HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
El domingo pasado el Evangelio nos presentaba aquel dueño del viñedo que fue a contratar trabajadores para su viña. Contrató a los primeros y les dijo: les voy a pagar un denario y siguió contratando a lo largo del día, y llegó el momento de pagar a los trabajadores y a todos les pagó lo mismo, un denario, a los que trabajaron poquito y a los que trabajaron todo el día les pagó un denario y, por supuesto, los primeros reclamaron, no estuvieron de acuerdo, porque habían trabajado todo el día y a los que trabajaron una hora, recibieron lo mismo y, el señor, dueño del viñedo les dice: quedamos en un denario, toma lo tuyo y vete, yo quiero darle al que llegó después de ti lo mismo, esa es mi voluntad, esa es mi voluntad.
Y seguimos con ese tema, ahora, el Señor presenta un ejemplo de un padre de familia que tiene dos hijos y, a los dos, los manda a trabajar. Uno le dice, sí, sí voy, pero no va y, otro, le dice no voy, pero se arrepiente y va.
Interesante, interesante, porque toda esta Palabra Divina la debemos aplicar a nuestra vida. A veces, le decimos a Dios que sí y a veces le decimos que no.
A veces nos arrepentimos y a veces no nos arrepentimos y estos oídos están han escuchado eso, han escuchado eso a lo largo de la vida: hice esto y no me arrepiento y si volviera a nacer lo volvería a hacer. Ahí hay mucha dureza, mucha soberbia. Todos nosotros somos imperfectos, todos nosotros tenemos defectos, todos nosotros nos equivocamos y, a veces, esos mandatos divinos, esa Palabra Divina no la vivimos, la rechazamos, nos ponemos en contra del proyecto de Dios, de lo que Dios nos pide, de lo que Dios quiere que hagamos.
Ve a trabajar en este aspecto de tu vida personal. “No quiero trabajar”. A lo mejor, en nuestra misma casita, ahí nuestros papás, cansados de decirnos: hijo, trabaja este aspecto de tu vida, para que no seas así. “A mí déjenme ser como quiera, a ustedes qué les importa mi vida, qué les importa mi vida. Yo sabré lo que hago”.
Trabaja este aspecto, trabaja este otro y no hay y Nuestro Señor les estaba hablando a los sumos sacerdotes, a los escribas, a la gente que según ellos eran muy cumplidores de la Palabra de Dios, muy conocedores de lo que Dios pedía, muy conocedores y les dijo y les denunció lo que hacían ellos. Vino Juan, El Bautista, y no le creyeron. Viene el Hijo del Hombre y tampoco le creen. No hay arrepentimiento, no hay conversión y les dice: los publicanos y las prostitutas sí le creyeron a Juan El Bautista, sí le creyeron, sí enderezaron sus pasos, sí fueron diferentes.
Yo les preguntaría ¿usted se parece a alguno de los hijos? Creo que no, no es necesario que nos parezcamos, ni a uno ni a otro, lo que tenemos qué hacer son las acciones, el comportamiento. Eso es lo importante, no si obedecemos o no obedecemos, no si decimos sí y no lo hacemos, no si decimos no y nos arrepentimos. Creo que aquí lo que Dios nos dice es que hagamos, seamos de una sola pieza, seamos rectos, vayamos por ese camino correcto. Habrá momentos en que tengamos que corregirnos, pues hay que corregirnos y que no necesitemos que nos digan que nos corrijamos, nosotros mismos tomemos conciencia, esto que estoy haciendo no está bien y me voy a corregir, me voy a corregir.
Esto me pide Dios y voy a hacer el esfuerzo por hacerlo, voy a poner todo lo que esté de mi parte para ir logrando una mejora en mi vida personal. Cada día debemos de ser mejores, no nos olvidemos de esa invitación que nos hace Dios: sean perfectos, como Su Padre Celestial es perfecto. Mire, cada día que pasa nos estamos acercando al encuentro con Dios. Sumamos días, pero le tenemos que restar a la vida, le sumo años y le tengo que restar, porque me quedan menos años de vida o me quedan menos meses de vida o me quedan menos días de vida o menos horas de vida. No lo sabemos, no lo sabemos y, por eso, usted y yo debemos de ser mejores, mejores cada día.
No viva cargando, cargando lo que pasó ayer, porque eso ya no existe, ya no existe, ya se fue. Si tiene que decirle a Dios: Señor, me porté muy mal, dígaselo, dígaselo, me duele haber vivido así, necesito de Tu Gracia, de Tu Fuerza, porque quiero enderezar mi vida, porque quiero ser diferente, porque quiero agradarte con mis obras, porque quiero ser realmente feliz y hacer feliz a las personas con las que yo vivo. Que el recuerdo de lo que hicimos nos lleve a mejorar en la vida, a tener un santo propósito de ser mejor y de decirle a Dios: con Tu gracia, con Tu fuerza, con Tu auxilio yo voy a mejorar y viva hoy intensamente, pero agrade a Dios con sus obras, no se cause daño porque usted no sabe a qué hora se va a despedir de aquí, no se cause daño. Eso debemos pedir a Dios, esa Gracia y todos los días nos tenemos que estar convirtiendo, todos los días.
Por esa historia, Señor, que viví, de no agradarte por las cosas que hacía, perdóname. Por esas cosas buenas que he hecho a lo largo de mi vida, te agradezco porque es gracias a ti por lo cual yo he sido persona de bien en todos esos momentos. Tú eres quien ha hecho obra en mi persona y a través de mi persona.
Pedir perdón y agradecer y, cada día, tenemos que ser lo mejor, tenemos que decir siempre Sí a Dios y ser sinceros, no mentirle a Dios, no nos ganamos nada. A Dios no lo podemos engañar. Podré engañar a todo el mundo pero a Dios no, y lo que vale es lo que hago frente a los ojos de Dios, que está lleno de misericordia, sí, que está lleno de misericordia, por supuesto, pero cuando nosotros nos hundimos en la maldad y no buscamos el perdón y no buscamos la misericordia y no luchamos por enderezar nuestra vida pues nos vamos hundiendo cada día más y vamos perdiendo la sensibilidad.
Ojalá esta Palabra Divina, en especial este mensaje del Evangelio, pues Dios nos dice que tenemos que convertirnos. En la Primera Lectura nos decía lo mismo, que tenemos que mejorar en la vida, que tenemos que pedir perdón a Dios y, sintiéndonos perdonados por Dios, trabajar por mantenernos con Él, en Su Gracia, en Su fuerza.
Le pedimos a la Divina Providencia, al inicio de este mes, que nos bendiga, todos necesitamos de las bendiciones divinas. Todos necesitamos un trabajo, tenga un trabajo, humilde, sencillo, pero un trabajo y que pueda, que pueda trabajar, porque teniendo un trabajo usted va a llevar lo necesario para la vida.
El Dios providente le bendiga, el Dios providente le dé fuerza para realizar su servicio, el Dios providente le ayude a sacrificarse por los demás.
Ustedes que son padre y madre de familia, ustedes que son esposos y esposas, sacrifíquense el uno por el otro y motívense en las labores que cada uno de ustedes realice. Todo lo debe realizar usted movido por el amor, en primer lugar por el amor de Dios y en segundo lugar, por el amor a Dios en cada uno de sus semejantes y empiece por su familia. Por ellos me desgasto, por ellos trabajo, por ellos me canso, por ellos me fatigo, por ellos, por la esposa, por el esposo, por los hijos, por los hermanos, por los papás, nos desgastamos unos por otros.
Queremos vivir este mes de octubre llenos de bendiciones y por eso nos encomendamos a la Divina Providencia, porque de ella nos viene todo, de Nuestro Padre Dios providente, misericordioso, amoroso.
Que ÉL haga su obra en nosotros y que, a través de nosotros manifieste Su providencia. Usted tal vez conozca a alguna persona necesitada, sea el signo de la providencia, tienda su mano, tienda su mano y, en ese desprenderse de lo que a usted le ha costado llegar a su persona y a su familia y se desprende en favor de otro, Dios le va a llenar su mano, se la va a llenar de nuevo, porque Dios sabe bendecir al de corazón generoso.
No seamos egoístas, no pensemos solo en nosotros, también en los demás y conocemos, conocemos a alguien, a un ancianito, a una ancianita.
Que la Providencia de Dios se manifieste, Dios los bendiga en este mes, los cuide y los proteja, que el Padre providente nos haga sentir su presencia y que no estamos solos. Él va con nosotros.
Feliz mes de octubre, mes del rosario, mes de las misiones y un mes muy especial para nuestra Iglesia Católica a nivel universal. Que toda esta Gracia del sínodo sea para que seamos mejor Iglesia y nos sintamos amados en nuestra Iglesia. Que la Virgen nos acompañe como acompañó a Su Hijo en su caminar.