HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
30 DE JULIO DEL 2023
A las 8 de la mañana celebré misa en el templo de Santa Cecilia, que está en la colonia Guerrero, en la colonia Guerrero y ahí me pusieron, me regalaron, me pusieron esa pulserita que traigo aquí, esta que traigo aquí, en la mano y me dijeron que no me la quitara hasta que regresen 40 jóvenes músicos, niños y adolescentes, que saldrán a Francia para ir a tocar, porque son parte de una orquesta de la escuela de Santa Cecilia, una escuela que atiende la parroquia de San Bartolo Coyotepec.
Bendito sea Dios que tenemos grandes músicos, desde pequeños, en nuestro Oaxaca y que los invitan a diferentes lugares a presentar la música y la cultura de nuestro pueblo, de nuestro Oaxaca, le doy gracias a Dios por ello, le doy gracias a Dios por ello y les explico lo de la pulsera porque no falta quien diga: uy, el Obispo ya se puso una pulsera tú, ¿pues qué andará anunciando ahora?
Aquí tiene un letrerito que dice: santa Cecilia y todas las pulseras que les entregamos a cada uno de los niños que se van decía su nombre y el padre les dijo: esta pulsera les va a recordar a ustedes que estamos unidos desde aquí, desde Oaxaca, con ustedes y ustedes con nosotros. No estarán solos, los vamos a acompañar con nuestra oración y, entonces me dijeron: Monseñor, no se quite la pulsera para que cuando la vea, rece por los que se fueron para que estén bien y para que regresen con bien. Por eso traigo la pulsera, espero que no se me reviente, pero si se me revienta de todos modos rezo, de todos modos seguiré rezando.
Bien. Ahora quisiera decirles en este domingo, oiga, usted yo sé que le pide a Dios y que le pide a Dios tantas y tantas cosas y tantos y tantos detalles. ¿Le ha pedido sabiduría como le pidió Salomón a Dios? ¿le ha pedido sabiduría, papá, mamá, para gobernar su familia? ¿le ha pedido a Dios sabiduría?
Pienso que sí, espero que usted pueda decir “sí, he pedido sabiduría a Dios”. ¿Le ha pedido que le llene de misericordia? Porque en todo momento tenemos que ser misericordiosos. ¿Usted siente que en su interior hay misericordia? Porque Dios nos invita a ser misericordiosos: “Sean misericordiosos como Su Padre es misericordioso”.
¿Le ha pedido la gracia de perdonar o todavía tiene en su corazón resentimientos, coraje y ni se diga deseos de venganza? ¿todavía tiene ahí eso? ¿por qué no le ha pedido a Dios la gracia de perdonar? Porque usted, estoy seguro que le dice a Dios: perdóname, perdóname mis errores, mis faltas, mis pecados ¿y qué le dice Dios? Perdona y serás perdonado, perdona y serás perdonado y te voy a perdonar como tú perdones, como tú perdones yo te voy a perdonar. La medida del perdón para ti la vas a poner tú, entonces nosotros ponemos la medida del perdón divino hacia nosotros y Dios me dice: perdona y serás perdonado.
¿Usted le pide gracia, la gracia de perdonar? ¿usted le pide a Dios la gracia de comprender o sólo quiere ser comprendido? ¿le pide gracia para comprender a los demás? ¿le pide a Dios esa gracia de tener paciencia o sólo exige que los demás sean pacientes con usted? ¿le pide a Dios la gracia de ser generoso y solidario o sólo espera que los demás sean generoso y solidarios con usted?
¿Qué le pedimos a Dios?¨
Dios le dijo a Salomón: pídeme lo que quieras y te lo daré. Te pido sabiduría para gobernar a mi pueblo, para ser capaz de discernir lo bueno y lo malo, lo bueno y lo malo y Dios le dijo, como solo me has pedido sabiduría, Yo te voy a dar riqueza y te voy a dar esto y te voy a dar aquello, te voy a dar todo porque tú me has pedido solo sabiduría.
A veces nosotros nos pasamos la vida pidiéndole a Dios porque queremos comprar algo: ayúdame, Señor, para que tenga una casita donde vivir. ¿No sería mejor que le pidiera a Dios: ayúdame, Señor, a vivir como familia el amor familiar, la fraternidad familiar, la paz familiar? Queremos una casita, sí, tenemos derechos a tener una casita, pero a veces se nos olvida pedir lo más importante, la paz, la armonía, la alegría de ser familia, de ser familia, de vivir en comunión como familia, eso no se lo pedimos a Dios y tenemos que disfrutar como familia, pero tenemos que decirle a Dios: Señor, danos esa gracia de entendernos, de aceptarnos, así como somos, de aceptar a nuestro hijos, de sacrificarnos por ellos, de tenerles paciencia, de animarlos en la vida, de corregirlos valientemente, de corregirlos, de orientarlos, de iluminarlos. Danos la gracia de entendernos, nosotros como esposos, a que no discutamos, a que no nos gritemos, a que no nos guardemos silencios. Danos la gracia de dialogar, de ponernos de acuerdo, de salir adelante juntos, de ilusionarnos en la vida juntos, de llenarnos de esperanza, de amarnos y de perdonarnos.
San Pablo dice que el que ama no lleva cuentas del mal, no lleva cuentas del mal y, a veces, a veces pienso que en la vida familiar, todos llevan cuentas del mal del otro, los esposo llevan cuentas del mal, los padres llevan cuentas del mal comportamiento de los hijos, los hijos llevamos cuenta de los anti testimonios y malos ejemplos de nuestros papás, del hermano, ni se diga.
El que ama no lleva cuentas del mal y en la vida familiar tenemos que amar y tenemos que aprender a amar, ¿qué le pedimos a Dios? Salomón le pidió sabiduría, ¿qué le pide usted? Y el Señor nos pone los ejemplos sencillos, ¿dónde tiene usted su corazón? ¿en las cosas terrenas o en los bienes celestiales? ¿Dónde está su corazón? Aquí vamos de paso, y la meta final es llegar al cielo.
¿Dónde está su corazón? ¿dónde está su tesoro? ¿cuál es su tesoro?
¿Nuestro Señor Jesucristo es el tesoro de su vida?
Si aquí lo preguntara, yo puedo responder, su presencia me dice que usted viene a buscar ese tesoro y lo ha encontrado y es Nuestro Señor, ese tesoro es Nuestro Señor. Venda todo lo que tiene, quite todo lo que estorba, para que Nuestro Señor sea el tesoro de su vida. Haga a un lado todo para que el Señor reine en su corazón.
Nuestro Señor, hace días nos dijo: si no me prefieres a mí más que a tus padres, más que a tus hermanos, más que a tus hijos, no eres digno de Mí y si no tomas tu cruz de cada día y me sigues, no eres digno de Mí. Prefiéreme a Mí, por encima de todo.
Y, hoy, nos vuelve a decir Nuestro Señor que el Reino de los Cielos es como un tesoro escondido y el tesoro escondido es Él, es Él. Encuéntralo, encuéntralo y quédate con Él, no te vayas de Él, vive con Él, piensa como Él, actúa como Él, mira como Él y toca a los demás como Él los toca.
Ama como Él ama, perdona como Él perdona, ten misericordia como Él tiene misericordia, sé generoso y bondadoso como lo es el Señor para contigo.
Aprendamos del Señor Jesús, que Él sea nuestro tesoro y que reine en nuestro corazón, reine en nuestro corazón. La perla preciosa, busquemos al Señor, compremos esa perla, es Nuestro Señor y quedémonos con ella y cuidémosla.
Saca de tu corazón lo que no es agradable a los ojos de Dios. Sácalo. Hay muchas cosas que sólo te han causado sufrimiento y dolor y ahí las sigues cargando.
A veces, escucho que dicen: tengo mucho coraje y no se me quita el coraje. Ah, ándale pues, síguete amargando la vida, síguete amargando la vida, porque el coraje es lo único que hace, amargarnos la vida, y andamos con una cara de pocos amigos y la gente nos descubre y nos dice: no, ahorita no le puedes decir nada, uy, no le puedes tocar nada, no, no, no, ten cuidado, ten cuidado, no digas ni una palabra, está intocable el hombre.
Todo porque traemos amargura aquí adentro y no la hemos sacado, ¿qué nos ganamos con tener coraje contra una persona? ¿qué se ha ganado usted? Bilis, agruras, malestar, dolores de panza… y vamos con el médico y el médico dice: yo no le encuentro nada, no le encuentro nada, dígale que anda muy enojado y a ver qué le dice el médico, le va a decir: ah pues con razón, no se ande enojando, traiga una cara más alegre, más feliz, más en paz, más gozosa. Lo podemos hacer, ahí está Nuestro Señor, dígale a Él, ¿por qué no descarga en Él su coraje? ¿Por qué no viene con Él, ahí en el Sagrario y le dice: estoy muy enojado con mi compadre?
Venga y dígale a Nuestro Señor y Nuestro Señor le va a decir: te enojas por poca cosa, por poca cosa, ya perdónalo, ya, ya no te amargues la vida, ya no te enfermes, ya no te enfermes.
Pues creo que hoy la Palabra de Dios ahí está para que nosotros la sigamos meditando y profundizando. Quédese con Nuestro Señor, que Él sea su tesoro, que Él viva en su corazón y que usted aprenda a ser como Él, a ser como Él y a hacer las cosas como Él las hace y a tratar a las personas como Él nos trata a cada uno de nosotros.
Pregúntese siempre ¿cómo trataría Nuestro Señor a la persona que tengo enfrente? ¿cómo la trataría Nuestro Señor? Y así como usted se responda que la trataría, trátela, trátela así y verá que va a ser muy feliz y se va a llenar de paz y de gozo en su interior.
Sigamos pidiéndole a Dios lo que realmente vale la pena, para bien nuestro y para bien de los demás.
Que así sea.