HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
A veces cuesta hacer nuestra la Palabra de Dios. A veces pensamos que esa Palabra Divina es para otras personas y no para nosotros.
Hoy, quisiera que ustedes pensaran que Dios les ha hablado, nos ha hablado a todos. El profeta Jeremías es llamado por Dios. Usted también es llamado por Dios y al profeta le dicen: desde antes que te formara en el seno de tu madre, te había elegido.
Dios ha hecho la elección de nosotros desde siempre y a nosotros nos toca responder y a quien le respondemos es a Dios, no se nos olvide, a Dios y a Dios se le responde lo mejor que nos sea posible.
Ustedes, jóvenes, se están formando, se están formando y yo quiero que se formen muy bien, para el llamado que Dios les tenga a ustedes. A nosotros nos gustaría que Dios les llamará al sacerdocio, pero a lo mejor usted piensa que no está siendo llamado al sacerdocio en este momento, pero no se olvide, no se olvide de lo que Dios le estará diciendo a lo largo de su vida. No se olvide.
No se pierdan, jovencitos, no se pierdan. Cuídense mucho, cuídense en su familia, cuídense en su escuela, cuídense en su comunidad, cuídense en la convivencia con los demás jóvenes, cuídense. Sean muy conscientes de qué se puede hacer y qué no se debe hacer, porque todo se puede hacer, pero no todo se debe hacer. Usted puede, por ejemplo, embriagarse ¿pero se debe hacer? No, no debemos hacer mal uso del mezcal, del vinito, de las cervecitas, no debemos hacer mal uso. Puedo beber, pero no embriagarme, no perderme. Tengan mucho cuidado con las drogas, no deben consumir drogas. Tengan mucho cuidado, ni por curiosidad entren a eso, a ver qué se siente, ni por curiosidad, porque así como ustedes quieren entrar por curiosidad a ver qué se siente, allí en la calle, en la calle, están tirados muchos jóvenes que entraron a esto por curiosidad y ahí se quedaron.
Cuiden su vida, porque Dios les tiene un llamamiento muy especial, si te va a llamar al sacerdocio, cuida tu vida, porque tienes que ser un sacerdote sabio y santo, sabio y santo y aquí, dentro de esta Institución, vas a crecer en la sabiduría y en la santidad y si llegas al sacerdocio, Dios te seguirá diciendo: te quiero sacerdote sabio y te quiero sacerdote santo y si Dios no te llama a la vida sacerdotal y te llama a la vida matrimonial, tienes que ser un gran esposo, un gran esposo, responsable, respetuoso de la mujer que elijas para que viva contigo, respetuoso del llamamiento que Dios te ha hecho a la vida matrimonial, te eligió desde siempre para ser esposo y te ha llamado a vivir el amor, no te ha llamado para hacer sufrir a una mujer, para maltratar, para pisotear, para golpear a una mujer, te ha llamado para compartir la vida con ella y caminar juntos, en la realización muy personal, muy humana y muy de hijo de Dios. Y si te llama al matrimonio, tal vez en un momento te diga: te elijo también a la paternidad y vas a ser un padre, vas a ser un padre y tienes que aprender de Dios a ser padre.
El ejemplo de padre es Dios y tú tienes que imitar ese ejemplo, vivir el amor desgastándote por tus hijos y, para todo esto, se necesita que sepas cuidar tu vida, para ser fiel como esposo y para ser responsable como padre y si Dios te llama a vivir célibe en el mundo, te tienes que realizar en el servicio, en alguna actividad que a ti te agrade y que sea para bien de tus semejantes.
Dios no quiere que tú seas un vividor, un vividor, ¡no!, quiere que te realices y que seas un servidor de los demás, no un vividor, un servidor. Sean servidores en este momento en su casita, no digan que sus papás tienen que hacer todo y les tienen que dar todo, usted también haga algo, no nada más gaste, aporte, aporte, haga quehacer, haga trabajo, lleve a casa y, si es un estudiante, ah, sea el más grande estudiante y ahí usted estará respondiendo y llenando de alegría a su padre y a su madre, que se sacrifican por usted y usted está respondiendo siendo ese gran estudiante, preparándose, preparándose, ese es su trabajo en este momento.
Ustedes han venido aquí porque leyeron, porque escucharon, porque algún sacerdote o alguna persona o su mismo padre o su misma madre les dijo y ustedes sintieron el deseo de venir a un pre seminario, pensando en el llamamiento que Dios podría hacerles hacia la vida sacerdotal y les ha servido de mucho reflexionar, pensar en todo esto y algunos de ustedes serán aceptados para que caminen ya en una experiencia de formación. A otros, se les dirá que sigan preparándose, que terminen su secundaria, su preparatoria y a los que terminaron preparatoria se les dirá que los podemos acompañar en su proceso que han decidido ustedes, de continuar en su casita y nosotros les ofrecemos un acompañamiento, porque no queremos dejarlos al olvido. Ustedes nos han expresado con su presencia que sienten que Dios les llama, pues seguiremos cultivando en su corazón esto y, a lo mejor, ustedes enseguida toman la decisión de ingresar al seminario.
No tengan miedo, no tengan miedo.
¿Que la vida de seminarista es exigente?, sí, sí es exigente, pero no me diga que la vida allá afuera no es exigente. ¿A poco no es exigente? También tiene sus exigencias, también tiene que levantarse temprano, también tiene que ir a la escuela, también tiene que estudiar, hacer sus tareas, las investigaciones… hacer trabajo en su casa. Es exigente la vida también afuera. Adentro y afuera es exigente, pero son diferentes las exigencias, por supuesto. Aquí te ayudarán unos formadores que te irán acompañando en tu proceso. Allá afuera también hay unos formadores que te acompañan, que es tu padre, tu madre, tus maestros que realmente les interesa que tú seas un joven de bien, un estudiante de bien… tendrás quién te acompañe, porque tenemos que aprender, tenemos que aprender a ser y a hacer… ser y hacer.
Aprende a ser un hombre de bien y aprende a hacer las cosas lo mejor que tú puedas.
Gracias por venir, gracias por estar aquí, gracias por esta experiencia que han tenido de estos días de pre seminario. Gracias porque abrieron su mente y su corazón y recibieron esos mensajes, esas pláticas que les estuvieron dando y que, ustedes, con espíritu, con espíritu humilde, sencillo, con apertura de corazón lo recibieron y ahí está, ahí está en su corazón.
Gracias. Gracias a los que los acompañaron, a los sacerdotes, a los seminaristas que, como ustedes, también tienen la ilusión de ser sacerdotes. Gracias a ellos. Gracias a nuestro pueblo que todos los días dice: Oh Jesús, Pastor eternos de las almas, dígnate mirar con ojos de misericordia a esta porción de Tu grey amada. Señor, necesitamos mayor número de sacerdotes, multiplica las vocaciones y santifica más y más a nuestros sacerdotes, te lo pedimos por la Inmaculada Virgen de Guadalupe, tu dulce y santa Madre. ¡Oh, Jesús! Damos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos según tu corazón. Todos los días, todos los días, los labios de hombres y de mujeres, de niños, de jóvenes y adultos se abren y pronuncian esa oración. Seguirán orando por usted, porque usted tiene ahí una lucecita, una lucecita.
Aquí vino no porque no tuviera qué hacer, vino porque siente que Dios tiene algo para usted en este camino de vida sacerdotal, ahí hay una lucecita y la oración seguirá teniendo encendida esa lucecita.
Ojalá y un día usted venga aquí para ponerle más aceitito a su lámpara y esa lucecita no se apague, no se apague.
Gracias, gracias. Necesitamos de muchos sacerdotes, necesitamos.
Yo también fui seminarista, como usted, yo entré al seminario a los 14 años, cuando terminé mi primaria, así se usaba antes, así se usaba antes, 1964 yo entré al seminario y estuve en el seminario quince años, formándome, quince años… ¡uy, híjole!… pues así es la vida y tengo 44 años de sacerdote, ¡uy, ya está viejito! Y tengo diez de Obispo ¡’ta chavalón todavía de Obispo!… esa es mi vida, esa es mi vida y, yo, un día sentí que Dios me llamaba y me llamó a través de un sacerdote que me dijo: ¿no quieres ser sacerdote? Así me llamó Dios a mí, a través de los labios de un sacerdote y aquí estoy, aquí estoy y los miro a ustedes y me recuerdo cuando yo tenía su edad, cuando yo tenía su edad, güero y pecoso, así era yo, güero y pecoso, todavía soy, con ilusión de ser sacerdote.
Que usted también tenga la ilusión de ser un sacerdote cuando Dios lo quiera y cuando usted, en esa voluntad, le responda, le responda. Anímese a responderle, no tenga miedo. Nuestro Señor llamó a Simón y a Andrés, que andaban ahí, pescando. Llamó a Santiago y a Juan, que andaban ahí, pescando y llamó a sus demás apóstoles y lo siguieron. Ahora lo llama a usted, lo llama a usted por su nombre y le dice: Ven y sígueme… ven y sígueme… Anímese a responder cuando usted lo pueda hacer y lo quiera hacer, pero eso sí, respóndale todos los días a Dios viviendo, viviendo y haciendo lo que sólo a Dios le agrada, evite hacer lo que a Dios no le agrada, evítelo hacer, por su bien, por su bien.
Felicidades y que Dios los bendiga a todos.