HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
22 DE OCTUBRE DEL 2023
En este ambiente de la víspera de nuestra Festividad en honor al Señor del Rayo, estamos aquí, en esta Iglesia Catedral, celebrando estos sagrados misterios, participando de la Santa Misa, que tiene dos momentos muy marcados y sumamente importantes: la Liturgia de la Palabra, donde estamos todavía y la Liturgia Eucarística.
Dios nos ofrece dos alimentos, el alimento de Su Palabra y el alimento de Su Cuerpo y Su Sangre. Necesitamos conocer la Palabra de Dios, porque es la que tiene que iluminar nuestro caminar. Necesitamos del Alimento del Cuerpo y Sangre del Señor para tener vida y vida eterna y resucitar con Dios.
Hoy, esta Palabra Divina nos recuerda que Dios está por encima de todo, Dios está por encima de todo. Ojalá en su mente y en su corazón Dios tenga ese lugar especialísimo y nadie debe de ocupar el lugar de Dios. No haga a Dios de un lado y ponga a otras cosas en su lugar, no cometa ese error. Este mundo nos invita a que acabemos con Dios, a que lo desaparezcamos, porque a veces no falta quien nos diga que Dios es un estorbo, porque nos prohíbe hacer muchas cosas que podemos hacer. Una cosa es que podamos hacer cosas y otra que debamos hacerlas. No se dé tantos permisos, Dios sabe en Su Sabiduría por qué nos dice, esto sí y esto no, y acepte que Dios piensa mejor que usted, piensa mejor que el mundo, piensa mejor que todos, porque Él es la sabiduría, la sabiduría, y nosotros somos una chispita, una chispita nada más, pero la sabiduría es Divina.
Si tuviéramos encendidas estas veladoras, podríamos ver aquí la luz de esta veladora y podríamos decir: esta luz es la sabiduría divina y nosotros somos una chispita, sólo una chispita, no somos La Luz. La Luz es la Divinidad y, a veces, nos encontramos con personas que se dicen ser iluminadas, que les habla Dios y les habla la Virgen y están iluminados. Tengamos mucho cuidado, porque quieren decirnos más de lo que nos dice Dios, más de lo que nos dice Dios.
Allí está Su Palabra, vaya a Su Palabra, lea el Evangelio y disfrute leyendo esa Palabra Divina, esa Palabra del Señor. Hoy, el Evangelio nos dice que al Señor Jesús le pusieron una trampa, una más, una más, a ver si se equivocaba, a ver si cometía errores y le hicieron esa pregunta, que si se tenía que pagar el tributo al César.
Si Él decía que no, pues estaba en contra de gobernantes. Sí Él decía que sí, pues también cometía grave error, por la forma de pensar y de ser del pueblo y, el Señor, muy astutamente les dice: a ver, Yo quiero conocer esas moneditas, cómo se paga el tributo, ah, con esto, tráiganme para acá. ¿De quién es esta imagen? – del César- ah, entonces den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
A veces, esta frase es muy utilizada por algunas personas y nos las aplican a veces a nosotros, porque dicen: al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios. Usted es sacerdote y no hable de situaciones sociales que se presentan en nuestros pueblos y comunidades porque usted sólo se tiene que dedicar a hablar de las cosas de Dios, pero sí nos preguntan qué pensamos de ciertas situaciones que se viven en la comunidad, y a veces, los que se dedican a la política dicen: se está metiendo en un campo que no debe, al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios Su campo es en la Iglesia no en analizar situaciones sociales y entonces ¿dónde aplicamos la Palabra de Dios? ¿dónde la aplicamos? ¿aquí adentro del templo, aquí la vamos a encerrar la Palabra de Dios o la vamos a llevar a que ilumine los acontecimientos de la vida?
¿Usted es cristiano sólo en el templo o también en su casa? ¿Usted es un hombre o mujer de fe sólo cuando viene a este espacio llamado templo? ¿en su casa no es un hombre y una mujer de fe? ¿saliendo de la puerta deja de ser de fe? ¿entrando a este lugar ya es de fe? Esto no es automático, usted es un hombre y una mujer de fe adentro y afuera y la Palabra de Dios se pronuncia aquí y se vive en nuestra familia, en nuestra sociedad, en nuestro trabajo.
Al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios. Hable, usted hable allá adentro en el templo, aquí afuera no tiene por qué opinar. Usted diga lo que quiera en el templo, pero aquí afuera no.
La Palabra de Dios se anuncia y se reflexiona y se vive en la vida ordinaria, en la vida ordinaria. Yo quiero decirle que usted es una imagen de Dios, grábeselo muy bien, usted es una imagen de Dios y tiene que vivir como imagen de Dios, tiene que demostrar que, en usted, está la presencia de Dios y, a veces, tendrá que denunciar ciertas situaciones de maldad, de pecado, de error, ahí donde usted vive, en su pequeña iglesia doméstica, en su familia. No quiera encerrar las cosas de Dios porque no se pueden encerrar, no se deben encerrar. Si nuestros hermanos servidores públicos pensaran en lo que les pide Dios, creo que seríamos mejor. Si tú y yo pensáramos qué nos pide Dios estaría mejor nuestra sociedad, pero sólo pensamos de Dios cuando venimos al templo, y en esa pequeñita iglesia doméstica que es nuestra casa, ahí nos olvidamos de Dios, ya no pensamos en Dios. En nuestra empresa, donde trabajamos, ya no pensamos en Dios. A veces hasta nos da pena que nos vean que nos santiguamos para comenzar nuestro trabajo, nos escondemos.
Si tuviéramos esa valentía y esa sencillez de corazón, podríamos hacer muchas cosas.
Hoy también es el día mundial de las Misiones.
Nuestro Señor Jesucristo, antes de subir al cielo, se despidió de sus apóstoles y discípulos y les dijo: vayan por el mundo y prediquen el Evangelio. Vayan por el mundo y prediquen el Evangelio.
Usted tiene que ser un misionero, porque usted es un discípulo de Jesucristo. Anuncie el Evangelio, predique el Evangelio, vivamos el Evangelio. Aquí estamos en un recinto, Catedral, la Sede del Obispo. Esta Iglesia nuestra, particular, tiene 488 años de ser Iglesia Diocesana, 488. En el 2035 celebraremos 500 años de historia diocesana y nosotros nos encontramos con la herencia que nos dejaron nuestros antepasados al construir estos monumentos históricos, estos recintos sagrados y, ahora, nosotros, nuevos evangelizadores, usted y yo, nos toca construir esas pequeñas comunidades que son nuestra familia y nuestra comunidad.
Evangelicemos en nuestro hogar, que nuestra familia sea una familia evangelizada y ahí está papá y mamá, para evangelizar y ahí están los hijos, para evangelizar, y ahí están los hermanos, para evangelizar y esta familia y aquella y aquella, que formamos la gran comunidad, evangelizamos unos y otros, ya no nos toca tal vez construir estos edificios, porque ya los tenemos, pero la gran comunidad, la familia comunitaria, ahí donde vivimos la fe, pues hay que construirla, hay que construirla y, cada día, parece que nos vamos alejando más y más de nuestra vida de fe.
Si los que construyeron esto hubieran pensado que para nosotros esto no iba a ser tan importante, y tal vez digamos ¿cómo no van a ser importante? Todos estos templos que tenemos en la ciudad atraen turismo y dejan billete, porque vienen a ver este edificio… ande pues, sólo pensamos cuánto nos deja. ¿Para esto construyeron nuestros hermanos esta Iglesia Catedral? ¡no! La construyeron para que, aquí, Nuestro Señor se ofreciera en sacrificio al Padre por todos nosotros y aquí se viviera la fe intensamente y se alimentaran los corazones, los corazones, para llevar allá, afuera, el mensaje divino, no para ser un centro de atracción turística, no se construyó Santo Domingo para ser sólo un centro turístico ¿quién les dijo? ¿a poco los dominicos pensaron eso al construir ese templo de Santo Domingo, para que vengan muchos turistas a ver este edificio hermoso?… para vivir la fe, para vivir la fe.
Alimenten su corazón con la fe, con la Palabra Divina y sean unos grandes evangelizadores, grandes evangelizadores.
Que Dios les llene de sabiduría, les llene de valentía, porque a veces hay momentos en que usted tiene que hablar y hablar en nombre de Dios, por ciertas cosas que pasan en la sociedad. Anímese a decir, anímese a hablar.
Dios siga llegando al corazón y siga conservando nuestra fe y nos haga crecer. Que María, Nuestra Madre, vaya acompañándonos, como acompañó a Su Hijo, ahora que nos acompañe a nosotros, que somos sus hijos, para que seamos esos grandes discípulos de Nuestro Señor que van y llevan el mensaje divino a los demás.
Que disfrutemos de esta fiesta dominical, pero también, si Dios nos permite, que disfrutemos el encuentro con el Crucificado llamado Señor del Rayo para nosotros, que tiene su historia, por supuesto, y que tiene que estar en nuestro corazón. Ahí está el Crucificado para decirnos, tanto amor nos tiene que dio su vida por nosotros… tanto amor.
Ojalá usted y yo seamos capaces de dar la vida por los demás.
Que así sea.