HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

11 DE AGOSTO DEL 2024

Después de la escucha de la Palabra de Dios, ojalá y todos nosotros nos dejemos iluminar por ella y que esta Palabra Divina fortalezca nuestras personas, para que sigamos dando respuesta muy generosa a Dios.

La vida a veces es dura, difícil, hay muchos momentos de sufrimiento, de dolor, de amarguras, de cansancio. Hay cosas que nos desgastan y nos hacen pesada la vida, y a veces hasta hemos escuchado a hermanos que nos expresan, nos dicen: ya no quiero vivir, ya no quiero vivir o escuchamos en sus ruegos, dirigidos a Dios: Señor, ya llévame Contigo, llévame Contigo, estoy sufriendo de más, llévame Contigo.

A veces nos sentimos solos, a lo mejor hasta abandonados de Dios, sin fuerza en nuestro caminar.

Eso le pasaba al profeta Elías, ya quería terminar su vida, y Dios le manifiesta que está con Él, le lleva ese pan y esa agua, para que siga su camino hasta el monte Horeb y es fortalecido por Dios.

Aquí hay que aprender del profeta también, dejemos que Dios nos fortalezca, permitámosle a Dios que haga Su obra en nosotros. Para ello, hay que buscarlo, busquemos a Dios, no nos sintamos tan fuertes en este caminar, somos débiles, somos frágiles. La fuerza sólo está en Dios, ahí busquemos la fuerza divina y, hoy, el Evangelio pues nos dice que el Señor es el Pan de la Vida. El profeta Elías comió pan que Dios le envió a través del ángel. Nosotros podemos comer el Pan de la Vida que es el mismo Hijo de Dios, el que envió Nuestro Padre Dios a nosotros, Su Hijo. Ese es el Pan de la Vida para nosotros. Ese es el Pan que nos va a fortalecer, que nos va a animar, que nos va a ilusionar en la vida.

Yo le preguntaría a usted en este domingo, ¿está comiendo el Pan de la Vida? ¿se está alimentando del Cuerpo y de la Sangre del Señor? ¿Le interesa a usted recibir la Comunión o solamente se acerca a ese alimento en los diferentes acontecimientos que vive en su familia? ¿Se alimenta? ¿come de ese Pan de la Vida?

Hoy, yo creo que Nuestro Señor nos dice que nos quiere fortalecer, que nos quiere llenar de Su Vida, pero que necesitamos acercarnos a recibir ese alimento ¿o no cree usted en la presencia real y verdadera de Nuestro Señor en ese Pan y en ese Vino Consagrado? ¿no cree?

Yo pienso que si usted está aquí, cree en la presencia del Señor en la Eucaristía y tiene ese Pan como Pan de Vida, porque es el Cuerpo, la Sangre y la Divinidad de Nuestro Señor.

Que quiera, que sienta hambre de ese Pan de Vida. Si usted me dice: es que no puedo recibirlo, porque siento que tengo un pecado, pues vaya al Sacramento, vaya al Sacramento, reciba el perdón de Dios, libérese de eso que le está causando dolor, le está causando sufrimiento, remordimiento, vaya y libérese de ese pecado y acérquese.

No puedo comulgar porque estoy viviendo de manera irregular, no estoy casado por la Iglesia, ¿y qué le impide a usted casarse? ¿ya fue casado por la Iglesia usted o ella? Pues arregle su asunto, tramite nulidad matrimonial en el Tribunal Eclesiástico, no tiene ningún impedimento, sólo que no quiere casarse, ay ay ay, eso sí es preocupante, por usted, por su familia, sus hijos necesitan de su ejemplo, ¿cómo le va a decir usted a sus hijos: aliméntense del Cuerpo y la Sangre del Señor para que tengan vida? Sin el testimonio, sin ese comulgar, usted tiene que decirle a sus hijos: tenemos que alimentarnos del Pan de la Vida, vayamos a la Comunión.

Su ejemplo es importantísimo en la vida familiar. Que usted quiera, que usted lo desee, que usted lo busque.

Ojalá y usted se deje tocar por Nuestro Señor en este domingo, con Su Palabra y no se sienta solo, en los momentos duros de la vida, que su fe lo lleve a sentir la presencia de Dios, la cercanía de Dios, no está solo, Dios lo acompaña. La presencia y la fuerza del Espíritu Santo está en su interior, siéntala y fortalézcase y permítame decir algo, ahora con la presencia de nuestros hermanos seminaristas y padres formadores de nuestro seminario. Yo he querido que esta ceremonia sea realizada aquí, en esta Iglesia Catedral, porque les hemos insistido una y otra vez: oren por las vocaciones, necesitamos sacerdotes, necesitamos sacerdotes y ustedes están orando, no dejan de elevar su plegaria a Dios para pedir abundantes vocaciones, pero también para pedir por la santidad de los que ya somos sacerdotes, nos quieren santos, pues sigan santificándonos con su oración.

Miren, aquí están nuestros seminaristas, que no solamente son de la Arquidiócesis de Antequera Oaxaca, aquí hay seminaristas de Puerto Escondido, de Tehuantepec, de Tuxtepec, de Mixes, de Huautla, hay seminaristas de toda nuestra provincia de Oaxaca, aquí están. Unos están en el propedéutico, después de haber terminado su preparatoria o alguna carrera, han ingresado a nuestro seminario, porque sienten que Dios los quiere como sacerdotes y tendrán que pasar, en su formación, en la vida de seminario, ocho años, a los que están ahí, que todavía no traen sotana, que traen su camisita blanca, pues ellos a penas ingresaron y van a pasar ocho años de su formación, de estudio, y luego saldrán al Apostolado.

Pidan para que perseveren, son 17 jóvenes que están ahí, pidan a Dios que perseveren, pero también dígale a Dios que perseveren a los que les faltan 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1… que perseveren, para que un día sean sacerdotes de nuestra provincia de Oaxaca, es importante su oración, pero también es importante que usted sea un gran promotor de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, fijándose, mirando a tantos jóvenes de su pueblo, de su colonia, de su familia, que tal vez usted lo mire y sienta, desde aquí, de su corazón, decirle algo: oye, ¿nunca has pensado ser sacerdote? Así promoverá usted la vocación a la vida sacerdotal, llegará a los oídos de ese jovencito la voz de Dios, que pasa a través de sus labios y llega a los oídos y tiene que bajar al corazón, porque ese joven, tarde o temprano le va a preguntar a usted ¿por qué un día me dijo que si no quería ser sacerdote? ¿qué vio en mí? Y Dios le hablará a través de sus labios y tal vez le diga: “es que yo siento que hay mucha bondad en tu corazón, que hay mucha piedad, que hay mucha fe, que buscas a Dios, que te esfuerzas cada día por practicar la virtud, por ser un joven limpio, sano, por eso siento que puedes ser un sacerdote, para que puedas ayudar a las personas el día de mañana, transmitiéndoles el Evangelio, predicando la Palabra de Dios, santificando, el día de mañana, si eres sacerdote, santificando.

Haga eso, no piense que la promoción a la vida sacerdotal es solamente del Obispo, el que tiene que proveer de sacerdotes en las comunidades. No piense que es solamente de los sacerdotes que tienen que promover a los que después van a ocupar su lugar cuando ellos ya dejen este mundo ¡no! Es de la Iglesia y supongo que usted se siente Iglesia, si no se siente Iglesia, pues entonces ¿qué se siente? ¿usted siente que la Iglesia es el Papa, los Obispos y los sacerdotes? Qué pobre Iglesia, qué pobre Iglesia. Tan solo le digo, hay un Papa, Francisco, y en todo el mundo somos poquito más de 5 mil Obispos y son millones y millones de fieles, de católicos, entonces ¿los millones y millones de católicos no son Iglesia? ¡claro que son Iglesia! Porque la Iglesia somos todos los bautizados, y la Iglesia necesita de ministros y nos toca a todos nosotros promover esta vocación a la vida sacerdotal.

El día que nos convenzamos de esto, aumentarán las vocaciones, porque las vocaciones brotan de una familia, de una familia, de ahí salimos todos y si dentro de la familia usted promueve la vocación a la vida sacerdotal, habrá más sacerdotes, lo necesitamos.

Felicidades a quienes van a recibir candidatura y ministerio de acólitos. Es un proceso hacia, un día, recibir el orden sacerdotal, es un proceso. Empezamos con candidatura, seguimos con electorado, que ya recibieron ellos hace tiempo y luego seguimos con el acolitado y después con el diaconado y después con el presbiterado y, después, a ver a quién llama Dios al Episcopado, pero ahí se lo dejamos a Él.

A ustedes les toca pedir candidatura, lectorado, acolitado, diaconado, presbiterado y hasta ahí llega, ya no pida lo otro, ahí quédese, lo demás se lo dará Dios si es que quiere, si es que quiere.

Hoy reciben el acolitado, lo que sigue hay que pedirlo, lo que sigue, pero con toda libertad, con toda libertad, sin que se sientan presionados por su Obispo, por sus formadores, con toda libertad, porque recibir el diaconado es un paso definitivo para ser sacerdotes, con libertad.

A seguir el proceso, el caminar, y ahí están unos alumnos de segundo, de tercero y de cuarto, de teología, pues ahí están, ya vayan tomando decisiones, vayan tomando decisiones, vayan madurando su caminar, vayan madurando. No tengan miedo, no tengan miedo, Dios estará con nosotros, Dios estará con nosotros. Claro que a veces da temor pensar que un día va a estar usted en esta Iglesia Catedral con una multitud de fieles y ¿qué voy a hacer? Pues Dios es el que va a hacer, el que va a hablar, a hacer Su obra. Usted no tenga miedo, váyase decidiendo, maduramente, maduramente.

Gracias Padres, ah, llegó el nuevo sacerdote, a ver, ponte aquí, ven aquí, miren él el día 8 de este mes, aquí, para que te vea todo el mundo, tiene tres días de ser sacerdote, tiene tres días de ser sacerdote, tres días. Pedro Andrés, Pedro Andrés, miren, un día también yo los voy a presentar, si es que todavía estoy aquí. Felicidades. Gracias.

No me había dado cuenta de que estaba el nuevo sacerdote aquí, hasta ahorita que volteé, gracias por toda su labor, por todo su trabajo, por todo el sacrificio que ustedes hacen, yo les he dicho, es más agradable estar en una Parroquia, lo sé, lo sé, pero ahorita Dios los necesita como formadores. Algún día encontraremos otros formadores y ustedes se irán a una Parroquia, algún día, pero no vendrá a ocupar tu lugar, Roque, es que ya le está diciendo Pedro Andrés que ya, tú le vas a seguir, hermanito. Muchas gracias a todos, y miren, ahí están dos diáconos, pues el día que ellos digan, veremos si enseguida los presentamos como sacerdotes, como lo hemos hecho con el Padre Pedro Andrés.

Que Nuestra Madre nos siga acompañando a todos nosotros, bendiga nuestras familias, de donde brotan los sacerdotes, bendiga a nuestros formadores, los llene de sabiduría para que siempre hagan discernimientos como Dios lo quiere, que bendiga a todos nuestros seminaristas y les ayude a perseverar en la respuesta a Dios.

Que María, Nuestra Madre, nos acompañe.

Que así sea.

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