HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

Le pido a Dios que nos ayude a todos nosotros en este momento, para que de alguna forma asimilemos y aceptemos con espíritu de fe y con amor este mensaje divino que Dios ha querido hacer llegar a nuestros oídos y al corazón. 

No se nos debe de olvidar lo que somos.

Hemos sido llamados por Dios a ser santos y Dios nos hizo santos el día de nuestro bautismo, miembros de este pueblo santo y tú y yo tenemos que vivir la santidad.

La santidad no es exclusiva de unas cuantas personas, la santidad la debemos de vivir todos. Dios nos quiere a todos santos, no te olvides de eso. Recuerda siempre: hoy tengo que ser santo, hoy tengo que hacer las cosas que le agradan a Dios y tengo que evitar toda tentación, todo pecado, toda maldad y, en este corazón nuestro, donde habita el que nos va haciendo santos cada día, que se llama Espíritu Santo, lo tenemos que dejar que haga su obra en nosotros y nos santifique con Su gracia.

No le impidamos al Espíritu Santo que haga Su obra.

Es bueno recordar también en este momento lo que un día dijo Nuestro Señor: todos los pecados van a ser perdonados menos uno, el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón. 

No te cierres a la Gracia, no te cierres a la obra del Espíritu Santo, invócalo, dile que te santifique, dile que te llene de Gracia, dile que te haga fuerte para vencer en todo momento la tentación. Dile eso al Espíritu Santo para que no caigas y si tienes la desgracia por tu debilidad humana de caer, invoca al Espíritu Santo para que haya un dolor y un arrepentimiento en tu interior y vayas en busca del perdón sacramental.

La obra es de Dios y no tenemos que ir en contra de la Obra Divina y no tenemos que ir en contra de la voluntad divina, que te quiere santo y que Él hace obra para que tú seas santo.

Hoy nos dice Nuestro Señor cómo nos quiere, cómo quiere que vivamos, nos ha ido diciendo durante estos domingos, desde el día domingo que proclamamos en el Evangelio aquello: dichosos los pobres de Espíritu, dichosos los misericordiosos, dichosos los limpios de corazón, dichosos los justos, los sufridos, los que buscan la paz y trabajan por ella. Desde ese domingo el Señor ha ido tocando nuestro corazón y nos ha ido diciendo cómo quiere que seamos nosotros.

Hoy nos dice que no nos quiere vengativos, que no quiere que nosotros tengamos ni siquiera en el pensamiento eso de “me la hiciste, me la pagas”, eso de “ojo por ojo, diente por diente”. Tú me hiciste esto, pues yo te hago esto otro, yo me desquito, yo me vengo.

Cuando dejamos que esa venganza se anide en nuestro corazón, destruimos a los demás y ¿dónde queda la santidad? ¿Dónde queda la gracia? ¿dónde queda el comportamiento de un hijo de Dios que ataca a otro hijo de Dios?

Dios nos invita a perdonar, a tener misericordia, quiere que aprendamos de Él, que siempre está lleno de misericordia y que siempre nos perdona. 

¿Qué esperas tú de Dios? Yo espero que tenga misericordia, yo espero que me perdone.

Pues ese Dios misericordioso y que siempre perdona me dice: así tienes que vivir en la relación con tu hermano, perdónalo y serás perdonado. Sean misericordioso como Su Padre es misericordioso.

No nos venguemos. Se han destruido familias por la venganza, se han acabado familias vengándose. “Voy a vengarme”… ¿qué ganas con eso? ¿qué ganas? Lo pierdes todo. Gánate el cielo siendo misericordioso, gánate el cielo perdonando, gánate el cielo amando y amando de forma extraordinaria, nos dijo Jesucristo hace un momento. 

Nos dice que no solamente amemos a los que nos aman, que no solamente le hagamos el bien al que nos hace el bien, que no solamente saludemos al que nos saluda. Nos dice que amemos y oremos por nuestros enemigos, por los que nos han hecho daño, por los que nos persiguen y calumnian. Esa es la actitud de un verdadero discípulo de Jesucristo.

El amor tiene que ser extraordinario, el amor tiene que ser como Dios te ama a ti. 

El Amor Divino no tiene límites y Dios te está amando todos los días y en todos los momentos, seas como seas. Estamos llenos de miseria y de pecado y Dios nos está amando y tenemos la Gracia, nos acaba de decir el Apóstol que somos templos del Espíritu Santo. En nosotros vive Dios, habita Dios y en el que está enfrente de ti también vive Dios.

Presenta el rostro de Dios, agradable. Presenta la mirada de Dios, misericordiosa. Habla, habla de lo que llene de esperanza al hermano, no de lo que lo hiera, no de lo que lo haga sentir menos, despreciado, calumniado, ¡no!, eso no quiere Dios. 

Revisemos en este momento qué se anida en nuestro corazón. A veces sufrimos a lo largo de la vida porque no hemos perdonado como Dios quiere que perdonemos. Más de una ocasión me han escuchado que digo lo que a veces dicen las personas: perdono pero no olvido… sigues cargando el sufrimiento, sigues removiendo la herida, sigues causándote dolor, sigues amargándote la vida… Perdona y deja todo en las manos de Dios. Cuando venga ese pensamiento de nuevo, ese sentimiento, pues dile a Dios: Señor, de nuevo aquí está esto y no quiero sentir nada que no sea agradable a Tus Ojos. 

Dame la Gracia de poderte decir en este momento que he perdonado y que seguiré perdonando porque quiero alcanzar de Tu misericordia el perdón, el perdón para mí, el perdón para mi familia, el perdón para mis amigos, el perdón para todos. 

Así tenemos que vivir porque así nos dice Nuestro Señor y, para terminar el texto del Evangelio de hoy, nos dice algo que es inalcanzable, pero es lo que quiere: sean perfectos como Su Padre Celestial es perfecto.

¿Cómo va la perfección en su vida? ¿se parecen cada día más y más a Dios? Porque cada día que está pasando estamos más cerca de encontrarnos con Él. Por eso dice: sean perfectos como Su Padre Celestial es perfecto, para que cuando tengamos el encuentro, nosotros podamos contemplar a Dios, ser felices por toda la oportunidad y que Dios, de sus labios diga: ven, Bendito de Mi Padre, me perdonaste, me perdonaste, en la persona de fulano de tal, de mengano, en la persona de tu familiar, en la persona de tu compañero de trabajo, en la persona de tu amigo, de tu vecino, me perdonaste, tuviste misericordia, fuiste amable conmigo, no te vengaste, tuviste un buen corazón. Ven a gozar de la felicidad eterna, ven a mi derecha, ponte a mi derecha y disfruta de la eternidad y de la paz.

Ganémonos el cielo, seamos santos como Dios nos quiere santos.

Que María, la Llena de Gracia interceda, como siempre lo hace, por nosotros sus hijos. Siempre le decimos: ruega por nosotros, pecadores. Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Que María, la Mujer Perfecta, la Mujer llena de Gracia, la Esposa del Espíritu Santo, la Madre del Hijo y la Hija del Padre interceda por todos nosotros, para que esa vida de santidad que Dios nos ha llamado a vivir, la vivamos intensamente.

Que nos preparemos en estos días a iniciar el miércoles de ceniza nuestra Cuaresma, un tiempo de recogimiento interior, de reconocimiento de nuestras debilidades, de acercarnos a Dios, de buscar Su Rostro, de cambiar de vida, de ser mejores, de agradecer toda su obra de salvación en favor de nosotros, de la escucha de Su Palabra, de compartir con nuestros hermanos en ese ejercicio de caridad, de nuestras penitencias que nos tienen que llevar a que Dios toque nuestro corazón y nos libere de lo que tiene que liberarnos.

Preparémonos para vivir nuestra Santa Cuaresma a partir del miércoles próximo, recibiendo el Sacramental de la Ceniza si nos es posible, viviendo este tiempo de Gracia.

Que Dios los bendiga en esta semana. Que con alegría y un buen espíritu realicen todas sus labores y que siempre miren a Dios que les ama, que tiene misericordia y que les dice que nos tenemos que parecer a Él cada día más y más.

Que así sea.

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