PRESIDE: MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

20 DE JUNIO DEL 2024

Ya hemos escuchado la Palabra Divina, este mensaje que nuestro hermano, Jesús David, eligió para que fuera proclamada en esta liturgia.

En su momento, el pueblo elegido sintió necesidad de servidores, y Moisés, en ese diálogo que tenía con Dios, pues tomaron la decisión de que los descendientes de Aarón fueran los sacerdotes, que en ese tiempo realizaban el culto, los levitas.

Hoy, seguimos teniendo necesidad en la Iglesia de que haya ministros para el culto, para que presidan esas acciones litúrgicas, muy en especial necesitamos de los sacerdotes, para que ofrezcan en el altar el sacrificio de Jesucristo al Padre.

Dios sigue llamando, Dios sigue llamando, por eso aquí está Jesús David, que después de haber tenido todo un proceso de formación en la Institución llamada el Seminario, donde todos los sacerdotes pasamos años y años profundizando en las ciencias y, muy en especial, en esas ciencias que tienen relación con Dios, porque vamos a ir a un pueblo a hablarles de Dios, así tenemos que vivir nosotros, los sacerdotes, hablando de Dios, porque yo sé que ustedes eso quieren, que les hablemos de Dios, porque a veces nos dicen, de otras cosas tenemos otros lugares, y cuando nos reunimos en un templo, a la escucha de la Palabra, queremos que nuestro sacerdote nos hable sólo de Dios, ilumine con la Palabra de Dios los diferentes acontecimientos que se viven.

Jesús David, vas a ser proclamador del Evangelio, a partir del día de hoy, así como nuestro hermano el diácono Pedro Andrés hace un momento proclamó el Evangelio, así vivirás tú de hoy en adelante, proclamando el Evangelio, y tal vez en algún momento, el sacerdote que presida la celebración te dirá: hoy haz la reflexión, la homilía, háblale a este pueblo de Dios, basado en la Palabra Divina y lo vas a hacer, lo vas a hacer, porque ya eres un diácono podrás proclamar el Evangelio.

También realizarás otras acciones de culto, a partir del día de hoy podrás bautizar, podrás bautizar solemnemente a los hijos de nuestras familias, podrás ser testigo oficial de la Iglesia en un matrimonio y bendecir al hombre y a la mujer en ese amor, para que ellos reciban la gracia del sacramento matrimonial.

Podrás bendecir, ya no solamente rociando con agua bendita, bendiciendo, porque ya eres un diácono, y las personas te pedirán bendiciones y tú los bendecirás, los bendecirás.

Todo esto vívelo con alegría, con gozo, y se te encomendará tal vez algún servicio en la parroquia o en la Arquidiócesis, tu Obispo te va a pedir algún servicio y tú lo vas a hacer con alegría, con gozo, con mucha responsabilidad, porque necesitamos de grandes servidores en nuestra Arquidiócesis y le pido a Dios que tú seas un gran servidor en esta etapa de diaconado, que no debe de ser de años y años, no, dentro de poco tú, delante de Dios, tendrás que pensar: yo quiero ser un presbítero, yo quiero ser ordenado sacerdote, y harás tu petición y, Dios, a través de tu Obispo, te va a decir, en su momento, así como te dijo que hoy recibirías el diaconado, así también, en un futuro, te dirá, tal día serás ordenado presbítero.

Prepárate, prepárate para ello.

Sé un hombre de oración, para que sostengas tu entrega, tu compromiso, tu fidelidad, sé un hombre de oración, descubre todos los días, ante Dios, tu fragilidad, tu debilidad, tu miseria, pídele a Dios que te dé fortaleza, que te ayude a seguir trabajando, para que vayas alcanzando cada día la perfección, porque a eso nos invita Dios, sean perfectos como Su Padre celestial es perfecto.

No te olvides lo que eres, Dios te llamó a ser un servidor y el maestro, para nosotros, es Nuestro Señor Jesucristo, que no vino a ser servido sino a servir y hagamos verdad, hagamos verdad lo que con frecuencia sale de nuestros labios: en qué puedo servirle, cuando vienen a buscarnos, de veras sirvamos, nos solamente pronunciemos unas palabras diciendo en qué puedo servirle, tal vez esa persona sólo necesita que le escuchemos, que tengamos tiempo para ello, a lo mejor necesita que nos unamos a ella en oración, porque vive angustia, vive preocupación, vive necesidad y viene a nosotros y nos dice: sólo quiero que pida por mí y nosotros tendremos que decirle a Dios: Señor, ya viste que vino esta persona a pedir oración, te la encomiendo, te la encomiendo y le recordaremos en la oración. Sé ese hombre de oración y de servicio, sé siempre eso.

Aquí está tu papá, aquí está tu mamá, y desde el cielo, está tu mamá, desde el cielo, y está viviendo la alegría y el gozo de que su hijo se esté consagrando a Dios en la vida sacerdotal, ahora recibiendo el primer grado del orden sacerdotal, el diaconado.

Tu padre, tu madre, pídele a Dios que seas un gran sacerdote el día de mañana, lo quieren. Se han sacrificado por ti y tú lo sabes, todo lo que han hecho para que nosotros estemos aquí, no solamente trabajaron y se cansaron, oraron un día y otro día, diciéndole a Dios: ¿quieres a mi hijo para el sacerdocio? Aquí lo tienes, aquí lo tienes.

Que te vean realizado, te han visto realizado como seminarista, quiero que te vea realizado tu papá y tus demás familiares en tu diaconado, y el día de mañana en el presbiterado tal vez. Siga orando por su hijo. También llámele la atención, tiene todo el permiso, porque es su padre, es papá, hable al corazón de su hijo y dígale que es un consagrado y que su vida sólo es para Dios, para Dios, dígaselo siempre y dígaselo a Dios. Gracias por todo lo que ha hecho por su hijo, es una bendición, es una bendición.

Siga orgulloso de él, como él está orgulloso de usted y de su mamá. Sígase llenando de la Gracia Divina y, en esa relación con las demás familias, también usted sea un gran promotor de las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Dígale a otros papás lo feliz que es su padre teniendo un hijo sacerdote, dígalo, comparta su experiencia, porque a veces piensan que tener un hijo sacerdote es una vergüenza, porque sale de los labios de los hombres, padres y madres de familia que dicen, todo, menos un cura, todo menos un cura, yo no quiero curas en mi casa, yo no quiero a ningún cura en mi casa. Usted dígales lo que siente un padre cuando tiene un hijo sacerdote, dígale lo que siente, dígale que no es una vergüenza, dígale que es una bendición divina que no merecemos, que no merecemos. Dígaselo a su pariente, a su amigo, a su compañero de trabajo, conviértase en un promotor a la vida sacerdotal y religiosa.

Gracias por ser el padre de un sacerdote. Gracias por todo lo que han hecho por él. Gracias, muchas gracias. Que Dios les siga bendiciendo, bendiciones, bendiciones, bendiciones.

Qué les puede decir un Obispo que vive en medio de un pueblo que continuamente le dicen, por qué no nos manda un sacerdote, por qué no nos manda un sacerdote, por qué nos tienen castigados, así me lo han expresado, por qué nos tiene castigados, ya levántenos el castigo, mándenos un sacerdote, y qué responde este Obispo, no tengo, no tengo sacerdotes, quisiera mandarles, pero no tengo… y cuándo vamos a tener, cuando de nuestras familias salgan esos jóvenes y vayan a formarse a nuestro seminario, cuando usted se convierta en un promotor vocacional. Ya lo es, porque hace oración, pero ahora utilice sus labios para mirar a los jóvenes y hablarles, mírelos y dígales: puedes ser un sacerdote, sólo así podré mandar sacerdotes, sólo así.

Dios nos colme de bendiciones y gracias a todos, Dios nos bendiga y sigamos disfrutando de este momento, de la ordenación de nuestro hermano.

Que María, la Madre de los sacerdotes, mire a nuestro pueblo, tan necesitado de que broten vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa y siembre en el corazón de sus hijos esa semilla de la vocación, para que comiencen a brotar vocaciones de los jóvenes hombres y mujeres, al sacerdocio y a la vida religiosa. Pidámosle eso a Nuestra Madre, Inmaculada de Juquila y seamos grandes seguidores de Nuestro Señor, grandes servidores, todos, porque a eso hemos sido llamados, a ser servidores en nuestras comunidades.

Que Dios nos ayude a serlo, cada quien en su estado de vida.

Que así sea.

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