HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

24 DE DICIEMBRE DEL 2023

Por la gracia de Dios y porque nosotros tenemos la voluntad de venir a esta iglesia catedral, estamos viviendo la liturgia que nos presenta la Iglesia del cuarto domingo de adviento.

Aquí tenemos nuestra corona de adviento y están encendidas cuatro velitas, sólo nos falta encender la velita del centro y esa la vamos a encender a las 9:00 de la noche, cuando celebremos el nacimiento de Nuestro Señor, el día de hoy.

Dios nos ha estado hablando durante todo este tiempo y nos ha estado haciendo la invitación de que dispongamos nuestro corazón para recibir al Mesías y nos ha presentado, a lo largo de todo este tiempo, ciertas imágenes que nos han ayudado a prepararnos para vivir este acontecimiento.

El pueblo de Israel se preparó durante siglos para recibir al Mesías. Los profetas fueron alimentando la fe del pueblo, la fueron alimentando, con ese mensaje divino, con la palabra de Dios, con la revelación de Dios. Así fueron los profetas preparando al pueblo, porque Dios había hecho una promesa de enviar un Salvador, de enviar un Salvador.

Durante estos domingos anteriores, apareció la figura de Juan el Bautista, que invitaba a la gente de su tiempo a convertirse, a pedir perdón de sus pecados, a disponer su corazón para recibir al Salvador, al Mesías y como dijo él cuando lo contemplo, el cordero de Dios que quita los pecados del mundo, a Nuestro Señor Jesucristo, a Nuestro Señor Jesucristo.

Juan el Bautista tocaba el corazón, tocaba el corazón y Dios ha ido tocando nuestro corazón, espero que nos dejemos tocar por Él, porque dejándonos tocar el corazón por Nuestro Señor, nosotros vamos a liberarnos de algunos aspectos que nos impide ser felices, que nos impiden vivir en la paz.

No puedes ser feliz si eres una persona egoísta, envidiosa, celosa, rencorosa, persona que no perdona, que no tiene misericordia, que no es solidaria, que no se preocupa por los demás, que cierra su corazón a la acción divina, no se puede ser feliz así, con un corazón lleno de esas cosas no se es feliz. Vamos a vivir amargados y vamos a estar contagiando de nuestra amargura a los demás, a los demás y luego vamos a empezar a juzgarlos y a decir que no nos aceptan, que no nos quieren, que no se fijan en nosotros, pues es que los hemos rechazado con nuestra actitud. Con nuestra actitud nosotros mismos nos hemos alejado de nuestra vida, no es que ellos se hayan alejado de nosotros, nosotros nos hemos alejado de nuestra vida, los hemos hecho a un lado con nuestros egoísmos, con nuestras envidias, con nuestra soberbia.

Hoy, Dios nos invita a aprender para prepararnos a vivir el nacimiento de su hijo nos invita a aprender de una mujer humilde, de una mujer humilde. Ésa mujer humilde nos la presentó hoy Dios en su palabra en el Evangelio. El evangelio que hemos proclamado, que hemos escuchado se nos ha presentado aquella jovencita, jovencita que estaba prometida en matrimonio con José, el hombre justo y temeroso de Dios, porque así lo describe el Evangelio a José, el padre aquí en la tierra de Nuestro Señor Jesucristo, hombre justo y temeroso de Dios. Ella estaba prometida en matrimonio, ella se iba a casar con José y el ángel le anuncia y la saluda en primer lugar diciéndole la llena de gracia, la llena de gracia. Era para que esta mujer se pavoneara, se llenara de vanidad con todo eso que le decía el ángel, la llena de gracia, el Señor está contigo, pero era una mujer humilde, una mujer humilde que por supuesto, como dice el Evangelio, se preguntaba, se preguntaba qué querría decir semejante saludo y como el ángel la vio así como media descontrolada, pues le dijo: no temas, María, has hallado gracia ante Dios, vas a concebir un hijo, vas a concebir un hijo y le llamarás Jesús.

Imagínense, imagínese a esa mujer, llena de gracia, humilde que por supuesto estaba esperando al Mesías, ella leía la palabra de Dios, ella se alimentaba de esa palabra divina, la escuchaba y la meditaba. Después el Evangelio nos va a decir que María guardaba todas esas cosas en su corazón, la mujer humilde. Aquí aprendamos nosotros, se necesita ser humildes para que Dios haga su obra. Si no somos humildes, Dios no hace obra en nosotros y no porque no quiera hacerla, sino porque nosotros nos cerramos a esa obra divina, nuestra actitud a veces de soberbia, de orgullo, de prepotencia pues con eso le estamos diciendo a Dios: no te necesito, yo solo puedo, no me haces falta y si eso se lo decimos a Dios con nuestra actitud, con más razón se lo decimos a toda persona: para qué te ocupo aquí si yo solo lo puedo todo, tú qué me vas a enseñar, tú eres un ignorante, tú qué me enseñas, no tienes por qué dirigirme la palabra y no te atrevas a aconsejarme, a motivarme, no me hacen falta tus palabras.

Así actúan los soberbios y se van quedando solos y Dios no quiere que tú te quedes sólo. Dios no quiere que tú tengas la experiencia de soledad, porque la experiencia de soledad sabrá Dios que tantas cosas hagas, mucho cuidado. Siente la presencia de Dios, siente la cercanía de Dios, siente la necesidad de Dios. Aprendamos de la mujer humilde y esta mujer humilde entró en diálogo con el enviado de Dios, el mensajero de Dios que es el arcángel Gabriel, entró en diálogo con él. Cómo va a ser posible que yo dé a luz a un hijo, soy una mujer virgen. El Espíritu Santo hará Su obra en Ti, te va a fecundar, el espíritu Santo te va a fecundar. Él va a hacer su obra, tú no te mortifiques, porque lo que va a nacer de ti es santo, es santo, es el Mesías, el Mesías esperado, el Salvador y qué hace María, acepta, acepta y dice: yo soy la esclava del señor, hágase en mí según lo que me has dicho, que se haga en mí lo que me has dicho y desde ese momento comenzó a formarse en sus entrañas Jesús Mesías, Salvador nuestro, el niño Jesús comenzó a formarse en el vientre de ella y fue al encuentro de su prima Isabel, porque el ángel le dijo: está esperando, Isabel, la mujer estéril, la anciana, ya que no podía tener hijos está esperando un hijo y lleva seis meses de embarazo y, María, como dice el Evangelio también, se encaminó presurosa al encuentro de Isabel y allí hay un saludo, Isabel la recibe y le dice: quién soy yo para que la madre de Mi Señor venga a verme, ¿cómo sabía Isabel que María, madre de Mi Señor? Madre de Mi Señor, ¿cómo sabía Isabel que María ya estaba esperando al señor? Inspiración del Espíritu, saltó de gozo Juan el Bautista en el vientre de Isabel, el encuentro de dos mujeres humildes de Israel y, hoy, nuestra iglesia nos presenta la figura de María, cómo se preparó María, y no solamente pensemos cómo se preparó Ella durante nueve meses, durante nueve meses, no, cómo se estuvo preparando María desde pequeñita, desde que empezó a tener uso de razón para recibir al Mesías, porque ella era del pueblo de Israel que vivía con la esperanza de recibir al Mesías,, de recibir al Salvador, que se cumpliera la promesa de Dios, se preparó en el interior, en el espíritu y aquí quiero que podamos pensar ¿usted se ha preparado espiritualmente para vivir la fiesta de la Navidad o se ha preparado porque ya tiene todo para que en las noches cenemos, cenemos la cena de Navidad, ya está el mantel muy propio de este tiempo con esferas y no sé cuántos muñequitos, ya tenemos el mantel navideño ¿asi se preparó? ¿ya tiene por ahí, escondidos, los regalitos, ya tiene por ahí escondidos los regalitos todavía están en la tienda? Sí, todavía están en la tienda pero ya los aparté, ya di un adelanto, ¿así se prepara usted para la Navidad?

¿Nos come este mundo de comercio? O se ha preparado ya espiritualmente. Y estos otros detalles, también los sabe disfrutar, pero no son los más importantes. Espero que su preparación sea espiritual y aquí tendremos que pensar cómo anda su amor en favor de los demás, porque vamos a recibir al Dios Niño, que por amor se hizo hombre como nosotros en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, ¿cómo anda su amor?

Tu amor de esposo, de esposa, de padre, de madre, de hijo, de hermano ¿cómo anda? Y en ese amor hacia las demás personas, ¿cómo andamos?

A lo mejor seguimos sin hablarle al que trabaja con nosotros y al que vemos a diario, ni le hablamos, nos cae gordo, ah, pero sí decimos: Jesús Niño, nace en mi corazón, quiero que nazca en mi corazón, y por qué no hemos podido hacer que entre esa persona que diario vemos, no ha podido entrar en mi corazón pero si quiero que Jesús Niño entre en mi corazón. ¿Podrá entrar Jesús niño si yo estoy rechazando a otra persona, si yo estoy odiando a otra persona, si yo tengo sentimientos de venganza contra otra persona? ¿Podrá entrar Jesús niño aquí? ¿Se va a hacer realidad eso que yo quisiera, que Jesús naciera en mi corazón? Pues el señor me va a decir, mira, primero abre tu corazón con el que vives, con el que compartes la vida, con el que trabajas para que yo también pueda entrar, porque si no, yo no entro, porque tú estás rechazando a uno de tus hermanos, ¿cómo anda el amor? ¿Cómo anda el espíritu solidario, generoso? ¿Cómo andamos en eso? ¿Somos desprendidos? Dios nos regala a Su Hijo, Dios nos regala a Su Hijo, ¿usted es capaz de regalar un poquito de su alimento, de regalar un poquito de su vestido, de tenderle la mano a su vecino pobre, es capaz?
Hoy, Dios nos cuestiona, ojalá y podamos darle una respuesta.

Que María, Nuestra Madre, la figura del adviento por excelencia, nos ayuden a prepararnos, porque dentro de unas horas vamos a celebrar la fiesta de la Navidad, la noche buena, el nacimiento de nuestro salvador lo vamos a conmemorar. Que todo sea para la gloria de Dios y que sea también para alegrar nuestros corazones y alegrarnos con nuestros hermanos.

Que así sea

Compartir