HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
26 DE MARZO DEL 2023. Por la gracia de Dios y por esa voluntad que ustedes han tenido de venir aquí, a este recinto sagrado, para vivir esta liturgia dominical y celebrar juntos la Santa Misa, hemos escuchado con mucha atención, con mucha devoción y fe la Palabra de Dios.
Quisiera recordarles cómo hemos ido meditando a lo largo de los cinco domingos de la Cuaresma, antes de llegar a la Semana Santa, qué hemos meditado en cada uno de ellos.
El primer domingo de la Cuaresma, el Evangelio que se nos presentaba era de las tentaciones que el Señor Jesús tuvo cuando estuvo ayunando cuarenta días y cuarenta noches y nos enseñó el Señor cómo se vencen las tentaciones, cómo se vence al demonio, con oración y ayuno, con oración y penitencia y, a la vez, aprendimos que no debemos entrar en diálogo con el espíritu del mal. Nuestro Señor, en las tentaciones, no entró en diálogo con el espíritu del mal, respondía a la tentación con la Palabra de Dios, entonces nosotros tenemos que responder ante las tentaciones con la Palabra de Dios.
El segundo domingo meditamos en ese acontecimiento que vivieron Pedro, Santiago y Juan junto con Jesús, cuando Él se transfiguró en Su presencia y les dio a probar un poquito de Su Gloria, un poquito de Su Gloria, pero la enseñanza que aprendimos ese domingo es que, para llegar a la Gloria, hay que pasar por la muerte en la Cruz. No se puede llegar a la Gloria sin la Cruz. Así es que usted no puede llegar a la Gloria sin esa cruz de cada día que dice Nuestro Señor que debemos cargar los que somos sus discípulos. Toma la cruz de cada día y sígueme… no reniegue se su sufrimiento, no reniegue de su dolor, no reniegue de todo lo que le pasa. Aprovéchelo y que sean momentos de purificación y de gracia, para poder llegar a la Gloria, a la Gloria se llega después de la Cruz, después de la Cruz. A la Gloria llegó Nuestro Señor después de morir en la Cruz y usted está unido a la Pasión Redentora de Nuestro Señor.
En el tercer domingo, el Evangelio nos presentaba el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, y el Señor le decía: Yo soy la fuente de Agua Viva, el que beba de esta agua, nunca tendrá sed, nunca tendrá sed. Bebamos del agua de esa fuente que es Nuestro Señor, vayamos a Él y calmemos nuestra sed, pero a la vez el Señor nos dijo que nosotros éramos fuente de agua viva y por eso tenemos que calmar la sed de nuestros hermanos, la sed del amor, de la comprensión, de la paciencia, de tantas cosas. A veces nuestros hermanos nos necesitan, detengámonos un momento, estemos con ellos, porque tal vez lo único que necesitan es que alguien les escuche y ese alguien es usted. Aquella mujer samaritana comenzó a tener un diálogo con Nuestro Señor y fue creciendo, creciendo, creciendo hasta reconocerlo a Él como el Mesías, como el Cristo, el Cristo esperado. Así también, su presencia con alguien que está en el sufrimiento, en el dolor, en la amargura de la vida, tal vez usted le aliente, le anime, le ilusione y lo saque adelante. Que beba, que beba de esa agua, llévelo a Dios, llévelo a esa fuente de Agua. Ayúdelo, ayúdelo.
El cuarto domingo, el Evangelio nos presentó la curación del ciego de nacimiento, donde Jesús hizo lodo con su saliva y le puso en los ojos al ciego y el ciego también fue hablando de Jesús. Primero hablaba como un hombre, después como un profeta, después como Señor y, al último, se postra ante Él. Ese fue el proceso que vivió él ante tanta pregunta y tanto cuestionamiento sobre haber recuperado la vista.
Yo soy la Luz del mundo, el que me siga no tendrá tinieblas, tendrá la luz de la vida. Busque la Luz en Jesucristo. A veces nos movemos en la oscuridad, a veces tenemos nuestra mente turbada y no sabemos. Es cuanto nosotros tenemos que buscar una lucecita y esa lucecita se busca en la vivencia de la fe. Busque al Señor movido por la fe que el mismo Dios le regaló a usted el día de su bautismo como un don, como una gracia muy especial. Usted tiene la capacidad de creer, de esperar y de amar desde el día de su bautismo, porque Dios le regaló fe, esperanza y caridad. Busque a Dios en los momentos de oscuridad, busque a Dios y, hoy, Nuestro Señor se nos presenta diciéndonos: Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá y nos presenta el Evangelio pues ese momento en que Lázaro sale del sepulcro. Nuestro Señor decía a los apóstoles: Lázaro está dormido, Lázaro está dormido, vamos a ir a despertarlo y también por ahí hay unos cuestionamientos que tal vez nosotros nos hemos hecho a lo largo de la vida: ¿no que tan amigo? Cuando le avisaron que Su amigo Lázaro estaba enfermo, el Señor no se movió, se quedó dos días más y era su amigo, era su amigo.
Tal vez a usted, en el caminar de la vida, le ha pasado que ha perdido la esperanza, la esperanza en ese Dios al que le hablamos y le pedimos, al que le hablamos y le pedimos. A ese Dios del que sabemos, sin equivocarnos, de que nos ama, nos ama. No dude nunca del amor de Dios en favor suyo, no dude, no dude. Dios le ama y le ama mucho, sólo que a veces nosotros perdemos la paciencia y queremos que Dios nos arregle las cosas inmediatamente y, a veces, lo queremos comprar, a Dios lo queremos comprar, porque le decimos: te pido que hagas esto en mi favor y yo voy a hacer esto otro, para alcanzar ese favor que viene de Ti.
A Dios no se le compra, a Dios se le habla con fe y se le tiene la esperanza.
Yo dejo mi petición en Dios, y Dios sabrá cuándo me da, porque Él sí sabe lo que yo realmente necesito. Yo le digo a Dios que esto necesito y se lo digo con fe, pero en ese proceso, tal vez Dios me dice que yo necesito otras cosas distintas a la que estoy pidiendo y Él está haciendo Su obra y me está regalando las gracias y las bendiciones que yo ni siquiera le he pedido, pero que Él sabe que yo necesito.
Por eso, cuando hagamos la petición, pues tenemos que decir: Señor, esto es lo que yo siento que necesito en este momento que venga de Ti, pero Tú, mejor que nadie sabe lo que a mí me hace falta. Concédeme lo que realmente me hace falta, porque si no lo hacemos ahí, vamos a pasar la vida reclamándole a Dios y vamos a decir que Dios no nos escucha, que Dios no nos ama, que Dios no atiende a nuestros ruegos, que Dios no es parejo con todos. Cuidado, cuidado con entrar a esos pensamientos, porque Dios sí te ama, porque tú cuentas ante Dios, igual que todas las personas, igual que todos. A veces ustedes nos dicen a nosotros, nos dicen: pida por esta necesidad que yo tengo, porque a usted sí lo escucha Dios. Esa expresión: porque a usted sí lo escucha Dios, pregunto: ¿a usted no lo escucha Dios? ¿usted cree que Dios no lo está escuchando a usted? A usted lo escucha mucho más que a mí, porque usted es el que tiene la necesidad. Yo voy a pedir también, pero usted no dude de que Dios lo está escuchando, no dude, no desconfíe, tenga la esperanza, tenga la esperanza… “si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano” – decían Martha y María- “si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano”… un signo de perder la esperanza y Nuestro Señor le dice: “tu hermano resucitará”- “ya sé que va a resucitar en el último día”.
“Yo soy la Resurrección y la Vida. Cree. Cree”… es lo que nos dice hoy Dios: te pido, te invito a creer siempre en el amor, en que Yo te escucho, en que te ayudo, en que no te abandono, en que no estás solo. Allí estoy Yo, contigo ¿o usted duda de la presencia de Dios en su interior? ¿acaso no ha aprendido usted que es templo vivo del Espíritu Santo? ¿ya se le olvidó que es templo vivo del Espíritu Santo?
Dios habita en su corazón, Dios está dentro de usted. Háblele, sienta Su presencia, experimente Su cercanía, en esos momentos más duros de la vida, en esos momentos de dolor, de lágrimas, de tristeza, de soledad. No se sienta solo, Dios está ahí, está dentro de usted con Su presencia, con Su presencia.
Pero tenga la vivencia de fe, tenga la esperanza.
Hoy tenemos que decirle a Nuestro Señor, que resucitó a Lázaro, que también a nosotros nos levante, nos levante, que quite esas piedras que están estorbando para vivir la alegría, el amor, la misericordia, la bondad, el servicio, la amabilidad, el respeto, el valorar a toda persona. Vamos diciéndole a Nuestro Señor: Señor, quita esa loza que no me deja ser misericordioso, compasivo, amable, generoso, servicial, amoroso, prudente. Quita esa piedra para que yo vida ejercitando esto, para que no camine como muerto, para que sea un hombre vivo, un hombre que día a día va resucitando a una vida nueva. Va muriendo a sus inclinaciones malas, a su miseria, a su pecado y va resucitando a la Gracia, a la vida, al gozo, a la paz, a la justicia, al amor, a todo lo que agrada a los ojos de Dios.
Dígale a Dios: quita esa loza, así como quitaste la loza a través de esa orden “quiten esa loza” y salió Lázaro, así también quita esa loza.
Tenemos una semana para prepararnos espiritualmente a vivir los grandes misterios de nuestra salvación, la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que viviremos la próxima semana, iniciándola dentro de ocho días, con el Domingo de Ramos.
Disfrutemos, disfrutemos en la fe todo lo que hizo Nuestro Señor para alcanzarnos la vida y la reconciliación con Dios. No te olvides que Él es la Resurrección y tú y yo lo profesamos en la fe. Creo en la Resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro, amén.
La vida no termina en un sepulcro, la vida no termina en una cajita de cenizas, la vida no termina ahí. Al dejar este mundo, nosotros iniciamos la vida que no se acaba, la vida eterna y El que nos va a resucitar es Nuestro Señor y Él sabe cómo. Vamos a tener un cuerpo glorificado como el de Nuestro Señor, pero hay que trabajar para ganarnos ese cuerpo resucitado para la vida, no para la eterna condenación… para la vida y tú sabes cómo, haciendo el bien a toda persona, porque tenemos que imitar a Nuestro Señor. De Él se dice: pasó por la vida haciendo el bien. Que de ti se diga lo mismo: pasó por la vida haciendo el bien y que te recuerden así, que pasaste por la vida haciendo el bien.
Vivamos esta semana con profunda fe y piedad y renovemos y resucitemos como hombres nuevos, con la Gracia de Dios y con esa voluntad nuestra.
Que así sea.