Alejandro Leyva Aguilar

Me tocó ayudar a una niña de primaria a hacer la tarea de geografía -que ahora, esa asignatura tiene otro nombre- y le pedían que describiera los cambios que ha visto a lo largo de su muy corta vida en su entorno próximo…me hizo reflexionar.

Ella no se ha percatado de lo que pasa a su alrededor, quizá haya visto algunas calles recién pavimentadas, alguna tienda de conveniencia cerca de su casa, algún árbol caído por las lluvias, seguramente ha sentido estos calores extraños de noviembre, pero no se ha percatado, por su corta edad, de los cambios sustanciales que ha sufrido nuestra ciudad en los últimos cuarenta años.

Conoce un hilo de aguas pestilentes al que le llamamos Río Atoyac, pero cuando le platiqué que en ese río yo iba a nadar y pescaba charales en sus otrora cristalinas aguas, me dijo ¡Leyva, me estás mintiendo, eso no es cierto!… sentí vergüenza.

Y la sentí porque mi generación es culpable de que el Atoyac haya muerto, que ya no se ponen las parvadas de blancas garzas en sus riveras porque ya no hay peces que comer. A mi generación, esa que nació entre 1966 y 1970, nos debió corresponder cuidar de esa belleza que era nuestro río.

Le conté que viví muchos años en la casa de mis padres en la calle de Morelos entre Sabino Crespo y Tinoco y Palacios, que entonces yo jugaba futbol en esa calle porque pasaba un carro cada media hora en aquel lejano entonces, también le dije que nuestra vida era mucho más tranquila, que casi todos nos conocíamos en Oaxaca y que el directorio telefónico tenía apenas unas 25 páginas.

No me lo creyó, pero es una realidad incontrovertible que nos hemos acabado el medio ambiente de Oaxaca y lo mismo ha pasado con otras ciudades como Tehuantepec o Juchitán donde también me tocó ver esos ríos llenos de vida y hoy están casi muertos por la contaminación, sin que además, hagamos conciencia de lo que estamos haciendo.

Viví en el Istmo de Tehuantepec, mojé mis pies en el “Gigu Bicu” (Río de los Perros porque ahí había nutrias), conocí sus aguas cristalinas e irremediablemente le pasó lo mismo que al Atoyac, murió por la acción del hombre, por nuestras acciones y me incluyo.

También viví en Santa Maria Huatulco y, pareciera que el destino de todas nuestras fuentes de agua, es la misma: el Río de Huatulco también está ya contaminado por la acción del hombre que, como plaga, acabamos con los recursos naturales que tenemos a la mano sin darnos cuenta que nos estamos matando.

Hace apenas 45 años, el Río Atoyac cruzaba la ciudad de Oaxaca y algunos municipios; con sus aguas cristalinas, irrigaba con sus inundaciones los verdes campos de los valles centrales; en el Barrio de la Trinidad había huertos (por eso se llama Trinidad de las Huertas) y Candiani era una cuenca lechera, Oaxaca era verde y no solo por su cantera.

Apenas hace 30 años, en el Río de los Perros, nadaban mojarras de hasta medio kilo de peso aunque ya no había nutrias, si había vida; lo mismo en Tehuantepec y ese Río tan majestuoso que atraviesa el corazón del istmo; en Huatulco aun hay agua clara, aunque contaminada pero hay oportunidad de salvar al Río de Santa María y de Coyula si existiese voluntad.

Me pregunto ¿qué le vamos a decir a las nuevas generaciones que no tuvieron la posibilidad de ver a esos ríos correr y llenar de vida los alrededores con el flujo de sus aguas?, los hemos matado y esa es una responsabilidad nuestra totalmente.

Yo no sé si haya manera de recuperarlos pero si se que es necesario que tomemos conciencia de ello y, por lo menos pongamos un poco de nuestra parte no tirando basura, propiciando el reciclaje, separando los deshechos, multiplicando la conciencia.

Éstas generaciones que hoy están en la primaria, tienen mucho que reclamarnos y no vamos a tener respuestas que darles, lo mejor es comenzar con acciones para no irnos a la tumba con esa pesada carga de haber acabado con nuestros recursos.

No solo me siento culpable del desastre, estoy consciente de que lo soy por acción u omisión y también sé que me toca aportar mi grano de arena. Por lo pronto ofrezco una disculpa a las nuevas generaciones por mi irresponsabilidad.

@leyvaguilar
Facebook: Francisco Alejandro Leyva Aguilar
Instagram: leyvaguilar

Compartir