Por Cipriano Miraflores

Por alguna razón los regímenes políticos o los gobiernos, las sociedades tienen sus períodos de nacimiento, esplendor y decadencia. Después vuelven a empezar.

Para mí gusto, con el obradorato ya estamos en el período de decadencia. Miren que a partir del 2018 entramos en las crisis y decadencia de las palabras, adquieren nuevos significados, la posverdad se institucionaliza, se sufre la decadencia de las instituciones como la familia, la educación, la ley, los congresos, la justicia, hasta convertir a delincuentes en héroes nacionales, o convertirlos en presidenta de México, senadores y diputados.

Dónde las autoridades electorales se someten por un puño de pesos, donde dos senadores se venden sin sonrojarse, donde un Presidente actúa por sus caprichos en lugar por los intereses nacionales, donde este personaje convierte en altos funcionarios a su cuerpo de ayudantes, donde su moral es un árbol que da moras, donde la impunidad brilla más que nunca, donde al pueblo que le sucede esto sin levantar el puño o la voz, solo espera su dádiva mensual, donde ciudadanos sin conciencia cívica se ufanan al decir: es un honor estar con Obrador, con el destructor de las instituciones democráticas .

Dónde los políticos han perdido toda dignidad, convicciones, donde los ciudadanos viven en el corto plazo, donde mañana es mañana, han dejado de soñar. Donde su propio país ha dejado de ser la mejor opción para vivir, donde el mérito ha dejado de ser el camino para la escala social, solo se vale ser matón, o mucho mejor: mentir, robar y engañar, principios filosóficos del régimen autoritario y populista.
Llegamos finalmente a la época del valemadrismo, a la política del rebaño, donde el honor, la dignidad, la fortaleza, la honradez valen un cacahuate.

Qué le vamos hacer, aquí nos tocó vivir. Sin embargo, habemos mexicanos que no nos rendiremos, que no arreamos banderas, que nunca nos verán de rodillas. Total para morir nacimos.
Na xasgho bheshe

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