HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
22 DE SEPTIEMBRE DEL 2024
Creo que la Palabra de Dios tiene que movernos en nuestro interior y tiene qué calar en nuestra vida, porque como hijos de Dios, debemos de vivir siempre buscando agradar a Dios.
No debemos buscar agradar a las personas, eso no nos tiene qué mover, agrada a Dios y, si lo agradas a Él, las personas van a agradecer lo que tú haces y como tú vives.
Cuando intentamos hacer cosas para que les agrade a los demás, no nos salen bien, porque nos ven así como que estamos haciendo el teatrito, pero cuando nosotros hacemos las cosas sólo pensando en agradar a Dios, somos muy naturales, muy normales y así van a recibir las gentes lo que nosotros hacemos.
Al escuchar la primera lectura, que estaban así planeando dañar a aquel hombre justo, aquel hombre bueno, vino a mi mente que, a veces, tomamos esas actitudes, queremos probar la bondad de los demás, queremos probar la virtud y comenzamos a molestarlo, dice que es muy paciente, dice que es muy misericordioso, dice que perdona, voy a calarle, voy a calarle, a ver si es cierto y lo provocamos y, en esa provocación, pues creo que le vamos a llenar el vasito, lo vamos a colmar y va a reaccionar, por más buena que sea esa persona, por más paciente que sea esa persona, nos va a decir en un momento, qué estás pretendiendo, ya me cansaste, a lo mejor nos va a decir: mira, ya me harté, ya me harté, ya no sé qué hacer porque estas dando lata, por qué. Ah, no que eras tan virtuoso, no que eras tan tranquilo, por qué perdiste ya la paciencia, porque estás insiste e insiste, porque me estás provocando, tengo un límite, no soy perfecto, soy limitado, vamos viviendo tranquilamente, ni tú me gritas ni yo te grito, ni tú me reclamas ni yo te reclamo, vamos viviendo en paz, pero a veces se nos mete el diablillo y ahí estamos, ahí estamos.
A veces, nosotros los padrecitos les decimos una y otra vez, miren hay que hacer esto y esto. Sí usted quiere recibir un sacramento, pues hay que hacer todas estas cosas, hay que traer todos estos documentos y llegan y nos dicen, para qué tanto y para qué estoy y para qué aquello y nos empiezan a gritar y el padrecito también se acelera: pues haga lo que usted quiera, pues y luego comenzamos a decir en la comunidad, el padrecito me maltrató, me maltrató, no me atendió, no me quiso ayudar, no me comprendió, pero pues te dijo lo que ibas a hacer y no lo quisiste hacer y, además, le echaste el grito: y para qué tantas cosas de esas, no es necesario, antes no exigían todo eso, por qué ahora se le ocurren todas esas cosas. Es el pan de cada día que viven mis sacerdotes, porque me dicen a diario: Monseñor, viera qué complicada la gente, viera qué cerrados de cabeza y yo les dijo a ellos, ellos cerrados de cabeza y tú terco también, paciencia, hermanito, ay, así sucede, así sucede.
Pues entre todos vamos ayudándonos, con la paciencia, con la caridad, con la comprensión, pero no nos pongamos en prueba. Ustedes que son esposos no se anden probando, voy a probar a mi viejita a ver si es paciente, a ver si me perdona, a ver si me tiene misericordia, la voy a probar. No, no la pruebe, no provoque a su viejito, pues es cerradito de cabeza, para qué lo anda probando, no, ya sabe que se acelera y se desespera luego luego, para qué lo provoca.
Tranquilos, pacientes, comprensivos, amables, y el apóstol Santiago nos dice que hay divisiones, por lo que hay aquí adentro, por lo que ambicionamos y cuando escuchaba la palabra de Dios, me acordé, vino aquí a mi cabeza tantos pueblos de Oaxaca que viven peleando, que viven enemistados, que les bloquean los caminos, les bloquean los caminos. Yo tuve que ir a una comunidad donde trozaron el camino y tuvimos que ir caminando porque los vehículos no pasaban, todo porque estaban en contra de ese pueblo. Dañamos a nuestros hermanos, no entiendo yo cómo nos llenamos de ambición peleando no sé cuántos metros o kilómetros de bosque y ni lo aprovechas tú ni lo aprovechan ellos, pero vivimos peleando los dos pueblos. Este es mi territorio, no te robes mis árboles y toman armas y se asesinan, porque se llenan de ambición y qué herencia estamos dejando, qué herencia. El odio, la venganza, los que vienen detrás de nosotros, a los que les deberíamos enseñar a amar, a perdonar, a vivir en paz, a comprender, a ser fraternos, los enseñamos a mirar con odio, con deseos de venganza, con celos a los demás, esa es la enseñanza que quiere Dios que transmitamos a otros, pues no, no y a veces en nuestros pueblos así es y luego decimos: nos reunimos en asamblea y decidimos toda la comunidad enfrentarnos a la otra comu8nidad y por qué no deciden perdonarse y por qué no deciden vivir en paz y por qué no deciden comprenderse y por qué no deciden aceptarse y por qué no deciden aceptarse y vivir con amor, por qué sólo toman decisiones de mirarse mal, de mirarse mal, por qué.
Porque no dejamos que Dios nos ilumine, porque este corazón está lleno de odio, porque nos sentimos dueños del otro pueblo, nos sentimos con poder y ninguno de nosotros tiene poder, sólo Dios es el poderoso. Hoy qué nos dijo Nuestro Señor en el Evangelio, a propósito de que los apóstoles iban discutiendo quién era el más importante, quién era el primero. Nuestro Señor los escuchó, ellos no quisieron escuchar al Señor que les anunciaba Su muerte en la Cruz y Su Resurrección.
Dice el Evangelio que no entendían lo que el Señor les estaba comunicando. ¿Ustedes creen que no entendían que les hablaba de muerte y de Resurrección? Tal vez de Resurrección no entendían, pero de la muerte en Cruz claro que entendían, pero no les importaba lo que les iba diciendo Nuestro Señor, les importaba la discusión que tenían ellos de quién era el primero, el más importante y Nuestro Señor les deja una enseñanza: el más importante es el mejor servidor, ese es el más importante. El que sea mejor servidor de los demás, ese es el primero, porque eso es lo que yo quiero, que tú seas un gran servidore de tu hermano.
¿Por qué en nuestras asambleas de pueblos no pensamos cómo servir mejor a nuestros pueblos vecinos más necesitados? A veces hasta les cortamos el agua, les cortamos el agua, les cortamos el paso, sólo pueden pasar por ahí y nosotros les cortamos el paso.
¿Por qué no pensar cómo servirlos, cómo ayudarlos, cómo sacar adelante a esos hermanitos que viven en ese pueblo, que viven con muchas carencias, más carencias que nosotros? Eso no lo pensamos.
Entonces, el mensaje Divino, no está resonando en el corazón, no lo estamos llevando a la vida. En la vida familiar, ¿ahí son servidores uno de otro o usted señor se sienta? Mi esposa tiene el deber de servirme, yo estoy para que me sirva mi señora y yo no levanto ni el plato. Nosotros, hijos, exigimos a papá y mamá que nos sirva porque no pedimos venir. ¿Dónde está el servicio, ellos son hijos de Dios, tú eres hijo de Dios? Yo no estoy obligado, ellos están obligados a mantenerme y a veces jovencitos muy grandecitos todavía están esperando y ya trabajan, pero le siguen pidiendo a papá y mamá, en lugar de compartir con ellos. Algo tenemos que cambiar en nuestras actitudes.
Seamos grandes servidores. A veces nos cuesta a todos, el cansancio nos desgasta, la enfermedad nos deprime, pero no nos debemos deprimir ni desanimar para servir. Sirvamos, el que quiera ser el primero tiene que ser el último y el servidor de todos. No nos olvidemos, quiero ser el primero, quiero ser el más importante, sirve. Para Dios ese es el más importante, el que sirve y ojalá aprendamos a servir a todos, porque no nos cuesta ningún trabajo servir al que le vemos que vamos a traer alguna ganancia: a mi compadre sí le sirvo, en algún momento le voy a sacar algo, a mi compadre, porque sí tiene y a este humilde y sencillo que no tiene nada, pues ahí sí me la voy a pensar, no, ese es el que más necesita de tu servicio, a ese comienza a servirlo, a tu vecino, al que vive a un lado, a ese sirve, sólo vas sirviendo a los que según tú vas a sacar ganancia. No, la única ganancia que debemos sacar es el cielo, es el cielo.
Esa es la ganancia, es el cielo, aquí, si pienso, si me la pienso para servir, pues qué ganancia voy a sacer, el cielo. No, aquí es donde ocupo algo, no, esas ganancias no las busques, agrada a Dios.
Que Dios toque nuestro corazón y que podamos responder generosamente. María Nuestra Madre nos bendiga, nos auxilie, Ella aprendió a ser servidora desde el momento que le anunció el Arcángel Gabriel Ella dijo: Yo soy la esclava del Señor, la Sierva del Señor. Que también nosotros seamos servidores, y que cuando servimos a alguien podamos nosotros sentir: estoy sirviendo a Nuestro Señor en la persona de él o de ella, en la persona de mis papás, de mis hermanos, de mis hijos, estoy sirviendo al Señor.
Feliz semana para todos, que su trabajo lo haga con alegría, lo disfrute, lo goce y le ayude a seguirse santificando en el desgaste de cada día. Feliz semana para todos.
Que así sea.