HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

5 DE FEBRERO DEL 2023. Estamos celebrando el primer domingo del mes de febrero, por Gracia Divina y hemos acudido a esta Iglesia Catedral para escuchar la Palabra de Dios y ofrecer en este altar el sacrificio de Jesucristo al Padre.

Espero que la Palabra de Dios de este domingo haya tocado su corazón, porque escuchamos el mismo mensaje usted y yo y Dios nos hace invitación, nos dice en el Evangelio lo que debemos ser, lo que debemos ser y tendríamos nosotros que analizar si estoy siendo eso. Me dice Nuestro Señor: ustedes son la sal de la tierra. Ustedes son la luz del mundo.

¿Estamos siendo eso, sal y luz? ¿estamos haciendo agradable la vida para quienes nos rodean, para las personas con las que vivimos, estamos haciendo agradable su vida para poder decir que estamos siendo sal de la tierra?

¿Para qué utiliza usted la sal? Yo la utilizo para echarla al taquito y que le dé sabor, porque cuando nos dan un alimento sin sal, decimos: no sabe a nada, está muy desabrido, no le puso tantita sal. Pedimos salecita para que le dé sabor, para que la probemos y se nos haga agradable el caldito, los frijolitos, el taquito. 

Y mire, utilizando eso, Nuestro Señor dice: tú eres la sal, tú eres la sal. Tú eres quien le da sabor a la vida, tú eres el que hace agradable la vida de los demás, tú eres el que alegra, el que entusiasma a los demás. Cuando nos encontramos con alguna persona que decimos: qué agradable es esta persona, somos felices, disfrutamos, gozamos con la presencia de esa persona que la definimos diciendo que es una persona muy agradable, muy agradable.

Oiga, ¿eso dicen de usted? ¿eso dicen de usted? “papá, qué agradable eres”, “mamá, qué agradable eres”, “hermanito, qué agradable eres”, “vecino, qué agradable eres”, “compañero de trabajo, qué agradable eres” ¿se lo dicen a usted? ¿se lo han dicho a usted? No me vaya a decir que nunca se lo han dicho y, si no se lo han dicho, pues gánese eso, de hoy en adelante sea más agradable, sea más agradable, sonría un poquito más, no tenga esa cara tan seria, de pocos amigos, sonría, ¿qué le cuesta? ¿qué le cuesta hacer ese gesto, qué le cuesta? 

Yo creo que no cuesta, sólo es cuestión de que uno lo haga, de que uno lo haga y refleje en su mirada lo agradable de la vida, porque ahí es donde descubrimos, en la mirada de los demás, descubrimos tantas y tantas cosas.

Que descubran que usted es feliz, que usted disfruta de la vida y que quiere hacer feliz al que tiene enfrente, al que le está contemplando, a su familia, a sus seres queridos. 

Tenemos que ser luz, dice Nuestro Señor, y al final, al final dice que Sus obras brillen ante los hombres, para que viendo lo que ustedes hacen den gloria al Padre, que está en los Cielos.

Que sus obras brillen.

A lo largo de su vida usted ha sido luz porque ha iluminado con sus obras buenas a los demás, con su trabajo, con su esfuerzo, con su paciencia, con su alegría, con su fraternidad, con su solidaridad, con su amabilidad, con su misericordia, con su justicia, con su perdón, con su amor, con todo eso ha sido luz para el hermano, ha sido luz y Nuestro Señor quiere que usted siga siendo luz, para que arranque de los labios de los demás la alabanza a Dios, por las obras que usted realiza, porque no vamos a arrancar de los labios de los demás que nos digan que somos buenos. No, no. Es para que se dé Gloria a Dios, sólo a Dios, porque si hacemos las cosas para que nos aplaudan, para que nos digan: “ay, qué bueno eres tú, qué buena persona”, nos ponemos amplios como pavorreales y, cuando no nos dicen algo, uy, nos ponemos así, picos caídos y decimos: no se fijan en lo que hacemos, nadie nos toma en cuenta y empezamos a tristear porque no nos alabaron.

No, no busque alabanzas, sea luz, realice esas obras que son obras de luz y que la Gloria sea para Dios, porque todas esas obras que usted realiza que son agradables a los ojos de Dios le van a llevar a que esté un día con Dios, en la Eternidad, allá, con El que es la Luz por excelencia, a que vaya a contemplar a Dios por toda la eternidad, pero aquí tiene que realizar las obras de luz y las realiza, aunque a veces también tenemos que ser sinceros con nosotros mismos y tendremos que decir que, a veces, pudiendo hacer las cosas, no hemos querido hacerlas. 

Pudiendo hacer, no he querido, no he tenido voluntad. No me he decidido y hacemos otras cosas que son tan desagradables, que causan molestia, que causan dolor, que causan tristeza, que causan lágrimas. Son obras de tinieblas, son obras de muerte, no son de vida, no son de alegrar el corazón de los demás, son obras que entristecen, que desgastan, que duelen… de esas no quiere Dios porque no son obras de luz, son obras de tinieblas, obras de maldad.

Y aquí quisiera aprovechar para decir algo que yo quisiera que todos viviéramos.

Vivimos en Oaxaca, en un estado muy rico, pero a la vez muy pobre. 

Vivimos en medio de muchas culturas, de muchas culturas y, a veces, algunos de nosotros creemos que somos los más importantes porque somos dizque mestizos, no somos indígenas. 

Qué tienen los indígenas para que no los valore a la altura, a la altura mía, ¿qué tienen?

Nuestro Oaxaca está lleno de pueblos indígenas, de pueblos indígenas, ¿y por qué los despreciamos? ¿por qué los humillamos? ¿por qué nos reímos a veces de ellos como andan vestidos? ¿por qué? ¿por qué no somos esa luz y esa sal para encontrarnos con el hermano indígena, zapoteco, mixteco, triqui? ¿por qué?

¿Por qué no queremos juntarnos con ellos? ¿Porque no hablan nuestra lengua? Pues fíjese que nos ganan porque ellos hablan la lengua nuestra y, además, otra lengua, otra lengua.

No despreciemos, no despreciemos a nuestros hermanos. Los encontramos a diario, por las calles de nuestra ciudad. No los despreciemos, no los humillemos, no nos burlemos de ellos.

Son el rostro de Dios también, son el rostro de Dios. El rostro de Dios en esos hermanos nuestros. 

También, nuestro Oaxaca es un lugar donde llegan muchísimas personas, cientos, miles de hermanos nuestros que no son de nuestro país, migrantes que han salido de su tierra porque quieren estar mejor. Así han salido muchos de nuestros hermanos oaxaqueños hacia los Estados Unidos o hacia las grandes ciudades o espacios de nuestra República, buscando un trabajo para estar mejor en su familia.

Pues esos que vienen, migrantes, hondureños, guatemaltecos, salvadoreños, cubanos, venezolanos, también van en busca, en busca de estar mejor y qué triste es darnos cuenta de que los maltratamos, de que los insultamos y que les decimos: “lárguense, lárguense para su casa, a qué han venido” ah, pero eso sí, gritamos y defendemos a nuestros hermanos oaxaqueños que son maltratados en los Estados Unidos y, cuando llegan los hermanos de Centroamérica los maltratamos.

¿Por qué gritas defendiendo al oaxaqueño y maltratas al que viene de otro país? Defiéndelo también, es tu hermano, es tu hermano.

Si no les tendemos la mano, por lo menos no les digamos cosas que les hieran, por lo menos. Yo, eso pediría. No alcanzo, no traigo o a lo mejor no quiero darles algo para que coman, pero no los maltrates, no los maltrates, no los insultes, no los desprecies, no los humilles. 

Qué tal que fuera tu hermano, qué tal que fuera tu hermano. Mira a esa persona como si fuera tu hermano, a ese que tal vez no tiene tu color, pero es tu hermano, es un ser humano como tú y, si hoy puedes ayudarlo, ayúdalo. ¿Qué nos dijo la primera lectura? Comparte tu pan con el hambriento, comparte tu pan. No nos vamos a quedar pobres, Dios nos va a bendecir y nos va a bendecir a manos llenas, porque así es Dios. Si tú compartes, Dios llena tus manos y esas manos llenas de obras buenas, de caridad, van a presentarse ante Dios y te van a decir: “Ven, Bendito de Mi Padre, ven a poseer el Reino porque tuve hambre y me diste de comer”. “Era un migrante y me tendiste la mano, me aceptaste, me amaste, me respetaste”. 

Es lo que creo que Dios nos dice hoy y lo comparto, lo comparto desde este corazón de Padre, porque yo me siento padre, usted me dice padre y me siento padre y quiero que mis hijos tengan esas actitudes, sean esa sal y sean esa luz y sean capaces de agradar a Dios con todas sus obras.

Bendiciones para todos en el caminar de esta semana, bendiciones y que Dios los cuide siempre, los proteja y los defienda de todo mal.

Que María, Nuestra Madre, nos siga acompañando y siga tocando nuestro corazón para que sea un corazón sensible que sabe amar a los demás y que se desprende, se desprende de muchas cosas para vivir la generosidad que quiere Dios.

Que así sea.

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