nuestro caminar y nos dé mucha fortaleza para seguirlo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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