HOMILÍA DE MONSEÑOR PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
Que esta Palabra Divina ilumine nuestras vivencias de personas, de hombres y mujeres de fe. En la vida, nos encontramos con momentos de sufrimiento, momentos difíciles, de profundo dolor, y sentimos a veces que no tiene caso, que ya para qué, no le encontramos sentido a lo que nos está pasando. El sufrimiento no lo entendemos y, a veces, nos preguntamos por qué, por qué a mí y no encontramos respuestas, no las encontramos.
No nos olvidemos que somos imperfectos y nos vamos desgastando, nos vamos desgastando y nosotros mismos vamos descubriendo que, ciertas cosas que nos comienzan a pasar, no nos pasaban y por eso expresamos en una frase: a mí nunca me había dolido el estómago, la espalda, la cabeza, las rodillas, a mí nunca… pues ya llegamos al tiempo del nunca, porque de hoy en adelante, estarán presentes los dolores, los sufrimientos y cada día se van a ir intensificando.
Es el momento en que usted viva fuerte en Dios.
Dios no le va a abandonar, Dios va a estar con usted. Dios lo va a estar ahí fortaleciendo y habrá personas tal vez que le ayuden a encausar su sufrimiento, su dolor, sus angustias, sus penas. Habrá personas que lleguen a usted y le platiquen y lo motiven y lo llenen de paz y gozo y, en su momento, tal vez usted le diga: gracias, porque desde que viniste conmigo a visitarme, cuando yo estuve muy enfermito, tus palabras me han ayudado mucho y he sabido y he aprendido a encausar mi sufrimiento y lo aprovecho para purificarme, para santificarme y lo ofrezco a Dios en favor de quienes necesiten de mi sufrimiento, se lo ofrezco a Nuestro Señor.
Job estaba desesperado por todo lo que le estaba pasando. Cuando usted esté así, le sugiero que lea todo el Libro de Job, todo el Libro de Job, léalo tranquilamente ante la presencia de Dios y explíquese muchas cosas en su dolor y en su sufrimiento.
El Evangelio nos presenta a Nuestro Señor, preocupado por la enseñanza de la Palabra de Dios, por el anuncio, esa es la preocupación de Nuestro Señor, anunciar la Palabra Divina, anunciar la presencia del Reino, transmitir la Buena Nueva del Evangelio. Esa es la preocupación de Nuestro Señor. Hay que llegar a este pueblo y a aquel y a aquel y a todos los pueblos, porque les tenemos que hablar y anunciar la Divina.
Usted, que es un discípulo de Nuestro Señor, preocúpese por anunciar la Palabra Divina, préstele a Nuestro Señor sus labios para que esos labios anuncien el Mensaje Divino. Lleven una palabra de aliento, de esperanza, una palabra de paz, de justicia, de amor, de verdad, llévela. Sea el medio del que se vale Nuestro Señor en este momento presente para anunciar Su Palabra y llegar aquí y llegar allá donde usted se mueve, que se anuncie la Palabra Divina.
Nuestro Señor también preocupado por sanar, por liberar. Esa preocupación de Nuestro Señor no se ha terminado. Hoy, sigue Nuestro Señor preocupado por los que sufren, por los que están enfermos, por los que tienen alguna posesión, por los que son esclavos de ciertas cosas. Hoy, Nuestro Señor sigue preocupado y sigue sanando y sigue liberando y usted lo busca para que lo sane y usted lo busca para que sane a su ser querido, para que sane a su amigo. Usted busca a Nuestro Señor, al que curaba, al que liberaba.
Usted busca a Nuestro Señor porque su hijo ha caído en las drogas y usted le dice a Nuestro Señor: Libéralo de eso que lo está matando, de eso que lo está esclavizando. Usted lleva a Nuestro Señor a su hijo, que necesita liberación porque es esclavo de los vicios, de las drogas. Sígalo llevando, llévelo en su oración, llévelo en sus súplicas, pero hoy Nuestro Señor nos dice que debemos tener momentos de silencio, momentos de alejarnos de lo que nos distrae para entrar en un diálogo con Dios.
Nuestro Señor tenía momentos de oración, tenía momentos de irse solo y encontrarse con Su Padre y hablarle a Su Padre, a Su Padre Dios. Usted también debe de tener esos momentos. Ojalá y los tenga, momentos de intimidad con Dios, téngalos, los necesitamos, no podemos nosotros vivir sin esos momentitos de oración, de platicar con Dios, de dialogar con Él.
Tenga esos momentos, crezca en la oración, para poder crecer en la fe y para poder sentir la cercanía de Dios. Dios no está alejado de nosotros, Dios está con nosotros, pero esto se encuentra en la oración, ahí, en la oración. Ahí, en la oración, experimente la compasión divina, Nuestro Señor se compadecía y decía: andan como ovejas sin pastor.
El Señor se va a compadecer de usted, usted es una oveja de su rebaño, se va a compadecer y usted necesita experimentar la ternura de Dios, la ternura de Dios, porque a veces es triste pensar que lo que está pasando es un castigo divino. Dios no se la pasa castigando, Dios es puro amor, Dios es compasión, Dios es ternura. La dureza de la vida tal vez le ha llevado a usted a pensar que son castigos divinos y le pregunta a Dios: ¿qué he hecho yo para que me castigues así? Dios no castiga, no, Dios ama, Dios es padre, Dios es ternura, Dios es compasión, siéntala, siéntala.
Por más miseria, por más pecado que haya en usted, experimente el Amor Divino para que haya paz y para que haya en usted conversión del corazón, experiméntenla.
Y permítanme decir una palabrita, y al final van a decir “dijo una palabrita y duró quince minutos”, una palabrita, permítanme decir una palabrita a mis hermanas y hermanos consagrados en la vida religiosa.
Es un misterio, es un misterio que, a veces, la mayoría de nuestro pueblo no entiende. No entiende por qué este señor se hizo sacerdote, al grado de decir: qué desperdicio, qué desperdicio, no sé por qué lo dicen, pero dicen que qué desperdicio porque somos sacerdotes, yo no me siento desperdiciado, no, yo me siento feliz de ser un sacerdote, de haber sentido el llamado de Dios y de responderle y de seguir aquí, siendo sacerdote. No soy un desperdicio. A lo mejor también a usted, hermanita religiosa, le han dicho eso y a veces desde nuestra casa, el papá, cuando le dicen: quiero ser una religiosa, uy, reaccionan “aquí no quiero monjas, no quiero monjas”…es un misterio, es un misterio, la vida religiosa es un misterio y aquí hay presencia de religiosas y cada una de ellas y de ellos es un misterio que sólo Dios lo entiende, porque es quien ha llamado para consagrar la vida a Él, vida completa, vida completa dedicada a Dios y nuestras hermanitas religiosas y nuestros hermanitos religiosos han buscado una comunidad religiosa, porque ahí van a vivir su consagración a Dios, en comunión con sus hermanas, en una nueva familia y allí hay unos carismas, unas gracias muy especiales donde nuestras hermanitas y nuestros hermanitos se van a realizar como personas y van a ser felices en esa vida y no les va a faltar nada para ser felices, porque Dios es quien les llama a consagrar su vida a Él y les llena de alegría y les llena de gozo atender a los que sufren en un hospital, atender a los ancianitos en un asilo, a atender a los niñitos huerfanitos en un orfanatorio, atender a los niños, a los jóvenes en una institución educativa, atender en un servicio pastoral, evangelizando en nuestro pueblos y comunidades y estar ahí, en un recogimiento, en una casita, sin salir, consagradas totalmente a Dios en oración, por este mundo, por todos nosotros.
Qué bendición tener a nuestras hermanas y hermanos, que destinan su vida para hacer esto. Ojalá y lo pueda entender… ¿por qué no se casó, hermanita? Y le va a responder: no crea que no me casé porque no tuve novio, no, yo tuve muchos novios y me seguían muchos hombres, pero yo dije, voy a consagrar mi vida a Dios, yo seré sólo para Nuestro Señor. ¿Le pude explicar por qué no me casé? Me comprometí con Dios, toda mi vida, todo mi ser lo comprometí a Dios. ¿Le parece bien? “Sí, como no hermanita, claro, me parece muy bien”
Yo me comprometí con Dios también y estamos comprometidos con Dios y ustedes nos ayudan con su oración a vivir nuestro compromiso y a vivirlo alegremente. No queremos hermanitas amargadas, no, no. Al convento y a la comunidad no van las mujeres que están amargadas en la vida, no admitan a las amargadas porque no es su lugar y no se amarguen la vida ustedes estando dentro, no se la amarguen, sean felices y vayan envejeciendo por ese amor a Dios y por ese servicio a la comunidad.
Felicidades, felicidades hermanito, primera vez que te veo vestido con tu hábito. Es un hermano misionero del Espíritu Santo, que vive en comunidad con dos sacerdotes misioneros del Espíritu Santo allá en la Vicente Guerrero. Allá viven nuestros hermanitos y trabajan con el Padre José Rentería, allí trabajan, allí están entregados. Y usted le pregunta a cada una de las religiosas: hermanita, ¿dónde vive? Y le van a decir: mire, allá, en la montaña, allá estoy yo, no pues yo trabajo en aquel colegio, en aquel otro y van y vienen las monjitas, de un lado a otro.
Pues felicidades, hermanitas, felicidades. Me alegro de compartir este momento, al ratito voy a ir con ustedes, si le atino al lugar donde están, pues allí llego, si no le atino me perdonan, y me van a decir: venimos por usted, para que no se pierda, venimos por usted.
Vamos brindando un aplauso a las hermanas y hermanos que se han consagrado a Dios en la vida religiosa.