HOMILÍA DE MONSEÑOR PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

Las páginas del Evangelio, cuando nosotros las leemos con espíritu de fe, las escuchamos con profunda piedad y recogimiento interior, son hermosas.

Hoy, hemos leído una página hermosa del Evangelio, el encuentro de Jesús con la mujer samaritana. No fue un encuentro sólo de un hombre y una mujer, fue el encuentro de Dios con una mujer que había vivido, tal vez no como quería Dios, porque el Señor Jesús, cuando le dice a la mujer que vaya a traer a su marido, ella le dice que no tiene marido y el Señor le descubre su historia, pero no se la reprocha, no la condena, no la condena, sólo le dice cómo has vivido, esto es lo que has vivido, has tenido cinco maridos y el de ahora no es tu marido, pero no hay condenación, no hay un juicio, no hay un decirle: qué mal te has portado.

Qué hermoso el encuentro de Jesús con la samaritana, poquito a poquito ella se va interesando por conocer al que le está hablando. Recordemos que es Jesús un judío y aquella mujer una samaritana. No había relación entre ellos, nos dice el Evangelio, y más todavía, no solía haber comunicación de un hombre extraño con una mujer y, sin embargo, hay un diálogo, hay un diálogo, porque para Jesús, esa mujer no es extraña, no es desconocida, es una mujer que necesita conocerlo a Él, saber quién es, encontrarse con Él y, el Señor, se va descubriendo poco a poco y utilizando el signo del agua: dame de beber, dame de beber y dice el Evangelio, llegó cansado, sediento y ahí estaba, llegó esa mujer a sacar el agua: dame de beber. Se inicia ese diálogo. El Señor conoce el corazón de esa mujer, esa mujer no conoce al que le está hablando, pero en ese diálogo se va dando cuenta de que Él es el Mesías, de que Él es el Cristo. Se siente amada, se siente valorada, se siente respetada y siente la mirada del Dios que siempre mira con ternura, con amor y con misericordia.

Yo quiero que así te dejes mirar por Dios a lo largo de tu vida, no pienses que Dios te condena, no te condena. Te mira con amor, te mira con misericordia, te mira con mucha bondad, con mucha bondad.

Aquí hay algo que nosotros debemos hacer, saciemos nuestra sed de amor, en primer lugar, en Nuestro Señor. No vayamos a buscar quién sacie nuestra sed en otros espacios y lugares, que a veces son peligrosos, son lugares peligrosos. Ve primero a saciar tu sed, tu sed de amor, tu sed de comprensión, tu sed de paciencia, tu sed de tantas cosas, como humano ve, en tu vivencia de fe, ve a esa fuente de Agua Viva que es Nuestro Señor. Él va a saciar y va a hacer sentir el amor que tú sientes que no te dan las personas con las cuales te encuentras, con las cuales vives.

Experimenta el Amor Divino, llena ese corazón del Amor Divino, para que enseguida pueda ser esa fuente de amor que va al encuentro con los demás, que también te van a decir: tengo sed de ser amado, de ser comprendido, de ser escuchado, de ser respetado, de ser valorado. Ve a encontrarte con ellos después de haber tenido el encuentro con Dios y haber bebido de la fuente de Agua Viva para que tú seas esa fuente de Agua Viva que derrama todo el amor, toda la misericordia, toda la compasión en favor de las personas que están desilusionadas de la vida, desgastadas por el cansancio, por tantas cosas que les han sucedido en su historia y que sólo necesitan a veces que alguien les mire con amor y con ternura y que les escuche y llore con ellos, llore con ellos, se enternezca con ellos, entre a su corazón, entre a su corazón, pero necesitamos ir a decirle al Señor: tengo sed, dame de beber, dame de beber.

Vivimos en un mundo en el que cada día nos olvidamos de los demás, en que cada día nosotros vivimos solitarios. A veces hasta en nuestra misma casa, cada quien en su rincón, cada quien en su alcoba, en su cuarto. Cada quien en su vida y no hay esos encuentros y no sentimos el amor con los que vivimos, con los que nos relacionamos, con los que trabajamos, con los que convivimos. Encontramos falsedades, hipocresías, no encontramos sinceridad y, por eso, nos volvemos silenciosos. Vivo mi vida y que los demás vivan su vida y no me interesa la vida de los demás. Cuidado, porque eso no es lo que quiere Dios. Dios quiere que me interese por la vida del otro, por la vida de la persona con la que vivo, por la vida de la persona con la que trabajo, por la vida de la persona con la que me encuentro. En ese caminar.

Este mundo nos ha vuelto egoístas y estamos llenos de sed y, por eso, nuestras expresiones a veces son que nadie nos quiere, que nadie se fija en nosotros, que no contamos para los demás, pues es que nos hemos encerrado, nos hemos encerrado. Sal al encuentro de los demás. Haz sentir tu amor y sentirás el amor de los demás tarde o temprano. Sentirás el interés de las personas.

Hoy es lo que podemos aprender de esta Palabra Divina, de esta Palabra Divina.

Quiero también aprovechar este domingo para decirles algo. Me da dolor y tristeza ver nuestra Iglesia Catedral en el exterior, me da mucho dolor, mucha tristeza. Este recinto sagrado siento que merece ser respetado, merece ser respetado. Así lo expreso, pero también digo, toda persona merece ser respetada, toda persona, sea quien sea, merece ser respetada, pero ahí está el dolor, la tristeza, la vergüenza. Me da vergüenza que vean nuestra Iglesia Catedral, en el exterior, así y he escrito este mensaje y lo voy a leer aquí, con ustedes, lo voy a leer. Ya está en las redes y lo han leído bastantes personas, pero quiero leérselos a ustedes y, al leerlo aquí lo estoy leyendo para todo nuestro Oaxaca.

Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como Yo los he amado. San Juan, 13, 34.

A todo el pueblo que peregrina en Oaxaca, que Nuestro Señor Jesucristo nos conceda paz en nuestros corazones para vivir como verdaderos hermanos. Nuestra ciudad de Oaxaca se caracteriza por el ambiente de fiesta y hospitalidad de sus ciudadanos. Los que nos visitan se llevan bonitos recuerdos de nosotros. Es muy lamentable el deterioro de nuestra sociedad. Es urgente que demos una respuesta eficaz. Elevo mis oraciones por todo el pueblo oaxaqueño, especialmente por las mujeres, nuestras hermanas, que están viviendo algún tipo de sufrimiento en su cuerpo y en su alma. Les pido que sigamos viviendo con respeto y cariño, que nos cuidemos unos a otros, sin hacernos daño. 

Exhorto a las autoridades competentes a que realicen con responsabilidad su servicio, para dar respuesta eficaz a las denuncias y exigencias de justicia que escuchamos en nuestros pueblos, ya que una sociedad que vive injusticias, provoca que toda la comunidad se sienta afectada.

Nos unimos a las voces que se escuchan para poner fin a todo aquello que oprime, que asfixia, que esclaviza y que somete. Es necesario sanar heridas. 

Deseo vivamente que reine siempre el amor en sus corazones, que todos seamos responsables y valorados, respetados, niños, jóvenes, hombres, mujeres y ancianos.

Es urgente formar y educar a las nuevas generaciones en el amor, la paz, la tolerancia y el respeto, para crear empatía. Si deseamos ser amados, debemos manifestar nuestro amor a los demás con nuestras acciones y palabras.

Recordemos lo que nos dice Nuestro Señor Jesucristo: traten a los demás como quieren que los demás los traten.

Ruego a San José y a Nuestra Señora de la Soledad que derramen bendiciones sobre nuestros pueblos para erradicar el flagelo de la violencia, que tanto destruye la paz y la armonía.

Con mi oración y bendición: Pedro Vázquez Villalobos, Arzobispo de Antequera de Oaxaca, dando fe el Presbítero Héctor Zavala Balboa, Secretario Canciller.

Esto es lo que dejo, no solamente a sus oídos, sino al corazón de cada uno de ustedes y les quiero decir también que ya ha tomado cartas en el asunto quien las tiene que tomar, para poder limpiar lo que ha sido dañado. El INAH es el responsable de los monumentos históricos. Ya hablé con el director del INAH aquí en Oaxaca, ya vinieron ellos, observaron, tomaron fotografías e hicieron la petición a quien tengan que hacerla para que envíen los recursos suficientes para hacer la limpieza de esta Catedral. Sólo nos piden que tengamos paciencia, pero todo se va a limpiar, pero yo creo que lo primero que tenemos que limpiar, a veces es nuestro corazón, porque a veces está lleno de odios, de rencores y se ha vaciado del amor, se ha vaciado del amor. Todos somos responsables.

Amemos más y más para que nuestros hermanos llenen su corazón del amor de Dios y del amor nuestro. 

Feliz semana para todos. El próximo viernes, aquí en nuestra ciudad y en nuestros pueblos se acostumbra de nuevo vivir este pasaje de la samaritana, el próximo viernes, el cuarto viernes. Así llevamos nosotros la cuenta, estamos en la tercera semana de cuaresma pero ya vamos al cuarto viernes. Así es la cuenta nuestra, próximo viernes la samaritana. Por ahí, en algunos lugares, fábricas, tiendas, cerca de nuestros templos siempre hay un lugar donde se nos ofrece agua, recordando este pasaje de la samaritana. Pues que eso nos lleve de nuevo a pensar en la fuente de agua viva que es Nuestro Señor y que nos dice que también nosotros debemos ser fuente de Agua Viva para los demás.

Que así sea.

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