Francisco Alejandro Leyva Aguilar
“No puede organizarse de manera efectiva a las masas sin tener una base en alguna mitología. Si nos ceñimos a la realidad sincera, pocas personas nos seguirán… De hecho las historias falsas tienen una ventaja intrínseca frente a la verdad cuando se trata de unir a la gente. Si pretendemos evaluar la lealtad de un grupo, hacer que la gente crea en un absurdo, es una prueba mucho mejor que pedirle que crea la verdad”: 21 lecciones para el Siglo XXI. Harari Noah. Ed. Debate PP 264.
Un mito, por ejemplo el del catolicismo que tiene hasta su propio Estado y que con millones de seguidores en todo el orbe pensando en que lo que la Biblia dice, es literalmente la palabra de Dios sin pensar en que hay otras religiones que fundamentan sus creencias en otros libros que también son palabra de un dios.
Aplica muy bien la teoría del mito a fenómenos que suceden en países como México ¿cómo construyó su mito López Obrador para que millones de mexicanos lo sigan, lo defiendan y más aún le crean?, durante 5 años nos dijo mentira tras mentira y los mexicanos salieron a votar el dos de junio para ponerle un “segundo piso” al “castillo de engaños” construidos desde la lengua del obradorato.
Dice el diccionario que mito es una narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Persona o cosa a la que se le atribuyen cualidades o excelencias que no tiene. ¿Qué hizo López entonces para que le creyeran millones de mexicanos?, ¿en qué situación estaba el país en 2018 para que la estridente palabra de un solo hombre pudiera llevarnos a derroteros inimaginados e inmerecidos?
En 2020, el 77.7 por ciento de la población mexicana, se consideraba católica, lo que nos da un número importante casi 80 millones de mexicanos son católicos en una población que en ese año rondaba los 10.2 millones de ciudadanos. Todos esos mexicanos creen en un mito y me parece que López aprovechó muy bien la tendencia a la fe, para que la masa saliera a votar primero en 2018 y ahora con todo el poder y el dinero del Estado en 2024.
En México no solo somos creyentes, también hay un fanatismo exacerbado que es evidente en las peregrinaciones de católicos a la Basílica de Guadalupe en el Tepeyac o al Santuario de la Virgen de Juquila en Oaxaca y a muchos otros sitios de pedimentos o peticiones cuya eficacia nunca se pone en duda y hasta ha habido muertes como en Chalma en Ocuilán Estado de México.
Estoy cierto que millones de fanáticos votaron porque creen en López, pero hay un sector de la población que muy probablemente no hubiese votado por él y que sin embargo lo hizo en 2018 y lo repitió en 2024 y esa es la clase media de México, una que muy probablemente si es católica pero que piensa y esa capacidad de razonamiento, muy difícilmente le hubiese permitido una decisión de voto a favor de un mito, a menos que se lo haya creído.
Mientras fue candidato por 18 años, López construyó los mitos que hoy lo tienen en la silla presidencial de donde seguramente no se quiere mover. Usó todos los artilugios habidos y por haber para llegar ahí convenciendo a los mexicanos de que él acabaría con la corrupción de 100 años del PRI y el PAN, que él haría que la vida fuera menos cara, que respetaría nuestra Constitución -cosa que juró- que nos sacaría de la mediocridad.
Toda esa narrativa en los hechos no la cumplió. Sus 100 compromisos fueron una falacias pero lo verdaderamente importante es que, después de 5 años y medio de mal gobierno, la gente aun le sigue creyendo y lo sigue haciendo por lo mismo que dice Yuval Noah Harari, “es más fácil conseguir lealtad a un proyecto con un mito, que diciendo la verdad”. López, que no Morena, ganó también la elección de 2024 con mucha trampa, pero también porque supo conservar el mito que lo llevó al poder.
Y ¿qué nos dice eso del Mexicano ignorante que es creyente y tiene fe?, habría que ponernos a pensar en lo que somos como pueblo porque las consecuencias van a ser devastadoras, ya que, como bien lo dice el escritor israelí en la era de la Posverdad, “hay mentiras que duran para siempre”.
La pregunta que debemos respondernos es entonces ¿cómo se combate un mito?
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