Permítanme compartir la Palabra de Dios que hemos escuchado, desde la metodología del Papa Francisco: con tres palabras que me resuenan interiormente a verles, al vernos y al ver a Mons. Luis Alfonso.

La primera palabra tomada del profeta Jeremías: “eres un muchacho”. Si, Luis Alfonso, eres un muchacho. Tal vez el obispo más joven de México. Un muchacho. Así nos quiere Dios, a ti y a todos, como muchachos, como jóvenes obligados a aprender cada día. A no tener miedo de las peticiones de Dios y los requerimientos de la Iglesia. “No digas que eres un muchacho pues irás a donde yo te envíe y dirás lo que yo te mande”.

Recuerdo vivamente una reunión con sacerdotes llamados “vocaciones adultas”, o que en algunos lugares le llaman “vocaciones tardías”. En esa reunión todos contaron su historia vocacional. Pero hubo un momento final, que se convirtió en un silencio total y después en una sonrisa de todos, cuando uno de ellos dijo: “nos dicen que somos vocaciones tardías, pero después de escucharnos, creo que más bien somos respuestas tardías”.  No tardar en responder a Dios, no posponer nuestra aceptación a la voluntad de Dios.

Gracias Mons. Luis Alfonso, porque desde tu primer día en la casa de Itzimná, en el Seminario de Yucatán, cuando te recibimos como el jovencito tembloroso de Acanceh, fuiste un muchacho, que no dió una “respuesta tardía”, que escuchaste la voz de Dios que te aseguró: “no tengas miedo, porque yo estoy contigo”. Y desde entonces, aprendiste a ser discípulo de Jesús, aprendiste a aprender de Dios, de la comunidad, de la Iglesia, de la vida.

Desde entonces, hemos visto como has aprendido en el Seminario, en el presbiterio, en tu servicio a la Santa Sede, en tu parroquia. Hoy la historia continúa, tu historia vocacional abre una nueva página, tu amor a Cristo y a la Iglesia, en tu nuevo hogar: Oaxaca. Aprende mucho de Mons. Pedro, de los sacerdotes y seminaristas oaxaqueños, de las religiosas y religiosos encarnados en el día a día del servicio eclesial, aprende de un pueblo amado por Dios, del pueblo oaxaqueño.

Y al mismo tiempo, como buen discípulo de Jesús se misionero. Un buen discípulo es misionero, un buen misionero es siempre discípulo.  Discípulos misioneros de Jesucristo. Comparte con tu arzobispo Pedro, con tus hermanos presbíteros, con los seminaristas, la vida consagrada, con los más lejanas comunidades, todo lo que has aprendido de Dios y de la Iglesia en 46 años. Eres enviado por Dios como su mensajero, el anunciador de la Buena Noticia que se llama Jesucristo. Destinado a todas las parroquias y comunidades de la Arquidiócesis.

Y hazlo, como el joven Jeremías, sabedor que Dios te formó desde el seno materno para ser consagrado para este pueblo, como embajador presencial de Dios.

La segunda palabra es “pastor”.  El libro de los Hechos de los apóstoles nos dice: “Miren por ustedes mismos y por todo el rebaño, del que los constituyó pastores el Espíritu Santo.”

No olvido Luis Alfonso, aquella clase de Psicología en tu primer mes como seminarista en el curso propedéutico, cuando explicamos el significado de la palabra “integrar” y el proceso de “integración”. En nuestro “jueguito” cotidiano de preguntas y respuestas, recuerdo con afecto y admiración el testimonio personal que tu compartiste sobre la formación integral. Decías que lo más importante como gracia recibida y como tarea que realizar cada día, es saber integrar las diversas experiencias de la vida humana, espiritual, intelectual y pastoral en los cuales nos desenvolvemos, de saber incluir todas las realidades que enfrentamos, de comprender lo que parece contradictorio en nuestra historia personal pero que en los planes de Dios es complementario.

Ser pastor del todo el pueblo de Dios, es precisamente eso: saber integrar las diferentes dimensiones y tonalidades de la vida humana, incluir todas las invitaciones que Jesús nos hace en el Evangelio, sin excluir ninguna; formar un pueblo que caminando, abrace a los diversos carismas, vocaciones y misiones.

 Amar y servir a todo el rebaño, a todo el pueblo de Dios, es una característica nítida del pastor que necesitamos hoy: un pastor que una las separaciones, que incorpore a los distantes, que sume a favor del bien de la comunidad. En medio de tantas, descalificaciones, luchas y polarizaciones, se un pastor al servicio de la comunión y participación, de la iglesia sinodal en camino, a favor siempre de la unidad.

“El buen pastor da la vida por sus ovejas”, se entrega a las necesidades de los demás; se gasta amando, perdonando y reconciliando; repite en la vida de cada día lo que celebramos en la Eucaristía, se hace como Jesucristo pan de vida, se da a sí mismo, se parte a sí mismo, la propia carne, la propia humanidad, la propia agenda personal. Como Jesucristo, Dios hecho hombre, para entrar en la concreción de la historia humana, para amarla y salvarla desde dentro, no desde fuera.

Hoy con tu consagración episcopal para ser obispo auxiliar de Oaxaca, inicia una historia de amor concreto, con un pueblo y presbiterio preciso, de un amor lleno de afectos, de trabajo, de dolores y angustias, de alegrías y consuelos.  Una historia de amor donde cada día conocerás y amarás más el corazón de cada oaxaqueño, y donde los oaxaqueños conocerán y amarás más el corazón de su pastor.

Y la tercera palabra es “oveja”. Somos ovejas del rebaño del Señor. Le pertenecemos a El y necesitamos de El.

Cuando el Papa Francisco habla de las cuatro cercanías del obispo, siempre inicia con la cercanía a Dios. “El que permanece en mí y yo en él da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5).

Estamos invitados, en primer lugar, a cultivar esa cercanía, esa intimidad con Dios, sacar de nuestra relación con Jesucristo Buen Pastor toda la fuerza para el ministerio. Para poder estar cerca de los demás obispos, de los sacerdotes y del pueblo de Dios de manera auténtica y sincera es indispensable la cercanía personal, directa con Jesús.

Aprender a ser oveja es no salirnos del redil del Buen Pastor. Sin una relación significativa con el Señor, con el Evangelio, con el estilo de vida de Jesús, cualquier ministerio está condenado a la esterilidad. La cercanía a Jesús, el contacto con su Palabra, nos permite comparar nuestra vida con la suya, y no defendernos o justificarnos humanamente para finalmente no responder a las peticiones específicas que nos hace el Evangelio a cambiar nuestro modo de vivir y a modificar nuestra lista de prioridades.

Ser oveja es seguir los pasos del Pastor, recorrer con El los caminos de los milagros y las curaciones, de la bodas de Caná y la multiplicación de los panes, pero también la hora de ir a Jerusalén, a la pasión, muerte y resurrección, días de ingratitud, de rechazo, duda y de soledad hasta el punto de decir: “Dios mío, Dios mío, ¿porque me has abandonado? (Mt 27,47).

Nuestra cercanía permanente a Jesús nos invita a no temer, a no huir a ninguna de estas horas y episodios difíciles de la vida de nuestro Buen Pastor.  A no apartarnos del redil, con nuestras explicaciones pseudo teológicas y falsamente pastorales.  Ser oveja significa luchar cada día con la ayuda de la gracia de Dios y la oración de nuestro pueblo para no caer en lo que el Papa Francisco nos advierte como “mundanidad espiritual”.

Ahora oremos unos segundos para que nuestra Señora de la Soledad que ha hecho el milagro de unir a la multitud de lenguas, razas y costumbres de Oaxaca en un solo corazón, siga bendiciendo a sus hijos bajo la paternidad espiritual y pastoral de Mons. Pedro y Mons. Luis Alfonso.

Xalapa de la Inmaculada, Ver., 22 de agosto de 2024.

♰ Jorge Carlos Patrón Wong.

V Arzobispo de Xalapa.

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