DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
Le pido a Dios, a Nuestro Señor, que también a nosotros nos abra el entendimiento para que podamos comprender las Escrituras y para que podamos leer en los acontecimientos de la vida lo que Dios va haciendo, para que ninguno de nosotros se sienta abandonado, olvidado por Dios, sino siempre con esa fortaleza necesaria para salir adelante.
El texto del Evangelio que acabamos de escuchar, nos ubica en un lugar, en un recinto, donde están discípulos y apóstoles, recordemos estos dos términos, del grupo de discípulos, Nuestro Señor eligió a doce, y les dio el nombre de apóstoles, recordemos que enviaba a sus apóstoles a predicar y a preparara a las comunidades, a los pueblos a donde Él iba a llegar, pero también enviaba a sus discípulos, recordemos que en el Evangelio dice 71 discípulos, un número significativos, nos quiere decir un grupo grande de personas, seguidores de Nuestro Señor.
Espero que usted se sienta discípulo, porque es seguidor de Nuestro Señor Jesucristo y no solamente se sienta discípulos aquí, en este lugar, también siéntase discípulo en su casita, en su hogar, en su centro de trabajo, en el caminar por nuestras calles, no se olvide que el que va caminando es un discípulo de Nuestro Señor, y al que usted se encuentra, es un discípulo de Nuestro Señor.
Qué hermoso es mirar a los demás como discípulos de Nuestro Señor, como seguidores de Jesucristo, eso es hermoso, porque entonces vamos a valorar a las personas. El que está frente a mí hace el esfuerzo que yo hago para vivir el Evangelio, para cumplir los mandatos del Señor, como nos decía la segunda lectura, y en ese cumplimiento de los mandatos, decirle a Dios que le amo, porque me esfuerzo por cumplir lo que Él me pide.
En la segunda lectura decía que si nosotros nos dedicamos a hacer el mal pues estamos mintiendo que amamos a Dios, porque no cumplimos sus mandatos, que le decimos a Dios que le amamos en el cumplimiento de los mandatos y uno de esos mandatos es que ame a mi prójimo y mi prójimo es el que va ahí, caminando delante de mí por la misma acera, por la misma banqueta. Mi prójimo es el que viene y nos encontramos y nos saludamos. Es mi prójimo y no tengo por qué hacerle mal y no tengo por qué hacerle daño. Siéntase discípulos, pero ame a los demás discípulos de Nuestro Señor.
Es necesario distinguirnos en el amor y hacer creíble el Evangelio amando, amando y, en esa vivencia de amor, nosotros estaremos anunciando el Evangelio no con palabras, sino con actitudes, con comportamiento con la vida y eso es lo que quiere Nuestro Señor.
Hemos escuchado la narración que hace San Lucas de un encuentro del Resucitado con sus apóstoles y con discípulos. Ahí con los apóstoles están, porque así empieza la narración, dos discípulos, los que iban camino de Emaús, y que en ese caminar Nuestro Señor Resucitado se juntó con ellos y comenzó a dialogar con ellos, a hablar de las Escrituras, a explicarles las Escrituras, a abrirles el entendimiento y vinieron ellos a platicarle a los apóstoles su vivencia, su encuentro con el Resucitado y estaban emocionados, al grado de que ellos decían: con razón nuestro corazón ardía cuando nos explicaba las Escrituras y cómo invitaron a Nuestro Señor cuando iban en el camino a Emaús, le dijeron: quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer, pronto va a oscurecer, quédate con nosotros y después de que ellos miraron al Resucitado en la fracción del pan, ya no era tarde, regresaron inmediatamente a contar, a platicar, a hablar de su experiencia, de su alegría, de su gozo, de lo que ellos eran testigos.
Aquí quisiera decirle algo, usted, en su vida, ¿se ha sentado con otra persona y le ha platicado de algún encuentro vivo con Nuestro Señor? ¿de algún encuentro con el Resucitado? ¿de alguna experiencia de alegría, de paz, de gozo por lo que pasó? ¿se ha sentado con alguien a platicar de eso?
A lo mejor poco platicamos de esos encuentros, de esas experiencias, poco platicamos, a lo mejor nosotros platicamos de qué, aquí en nuestra ciudad platicamos mucho y nos preguntamos ¿hoy no va a haber bloqueos? ¿hoy no va a haber marchas? ¿hoy no va a haber manifestaciones?
En este momento que estamos viviendo, tal vea platicamos mucho de política, de los candidatos y andamos queriendo convencer a unos y otros y quieren convencernos a nosotros y así andamos todos, en la plática, muy interesados. Algunos que se dedican a la política, interesadísimos de nosotros. Van a nuestro encuentro, nos buscan, nos platican, nos quieren convencer y junto con eso nos dicen: convence tú a otros, ándale, platícales, motívalos, ayúdanos ¿y del Señor Jesús? ¿del Señor Jesús platicamos? Pregúntese, ¿platicamos así con ese ardor platicamos?
A mí se me hace que no, a mí se me hace que no, porque tenemos el temor que cuando comencemos a platicar de nuestra experiencia que tuvimos con el Resucitado el que nos esté escuchando nos diga: a mí eso como que me enfada, me cansa, mejor vayamos platicando de otra cosa, y ya dejamos la plática y no abrimos nuestro corazón, no abrimos nuestro corazón, no hablamos de la alegría que tenemos por dentro, de lo que hemos sentido en una Eucaristía. Yo le diría hoy, ¿usted va a regresar a su casa, les va a platicar lo que vivió aquí, lo que sintió aquí, lo que escuchó aquí? ¿va a llegar con ardor a su casa? A lo mejor va a decir, no, yo voy a llegar con sueño, con hambre, pero no con ese ardor. Entonces, ¿cómo va a evangelizar usted si es un discípulo de Nuestro Señor? ¿va a evangelizar sólo en el silencio? ¿no va a abrir sus labios para decir algo, para contar de su experiencia, para hablar de su alegría?
Cuando usted viene ante el Santísimo y está en un momento ahí ante el Sagrario, ante Nuestro Señor y se llena de paz, de gozo, siente que ha dejado todas sus preocupaciones y angustias en las manos de Nuestro Señor y siente que se ha liberado de muchas cosas, ¿no platica eso? ¿no lo platica, no lo comenta con nadie? Los discípulos de Emaús estaban contando emocionados su experiencia de encuentro con el Resucitado, ándele, que también usted sea ese discípulo de Emaús que va y platica que tuvo un encuentro vivo con el Resucitado. Interesémonos por platicar, interesémonos, anímese, no tenga miedo. ¿Qué hizo Nuestro Señor? Les abrió el entendimiento para que entendieran las Escrituras, a usted le va a abrir sus labios para que exprese su emoción, para que exprese su encuentro con Él, le va a abrir sus labios, no los cierre, no los apriete, ábralos y pronuncie palabras y diga el gozo que trae por dentro, dígalo, platíquelo, disfrútelo con los demás. Eso es lo que quiere Nuestro Señor.
La vida la tenemos que ir cambiando juntos, pero siempre en esa búsqueda de paz, de gozo, de armonía, de paz, de felicidad, es lo que quiere Dios para nosotros, que también nosotros queramos eso y contagiemos de nuestra alegría a las personas, que no necesitemos de una calenda para alegrarnos, que no necesitemos de un mezcalito para alegrarnos, que lo que traemos aquí, en el corazón, lo expresemos, lo expresemos, que expresemos nuestras preocupaciones también, porque necesitamos.
A los de Emaús le explicaron las Escrituras Nuestro Señor, pero ellos iban tristes porque habían crucificado al Maestro. Él les dice: ¿por qué van tan llenos de tristeza? A veces también nos hace falta mirar y contemplar al otro y decirle ¿por qué te veo tan triste, por qué te veo preocupado? A veces ni siquiera eso preguntamos, porque nosotros mismos nos respondemos: pos sabe Dios qué traerá, pos sabe Dios, ah, pues Dios sí sabe pero que también tú sepas y para que tú sepas necesitas cuestionarlo: algo te está pasando, como que leo en tu rostro y en tus gestos tristeza, preocupación, angustia, desesperación, eso es lo que yo veo, platícame, ándale, y ojalá nos abramos y platiquemos.
Pues que Dios nos ayude, abra nuestro entendimiento y que podamos nosotros tener esas vivencias de discípulos que se han encontrado con el Resucitado y que comparten.
Que Nuestra Madre María, que también acompañaba a los apóstoles y discípulos nos acompañe a nosotros en nuestro caminar para que, sintiendo la presencia de Su Hijo, nosotros podamos alegrarnos por su triunfo que es también nuestra victoria.
Que así sea.