HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

24 DE DICIEMBRE DEL 2023

Le pido a Dios que nos ayude a vivir este momento de reflexión, porque hemos escuchado Su Palabra y la tenemos que hacer nuestra y como todos pensamos de forma diferente y nos unifica la fe, espero sembrar en sus corazones algo que les sirva para la vivencia de esta noche y que sea alimento para nosotros, un alimento espiritual que nos ayude a dar una respuesta al que se hizo niño en la ciudad de Belén, al que tomó nuestra naturaleza humana y se hizo semejante a nosotros en todo, menos en el pecado y, sin dejar de ser Dios, comenzó a ser hombre y en la persona de Jesucristo encontramos a la Segunda Persona de la Trinidad, Dios Hijo y encontramos al hombre llamado Jesús, al que conocían como el hijo del carpintero, como el Nazareno que se fue haciendo conocer como el Mesías esperado.

Hoy, es la noche en la que de nuevo Dios nos dice que cumple sus promesas. Habían pasado siglos desde que Dios hizo la promesa de enviar un Salvador que nacería de una mujer. Esa mujer es María, la mujer de Nazaret, la esposa de José, el varón justo y temeroso de Dios y, el Señor, entra en esta historia, en esta historia humana y el Evangelio que hemos escuchado nos ubica en el tiempo en el cual nació nuestro Salvador, nos ubica en el tiempo y en el lugar donde nació el Mesías, la ciudad de Belén, porque Él es descendiente de David. Es la ciudad de Belén la ciudad de David y ahí fueron José y María a empadronarse, porque así lo pidieron los gobernantes de aquel tiempo, querían contar cuántos habitantes había en ese imperio romano y en ese territorio, donde vivían los Israelitas y fueron a cumplir con el deber y allí, en Belén, nació el Mesías y nos dice el Evangelio, en un pesebre, porque no encontraron lugar en la posada.

No podían decir, ni María ni José, quiénes eran, no podían hablar, porque a ellos no les tocaba, no les tocaba decir que era al Mesías a quien estaba esperando María y que iba a dar a luz, no les tocaba a ellos revelar eso. En su momento, el Señor se tenía que revelar, en su momento y ellos fueron viviendo todos los diferentes momentos en el silencio de su corazón, en el silencio de su corazón y, hoy, en el silencio de nuestro corazón, algo tiene que decirnos el Mesías.

A mí me llamaron la atención las últimas palabras de este texto del Evangelio, el canto de los ángeles, el canto de los ángeles, gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad y, al proclamar ese texto y esas palabras, mi mente se fue hasta Belén, ahí, donde se vivió el día del nacimiento del Príncipe de la Paz no hay paz, hay guerra, hay muerte. Qué triste. ¿Qué es lo que ha fallado?, ¿la buena voluntad? No hay voluntad, se perdió la buena voluntad. Espero que usted no la pierda.

Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. No vaya a perder la buena voluntad, siempre tenga la buena voluntad de hacer lo que le pida Dios.

Haga lo que le pida a Dios, sea lo que sea. Si Dios le está pidiendo algo y siente que no puede dárselo, usted pida la gracia, con la Gracia de Dios sí es posible darle a Dios lo que nos pide.

Crezca con buena voluntad, para que así haya paz en su corazón. No pierda la paz, no pierda la paz, pero no necesitamos irnos hasta Belén, hasta el pueblo de Israel, no, este es nuestro país, este es nuestro país y se nos dice, se nos dice que nosotros sí tenemos paz. ¿De verdad si tenemos paz? ¿Y todas esas muertes, y todos esos asesinatos, y todos esos feminicidios? ¿dónde está la paz, donde está la paz? Pero nos dicen que tenemos paz, que aquí no hay guerra, que aquí no hay luchas fratricidas, que aquí no levantamos la mano contra el hermano y, enseguida, escuchamos o leemos: mataron a tantos en este lugar, secuestraron a tantos en este otro lugar, desaparecieron a estos… aquí, frente a nosotros, se colocaron unas fotografías de los desaparecidos de Oaxaca, pero vivimos en paz, tenemos paz, estamos contentos ¿y esos desaparecidos, no nos entristecen, no nos preocupan? ¿Y esos pleitos de nuestros pueblos, no nos preocupan, no nos angustian?

Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Hoy estamos frente al Dios Niño, frente al Dios Niño y yo quisiera que nos preguntáramos ¿cómo estamos ayudando a crecer a nuestros niños, ¿cómo los estamos ayudando, cómo los estamos formando, qué ejemplo les estamos dando? En muchos de nuestros niños se está sembrando la semilla de la venganza, la semilla de la venganza, la semilla de las injusticias, la semilla de la maldad.

Cuántos niños utilizan para hacer maldades. El Dios Niño nos cuestiona esta noche, nos cuestiona esta noche y dice también el Dios Niño que nos tenemos que hacer como niños para participar del Reino. En estos corazones nuestros, sólo debe de reinar el amor. Por amor se hizo hombre, por amor vino a nosotros, por amor dio la vista a los ciegos, oído a los sordos, por amor hizo hablar a los mudos, resucitar a los muertos, caminar a los paralíticos, liberar a los poseídos, todo lo hizo por amor y en un momento libre y por amor a nosotros fue a la cruz, porque se tenía que hacer verdad lo que un día dijo, nadie tiene amor más grande por el amigo que aquel que da la vida por él y ustedes son mis amigos.

Hoy pensamos en el Dios Niño, hoy nos llenamos de ternura como se llena de ternura el padre y la madre cuando reciben a su hijo. Hoy ha venido el Dios Niño a nosotros y lo recibimos con ternura y amor. Déjate mirar por Él, déjate tocar por Él para que sigas siendo un hombre de buena voluntad.

Contemplemos a María y José y seamos estos nuevos pastores que se acercan a adorar al niño, que van al encuentro del niño, como lo fueron aquella noche los que recibieron el mensaje del ángel. Les anuncio una gran alegría, en la ciudad de Belén les ha nacido un salvador, lo encontrarán envuelto en pañales y recostado en un pesebre y así encontraron a Jesús Niño, en pañales y recostado en un pesebre.

Hoy, tú y yo somos pastores, encontrémonos con el Dios niño y digámosle que nos llene de su paz, que nos llene de su alegría, que nos llena de gozo, que bendiga a nuestras familias, nuestros pueblos y ciudades. Alegrémonos por el nacimiento de Nuestro Salvador y liberémonos de lo que nos estorba para que el Mesías esté en nuestro corazón.

Que María y José nos alcancen gracias para que nosotros, como ellos, podamos contemplar al hijo de Dios que nació para salvarnos y lo podamos contemplar en esta noche en un niño pequeño, en un niño recién nacido.

Disfrutemos de esta Navidad, feliz Navidad para todos y sintamos amados por Dios. Seamos como seamos y vivamos como vivamos, sintámonos amados por Dios, pero a la vez hagamos un santo propósito, corresponder a ese gran amor divino para que también nosotros crezcamos en el amor a Dios y lo manifestemos amando a nuestros semejantes.

Feliz día, feliz noche de Navidad para todos ustedes.

Amén.

Compartir