HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
Hemos escuchado la Palabra Divina en este día domingo y es una muy buena oportunidad para que ustedes y yo cimentemos de nuevo nuestra fe, porque creemos en un Dios, en un Dios que se ha revelado en Cristo y nos ha dicho que es Padre, que es Hijo y que es Espíritu Santo. Lo aprendimos nosotros desde pequeños. Yo recuerdo que, en el Catecismo se decía que hay un Dios en tres personas y luego nos preguntaba el catequista: ¿el Padre es Dios? y nosotros respondíamos: “sí, el Padre es Dios”; ¿el Hijo es Dios? “sí, el Hijo es Dios”; ¿el Espíritu Santo es Dios? “sí, el Espíritu Santo es Dios” y hacía una pregunta el catequista: ¿son tres Dioses?, “no son tres Dios, un solo Dios verdadero y tres personas distintas”. Así lo aprendimos, así lo aprendimos y no lo aprendimos mal, no lo aprendimos mal. Es el misterio de la Santísima Trinidad. No nos compliquemos la vida queriendo clarificar, entender el misterio de Dios. ¿Sabe cuándo lo vamos a entender? Cuando dejemos este mundo y nos encontremos frente a frente con Dios y lo veamos tal como es. Ahí veremos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Ahí entenderemos y dejará de ser misterio la Santa Trinidad, porque al dejar este mundo, se termina la fe, se termina la fe. Mientras peregrinamos por este mundo, nos movemos en el campo de la fe: CREO, por eso decimos en el Credo, creo en un Dios que es Padre, creo en el Hijo, creo en el Espíritu Santo, creo en la Iglesia, creo, creo. El día que no vivamos en este mundo ya no vamos a decir creo, porque vamos a ver a Dios, vamos a ver a Dios.
Qué importante es que nosotros seamos agradecidos con Dios en sus tres personas, agradezcámosle al Padre el Don de la Vida, agradezcámosle al Hijo la Redención, la Salvación y agradezcámosle al Espíritu Santo la Santificación. Contemplemos las maravillas de Dios, la creación divina y démosle gracias.
Nosotros, que vivimos en esta tierra de Oaxaca, tan hermosa, con su grandes montañas y en medio de las montañas unas cascadas de agua y recorriendo esas montañas, esas sierras, tiene que brotar la alabanza a Dios, la Gloria a Dios por la hermosura de la naturaleza.
Hay que ser agradecidos con nuestro Padre Dios, con ese Padre que es providente, con ese Padre que es misericordioso, con ese Padre que siempre nos ha amado y nos seguirá amando. Jamás dejará de amarnos, porque Él es Nuestro Padre.
Aquí yo veo muchos padres y madres de familia, tienen hijos, ustedes saben la experiencia de ser padre, la experiencia de ser madre, la experiencia de vivir el amor, de vivir la maternidad, la paternidad. Sea como sea su hijo, usted lo ama, usted lo ama y en ningún momento deja de amarlo, aunque sea un desordenado de la vida su hijo, usted tiene en su corazón de padre y de madre un gran amor a su hijo y ese amor le lleva a perdonar, a orar por él, a platicar con él a invitarlo.
Pues así es Dios, Dios lleno de amor, Dios lleno de misericordia, Dios Nuestro Padre. Dé gracias, dé gracias por el amor de Dios, Nuestro Padre, en este día tan especial. Nadie tiene amor más grande por el amigo que el que da la vida por él y Nuestro Señor dio Su vida por ti y por mí. Qué grande es el amor del Hijo de Dios. Qué grande es el amor del Hijo de Dios. Qué grande es el amor de Jesucristo y Jesucristo nos dice que correspondamos a ese amor y que vivamos amando.
Amen como Yo los amo, como Yo los amo.
Revisemos, revisemos si estamos haciendo vida el anuncio del Evangelio, si estamos llevando a la vida lo que el Señor nos pide, vivir el amor, tener misericordia, perdonar. Vivir en la justicia, en la paz, en la verdad, en la santidad de vida, en la gracia.
¿Sí estamos viviendo así? ¿Sí le estamos respondiendo a Nuestro Señor Jesucristo, que dio su vida por nosotros y que le interesa nuestra salvación?
Nos acaba de decir el Evangelio que el Hijo no vino a condenar al mundo, sino a salvar al mundo y nos salvamos por Jesucristo, por Jesucristo. Creemos en Jesucristo, creemos en la Salvación, pues vamos haciendo vida, vamos diciendo realmente, en nuestra forma de vivir que sí creo en Cristo, que sí creo en Cristo y vámonos distinguiendo en el amor, vámonos distinguiendo. Que todo mundo pueda decir: ¿por qué vives así? Porque soy un creyente, porque soy un cristiano, porque soy discípulo de Nuestro Señor Jesucristo, porque quiero vivir el Evangelio, por eso vivo así.
Que el Evangelio sea vida para nosotros y, luego, pues no estamos solos, la capacidad de amar nos la regaló Dios desde el día del Bautismo, al infundirnos la caridad, la virtud de la caridad y luego nos regaló Su Espíritu Santo, que es el amor que vive en nosotros, entonces no estamos solitos, Dios está con nosotros y Dios va con nosotros y nos va dando esa fuerza y esa Gracia para lograrlo.
Quiero que usted, en los diferentes momentos de la vida le diga a Dios: gracias porque eres mi Padre; le diga al Hijo: gracias porque me has salvado; le diga al Espíritu Santo: gracias porque me estás santificando y, así, la vivencia de la Trinidad se hace presente en nosotros.
A veces le decimos a Jesucristo que es Nuestro Padre, pues no, no, Nuestro Padre es Dios, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Nuestros pueblos de Oaxaca tienen mucha devoción a las imágenes de Jesucristo Crucificado. Nosotros aquí tenemos una, en nuestra Iglesia Catedral. Una imagen de Jesucristo Crucificado a la que le llamamos Señor del Rayo y allí está su capillita, allí está esa imagen del Señor del Rayo, aquí está una réplica de la imagen del Señor del Rayo, en este Presbiterio, pero cuando vamos a nuestros pueblos, contemplamos unas hermosas imágenes de Jesucristo Crucificado y en cada pueblo tiene un nombre, un nombre esa imagen, muy venerada por la comunidad y les hacen unas grandes fiestas, unas grandes fiestas y gozamos y ponemos música y ponemos cuetes y hacemos calendas y muchas cosas, pero yo quisiera que nos preguntáramos, ¿y la vivencia del Evangelio cómo está? Somos muy fiesteros, muy fiesteros, nos alegramos con nuestras fiestas y me pregunto ¿alegramos con el amor a las personas con las que vivimos? ¿les hacemos felices amándolas? ¿hacemos felices a las personas con las que trabajamos, con las que nos encontramos por la calle, con las que viven en nuestro barrio, los hacemos felices?
Si los amamos, los hacemos felices, si no, no los hacemos felices y no somos felices nosotros, porque no estamos viviendo el amor, no nos engañemos, la felicidad está en el amor, en el amor a Dios y, por amor a Dios, amamos a nuestros semejantes.
Al inicio de la misa, les decía, nos preocupan algunas situaciones que se viven en nuestros pueblos. Monseñor, me dicen, nos han cerrado el camino, no nos dejan transitar, no nos dejan salir de nuestros pueblos, no podemos salir, estamos amenazados. Un hijo de Dios amenaza a otro hijo de Dios. Unos que fueron nombrados autoridad en nuestro pueblo, amenazan como autoridad a otros de otros pueblos. Toman decisiones de dañar a otros pueblos, de ir contra esos pueblos y me han dicho los sacerdotes: Monseñor, están armados, tienen armas, tienen armas y tenemos temor de que corra sangre, tenemos temor porque están armados aquellos y están armados estos y la paciencia tiene un límite y no sé cuánto vamos a aguantar, no sé cuánto vaya a aguantar nuestro pueblo con esa situación, no lo sé. Rece, rece, me dicen, rece para que no brote la violencia, para que siga habiendo paz, para que podamos transitar por los caminos, con toda libertad y sin ningún temor. Lo necesitan nuestros pueblos, nuestra gente. Lo necesitan.
Al recorrer los caminos y los pueblos de Oaxaca y al contemplar a las familias, a mí me llenan de ternura, me llenan de ternura. Por qué hacemos sufrir a los hombres y mujeres sencillos de corazón, hombres y mujeres de corazón bueno ¿por qué los hacemos sufrir, por qué los dañamos tanto? Porque nos sentimos poderosos, dueños de los demás, se nos mete el demonio.
Qué triste, cuando debería de estar en este corazón sólo Dios, sólo Dios, para valorar a toda persona, para amar a toda persona, para tratar con respeto y veneración a toda persona, pero a veces no se hace y nuestros pueblos sufren, sufren.
Hoy, en esta fiesta de Dios uno y trino, le pido que toque el corazón de tanta gente que a veces se sienten poderosos, cuando sólo Dios es poderoso, nadie más.
Que podamos entender que hay que vivir amando a Dios y amando a nuestros semejantes, que hay que entender que tenemos que vivir en paz y en comunión, como vive el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Que así sea.