HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
16 DE JULIO DEL 2024
Alegría y gozo mirarlos a ustedes en este recinto sagrado de nuestro templo conocido por todos nosotros como el Templo del Carmen Alto, así se le conoce a nuestro templo, el Carmen Alto.
Gracias por venir a vivir esta fiesta en honor a la Madre de Dios, en su advocación de Nuestra Señora del Carmen.
Gracias, porque la presencia de cada uno de ustedes es evangelizadora y así la tenemos que mirar y sentir. Mi hermano, que hoy se hace presente en esta parroquia de Nuestra Señora del Carmen, me evangeliza y me dice que ama a Dios y que ama a la Madre de Dios.
Yo recibo su evangelización, usted me está diciendo a mí, con su presencia, crece en el amor a Dios y en el amor a la Virgen, crece. Necesitamos que crezcas, porque así nos ayudarás a nosotros a crecer en el amor a Dios. Crece en tu compromiso como hijo de Dios, porque eres un bautizado; crece como ministro de Dios, porque un día fuiste llamado al sacerdocio; crece como un sucesor de los apóstoles, porque eres Obispo. Crece, para que todos nosotros seamos ayudados por ti a crecer, en primer lugar, con tu testimonio de amor a Dios y de amor a María, con tu testimonio de fidelidad y de entrega a Dios, porque te consagraste a Él con todo tu ser.
Necesitamos que crezcas.
Pero eso mismo digo yo a usted, según su estado de vida y su vocación. Yo quiero que crezca, que sea un mejor hijo de Dios y, para ser un mejor hijo de Dios, tendrá que ser un mejor hijo en la relación con sus padres, un mejor como hermano en la relación con su hermano y un mejor amigo en la relación con su amigo.
Si así pensamos todos, creceremos en el ejercicio de las virtudes, seremos más agradables a los ojos de Dios y nos ayudaremos, unos y otros, a ser más felices, porque eso es lo que quiere Dios, que tú seas feliz, que yo sea feliz y, si sentimos ese amor, ese amor de un hijo de Dios, me vas a hacer feliz.
Yo le quiero decir de nuevo a usted, he sido muy feliz en el ejercicio de mi ministerio en Oaxaca, porque me siento amado, me siento amado y eso a mí me hace muy feliz. No merezco tanto amor, pero tampoco le voy a impedir a usted que ame a Dios en la persona de su Obispo, no se lo puedo impedir, porque Dios quiere que usted ame a quien es su Obispo y su pastor, pero yo quiero que papá y mamá puedan crecer y, a propósito del Evangelio ¿quién es mi Madre y quiénes son mis hermanos?
El que hace la voluntad de Mi Padre, ese es mi madre y esos son mis hermanos, el que hace la voluntad de mi Padre.
Quiero que usted haga la voluntad de nuestro Padre Dios. Quiero que usted esté todavía más y más comprometido con Nuestro Señor, viviendo su fe, haciendo vida el Evangelio, porque el Señor ha señalado, usted es mi padre, usted es mi madre, ustedes son mis hermanos y nos dice Nuestro Dios y Señor: el que haga la voluntad de mi padre es eso, mi padre, mi madre, mis hermanos.
Disfrutemos esas vivencias de fe con todos nuestros seres queridos, en primer lugar, pero también con todas las personas con las que nos relacionamos, con todas las personas.
Por eso yo le digo, siento el amor, siento el amor. Que eso mismo puedan decir los seres que le dieron la vida, los miembros de su familia, los compañeros de trabajo, los amigos, los vecinos, que puedan sentir el amor suyo, el amor de un hermano, el amor de un hijo de Dios que se esfuerza día a día por cumplir la voluntad del Padre.
Quiero también decir lo que yo pienso de María.
Aquí hay un signo de que nuestro pueblo oaxaqueño es muy Mariano, muy Mariano, tiene una profunda devoción a la Madre de Dios y espero que la conserven. Consérvenla.
No vaya a quedarse sin el amor a María, no se quede sin ese amor.
Al inicio de la misa, estaba pensando en toda mujer que es madre, en toda mujer que es madre y pensaba, espero que los que son papá no se vayan a sentir ni se vayan a encelar. La persona, a la persona que más queremos, la mayoría de nosotros o tal vez todos, la persona que más queremos es nuestra madre, es nuestra madre, por algo ha de ser, preguntémoslo a Dios.
Si le preguntamos a Nuestro Señor, pues Él nos va a decir que el amor a Su Padre Dios es muy grande, pero enseguida el amor a Su Madre, pero tú y yo no podemos decir eso, porque nuestro papá no es Dios, en el sentido del ser que nos dio la vida, Nuestro Señor, pues sí, su Padre Dios, pero tú y yo, pues en esa relación con alguien que tiene esa humanidad, que es mi papá y mi mamá, pues aquí pongo a los dos y, el amor que yo siento por mi madre es algo muy especial, muy especial y yo creo que ustedes lo sienten, lo han sentido siempre, un amor muy especial a la mamá. Y aquí está la prueba del amor tan especial que sentimos por nuestra mamá del cielo, que es la mamá de Nuestro Señor Jesucristo y que Él, estando en la Cruz le dijo: Mujer, ahí tienes a tu hijo, y la Iglesia ha entendido esta Palabra pronunciada por Nuestro Señor, en la Cruz, la ha entendido como la maternidad de María en favor de todos nosotros. Ella es Nuestra Madre y, si pensamos en otra advocación, si pensamos en la advocación de la Virgen de Guadalupe ¿qué le dijo? ¿qué te aflige, por qué te apuras? -le dijo a San Juan Diego- ¿no estoy yo aquí, que soy Tu Madre? ¿no estás bajo mi regazo?
Pues, hoy, la Virgen del Carmen nos dice lo mismo, que es Nuestra Madre y que está ahí, para cuidarnos a todos nosotros, como sus hijos y, principalmente, para defendernos del maligno, del demonio, del espíritu del mal, porque ella pisó la cabeza de la serpiente infernal.
A Ella le pedimos, protégenos, cúbrenos con Tu manto, defiéndenos del maligno. Acudimos a Ella pidiendo intercesión, alcánzanos de Tu Hijo Jesucristo un milagro, un favor, un beneficio, una bendición.
Alcánzanos gracias especiales que vengan de Tu Hijo Jesucristo. Un día alcanzaste el milagro en Caná de Galilea, pues sigue encontrando y alcanzando milagros en favor de nosotros, que te reconocemos como Nuestra Madre, como Nuestra Madre.
Pidamos la intercesión.
Yo por lo menos puedo decir, desde pequeños, en casa, nuestra mamá y nuestro papá nos decían: encomiéndense a la Virgen, encomiéndense a la Virgen. Con esa frase “encomiéndense a la Virgen”, por supuesto también nos decían, “encomiéndense a Dios”, pero había una insistencia de encomendarnos a la Virgen y nos dejaban ir a dormir si no rezábamos el Rosario, todos los días el rezo del Santo Rosario.
Espero que usted lo siga rezando, porque yo creo que lo rezó desde pequeñito en casa, y el día de hoy tenemos que enseñar a los que siguen después de nosotros, a los pequeños, enseñarles a hablarle a María, para que ellos crezcan también en el amor a la Madre de Dios y, así como María fue la primera discípula de Nuestro Señor, así también nosotros seamos los primeros en el servicio, el que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos. El que me sigue, que tome su cruz y me siga, para que sea mi discípulo verdadero, tome su cruz.
María nos enseña a ser discípulos, nos enseña a tener fe y confianza en Dios, nos enseña a amar, nos enseña a ser humildes y sencillos. María no anduvo presumiéndose, en el silencio vivió su ser de discípula, su ser de Madre de Dios en la persona de Su Hijo Jesucristo, en el silencio, en la humildad y en la sencillez.
De Ella tenemos que aprender a hacer vida la Palabra de Dios, porque Ella vivió lo que dijo Nuestro Señor hace un momentito en el Evangelio, cumplió la voluntad del Padre y la cumplió diciendo “sí” al arcángel Gabriel, cuando le anunció que iba a ser Madre y la cumplió al pie de la Cruz, cuando Nuestro Señor le dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” y la ha cumplido siempre.
Pues aprendamos de Ella a cumplir la voluntad de Dios, para que podamos ser esos fieles hijos de Dios, grandes discípulos de Nuestro Señor.
Sigamos disfrutando de nuestra fiesta, sigamos acercándonos a María y sigamos pidiéndole que nos proteja y nos defienda en todos los momentos, pero muy en especial cuando estamos tentados, para que no nos venzan las tentaciones y que Ella, con la gracia que alcance y con toda esa voluntad que nosotros tenemos de llegar al cielo, podamos encontrarnos un día y que el Señor Jesús nos diga: “ven, bendito de mi Padre” y podamos contemplarlos por toda le eternidad y ser felices con ellos en el cielo.
Dios nos guarde, Dios nos bendiga y María interceda por todos nosotros.
Que así sea.