Gobernabilidad: Desafío permanente
RAÚL NATHÁN PÉREZ
“Porque de ordinario, en un peligro extremo, puede más el miedo que la compasión” Julio César, La Guerra de las Galias, Libro Sexto, XXVI, p. 175
1).- ¿Diálogo y más diálogo?
En los viejos cánones de la política, el déspota gobierna tradicionalmente mediante el temor y la arbitrariedad. Es el ejercicio del poder en la concepción que del mismo se tenía en el Siglo XVIII: ver a los ciudadanos no como tales, sino como súbditos. En nuestra democracia incipiente y, particularmente en Oaxaca, no es el caso. Aunque el poder político –parafraseando a Michel Foucault- es, en cierto modo, preceptor y predador. Empero, tiene deficiencias ante los elementos que escapan a su control. (Obras esenciales, Paidós, Madrid, 2010, p. 895). Cuando esos vacíos se dejan al arbitrio de las circunstancias o por presiones morales o políticas, la libertad de acción de ciertos grupos llena todo de confusión y desorden.
En las últimas semanas, en nuestra entidad hemos vivido escenarios inéditos de violencia: 14 muertes por conflictos agrarios y desafíos a la gobernabilidad: caso Santo Domingo Teojomulco. Y decenas de homicidios dolosos y vendettas. Maquiavelo lo advertía. En una república, “si se instituye el uso de romper la legalidad, bajo la apariencia de la libertad ciudadana, podría romperse para mal y obligar a gobernar con medidas excepcionales”. (Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Alianza Editorial, Madrid, 2018, p. 137).
No hay nada peor –insistía- en que una república tenga un corpus de leyes y quien debería observarlas no lo hace. (p. 164).
De los homicidios de San Miguel El Grande y Santiago Mitlatongo, al menos hay dos presuntos responsables vinculados a proceso. Sin embargo, hay que decirlo, entre los oaxaqueños existe un justificado hartazgo por la impunidad con la que acotan nuestras libertades de manera cotidiana, maestros, normalistas, sindicatos y comuneros, entre otros, que la demanda de aplicar la ley es una exigencia irrebatible.
2).- Los muertos: la eterna bandera
Al menos desde el movimiento político y social de 2006, Oaxaca ha devenido vertedero de impunidad, inseguridad, vandalismo y afrenta cotidiana al Estado de Derecho. Barruntos de violencia brotan por doquier y muestran intereses turbulentos y opacos. Pero el Síndrome de aquel año y el del 19 de junio de 2016, con el affaire Nochixtlán, fueron tomados por detractores y parásitos del gobierno estatal, como arma perpetua para explotar. Y no sólo ellos. Ya la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, echó de su ronco pecho: “no a un gobierno que reprima al pueblo”. Es decir, más leña al fogón de la impunidad.
Pero hay muchos otros casos que llenan el martirologio local: Beatriz Cariño y el finlandés Jyri Antero Jaakola asesinados en Copala, en 2010; el homicidio de Tomás José Martínez Pinacho, del Frente Popular Revolucionario (FPR), sólo dos de un gigantesco obituario. Sus muertes alimentan a los buitres. Ante cualquier amenaza a la paz social con esa infame bandera, los gobiernos estatales actúan como el pavo: “amainan su plumaje al primer ruido” –como decía Herrerías-. Y con el temor cerval de llevar el sambenito de represores, dejan a la ciudadanía a merced de intereses bastardos, sobre todo pecuniarios, de dirigentes sin escrúpulos o titiriteros venales y corruptos.
3).- Malos hábitos
En el pasado reciente, la gobernabilidad se mantenía pendiendo de hilos. El presupuesto estatal era literalmente insuficiente para mantener a tanto vividor. “Había que engrasar los carros para que no rechinen” -Quevedo dixit-. He ahí el porqué aplaudimos al principio del gobierno de Salomón Jara la política de reducir el directorio de parásitos. Pero tal parece que la presión de éstos quiere volvernos al pasado. Bloqueos, marchas, cierre de oficinas, cruceros, carreteras, emboscadas, vendettas y atentados a las libertades civiles.
De colofón:
Oaxaca no puede seguir ya con el discurso de “no haremos uso de la fuerza” o “no caeremos en la provocación”. La gobernabilidad y la paz social son constantemente amenazadas. Cuando el diálogo se ha agotado no queda más que el ejercicio simple y llano de la ley. ¿Será panacea para los familiares de los triquis asesinados en emboscadas, en una eterna disputa por mantener la hegemonía en la región, la instalación de las mesas de diálogo? Obviamente no, porque ningún grupo quiere la paz. O actúan las autoridades para castigar o la venganza se convertirá en el cuento de nunca acabar. Una política de suma cero, en donde todo son pérdidas.
BREVES DE LA GRILLA LOCAL:
— En el mundo oficial, la gastronomía oaxaqueña ha sido un capítulo recurrente. Premios, reconocimientos, festivales, muestras, chefs laureados, cocineras tradicionales, pueblos mágicos, restaurantes fifís, et allium. Pero más allá de las fanfarrias y oropeles, hay un fondo histórico que muchos se niegan a ver. Tras años de trabajo –me consta- Claudio Sánchez Islas, periodista, promotor cultural, fotógrafo, editor y, sobre todo, acucioso investigador, concluyó la publicación de “Historia y Gastronomía de la Ciudad de Oaxaca”, en dos tomos. Están a la venta con el sello de Carteles Editores, en Colón 605 y en las librerías de la ciudad.
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