HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
12 DE FEBRERO DEL 2023
Espero que no hayan escuchado solamente con sus oídos la Palabra de Dios, sino con su corazón, porque sólo así podremos nosotros aprovechar este mensaje divino, con el corazón.
No sé qué le haya cuestionado a usted esta Palabra, porque es exigente y nos dice en primer lugar Dios, que ahí están los mandatos y que los podemos cumplir, porque Dios no nos está pidiendo algo que no podamos cumplir. Lo que nos pide Dios en sus mandamientos es porque es posible cumplirlos.
No nos engañemos pensando que algunos de los mandatos divinos no es posible, no digamos así. Más bien tenemos qué decir que no queremos cumplirlos. No digas que es imposible, porque Dios no nos pide cosas imposibles de cumplir. Dios no nos pide imposibles, nos pide sólo posibles.
Tú y yo tenemos la capacidad para cumplir los mandatos divinos, si alguno de ellos se nos hace difícil de cumplir es cuando tenemos que buscar más y más la fuerza divina y pedirle a Dios: quiero cumplir este mandato que me pides, pero siento que no tengo la capacidad y la fuerza en este momento para llevarlo a la vida, concédeme la Gracia, la fuerza necesaria para cumplir lo que me estás pidiendo.
Pidan esa fuerza y esa Gracia a Dios, porque sólo así se podrá, porque tú estás pensando y afirmando que no puedes, que es imposible. Dios es El que lo puede todo y lo hace posible todo. Por eso, llénate de Dios, llénate de Su Gracia.
A mí me llamó la atención lo que dice Nuestro Señor. Quisiera que pensáramos si tenemos alguna queja con alguno de nuestros semejantes. El Evangelio dice que si tenemos alguna queja con nuestro hermanos, con nuestro hermano… toda persona es nuestro hermano, así entendámoslo. Y dice Dios, a nosotros que estamos aquí, en este recinto sagrado presentando a Dios, Nuestro Padre, una ofrenda, la ofrenda de Su Hijo Jesucristo y Nuestro Señor nos dice: ¿tienes alguna queja contra tu hermano? Ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vienes a presentar tu ofrenda para que realmente sea digna, sea digna.
¿Cómo andamos en esa relación con los demás? ¿en este corazón nuestro está toda persona o seguimos haciendo a un lado a algunas personas? A este sí lo quiero y a aquel no. ¿Qué nos dice Nuestro Señor? Amen como Yo los amo. Amen como Yo los amo.
En qué momento Dios deja de amarnos… en ningún momento, en ningún momento. Dios nos ama en todo momento y me dice que Él es el modelo de amor. Yo tengo que amar como Dios me ama a mí, como Dios me ama a mí.
Aquí de nuevo tenemos que pedir a Dios el don del amor, el don del amor, para que no quede nadie fuera y, además nos dijo Nuestro Señor tres cosas que no debemos hacer en relación con los demás para que el cumplimiento de Su mandato sea completito.
Me dice: no te enojes con tu hermano, no insultes a tu hermano y no desprecies a tu hermano.
Enojarse, insultar y despreciar va subiendo de grado, va subiendo de grado. ¿Cómo hemos vivido en la relación con los demás? ¿nos hemos enojado con nuestros hermanos? Y Nuestro Señor nos dice: no te enojes con tu hermano, no te enojes con tu hermano.
Algunos, tal vez, no nada más nos hemos enojado, hemos insultado, hemos ofendido con nuestras palabras, hemos herido el corazón de un hermano y Jesucristo nos dice: “no insultes a tu hermano, no lo desprecies”. Eso es más grave, eso es más grave, porque el Señor nos dice: “vas a ir al fuego del lugar del castigo si desprecias a tu hermano”, porque el desprecio nos está llevando a despreciar a Dios, porque está presente en nuestro hermano.
¿Acaso no eres tú templo vivo del Espíritu Santo?¿Acaso no eres tú habitación divina? Y lo estamos despreciando porque no es de nuestro color, porque no está preparado como nosotros lo estamos, porque no tiene los recursos que nosotros tenemos y, todavía pero, decimos, porque no es de nuestra clase social, no es de nuestra clase social y despreciamos, despreciamos.
Es grave – dice Nuestro Señor- es grave despreciar, muy grave. No he venido a abolir la ley y los profetas, he venido a darle cumplimiento, a perfeccionar esta ley y debemos tener siempre una motivación para vivir como Nuestro Señor quiere. Motívate. Quiero ser agradable ante los ojos de Dios, por eso vivo esto, por eso perdono a mi hermano, trato de vivir en una relación buena con Él, trato de ser prudente, de tener dominio de mí mismo cuando me veo como queriendo reaccionar contra alguien por lo que ha pasado. Trato de llenarme de mucha prudencia, de mucha paciencia para no insultar, para no maltratar y, mucho menos, para no despreciar.
No pasemos la vida cometiendo heridas, humillando a los demás. Eres un seguidor de Jesucristo, eres un seguidor. Hay que esforzarnos por ser lo mejor en la vida, con mucho respeto, con mucho respeto, con mucho amor, con mucho amor.
Aprendamos a mirarnos con una limpieza de corazón, una limpieza de corazón, nunca con malas intenciones, no tengamos malas intenciones para nadie. Lo que queremos que nos hagan los demás es lo mismo que nos piden ellos.
Toda persona nos pide que le amemos, que le tengamos paciencia, que le perdonemos, que seamos misericordiosos, que le tendamos la mano, que le ayudemos, que le comprendamos y tantas y tantas cosas que suelen pedirnos, pues hay que darlas con la ayuda de Dios, con la ayuda de Dios.
Hay que ayudarnos todos a ser lo más felices que sea posible, lo más posible y lo más agradable a los ojos de Dios. Depende de nosotros, nos lo dijo la primera lectura: depende de ti que peques o que no peques, depende de ti, todo depende de nosotros, no busquemos culpables. “Yo soy así porque tú eres también de esta forma”. No andemos buscando culpables para disminuir nuestro pecado, nuestro error, nuestro defecto. No andemos buscando culpables. “Yo soy impaciente porque tú me desesperas”. Mira qué fácil decirle al que está enfrente: “yo sería muy paciente si tú no fueras tan desesperado, pero eres desesperado y por eso me impaciento”. ¡Mira qué fácil echarle la culpa al otro! No tienes paciencia y lo haces responsable de tu impaciencia, a este que está aquí. A los hijos los hacemos culpables porque nos enojamos, no los dominamos, vemos tanta travesura y tanta cosa allí en la casa y nos llenamos de cólera y gritamos y decimos tanta cosa, tanta cosa a veces fea y decimos a los hijos: “ustedes tiene la culpa de que yo sea así”, por traviesos, por esto, por aquello, porque no me hacen caso, por eso los regaño, por eso les grito, por eso los ofendo, por eso los castigo… ustedes son los culpables.
No, hijos, no busquemos culpables, seamos lo suficientemente responsables para responderle a Dios y practicar la virtud.
Ya para terminar, hay momentos difíciles en la vida de nuestros pueblos, en la vida de las naciones, hay sufrimiento y dolor en muchos lugares del mundo. No digamos que nosotros no podemos hacer nada, vivimos tan lejos de ellos que no podemos hacer nada. Yo creo que podemos hacer mucho, no dejemos de orar y digámosle a Dios que toque el corazón de los que sí pueden hacer, por ejemplo, los que están sufriendo por los terremotos, por las guerras civiles, digámosle a Dios que toque el corazón de las personas que pueden hacer tanto y no lo están haciendo.
Hay una preocupación por lo que está viviendo la Iglesia Católica en Nicaragua, está siendo perseguida, porque los jerarcas, la jerarquía no se alinea, no se alinea con la autoridad. No quiere la autoridad que se hable de injusticias, de malos gobiernos, de esto, de aquello y sabe cuánta cosa. Los quiere con la boca cerrada, no quiere que ejerciten su profetismo denunciando, denunciando lo que está mal en las organizaciones civiles y gubernamentales y en las organizaciones de la propia Iglesia. Quieren a los pastores calladitos, calladitos y uno de ellos no se quedó callado, y uno de ellos no se quiso ir exiliado a los Estados Unidos y, entonces, lo condenaron a 26 años de cárcel, al Obispo Rolando, 26 años vas a estar en la cárcel.
Al profeta lo meten a la cárcel, como metieron a Juan El Bautista, que denunciaba el adulterio de Herodes. El Obispo Rolando denuncia y le encuentran, le encuentran violaciones a la ley, que quiere organizar al pueblo para que se levante en armas y no sé cuánta cosa le achacan… y no se quiso ir como exiliado: “yo me quedo en mi país, Nicaragua, de aquí soy, de aquí soy pastor”… a la cárcel ¡a la cárcel!
Pidamos por la Iglesia, pidamos. Recuerde que usted también es profeta, ejercite su profetismo. Recuerde que es sacerdote, ejerza su sacerdocio bautismal. Recuerde que es todo un rey, porque es miembro del Cuerpo Místico de Jesucristo: sacerdote, profeta y rey, su grandeza y tenemos que ser respetados todos.
Dios fortalezca a nuestro hermano Obispo Rolando, Dios lo fortalezca y que toque el corazón, Dios, de nuestros gobernantes, para que no se sientan dueños de la libertad de los demás.
No somos dueños de la libertad, hoy, Dios nos dice: tú puedes decidir lo que quieras, bajo tu responsabilidad. Pues que Dios nos bendiga y nos acompañe. Gracias por escuchar a Dios con esa humildad y sencillez de corazón.