HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

6 DE AGOSTO DEL 2023

Qué a gusto estamos aquí, lo dijo el Apóstol Pedro. Vamos quedándonos aquí y hacemos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías, pero el Señor tenía que padecer y se lo había anunciado a sus Apóstoles y ,ellos, escucharon que Cristo iba a padecer, iba a morir y resucitar y no les parecía que Jesús padeciera, que Jesús muriera en la cruz, Nuestro Señor se los anunció y ellos se escandalizaron y, después de esa experiencia, de recibir ese anuncio de la pasión, es cuando tiene lugar el acontecimiento de la Transfiguración y Cristo les concede la gracia a tres de sus Apóstoles: Pedro, Santiago y Juan, una gracia muy especial.

Ellos pudieron contemplar la Gloria del Señor, esa fue la Gracia, contemplar la Gloria y el Señor les dice: “no lo digan a nadie, hasta después de la Resurrección, hasta entonces”. Un instante de gloria, un momento de gozo, de alegría y un momento de escucha, de Dios que dice: “es mi Hijo muy amado a quien tienen que escuchar, mi Hijo muy amado”.

Ojalá y todos nosotros nos preocupemos por escuchar al Hijo Amado, que es Nuestro Señor. Escuchémoslo en Su Palabra escrita en el Evangelio, alimentémonos de Su Palabra, escuchemos Su mensaje y hagámoslo vida.

Escuchemos en nuestro interior la Voz del Hijo Amado, escuchémosla dentro de nosotros, porque Dios nos habla en nuestro interior y tendremos que decir: “habla Señor Tu Siervo escucha, habla Señor”.

Hoy, Dios también nos está hablando con la presencia de nuestros jóvenes, aquí en esta Iglesia Catedral, la presencia de nuestros jóvenes.

Quisiéramos, y esa es nuestra esperanza, quisiéramos tener, domingo a domingo, en esta Iglesia y en las demás iglesias, presencia de jóvenes, porque el día de mañana, van a ser los responsables de la sociedad y de la Iglesia, van a ser los responsables, van a ser los que lleven adelante las instituciones. Nosotros nos vamos a ir, porque tenemos que irnos, y ellos van a ocupar nuestro lugar.

Yo quisiera ver en nuestro seminario, al cual fui a las 9 de la mañana a inaugurar el nuevo curso y a imponer la sotana a quince jóvenes que inician en la facultad de filosofía, cómo me gustaría que hubiera más y más jóvenes en nuestro seminario, que quisieran ser sacerdotes, porque tenemos una pobreza de sacerdotes. Cómo quisiera que estuviera allí el joven que el día de mañana va a ser el Obispo de Oaxaca, estuviera ahí, en este seminario nuestro y de ahí saliera el futuro Arzobispo de Oaxaca.

Cómo me gustaría que de ahí brotaran sacerdotes y obispos para la iglesia. Necesitamos, pero a fin de que eso suceda, es necesario que comiencen a formarse en la familia, en la familia, los futuros sacerdotes y religiosas tienen que iniciar su formación en la familia, en la comunidad. En la familia tienen que iniciar su formación los futuros esposos y esposas, padres y madres de familia, en la familia se forman, se forman. En la familia aprenden a amar, en la familia aprenden a respetar, en la familia aprenden a ser personas de bien, personas de bien, personas de provecho en la sociedad.

En la familia tienen que formarse esos grandes estudiantes que, el día de mañana, van a ser los médicos, los maestros, los ingenieros, los arquitectos, los licenciados, los enfermeros y enfermeras, los que prestarán un servicio. En nuestras familias se tienen que formar los futuros servidores públicos de nuestras comunidades y sociedad, los futuros servidores públicos.

Jóvenes, jóvenes que están aquí y que tal vez escuchen también a través de los medios, o lean después en los medios, jóvenes, sean unos jóvenes de bien, alegres, festivos, ilusionados, con esperanza, y jóvenes con proyectos de vida, con proyectos de vida y dejémoslos ser, dejémoslos ser jóvenes, alegres y festivos, pero cuídese, cuídense jóvenes y cuídense mucho, porque a veces este mundo se los come, este mundo les ofrece la vida fácil y les presenta las alegrías falsas, los gozos que no perduran, este mundo les invita a satisfacer sus pasiones y sus deseos. Este mundo a veces les invita a vicios y destrucción. Tengan mucho cuidado, tengan mucho cuidado.

Este mundo no se los debe de comer, tú vales más que el mundo. Tú vales más que las cosas, tú eres una persona, tú eres un hijo de Dios, tú eres grande, seas hombre o seas mujer, y aquí tenemos que aprender, nosotros los hombres, para ser más grandes, necesitamos elevar la grandeza de la mujer y ponerla a la misma altura que nosotros. Los hombres no somos más grandes que las mujeres, la mujer es grande. ¿Por quién viniste al mundo, en dónde te formaste, al inicio de la vida, en una mujer, en una mujer que le dices mamá, mamá y mamá es grande, y por tanto, esta muchachita que está frente a mí es grande, porque tal vez un día va a ser madre y va a ser una madre grande para sus hijos. Señores, ahí tiene la grandeza de una mujer que es su esposa y es la madre de sus hijos.

Jóvenes, aprendan a respetar a la mujer. Mujer, mujer, date a respetar, date a respetar. Defiende tu dignidad y tu grandeza. Que no la pisotee ningún hombre, ninguna persona, porque tú mereces ser respetada, no eres cualquier mujer, eres una gran mujer.

Jovencitas que están aquí y que me escuchan, sean grandes, sean grandes, grandes servidores en su casa, grandes servidoras en su comunidad, grandes personas que viven la alegría y el gozo.

Jóvenes, descubran la belleza de Dios en e rostro de la mujer, miren la belleza de Dios. Cuando aprendas a mirar la belleza de Dios en una mujer, la vas a respetar, porque no podemos profanar la belleza de Dios, no podemos pisotear la belleza de Dios, no podemos desfigurar la belleza de Dios en el rostro de una mujer.

Jóvenes varones, seamos respetuosos y miremos la grandeza. Alegres por todo lo que son. Miren, aquí hay una presencia de jóvenes y a veces pensamos que los jóvenes son un desorden, no, no, no son un desorden. Tal vez nos ha faltado a nosotros, los adultos, hacerles sentir nuestro amor y ganarnos el amor de ellos y que ellos sientan el amor nuestro, que ellos se sientan comprendidos y amados, empezando en nuestra casa, en la vida de comunidad. No nos pasemos la vida señalando con el dedo y diciendo que sólo viven en el desorden. No, no.

Algo ha faltado, que no hemos hecho nosotros, para tocar el corazón de los jóvenes, para hacerles sentir nuestro amor, para hacerles sentir que son grandes, aunque sean pequeños en edad, son grandes y hay que seguirlos formando, en primer lugar, con nuestro testimonio, con nuestra forma de vivir. Nosotros, los adultos, tenemos mucho que hacer, los jóvenes nos ven como un ejemplo a seguir, nos ven como un ejemplo. El hijo quiere ser como el papá, como la mamá. Seamos un ejemplo, un gran ejemplo.

Felicidades, jóvenes, porque tienen la ilusión de vivir siempre en la luz y no en las tinieblas. Vivir en la luz significa vivir en la verdad. Vivir en las tinieblas es vivir en el error, en la mentira, en la maldad, en el pecado.

Vive en la gracia, vive en la luz, vive haciendo el bien y disfruta de la vida, disfruta de la vida, pero disfruta con respeto a ti mismo y con respeto a los demás, para que así la puedas disfrutar realmente en verdad.

Felicidades jóvenes y cuídense, cuídense mucho. Yo también fui joven, pero ya llovió, ya cargo 72 años, yo también fui de 15 y de 14 y de 20 y tenía ilusiones y quería ser con la ayuda de Dios. Con la ayuda de Dios logramos ser, así viva usted, buscando siempre la ayuda de Dios y dejando también que las personas de experiencia le iluminen, le ayuden a pensar. Pida y sea humilde y pida orientación, en primer lugar a sus padres, tengan confianza en ellos, platiquen con ellos, resuelvan sus asuntos con ellos y si su padre y su madre le dicen: “hijo, pues no sé qué aconsejarte”, pues busque a una persona que le aconseje realmente y le oriente y le anime en la vida.

Que esta Transfiguración del Señor nos vaya ayudando a todos nosotros a cambiar en la vida, a vivir en la luz y a escuchar al Hijo Amado de Dios, que es Jesucristo, en Su Palabra y en los acontecimientos de la vida.

Que así sea.

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