HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

17 DE MARZO DEL 2024

Es el V Domingo de la Cuaresma, sólo nos falta terminar esta semana, porque el próximo domingo es Domingo de Ramos, se inicia la Semana Santa, donde podremos, en la vivencia de la fe, profundizar en los grandes misterios de nuestra Redención, la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Espero que en todos nosotros esté bien grabado en el corazón lo que nos pide Dios, porque así nos lo decía en la primera lectura: pondré Mi Ley en sus corazones, en sus corazones.

Espero que usted siempre cultive en su corazón esos buenos principios, lo que agrada a Dios. No permita que en su corazón esté el odio, las envidias, los deseos de venganza, los rencores, los malos deseos… no lo permita. En este corazón nuestro, de hijos de Dios, tiene que estar sólo lo que Dios nos pide. Cultive su corazón, limpie su corazón, cuide los sentimientos de su corazón, para que sólo haga lo que le agrada a Dios, lo que le agrada a Dios. Lo necesitamos.

Vivimos en un mundo con tanto problema, con tanta dificultad. Vivimos en un mundo en el que somos invitados sólo a pensar en nosotros y no pensamos en los demás. Eso no es bueno, no es bueno que nosotros sólo pensemos en nuestra vida y en nuestra persona, en nuestros gustos personales. Somos discípulos de Nuestro Señor, somos sus seguidores y tenemos que vivir en una continua renuncia.

Dios piensa en nosotros, nos ama, nos perdona, tiene misericordia, y Él quiere que nosotros hagamos lo mismo, en esa relación con los demás. Sepamos ser personas de gran corazón, de buenos principios, de deseos de paz, de justicia, de amor, de verdad, de Gracia, de santidad, de vida, lo que quiere Nuestro Señor. Ojalá y vayamos sembrando en el corazón de los demás esos buenos detalles de la vida y usted tenga ojos para contemplar las maravillas de Dios en su alrededor y, en primer lugar, aprendamos a contemplar en nuestros semejantes ese amor divino. Dios quiere que demostremos el amor haciendo sentir nuestro amor al prójimo, al prójimo y el prójimo es su familia y el prójimo es su compañero de trabajo y el prójimo es toda persona con la que nosotros nos encontramos, muchos de ellos son desconocidos, pero son nuestro prójimo y, por eso, no debo causarle ningún daño a nuestro prójimo. Tenemos que hacerlo feliz, tenemos que amarlo.

Hoy, Nuestro Señor nos acaba de decir en el Evangelio que va a ser glorificado. Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado y, fíjense en qué está pensando Nuestro Señor, ¿en dónde está Su Glorificación? En la Cruz, en la Cruz, ahí está Su Glorificación, en la Cruz. Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea Glorificado, en la Cruz, en la Entrega, en el Sacrificio, en el Perdón. Ahí es donde Cristo se siente Glorificado y el Padre también Glorificado.

Nos dice hoy en el Evangelio que siente miedo, que tiene miedo, pero no va a renunciar a lo que Su Padre Dios le ha encomendado, salvar a la humanidad y la salva en la entrega, la salva en la Cruz, en la Cruz, no salva a la humanidad sanando a los enfermos, dando vista a los ciegos, oído a los sordos, caminar a los paralíticos, resucitar a los muertos, ahí, ahí no, la manifestación de Su Gloria y Su amor y el cumplimiento del encargo de Su Padre es en la Cruz, es en la Cruz.

Entonces, usted glorifique a Dios en su entrega, en su sacrificio, en su renuncia, en su misericordia, en su perdón, en su amor. Ahí dé Gloria a Dios, como discípulo de Nuestro Señor. No renuncia a la Cruz, no renuncie a las mortificaciones. Si Nuestro Señor hubiera renunciado a la Cruz, nosotros no hubiéramos sido salvados. Él nos salvó derramando Su Sangre en la Cruz y cumplió lo que un día dijo: nadie tiene amor más grande por el amigo que el que da la vida por él.

Mire al Crucificado, mire la Gloria de Dios en la Cruz. El Señor no buscó aplausos. Usted no debe de buscar aplausos, usted lo que debe buscar es que Dios sea Alabado y Glorificado por lo que usted hace en favor de los demás. Que la Gloria sea para Dios, no para usted y haga que de los labios de los demás salga esa Glorificación a Dios.

En un momento, si usted perdona al que le ha ofendido, esa persona le va a decir a Dios: gracias, gloria Tuya, porque he encontrado un corazón misericordioso que me ha perdonado. Me he equivocado, he ofendido a mi hermano, pero ha venido a mí y me ha hecho sentir el perdón. La Gloria para Dios, la Gloria para Dios.

Si usted es capaz de desprenderse de lo que con tanto sacrificio ha ganado y lo comparte con los necesitados, Dios será Glorificado. La persona que reciba su ayuda le va a decir tal vez, con lágrimas en los ojos: gracias, porque aquí se está manifestando la Providencia de Dios. Que Dios sea glorificado por su corazón que usted tiene lleno de bondad y de generosidad, gracias, gracias por ser generoso conmigo y usted le dirá: el agradecimiento sólo para Dios, sólo para Dios, no para mí, agradézcale a Dios que Él ha sido providente conmigo y ahora me dice que yo manifieste Su providencia compartiendo con usted, pero la Gloria para Dios. No busquemos la gloria para nosotros, dejemos que Dios sea glorificado. En su sufrimiento y en su dolor no se olvide del Crucificado, no se olvide, para que pueda usted darle sentido a su sufrimiento, a su sufrimiento.

Con frecuencia me dicen: pida, pida a Dios por mí, estoy enfermo, sufriendo, tengo cáncer. Así me dicen. Entrando, hoy, una persona me dijo: ore por mí, me van a operar, ore por mí. No se olviden que estamos unidos a la Pasión Redentora de Nuestro Señor. Él es el que nos da fortaleza, Él es el que nos anima en la vida, nos anima.

Sigamos preparándonos para conmemorar los grandes misterios de nuestra Redención: la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, pero también quiero decir en este momento, desde esta Iglesia Catedral, pedirle a nuestro pueblo, a nuestro pueblo de Oaxaca, ¿por qué tanto odio entre nosotros? ¿por qué? ¿por qué tanto odio entre pueblos y pueblos? ¿por qué se pierde la paz?

De nuevo luchas fratricidas de pueblo contra otro pueblo. ¿Cuándo vamos a terminar con todo esto? Si no ponemos un alto a esto, seguiremos sembrando no la semilla del amor, Dios nos va a pedir cuenta de eso, que no sembramos la semilla del amor sino que sólo sembramos la semilla del odio, de la venganza.

¡Dios mío! ¡este mundo es para todos! ¡nuestras montañas son para todos! ¿Por qué impedimos a un pueblo que pase por otro pueblo? ¿Por qué levantamos las manos y tomamos las armas dizque para defendernos? Los que aman sólo tienen el arma del amor. Nos estamos peleando, hijos de Dios contra otros hijos de Dios, oaxaqueños contra oaxaqueños. ¡Ya, ya es suficiente tanto pleito, tanta muerte, tanta violencia!

Visito los pueblos y me reciben con gran amor, me reciben con banda, hacen fiesta y me duele que algunos pueblos que me han recibido así, estén peleando, estén peleando. ¿Su recibimiento de verdad era de amor o querían quedar bien conmigo?

Te pido que quedes bien con Dios en el respeto a tu hermano, no necesito que quedes bien conmigo, necesito que vivas en paz con el pueblo vecino, eso es lo que yo necesito, eso es lo que quiere Dios y es lo que quiere tu Obispo. Me dicen: gracias, señor, porque nos visitó, nos llena de alegría, nos llena de gozo, nos llena de paz… y peleándose, enemistándose, golpeándose, pisoteándose en su dignidad y en su grandeza. Pueblos que se sienten con poder sobre otros pueblos.

El único que tiene poder es Dios y el único dueño de este mundo es Dios. A ti y a mí nos toca cuidar el mundo, cuidar el mundo y nos toca respetarnos y crecer juntos y progresar juntos.

Toco el corazón de los que nos gobiernan en nuestros pueblos, los que tienen tantas cosas ahí de organizaciones, ¡ya basta de violencia! ¡ya basta!

No pronuncio los nombres, pero ellos saben a quién le estoy hablando. Espero que escuche, porque también me dicen: lo escuchamos los domingos, lo escuchamos los domingos. Pues, espero que estos pueblos que pelean me estén escuchando este domingo y que puedan llevar este mensaje a quienes son sus autoridades en la comunidad y que se sienten a escuchar a Dios que nos pide que nos amemos, que nos respetemos, que nos valoremos, que vivamos en paz.

Vamos a vivir la Semana Santa, ¿no nos hará pensar el Señor el por qué peleamos? Si Él nos perdonó en la Cruz, ¿nosotros no podremos perdonarnos entre hermanos?

Que Dios toque su corazón, que Dios toque su corazón.

Que María, Nuestra Madre, nos acompañe en este caminar, nos llene de Su Gracia y nos santifique. Aprendamos del Señor a entregar nuestra vida en favor de los demás y siempre movidos por el amor y, en los momentos difíciles de la vida, eleve su mirada y contemple al Crucificado, donde Él siente que ha sido Glorificado. Que usted también, en el sufrimiento y en el dolor, se sienta glorificado.

Que así sea.

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