HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

27 DE AGOSTO DEL 2023

Muchas gracias por venir a esta Iglesia Catedral a participar de la Santa Misa en ese día domingo, día que tenemos que santificar porque es el día del Señor. Que Dios les llene de fortaleza en sus corazones, abra su mente y su corazón para que esta Palabra Divina y, muy en especial, el Evangelio, llegue a nosotros y nos haga reflexionar.

El Señor caminaba con sus Apóstoles y les enseñaba muchas cosas, ciertamente no está en el Evangelio todo lo que el Señor dijo, todo lo que el Señor hizo, pero está lo suficiente, está lo suficiente y, hoy, el Evangelio nos narra pues un momento en que el Señor interroga a sus Apóstoles y les dice que qué dice la gente de Él, qué dicen los demás de Él y le comienzan a decir: pues dicen que eres Juan El Bautista, que eres Elías, que eres Jeremías, que eres un profeta, eso dicen de Ti, eso dicen de Ti y viene una segunda pregunta, ¿y ustedes qué dicen? ¿para ustedes quién soy Yo? Para ustedes. Y Pedro habla a nombre de todos y hace una confesión de fe: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios Vivo, eres el Mesías, pero no nos vamos a dedicar a pensar qué dijeron de Nuestro Señor y qué dijeron los Apóstoles. Yo creo que, ahora, Nuestro Señor nos pregunta a nosotros, en lo personal, en lo personal. También nosotros podemos decirle a Nuestro Señor lo que hemos escuchado de otras personas cuando hablan de Jesucristo, también le podemos decir muchas cosas, le podemos decir que otras personas lo tienen como un gran hombre, como un gran hombre, como un gran profeta, como un revolucionario, como alguien muy auténtico, de una sola pieza.

Podrán decir muchas cosas de Jesús Hombre, de Jesús Hombre, pero no hablan de Jesús Dios, de Jesús Dios, no, sólo hablan del Jesús Hombre, del Jesús que habló, del Jesús que murió en la Cruz, pero hablan del Jesús Hombre y no podemos hablar sólo de Jesús Hombre, tenemos que hablar de Jesús Hombre y de Jesús Dios, no podemos separar, porque es una sola persona y, en esta persona de Jesucristo está el Hombre Dios, el Dios Hombre.

Por ahí, por las calles, por las calles llegan a su casa, tocan a la puerta y les dicen que van a hablarle de Dios, pero le dicen que le van a hablar de Dios Jehová, Jehová. No hablan de Jesucristo porque, para ellos Jesucristo no es Dios, no es Dios, sólo Jehová es Dios. Jesucristo no lo es, Jesucristo es el primer testigo de Jehová, pero no es Dios, no es Dios. Los que andan de dos en dos, tocando la puerta, como lo vi hace un momentito en el barrio del Carmen, tocando la puerta, hombres y mujeres, no creen en el Jesucristo Dios, sólo en Jesucristo gran profeta y primer testigo de Jehová, tengan mucho cuidado, tengan mucho cuidado. Si alguien les habla bonito de Jesucristo, pero le quitan la divinidad, no está hablando de Jesucristo Dios y Hombre, no podemos quitarle la divinidad, nunca le quite la divinidad a Jesús y nunca le quite la humanidad, es todo un hombre y todo un Dios.

Hombre, porque nació de María Virgen; Dios, porque es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Ese es Jesucristo, ese es Jesucristo. Pero yo no quiero que usted aprenda más o recuerde más lo que sabe. Yo creo que Jesucristo hoy nos pregunta, en lo personal, ¿qué soy Yo para ti? ¿cómo estoy Yo en tu corazón? ¿cómo vivo en tu corazón? No, yo no quiero cómo vivo Yo en tu mente, sino en tu corazón, ahí es donde me importa porque en tu corazón es donde tú vas a tomar decisiones, vas a tomar decisiones, vas a decir: soy discípulo de Jesucristo, sigo a Jesucristo y por eso vivo Su Evangelio y es el Dios presente en mí, presente en mí. Es Jesús el que está en mí y me acompaña, porque Yo le creo a Nuestro Señor que dijo: Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo y sé que el Señor Jesús va caminando conmigo, va caminando conmigo y me va recordando a través de la fuerza del Espíritu, de ese Espíritu que Él que regaló, como un Don, me va recordando que yo tengo que vivir en la Verdad, y la Verdad es la que Él me ha transmitido porque me ha dicho: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.

¿De veras Jesucristo eso es para usted, el Camino, la Verdad y la Vida?

Camino, Verdad y Vida, discípulo de Nuestro Señor. Usted es un discípulo y, Jesucristo es el que lo va acompañando, no es Jesús que murió por nosotros en la Cruz hace ya más de dos mil años, no, Jesús está hoy acompañándolo, va con usted, está con usted. Ven, porque tuve hambre, me diste de comer.

Hoy, nos dice Jesús: dame de comer, en tantos y tantos hermanos nuestros que van de paso por esta tierra nuestra de Oaxaca, buscando estar mejor y que decimos, son migrantes, son migrantes. No los veamos como un estorbo sino como una oportunidad de tocar la carne sufriente y preocupada de Nuestro Señor en la persona de nuestros migrantes que van en camino por esta tierra oaxaqueña en búsqueda de mejorar en su vida, en su familia. Son peregrinos, necesitados, necesitados.

Si Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, algo nos tendrá que decir Jesús en la persona de ellos, en la persona de los que han perdido un ser querido, de los que han perdido un ser querido, de los que tienen un ser querido desaparecido, desaparecido, que no saben nada de él, familias que sufren, que sufren. ¿Cómo los miramos nosotros, cómo los tratamos, qué hacemos por ellos?

Ahí, Jesús, nos ha de preguntar ¿quién soy Yo para ti y cómo ves a estas personas, qué haces por ellos? Estuve enfermo y fuiste a visitarme, estuve enfermo y me visitaste, cuando lo hiciste con uno de los pequeños, Conmigo lo hiciste. Compartiste tu pan, compartiste tu vestido, en ellos. Quiere decir que Yo cuento en tu vida, que deveras valgo, que deveras estoy en ti, que soy importante, estoy en tu corazón y ese corazón se abre y manifiesta el amor a los demás y empezando en casa, empezando en casa.

¿Cómo vivimos nosotros la experiencia de Iglesia, de Iglesia doméstica en nuestro hogar? Porque no venga a decirme que solamente aquí es discípulo de Jesucristo y en su casita no y en su trabajo no… en su casa es discípulo, en el trabajo es discípulo, en todo lugar donde usted camina es discípulo y si dice que Jesús es su maestro y usted sigue a Él y hace vida lo que Él le ha anunciado, pues hay que ser ese verdadero discípulo y a veces tenemos que hablar, no callar. Nuestro Señor, fíjese qué curioso, Nuestro Señor le dijo a sus Apóstoles: no le digan a nadie que Yo soy el Mesías, no le digan a nadie y por qué, ah, porque el Señor quería que todos fueran aceptándolo como el Mesías, pero no porque se los dijeran, no porque se los dijeran sino porque ellos lo veían y eran testigos de la obra del Señor y lo aceptaban como Mesías, porque ¿qué pasó después de la muerte y resurrección de Nuestro Señor? Salieron los Apóstoles y comenzaron a hablar de Jesucristo muerto y resucitado, del Mesías, hablaron del Mesías. Mientras vivió Jesús con ellos no hablaban del Mesías, pero después de muerto y resucitado hablaban de Jesucristo Mesías y los querían callar, los encarcelaban, les prohibían que hablaran de Jesucristo Mesías, de Jesucristo Resucitado y, con más fuerza, decían que Cristo había Resucitado y, el testimonio de ellos fue hasta la muerte, murieron por hablar de Cristo Resucitado.

Que también usted, hoy ya no debemos de callar, ya no, hoy, si yo creo en Cristo Mesías, tengo que hablar de Él, tengo que testimoniar mi fe, en cualquier parte.

La Iglesia es perseguida, los cristianos somos perseguidos, los católicos somos perseguidos, en el mundo la iglesia católica es perseguida, se quiere acabar con ella, pero ¿qué dijo Nuestro Señor? ¿qué le dijo a Pedro? Tú eres Pedro y, sobre esta piedra, edificaré Mi Iglesia, sólo una Iglesia, Cristo fundó una Iglesia, en el Apóstol Pedro y en los demás Apóstoles y, ahora, el sucesor de Pedro es Francisco, Francisco. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella, a la Iglesia no la van a acabar, no la van a acabar y no porque nosotros, los que formamos la Iglesia seamos poderosos, no, porque es la Iglesia que Cristo fundó y, Él, prometió: los poderes del infierno no van a poder contra la Iglesia. Él está ahí, para defender la Iglesia, y para dar esa fortaleza para que se testimonie la fe y el amor al Señor y se dé la vida y, hasta el día de hoy, sigue habiendo mártires a causa de la fe. En un tiempo, nuestra iglesia católica mexicana fue perseguida y ahí están los mártires, que hicieron florecer, florecer más la vida de fe.

Hoy, nos toca a nosotros hacer florecer la vida de fe, porque también somos perseguidos, también somos perseguidos y también nos quieren callar, nos quieren callar.

No van a poder porque el Señor dice: los poderes del infierno no prevalecerán.

Que usted testimonie su fe y que Jesucristo sea realmente lo que tiene que ser, El que lo acompaña, El que va con usted, El que está Vivo, el Resucitado, El que es el Camino, la Verdad y la Vida.

Siga, siga en esa fuerza, en esa fuerza divina y salga adelante, que dé testimonio, que dé testimonio, que su amor manifieste el gran amor que usted le tiene a Dios y que manifieste el gran amor que le tiene a su prójimo, porque así testimoniamos la vida.

Una feliz semana para todos. Papá, mamá, acompañe a su hijo, acompañe a su hijo en el crecimiento humano y en su crecimiento de fe. Lo va a llevar a la escuela, esté al pendiente, vaya usted vigilando a su hijo para que estudie, para que se prepare y, en muchos momentos del día, usted tendrá que sentarse con su hijo, estudiar con su hijo, aprender con su hijo, explicar a su hijo lo que usted pueda explicarle, pero qué hermoso que ahí esté papá y esté mamá animándome en el estudio y cuidando lo que yo estoy estudiando.

Cuide lo que su hijo estudie, acompáñelo, no lo deje solo, no lo deje solo. Sea pequeñito, sea adolescente, sea jovencito, no lo deje solo, vaya con él, vaya con él. Que él sabe mucho más que usted, no importa, usted es el papá, usted es la mamá, aunque no sepa, acompáñelo, cuídelo. Usted es el que educa a su hijo, los maestros transmiten ciencia, pero la educación la recibimos en la casa, en la casa. Usted es el maestro de educación humana, educación de fe, ustedes, papá, mamá, ustedes son los educadores, ustedes son. Pues que cuiden la educación de sus hijos y que ellos se sientan que a usted le interesa que aprendan, les interesa.

Pues a seguir con ese espíritu y pidamos por nuestros maestros para que cuiden a los alumnos, les transmitan la verdad y sólo la verdad, lo que a ellos les ayude en la vida se los transmitan y que todos ellos respeten a los niñitos y a las niñitas y los miren con amor, los miren con amor, porque todos los niños deben de ser tratados con amor. Yo sé que a veces cuesta, por tantos niños que tienen los maestros en su salón, pero el amor no cuesta, amar no cuesta, no le gastamos, no le gastamos. Entre más amemos, más amor tenemos para dar. Que los maestros amen a sus alumnos y que se desgasten por ellos, se cansen por ellos, se desvelen por ellos.

Dios bendiga a todos los niños, jóvenes y adolescentes que regresan a la escuela el día de mañana. A ustedes, padres de familia, Dios los bendiga y a los maestros, que Dios los guarde.

Que así sea.

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