HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
28 DE ENERO DEL 2024
Me gustaría que, en este domingo, al escuchar la Palabra de Dios, y la importancia que tiene el mensaje divino y, a la vez, el llamado que Dios nos hace a todos de anunciar Su Palabra, porque Él, el día de nuestro Bautismo, nos llamó a ser profetas. El día del Bautismo comenzamos a ser sacerdotes, profetas y reyes y tenemos que ejercer nuestro sacerdocio, nuestro profetismo y nuestro ser regio.
Estamos aquí ejerciendo nuestro sacerdocio, ustedes ejercen el sacerdocio bautismal y ofrecen al Padre el sacrificio de Su Hijo Jesucristo, en este altar. Yo lo voy a sacrificar, ejerciendo mi sacerdocio ministerial, usted lo ofrece, yo lo sacrifico y lo ofrecemos al Padre para el perdón de los pecados de todos nosotros, de toda la humanidad, por eso todos nos beneficiamos de una Eucaristía. Se celebre donde se celebre, somos beneficiados, pero tenemos más beneficio cuando participamos en la celebración, como lo estamos haciendo ahorita, porque estamos presentes, porque estamos ofreciendo, porque estamos teniendo nuestra vivencia de fe, pero Dios nos llama también a ejercer nuestro profetismo, hablar a nombre de Él y nos acaba de recordar que sólo hablemos la verdad que Él nos transmite, que no andemos inventando, inventando y diciendo que Dios lo dice, que Dios lo dice. No, no inventemos, sólo transmitamos lo que Dios nos ha transmitido.
El pueblo de Israel pedía un profeta y Dios les fue enviando profetas, hombres que hablaban en Su nombre y que sólo decían lo que Dios quería que dijeran, no más, no más y eso mismo nos recuerda Dios hoy: di lo que Yo quiero que digas y no más y ejerce tu profetismo y, habrá momentos en el ejercicio del profetismo, que tengamos que anunciar la Palabra de Dios que va a llegar con agrado a los oídos de los oyentes. Hay muchas ocasiones en que nos agrada escuchar la Palabra de Dios, en que nos agrada escuchar al sacerdote, me agrada escuchar a mi padre y a mi madre cuando me habla de Dios y cuando dice palabras que agradan a mis oídos, pero el ser profeta no solamente es hablar lo que agrada, a veces el profeta tendrá que decir lo que no agrada y es cuando hace una denuncia de las situaciones, de cosas que no son agradables a Dios y, entonces, cuando hay cosas que no son agradables a Dios y hacemos una denuncia, hay molestia, hay molestia, pero el profeta no puede callar, no puede estar hablando solamente cosas bonitas, también a veces tendrá que decir: aquí hay situaciones que no están de acuerdo a la Palabra de Dios y sabe bien que eso va a ser desagradable. Usted, papá, mamá, cuando le dice a su hijo: o te vas a corregir o qué vamos a hacer contigo, eso no agrada, no agrada al hijo, que usted le esté diciendo: corrígete, no seas flojo, no seas esto, no seas aquello, corrígete… es desagradable, porque reacciona molesto y, a lo mejor usted se molesta por las acciones que ha tenido su hijo, pero tiene que denunciar, no se tiene que hacer cómplice de esas situaciones, tiene que denunciar, aunque desagrade, porque estará cumpliendo con su profetismo. No tenga miedo, Dios es el que va a poner palabras en sus labios, por eso, cuando tenga que corregir a alguien dígale a Dios: Señor, pon palabras en mis labios y toca el corazón de la persona con la cual yo voy a comunicarme y voy a comunicarle esto que, tal vez, le va a parecer muy desagradable, pero siento la obligación de comunicarlo, de decirlo, pon palabras en mis labios, ilumíname, para que sólo diga lo que tengo que decir y no más, no más, para que ayude a esta persona a reflexionar, a recapacitar y a tomar una decisión de ir cambiando, de ir esforzándose por ser lo mejor. Tenemos que ejercer nuestro profetismo.
El Evangelio nos presenta al que es el profeta por excelencia, a Nuestro Señor. Escuchamos cómo expresaban los oyentes de la sinagoga de Cafarnaún agrado por lo que decía Nuestro Señor, mucho agrado. Decían y comentaban: habla como El que tiene autoridad y no como los escribas. Hablaba desde el corazón y hablaba lo que tenía que decir como Palabra Divina, lo que tenía que revelar, lo que tenía que anunciar. Habla con autoridad. Fue agradable ese momento de escucha a Nuestro Señor, fue agradable y llega un momento en que el Señor actúa con todo su poder, con todo su poder, no nos olvidemos que Nuestro Señor es Dios y Hombre, Dios y Hombre. Dios porque es la Segunda Persona de la Trinidad. Hombre porque nació de María Virgen. Dios y Hombre y actúa con ese Poder Divino cuando habla el espíritu del mal a través de aquel hombre: qué quiere con nosotros, Jesús de Nazaret, ¿has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres, el Santo de Dios. Los espíritus inmundos reconocen a Jesús como Divinidad, lo reconocen, reconocen Su poder, Su poder, los demonios, y muchos habitantes de Israel, del pueblo de las promesas, veían los milagros, veían el poder y se atrevieron a decir un día que expulsaba los demonios con ese poder de belcebú, el príncipe de los demonios, no aceptaban la divinidad, el poder divino de Jesús y, miren, los demonios confiesan que Él es el poderoso, que Él es Dios, el Santo de Dios, eres el Santo de Dios.
Al Santo de Dios hay que pedirle, nosotros a veces pensamos que con nuestras solas fuerzas vamos a dominar el mal y a veces estamos esclavizados y nos dominan las cosas. A veces nos dominan los vicios, cuántos hermanos nuestros padecen la enfermedad del alcoholismos, están dominados por el alcohol, están dominados por las drogas, están dominados por vicios, sólo Dios tiene el poder, pero no le pedimos ese poder que se haga presente en nosotros, porque seguimos pues con el mismo deseo, pues ya, ya soy borrachito, dicen, ya soy borrachito, ya me tocó ser borrachito. Ya soy drogadicto, ya, “te vas acabando”, pues sí, soy drogadicto, me gustan las drogas y qué. Y el borrachito lo mismo y a veces tal vez le diga usted: ¿te pido algo para comprar el alcoholito? No, no, no, está bien, yo no dije nada… no se quiere liberar, cuando nosotros queremos liberarnos necesitamos del Poder Divino, no con nuestras solas fuerzas, no, no podemos, y también tengamos cuidado, las tentaciones que el demonio nos va poniendo, no hay que entrar en diálogo con el demonio, Nuestro Señor en ningún momento entra en diálogo con el demonio. Fue tentado en el desierto y respondió con la Palabra de Dios, a todo lo que el demonio le decía, Él respondió con la Palabra de Dios, no entró en diálogo. Este endemoniado habla, no entró en diálogo el Señor, le dijo: “Cállate y sal de ese hombre, cállate” no entra en diálogo y, a veces, nosotros entramos en diálogo, en diálogo, y por eso somos dominados. No entre en diálogo, para que pueda dominar con la fuerza de Dios y con su voluntad toda tentación, toda tentación.
A veces nos da tentación tener poder, tener poder. Vamos a vivir un tiempo en que, ay, cómo nos van a poner ahí muchas fotografías, ya nos las pusieron, pues, en toda nuestra ciudad, de los que quieren tener el poder, tener el poder. ¿Qué es lo que mueve a nuestras personas? Ojalá y realmente sea el servicio, el servicio, ¿o quiero tener el poder para sentirme grande e importante? ¿para sentirme grande e importante? Eso se llama tentación, tentación y nuestros servidores públicos no deben moverse por tentaciones, deben moverse por espíritu de servicio, espíritu de servicio y eso lo da Dios, lo da Dios, pero como que a veces dicen que no son creyentes porque pues la política, no sé qué cosas y que no son creyentes, Madre Santa, ¿no son creyentes? Pues nosotros tenemos que pedir por ellos y lo hacemos siempre, por todas nuestras autoridades, para que sirvan a las comunidades. Nosotros mismos, sacerdotes, corremos el peligro de sentirnos con poder y con dominio en la comunidad, de sentirnos alabados. Yo siempre le digo a Dios: Señor, no permitas que me endiose, no permitas, porque ustedes nos ven como algo muy grande, muy grande, no permitas que me endiose.
Se acercan a nosotros con un gran respeto y un gran amor, no permitas que me endiose. No permitas, no lo permitas. Todo el honor para Ti, toda la gloria para Ti, pero no para mí, para Ti, que eres Nuestro Dios y Señor, sólo para Ti.
A veces nos mueva la tentación de enriquecernos, de enriquecernos a costa de lo que sea y cometemos injusticias y robamos y hacemos tantas cosas y nos metemos a negocios sucios, todo porque queremos como sentirnos dueños del mundo, porque tenemos y tenemos y tenemos y no tiene llenadera el que es tentado, buscando riquezas y más riquezas.
Dice Nuestro Señor: con el dinero tan lleno de injusticias, gánate amigos que te reciban en el cielo. ¿Por qué quiere usted tener tanto dinero? ¿por qué? ¿Porque se quiere sentir un don fulano, don fulano de tal? ¿el dinero lo va a hacer sentir don? Pues este mundo así piensa, que los que tienen dinero son señorones o señoronas y entonces somos tentados porque queremos ser esos grandes señores, esos grandes señores, teniendo, teniendo en abundancia, ¿te vas a comprar el cielo así? ¿te lo vas a comprar? El cielo no se compra, el cielo se gana, se gana y no se gana, no se gana teniendo abundancia de bienes, se gana con el espíritu generoso, con el aprender a compartir, así se gana.
Tengamos cuidado, seamos humildes y sencillos. El que quiera ser el primero que sea el ultimo y el servidor de todos. No nos olvidemos de esa Palabra Divina. Yo quiero ser grande, ahí está cómo se es grande. Nuestro Señor nos dice: el que quiera ser el primero, el que quiera ser grande que sea el servidor de todos. Ahí es donde tú vas a ser grande ante los ojos de Dios.
Disfrutemos esta semana, disfrutemos y llevemos este Mensaje Divino a los que nos rodean, a las personas que amamos y sigamos llenándonos de la Fuerza Divina para caminar y sigamos pidiendo la intercesión de María, la Madre de Dios y Madre nuestra, para que todos nosotros, peregrinos de este mundo, seamos grandes discípulos del Señor, siempre dispuestos a servirle en cada uno de nuestros hermanos.
Que así sea.