Francisco Alejandro Leyva Aguilar
La pregunta filosófica de siempre ¿quién debe gobernar?, la respuesta pragmática de siempre: el mejor… y volvemos ¿quién es el mejor?
Y conste que dije “el mejor”, que no necesariamente es el más popular, el mas estridente, el más valiente, el más letrado -que ayuda pero no es el mejor-, el más moderno, el más joven o el más anacrónico y viejo. No, ninguno de ellos es el mejor.
En ese orden de ideas, “el mejor” debe ser el que está más preparado, el más experto, el que tiene más inteligencia social, el más sabio, el más resiliente y resistente, el que tiene intrínsecamente, las soluciones para la sociedad.
En 2018 escogimos a peor, al que más ruido hacía, el que representaba en ese momento de México, todas nuestras frustraciones; escogimos al más popular, al más resentido de los candidatos, el que tenía todos los cuestionamientos y ahora tiene todos los pretextos.
Por eso México hoy está sumido en una disyuntiva mayúscula ¿a quién vamos a escoger en 2024 para suceder al peor presidente que ha tenido México?, ¿quién nos debe gobernar?, ¿otra vez el o la más popular, el o la que más ruido hace?, ¿él o la más estridente?, o en verdad nos vamos a poner a reflexionar sobre el futuro que le queremos heredar a nuestros hijos.
La elección de 2024, no se trata de nosotros sino de las próximas generaciones, del México que le vamos a heredar a nuestros hijos y claro, que es una gran responsabilidad porque no podemos darnos el lujo de equivocarnos de nuevo dado que el México de libertades que tenemos, puede desaparecer de acuerdo a los protocolos del populismo.
Resulta imperativo entonces que nos pongamos a pensar en quién nos debe gobernar y, por consiguiente los partidos políticos, con la excepción de Morena que tiene dueño absoluto, necesitan delimitar un perfil del candidato de la oposición, incluso de toda la oposición que sea impoluto, que no tenga manchas y, si las tiene, que solo estén en su piel y no en su currículo.
Pregunta seria entonces ¿estaríamos mejor con José Antonio Meade gobernando México que con el peje?, por favor hágase seriamente esa pregunta y plantee una respuesta honesta. Por lo menos con Meade, ya habríamos terminado el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) y nos habríamos ahorrado las millonadas de pesos que López se gastó en el Felipe Ángeles y en las indemnizaciones por la cancelación del de Texcoco, habría por ese hecho, crecimiento económico.
Estoy seguro que con Meade, no habríamos sido declarados “non gratos” por el gobierno de un país hermano como Perú y seguiríamos siendo una economía emergente en un lugar importante en la Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económico (OCDE), estaríamos INVIRTIENDO MÁS EN DESARROLLO HUMANO Y SOCIAL Y NO GASTANDO EN DÁDIVAS ELECTORALES.
Con solo el funcionamiento del NAICM, el PIB habría crecido por el cima del uno por ciento y no habríamos acumulado pérdidas por la nula productividad de México, estaríamos transitando al desarrollo de energías limpias para no depender de la economía petrolizada, los pobres serían un motivo de generación de políticas públicas para elevar su condición de vida y no un porqué electoral.
Supongo que la oposición ya se ha preguntado ¿quién nos debe gobernar?, el problema es que entre las filas del PRI, PAN y PRD ¿hay alguien impoluto?, ¿hay alguna persona que no tenga una cola muy larga de tal suerte que no se le encoja la lengua?.
México está polarizado por la decisión de López y por tanto, el candidato de la oposición, debe aprovechar esa condición que puso sobre la elección el propio peje, pero sin motivar dicha división social, al contrario, la narrativa debe ser de unidad, de conciliación entre los mexicanos.
En Estados Unidos pasó lo mismo con Donald Trump, su discurso populista y polarizador, penetró lo suficiente entre los norteamericanos que, cuando hubo que reelegirlo, sabían que querían cualquier otra cosa menos a un loco en la Presidencia, por eso Joe Biden, un candidato sin carisma, gris por todos lados, invendible marcadológicamente hablando, impopular y sin discurso, ganó.
Los gringos sabían que ya no querían más a un estridente Trump en la Presidencia porque habría sumido a la potencia mundial en una crisis interna y global, por eso eligieron a Joe Biden.
Los estrategas de la campaña de José Antonio Meade Kuribreña en 2018, alegaban que el candidato no hacía click con la sociedad, que no lograba comunicar, que no entendía bien a bien que la política no es metodológica -como la esencia misma de Meade- sino pragmática, por otro lado estaban los abrumadores escándalos de corrupción de Enrique Peña y en general del propio Anaya que fue exhibido en medios a nivel masivo.
El mexicano estaba harto de eso, pero a la vuelta de estos cuatro años mas dos que le faltan al peje, el ciudadano también estará harto de mentiras, de cinismo y asustado por la posibilidad de que México pierda sus instituciones a manos del populismo y sus protocolos ¿por qué entonces la oposición busca a alguien que represente la solución a todos esos temores?, ese bien puede ser otra vez, José Antonio Meade, simplemente porque el PRI no se equivocó en 2018 en escoger AL MEJOR, un perfil que ni siquiera era priísta.
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