HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS,

ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

5 DE MARZO DEL 2023. Segundo Domingo de la Cuaresma. Por gracia de Dios estamos aquí y porque un día el mismo Dios nos regaló el Don de la fe y nos hizo sus hijos. Bendito Dios que somos y estamos marcados con el signo de cristianos.

Hoy, la Palabra de Dios nos presenta un acontecimiento que vivieron tres apóstoles, Pedro, Santiago y Juan. Así lo quiso el Señor. Este acontecimiento lo vivieron ellos tres después de que Nuestro Señor Jesucristo les había anunciado a todos que moriría en la Cruz, pero que al tercer día resucitaría.

Estaba fresco ese mensaje del anuncio de la crucifixión y viven esta experiencia de la transfiguración. Contemplaron a la Divinidad. Habían visto al Hombre Jesús y, ahora, ven a Dios en la Persona de Jesús, porque Jesucristo es Dios y Hombre, es Dios y Hombre.

Es Dios porque es la segunda persona de la Trinidad y es Dios porque nació de María Virgen y esos tres apóstoles tuvieron el Encuentro con Jesucristo Dios, contemplaron Su Gloria, disfrutaron del Amor Divino en la persona de Jesucristo, sintieron el gozo, la alegría, la paz, la hermosura de encontrarse con la belleza de Dios, que se transfiguró. Su Rostro resplandeciente y sus vestiduras blancas, blancas.

Contemplaron una luz hermosa en el Rostro del Señor, por un instante, por unos segundos tal vez Dios les concedió esa Gracia.

Yo quiero que hoy, usted, tenga una experiencia de encuentro con la Divinidad de Jesucristo. Ojalá y pueda contemplar a la Divinidad en esa Hostia Consagrada y en ese Caliz que se eleva, porque ahí está el que se transfiguró ante Pedro, Santiago y Juan y aquí va a estar El que hace que ese pan deje de ser pan y que ese vino deje de ser vino y sea el Cuerpo y la Sangre del Señor.

Experimente la Transfiguración, pero ahora nosotros ya no llamamos Transfiguración, llamamos Transubstanciación, el pan deja de ser pan, el vino deja de ser vino, aunque cuando nosotros lo comamos y lo bebamos, nos sabe a pan y nos sabe a vino, pero es el Cuerpo y la Sangre del Señor.

Disfrute este encuentro con la Divinidad, así como lo disfrutaron Pedro, Santiago y Juan, disfrútelo y no nada más este domingo y en esta Iglesia Catedral, disfrútelo siempre, cuando participe de la Santa Misa, en esa vivencia de fe, para que usted pueda decir: qué hermoso es estar aquí, qué hermoso es poder contemplar a Dios en esa Hostia y en ese Vino, qué hermoso, qué belleza, qué paz, qué gozo, qué alegría, para que los sufrimientos, la cruz que llevamos a diario se aliviane en nosotros, tomando conciencia de que es parte de nuestra vida para llegar a la Gloria. No se puede llegar a la Gloria sin cruz, sin sacrificio, sin renuncia, sin mortificación, sin dolor y sin penas. No se puede llegar a la Gloria sin eso. 

Cristo llega a la Gloria muriendo en la Cruz, y allí en la Cruz, Su Rostro se llena de sangre, se desfigura, se desfigura, ya no es el rostro que contemplaron Pedro, Santiago y Juan, ahora es el Rostro del que se ha sacrificado por ti y por mí, muriendo en la Cruz. Pero es el mismo Rostro del que se transfiguró y del que murió en la Cruz. Es el mismo Rostro.

Te invito a que seas capaz de contemplar el Rostro de Dios en las lágrimas del que sufre, en el dolor del enfermo, en el rostro del que está angustiado, del que está sufriendo, del que está lleno de amargura. 

Ve y encuéntrate con él y sé para él una luz que ilumine el acontecimiento que esté viviendo. Sé una luz para que su vida se transforme, se cambie, se ilusione de nuevo y le encuentre sentido a su dolor, a su mortificación. Descubre el Rostro del Amor Divino en toda persona y sé el rostro del Amor Divino para los demás.

Así lo quiero y así lo pido a Dios en favor de todos nosotros. Seamos ese rostro Divino y seamos capaces de descubrir el Rostro de Dios en el hermano.

También, no quiero dejar pasar el inicio de la semana de la familia, con esta Eucaristía hacemos la apertura de la semana. Todos nosotros tenemos una familia y tiene que ser un lugar sagrado, tiene que ser un lugar de bendiciones y de gracias, nuestras familias, pero solamente serán lugares de gracia y de bendición si nosotros somos capaces de vivir el amor, de vivir el amor, en primer lugar, a quienes son los pilares que sostienen la vida familiar les invito a que cada día rescaten más y más el amor.

No lleves cuenta del mal, no lleves cuenta del mal, dice San Pablo. El que ama no lleva cuentas del mal. No lleves cuenta de las equivocaciones del esposo o la esposa, no lleves cuenta, así no se crece en el amor, así no se crece. Así, se va guardando silencio, se van a ir distanciando cada vez más, se van a ir alejando el uno del otro y qué pasó, Dios te bendijo y te dijo: ya no son dos, sino una sola carne, una sola carne, ¿por qué se distancian, por qué se alejan? Porque se pierde el amor. No pierdan el amor, no lo pierdan, para que puedan ser maestros del amor en sus hijos, para que le puedan decir con el testimonio de vida: Dios quiere que nos amemos.

Ámense los que han sido llamados al matrimonio, porque nosotros los hijos somos felices viendo el amor de nuestros padres. Yo disfruté mirando a mi padre y a mi madre que se amaban, que se respetaban que se valoraban. Así quiero que su hijo goce y disfrute viendo que se aman, que luchan juntos, que salen adelante. Y formemos el corazón de estos hijos para amar su vida y para amar la vida de los demás, para que aprendan a cuidar su vida y nos destruirla ni dañarla.

Vivimos en un ambiente y un tiempo difícil para nuestros jóvenes, que son invitados a ser, no unas personas ordenadas, sino unas personas desordenadas. En el ambiente donde a veces se mueven nuestros jóvenes, en la convivencia con otros jóvenes, a veces se encuentran con personas que les envenenan su mente y su corazón, y los van llevando por caminos equivocados y los van utilizando, los van utilizando para sus negocios. 

A cuántos de esos hijos, que nacieron en una familia y crecieron, los han destruido y los han dañado en vicios, en drogas, en narcotráfico, en desorden, en alcohol, en sexo. ¡A cuántos! Y cada día el ambiente está peor y estos jóvenes envenenan a otros jóvenes y estos jóvenes se organizan en pandillas para hacer daño, para destruir en la sociedad y para llenar de temor y de miedo en nuestros barrios.

A veces escucho que dicen: Monseñor, cuidado con ir a ese barrio a altas horas de la noche, cuidado porque no sabe con quién se va a encontrar. Ahí hay muchas pandillas, ahí hay muchos desordenados, ahí hay muchas cosas. ¡Cuidado!… y son hijos de familias, de familias, que los van llevando al desorden. 

Papá, mamá, sigue trabajando en favor de tus hijos para que ordenen su vida y la cuiden, para que no se vuelvan asesinos, para que no pierdan su libertad y no me refiero a que sean encarcelados, la persona que se esclaviza en un vicio ya no es libre, ya no es libre, ya perdió su libertad, porque ahora lo domina y lo esclaviza un vicio.

Forma a tu hijo para que sea siempre un hombre libre y será libre si él se dedica al bien, si él vive en la vedad, no en la mentira, no en el engaño, por caminos torcidos, vamos por el camino de la mentira, de la destrucción, de la muerte y Dios quiere que vayamos por el camino de la vida, por el camino de la Gracia, por el camino de la virtud, por el camino del bien.

Caminemos, formemos, formemos, no descuidemos, no descuidemos nuestro ambiente familiar, no descuidemos lo sagrado que es nuestra familia, no la descuidemos. 

Ojalá y estas reflexiones que se harán durante esta semana beneficien y traigan mucha paz y mucho gozo y nos hagan tomar conciencia de la grandeza de nuestro hogar y lo sagrado que es nuestra casa.

Que María, la que formó parte de la Sagrada Familia de Nazaret nos ayude con Su intercesión para que, como Madre, siga moldeando nuestro corazón para que sea un corazón más humano y un corazón más de hijo de Dios, porque lo somos, somos hijos de Dios e hijos de la Madre de Dios.

Una feliz semana para todos y que cada día descubramos el Rostro de Dios que se transfigura en el hermano y sé tú para él la luz que ilumina su vida y le da aliento y ánimo en los momentos de prueba. 

Que así sea.

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