XXXII FERIA DEL SEMINARIO

HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

Le pido a Dios que abra su mente y su corazón, en esa humildad y sencillez que siempre tienen cuando van a las celebraciones litúrgicas, para que en este momento el Señor ponga palabras en mis labios que lleguen a su corazón y que esto nos ayude a seguir comprometidos con Dios en lo que tenemos que hacer cada uno de nosotros.

Al escuchar el texto de los Hechos de los Apóstoles, donde se eligieron 7 varones, para que fueran los diáconos de aquel tiempo y estuvieran al servicio de los necesitados y de las viudas, vino a mi mente la gran necesidad que tenemos nosotros de sacerdotes, no solamente de diáconos, necesitamos sacerdotes y los sacerdotes comienzan a formarse en el pequeño Nazaret de su familia y ahí es donde usted, padre y madre, tiene que tocar el corazón de su hijo y sembrar esa semilla de la vocación a la vida sacerdotal.

Hoy, su Obispo le dice a usted, a usted que es padre y a usted que es madre, necesito que me ayude a promover en su casa y en su familia la vocación a la vida sacerdotal y a la vida religiosa. Ayúdeme, ayúdeme. Así como los Apóstoles le pidieron a la gran comunidad, elijan a algunos entre ustedes, para que sirvan en el oficio de diáconos, así su Obispo, hoy le dice a quien es padre y madre de familia, necesito de su ayuda, porque necesito que haya sacerdotes en nuestros pueblos y comunidades y cada día hay más y más necesidad.

Si usted, papá, mamá, siembra esa semillita y cuestiona a su hijo diciéndole: ¿nunca has pensado ser sacerdote? ¿no quisieras ser sacerdote? No tenga miedo, papá; no tenga miedo, mamá. Su familia va a ser bendecida, no es una vergüenza tener un hijo sacerdote, no se va a manchar su apellido, no se va a manchar. Va a tener usted en su hogar una bendición inmerecida, inmerecida, porque yo le dijo a usted, no merezco, no merezco ser un Obispo y también decía, no merezco ser un sacerdote, porque en mí hay fragilidad y humanidad, en mí hay miseria y pecado, pero Dios, Dios es el que elige y Dios es el que llama y uno responde y, a mí un día, Dios me habló a través de quien fue mi Obispo, que impuso mis manos en mi cabeza para que yo fuera sacerdote y lo hizo hace 44 años. Pusieron sus manos, mi Obispo puso sus manos en mi cabeza, inmerecidamente, pero Dios me llamó y, un día también, Dios, a través del Papa Benedicto XVI, que de Dios goce, me hizo el llamamiento para ser un sucesor de los Apóstoles y un Obispo, puso sus manos de nuevo en mi cabeza para que yo fuera Obispo.

Dios es el que va llamando y Dios me sacó de una familia como la suya, de ahí Dios me llamó para que fuera a una institución llamada Seminario, como el que tenemos aquí, para recibir la enseñanza y para ir siendo formado como una persona con virtudes e invitando a trabajar para tener menos defectos, para ir mejorando en la vida, para hacerlo mejor.

Necesitamos sacerdotes, comunidad cristiana, comunidad de la Arquidiócesis de Antequera Oaxaca, sintamos la necesidad de sacerdotes, de más y más sacerdotes. A mí me da mucho dolor como Obispo que me digan: cuándo, cuándo nos va a mandar un sacerdote, cuándo, tenemos muchos años pidiendo un sacerdote y no ha llegado.

Si queremos que esos pueblos que nos gritan a diario: mándenos un sacerdote, tengan un sacerdote, promueve en la comunidad las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Aquí veo muchos monaguillos, muchos, jovencitos, yo también fui como usted, yo también ayudaba al Padre cuando celebraba la misa, yo también fui monaguillo, yo también me vestí como anda vestido usted, fui monaguillo. ¿No ha sentido usted que Dios lo llama al sacerdocio? ¿No ha sentido usted que Dios le llama a la vida religiosa? Abra un poquito su corazón. Dígale a Dios: aquí estoy, Señor, para servirte y si quieres que te sirva en la vida sacerdotal, aquí estoy. Si quieres mi servicio en la vida religiosa, aquí estoy. Si quieres mi servicio en la vida matrimonial, aquí estoy. Llámame y concédeme la Gracia que yo necesito para responder al llamado que Tú me haces. Dame todas las gracias y todos los dones que necesito yo para ser ese servidor tuyo en la comunidad.

Insistámosle a Dios.

Necesitamos, en primer lugar, que nuestro padre y nuestra madre nos lleven por ese camino de Dios, que nos transmitan las verdades divinas y que nos ayuden a irnos llenando de Dios, porque Jesucristo nos acaba de decir hoy: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Mi padre y mi madre deben de ser los primeros en indicarme cuál es el camino por el que quiere Dios que vaya. Me tienen que orientar, me tienen que iluminar, me tienen que hablar con toda le verdad y me tienen que decir que, a lo largo de la vida, yo debo de vivir lleno de Dios, lleno de la vida de Dios, porque aquí voy de paso y voy a ir a ocupar un lugar que Dios tiene para mí. Nos lo acaba de recordar el Señor hace un momentito, en el Evangelio, voy a prepararte un lugar, volveré y te llevaré conmigo, porque quiero que estés conmigo y van a estar con Él los que aquí estén con Él. No pueden estar con Dios los que aquí no les interesa Dios, no buscan a Dios, no quieren a Dios, no le responden a Dios.

Allá van a estar los que amaron a Dios, los que sirvieron a Dios, los que se sacrificaron, los que fueron capaces de renunciar, los que tomaron la Cruz de cada día, como discípulos y siguieron al Señor.

Vale la pena, no pierdas de vista que la meta final es llegar a Dios y vivir para siempre con Él, por toda la eternidad.

Deja que la verdad divina vaya iluminando tu caminar. Siempre pregúntate si lo que estás haciendo le agrada a Dios, si lo que piensas hacer te acerca a Dios. Si no le agrada a Dios y no te acerca a Dios, evítalo, evítalo y lo vas a evitar diciéndole a Dios, en la persona del Espíritu Santo, dile: dame la fuerza necesaria para evitar hacer esto, que me aparta de Dios y que me aleja de ese camino, que me conduce al Padre y, el Espíritu Divino, que quiere tu santificación, te va a llenar de Gracia, te va a llenar de fuerza y tú caminarás hacia adelante, sin perder de vista que la meta final es el cielo.

Pero vuelvo a insistir, necesitamos que de las comunidades Dios llame a hombres que consagren su vida a Él y que puedan hablar de las cosas de Dios y que, juntos, comunidad y sacerdote vayan por ese camino y puedan llegar a Dios. Necesitamos que nos orienten, que nos iluminen, que nos escuchen.

Yo necesito de mis sacerdotes. Ellos necesitan de su Obispo. Nosotros, como presbiterio, como familia sacerdotal, necesitamos de ustedes, que tiene que ser grandes promotores de la vida sacerdotal y religiosa. Ayúdenos y no estoy pidiendo solamente que me ayuden económicamente, no, ayúdenme con jovencitos que ustedes promuevan, que ustedes contemplen, que ustedes miren como le mira Dios.

Y así como Dios llamó a Pedro, a Santiago, a Juan, a Mateo, a cada uno de sus apóstoles, que también pueda llamar a ese jovencito que usted conoce y que lo llame a través de usted.

Hoy, al estar aquí, tenemos que pensar en eso y siga haciendo las cosas que quiere Dios, para que se hagan maravillas. A través de usted, Dios tiene que hacer maravillas.

Para nosotros, en este día, es una maravilla, es una gracia, es un gozo y una alegría verlos a ustedes, participando de nuestra feria de Seminario. Fue una alegría mirarlos el viernes pasado, recorriendo las calles de nuestra ciudad de Oaxaca en la Calenda y un sacerdote dijo: qué momento tan grande de promoción vocacional, al ver la Calenda, qué momento tan grande.

Pues hoy tenemos que decir: cuánto amor hay en nuestro pueblo por el Seminario. Usted ha venido aquí, no porque no tenga otra cosa qué hacer, no porque no tenga a dónde ir. Ha venido aquí porque ama al Seminario, porque ama a sus sacerdotes, por eso ha venido.

Gracias, gracias. También nosotros los amamos, los amamos. También nosotros aunque muchas veces no se los decimos, pero en este corazón nuestro les amamos, les amamos y nos preocupa todo lo que se vive en nuestros pueblos, nos preocupa la violencia, que no haya paz, que haya tantas injusticias. Nos preocupa, nos preocupa que haya tantas fricciones en nuestros pueblos, nos preocupa; que haya asesinatos, feminicidios, que haya tantas cosas, nos preocupa y elevamos nuestra mirada a Dios y le decimos: Señor, llénanos de paz, haz que las personas que toman decisiones en nuestros pueblos no decidan ir contra otro pueblo, no decidan eso sino que decidan entrar en diálogo y ponerse de acuerdo y vivir en paz.

Que ninguna persona, que ningún oaxaqueño tome la decisión de herir, de herir a alguien, de pisotear la dignidad y la grandeza de los semejantes. Concédenos la Gracia de que todos nosotros, que vivimos aquí, en nuestro Oaxaca, sepamos ser respetuosos y nos valoremos, valoremos la grandeza de la mujer, la grandeza de la mujer, que es hija, que es esposa y que es madre, esa es la grandeza de la mujer y a veces pisoteamos esas grandezas de una hija, de una esposa o de una madre. Pero también la grandeza de un hombre, de un hijo, de un esposo y de un padre. Nuestro Oaxaca necesita que nosotros nos miremos con el respeto y con el amor, como debe de ser. Aquí, frente a mí, puedo contemplar hombres y mujeres de bien, hombres y mujeres de corazón bueno, capaces de amar. Así viva usted, amando siempre. Amando, porque es lo que Dios quiere y todo hágalo por amor a Dios, sólo por amor a Dios y será recompensado y hará maravillas y, amando a los demás les llenará de gozo y los hará felices y, tal vez, alguien se atreva a decirle: gracias, porque siento que me amas, porque siento que me quieres. Gracias.

Hoy, su Obispo les dice, gracias por amar a los seminaristas, a los que se están formando. Gracias por amar a mis sacerdotes, así como son. Gracias por amarlos. Gracias por amarme a mí, gracias. Dios se lo recompense.

Que también usted se sienta amado, amado por nosotros y bendecido siempre por Dios.

Que así sea.

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