Francisco Alejandro Leyva Aguilar
Veintiocho de agosto, día de San Agustín… eso pensamos algunos compañeros periodistas y un servidor que habíamos sido citados a la Crucecita Huatulco a una conferencia de prensa con el Ejército Popular Revolucionario (EPR) el 28 de agosto de 1996, hace 28 años ya.
Lo que vimos, después de una inspección a la cabecera municipal de Santa Maria Huatulco y regresar al centro turístico más importante de Oaxaca en ese ya lejano entonces, no eran fuegos pirotécnicos en la Bahía de San Agustín, sino señales paramilitares que anunciaban la proximidad de una acción castrense del ejército insurgente.
Cuando nos estacionamos en el centro de la Crucecita, frente al hotel María Sabina que me parece que ya no existe, comenzaron a sonar los disparos de armas de fuego, que se fueron concentrando justo en el centro neurálgico del destino turístico. Quizá eran las 11:45 de la noche de ese 28 de agosto y aun había comensales en los restaurantes del centro.
Mi memoria es confusa, si no recuerdo mal hubo entre ocho y nueve muertos esa noche de San Agustín en Huatulco y, desde entonces Oaxaca no volvió a ser la misma. Aunque ya teníamos antecedentes del paso de la Liga 23 de Septiembre de Lucio Cabañas Barrientos, en la década de los setenta, Oaxaca, nunca había sufrido la acción militar.
El episodio se repitió unos días después en la Mixteca, específicamente en Tlaxiaco y nuestro estado comenzó a vivir días de zozobra, gobernaba entonces Diodoro Carrasco Altamirano que dos años después dejó el Gobierno de Oaxaca a José Murat y él se incorporó al gabinete del Presidente Ernesto Zedillo como Secretario de Gobernación, un premio por haber reprimido a los guerrilleros de San Agustín Loxicha, casi todos ellos, profesores.
Como todos los movimientos armados en México, los subversivos pretendían el derrocamiento del status quo. El PRI llevaba 70 años en el poder y gobernaría otros seis más, así que esos movimientos de insurrección brotaron salpicados por muchas regiones del sur y el sureste de país. Hubo manifestaciones similares a Oaxaca en Tabasco, Veracruz, Hidalgo, Guerrero y en Chiapas, el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), ya tenía al menos 2 años de presencia en tierras tzotziles y lacandonas.
México tenía que cambiar la cosmovisión de los grupos guerrilleros de México y si alguien encabezaba las demandas del pueblo bueno y sabio desde entonces, ese fue el actual presidente Andrés Manuel López Obrador. Él supuso la llegada del pueblo al gobierno, por eso López no puede disociarse de la retórica pseudocomunista de “el pueblo es primero”.
Las masas aclamaron la llegada de un líder carismático al gobierno de la nación, alguien que representaba sus inquietudes, sus causas, sus necesidades y que le daría solución a todos los problemas causados por décadas de dominio del PRI y el PAN en casi 100 años de historia de represión y pobreza.
Pero Andrés renunció a su cometido histórico y no instauró “la dictadura del proletariado” como lo marcan los cánones marxistas, en cambio, él se volvió un oligarca disfrazado de tirano. Lo peor de la rancia oligarquía mexicana, lo encarnó López Obrador desde que asumió el poder y por eso hoy, como hace 30 años, esos mismos grupos subversivos alzan la voz en boca del sub comandante MARCOS.
Con la intención de enterrar la democracia, sometiendo al poder legislativo y al judicial a los caprichos de una sola persona, López está traicionando la lucha y la sangre que por muchos años han vertido en México los grupos subversivos como el EZLN, el EPR, el ERPI, el Frente Magonista, Las Brigadas de Ajusticiamiento y en fin muchas organizaciones más que, al parecer, se están volviendo a reunir ante la intentona de López de acabar con la democracia mexicana.
Las declaraciones del Sub Comandante MARCOS que sostiene: “AMLO gobierna con el autoritarismo de Gustavo Díaz Ordaz, la demagogia corrupta -y yo le añadiría con el nepotismo- de José López Portillo, la perversidad de Carlos Salinas de Gortari, con la mediocridad administrativa de Miguel de la Madrid, la vocación criminal de Ernesto Zedillo, la ignorancia enciclopédica de Vicente Fox, el militarismo aunado a una mecha corta de Felipe Calderón y la frívola superficialidad de Enrique Peña Nieto”.
Esa mezcla, además de la necedad congénita, ingrediente endémico del peje, tiene a México al borde del colapso democrático.
@leyvaguilar
Instagram: leyvaguilar_
Facebook: Francisco Alejandro Leyva Aguilar