HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
Estamos terminando este mes de septiembre, y hoy es la Fiesta también de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. En muchos de nuestros pueblos de Oaxaca, hay fiesta.
San Miguel Arcángel, San Gabriel Arcángel, San Rafael Arcángel, muchos pueblos llevan ese nombre y hay alegría en nuestros pueblos por estas fiestas, pero también hay preocupación, hay tristeza, hay dolor por muchas cosas que pasan en nuestro entorno, en nuestros pueblos.
Hoy, me acompaña en esta celebración el Párroco de Amoltepec, vino al taller de formación, a la formación de los presbíteros, con mucha dificultad y no puede regresar al pueblo de Amoltepec, porque hay derrumbes en los caminos y no se puede pasar, no se puede pasar.
Aquí hago un llamado, desde este lugar, ojalá y nuestras autoridades civiles se hagan presentes en esos lugares, no para tomarse la foto, sino para ver las necesidades y para que se hagan tantas cosas en favor de nuestros hermanos oaxaqueños que a causa del huracán John están sufriendo, como lo sufren también los que viven en Guerrero, también.
Ojalá y pronto, pronto se arreglen los caminos, pronto se llegue con la ayuda a nuestros hermanos que lo están necesitando, y digo esto porque Nuestro Señor en el Evangelio nos acaba de decir: “si un vaso de agua das en mi nombre, no quedará sin recompensa”.
En su momento, tal vez llegue a nuestros oídos la invitación de que hagamos llegar víveres a nuestros hermanos. Ojalá y eso que vamos a escuchar tal vez en fecha próxima, llegue hasta nuestro corazón, mueva nuestra voluntad y queramos aportar algo en favor de nuestros hermanos que sufren, con la conciencia de que todo será recompensando por Dios y lo vamos a hacer sólo por Él, sólo por Dios, porque todo lo que hagamos en favor de los demás, siempre debe de ser por amor a Dios, eso no se nos debe de olvidar, por amor a Dios. Por amor a Dios le tiendo mi mano al hermano que sufre, al que está necesitado. Por amor a Dios hago algo en favor de los migrantes, en favor de los migrantes, por amor a Dios.
No tomemos las actitudes de desprecio por los que pasan por aquí, que vienen de diferentes naciones, seamos capaces de tender la mano, de ayudar, de compartir con ellos nuestra pobreza y eso nos enriquece, porque lo estamos haciendo por amor a Dios y Dios sabe recompensar al hombre de corazón bueno.
Tratemos con respeto, con amor a nuestros migrantes, así como exigimos nosotros respeto para los que se han ido a otras ciudades, a otras naciones y muy en especial a los Estados Unidos, miles y miles de oaxaqueños están en Estados Unidos y nosotros exigimos respeto para los que tuvieron que migrar para allá, pues eso mismo nos dicen los guatemaltecos que pasan por aquí, los hondureños, los cubanos, los venezolanos. Eso mismo nos dicen, merezco ser respetado, tú pides que se respete a los oaxaqueños en los Estados Unidos y yo voy pasando por tu pueblo, por tu ciudad, respétame, respétame para que te puedas ganar el respeto de tu hermano, el respeto de tu padre que está allá, el respeto de tu hijo, gánate el respeto respetando.
Creo que tenemos que escuchar a Dios y ten, tenemos que escuchar a Dios y tenemos que ser capaces de mirar el rostro de Dios en todos ellos.
No nos pongamos a decir: “pues para qué se salieron de su nación, para qué se salieron de su pueblo”. Aplícalo a tu pariente, que se fue a Estados Unidos, aplícalo, ¿para qué se salió? ¿para qué se salió del pueblito donde tú vives?, por necesidad, por necesidad, no se salió del pueblo por gusto, por aventurero, no, se salió porque quería que su familia estuviera mejor, porque quería que sus papás tuvieran una mejor casita, porque tuvieran un poquito más de alimento, de vestido, de lo necesario por si en algún momento se enfermaban, por eso se fue, para estar mejor y por eso nuestros hermanos vienen y cruzan nuestros caminos, nuestros pueblos y ciudades rumbo al lugar donde creen que van a ganar un poquito más. Miremos eso y mirémoslo desde el corazón, desde el corazón.
También hoy tenemos que aceptar a nuestros hermanos, porque nos acaba de decir el Evangelio que el Apóstol Juan y así como también unos israelitas en tiempo de Moisés se pusieron celosos, se pusieron celosos, porque andaban profetizando y Juan le dijo a Nuestro Señor: le prohibimos a un hombre que andaba arrojando demonios en tu nombre, en tu nombre, no es de los nuestros y se lo prohibimos y el Señor les dice: “Epa, no se lo prohíban, el que está a nuestro favor no está en contra de nosotros”.
Así también sucede a veces entre nosotros y más en estos servicios de Iglesia. Es triste que nos pongamos celosos porque hay personas a las que Dios les ha regalado dones y gracias y los miramos con celos y les decimos: “tú no, tú no”.
Ande pues, ande.
Los famosos agentes de pastoral, a veces: “aquí tú no, nomás nosotros, nomás nosotras”. ¿Qué nos dirá Nuestro Señor Jesucristo hoy, qué nos dirá? ¿Por qué los demás no pueden?, ¿por qué los demás, acaso los demás no tiene dones, no tienen gracias, no tiene carismas, nomás tú? … ah, nomás tú, no, hay muchos, todos tienen gracias, todos tienen dones, todos son llamados a servir. Todos, usted que está sentadito ahí, sentadita en una banquita, está llamado, está llamada a servir, usted y tal vez me diga: es que he intentado servir y me dicen, “aquí tú no, aquí tú no cabes, tú no eres de los nuestros”.
Creo que Nuestro Señor hoy nos dice: así no debe actuar un seguidor mío, no debe de actuar así, así es que tenemos que corregir muchas cosas, muchas cosas.
Nosotros los Obispos no debemos ser celosos con el otro Obispo, felices por los dones, por las gracias, por los regalos que Dios le ha hecho a ese señor Obispo que está aquí, que está allá, no debemos ser celosos sino decirle a Dios: gracias, porque has llenado de dones a mi hermano Obispo que está en tal Diócesis, me alegro por ello.
Los padrecitos no deben de ser celosos con otro padrecito, no. Los agentes de pastoral no deben ser celosos con otros agentes de pastoral, servidores todos, servidores todos y tengamos también mucho cuidado. Hoy, el Señor nos advierte: no vayas a ser causa de escándalo para el pequeño ¿y quién es el pequeño? Dios Nuestro Señor no está hablando de un niño pequeñito, usted es el pequeño, ella es la pequeña, todos los que estamos aquí, ante Nuestro Señor, somos los pequeños y nos dice: “no vayas a ser causa de pecado del pequeño”, ninguno de nosotros debe ser causa del pecado, no debemos de llevar al pecado a otros, no debemos de llevar a otros al vicio. En nuestro tiempo, Dios mío: “vente, para que pruebes la mariguanita, para que te des unos toques y veas lucecitas y te emociones”, ¿qué es eso? Los llevamos al vicio: ”ven, ven, aquí tengo polvito blanco, ándale, échatelo por la nariz y mira, vas a volar, lo que nunca habías sentido lo vas a sentir, vas a ser feliz, un momento placentero” y ahí los llevamos al vicio, los hundimos en el vicio a los pequeños, a los pequeños.
Tengamos cuidado.
Y Hoy Nuestro Señor nos dice que cuidemos todo nuestro ser, porque comenzó a decirnos: “si tu mano es ocasión de pecado, córtatela; tu pie, córtatelo; tus ojos, sácatelo” y si Nuestro Señor nos hubiera dicho: la lengua, córtatela, porque la lengua también, ah qué barbaridad, con la lengua ofendemos, con la lengua acabamos con la vida de unos esposos, acabamos con la vida de unas familias, con la lengua acabamos con la vida de tal persona y de tal mujer, con la lengua acabamos, destruimos la lengua es para alabar a Dios y acabando a nuestros hermanos no estamos alabando a Dios, no estamos utilizando bien nuestra lengua.
Esta lengua nuestra es de un profeta, de un profeta. Usted es profeta desde el día de su bautizo y tiene que utilizar su lengua como profeta que anuncia y que denuncia, que anuncia la Palabra de Dios, alaba y bendice a Dios, orienta e ilumina y anima a las personas, pero si tengo que hacer una denuncia a una persona en especial, Dios me dice: “si tu hermano peca, ve y corrígelo a solas, ve y corrígelo a solas” y a veces no corregimos a solas, utilizamos la lengua para decir a medio mundo que tal persona es un “hijo de no sé quién”. No fui a corregirlo, no tengo ningún derecho de hablar, por amor a Dios tengo que respetar y a Dios le tendré que decir: Señor, mi hermano ha pecado, pero no me atrevo a ir con él para decirle “corrígete”, pero vengo Contigo para decirte: toca su corazón para que él tome conciencia de su pecado y se corrija. Vengo a decirte a Ti, ayúdalo para que se corrija, yo seguiré callado porque no me animo, no tengo la valentía suficiente para ir a decirle, porque tengo miedo que me diga “y a ti qué te importa”, y eso no lo quiero escuchar, pero tengo que guardar mi silencio toda la vida, toda la vida.
Enseñémonos a guardar silencio toda una vida si no nos atrevemos ir a decir a nuestro hermano: corrígete.
Creo que hoy son aspectos de la Palabra de Dios que tenemos que recibir con un gran espíritu y ojalá todos nosotros sigamos en esa lucha, en ese esfuerzo por agradar a Dios, por hacer las cosas como Él quiere, por seguir sirviendo, por seguirnos motivando, por poner al servicio de los demás los dones y carismas que Dios nos ha regalado y no hay que vivir en celo, porque nuestros hermanos tienen más dones que nosotros. Hay que decirle a Dios: gracias, Señor, porque mi hermano tiene todos estos dones y los está poniendo al servicio de los demás.
Respetuosos, pues, de Dios y de lo que nos pide.
Que Dios los bendiga en esta semana y en este próximo mes que llega. También encomendemos a Dios a nuestra Presidenta de la República que el próximo martes iniciará su labor como Presidenta. Pongámosla en las manos de Dios, en las manos de Dios.
Que Nuestra Madre del Cielo nos siga acompañando y nos llene de Su Gracia.
Que así sea.