HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS

20 DE NOVIEMBRE DEL 2022. Este es un domingo para que agradezcamos a Dios las bendiciones que ha derramado sobre nosotros y sobre la Iglesia a través de todo este Año Litúrgico.

Con esta festividad de Jesucristo Rey del Universo, culmina el año litúrgico y nos preparamos para iniciar un nuevo año litúrgico el próximo domingo, con el primer domingo del Adviento.

Durante este año, Dios nos brindó la oportunidad de profundizar en los grandes misterios de nuestra Salvación.

Fuimos celebrando durante todo este tiempo festividades en honor a Jesucristo, en honor a la Madre de Dios y en honor a los santos y, la Palabra de Dios se fue pronunciando domingo a domingo y nosotros a fuimos escuchando con espíritu de fe y dispuestos siempre a dar una respuesta a ese mensaje divino.

Hoy culminamos todo esto viviendo la Festividad de Jesucristo Rey del Universo.

El Evangelio nos presenta al Rey del Universo no sentado en un trono, nos lo presenta con sus brazos extendidos en una Cruz. Ahí está Nuestro Rey, en una Cruz, no está en un trono, está en una Cruz y ¿tú sabes por qué está en una Cruz? Porque la misión que a Jesucristo le encomendó el Padre fue salvarnos a todos nosotros y nos salva muriendo en la Cruz. Ahí nos salva.

El momento más grande de Nuestro Señor Jesucristo es cuando da Su vida por nosotros. No son los momentos de milagros, de prodigios, de aplausos, es en la Cruz, ese es el momento más sublime de Nuestro Señor, cuando da su vida por nosotros.

No tiene la corona que utilizan todos los reyes, una corona de oro. Así como no está en un trono, tampoco tiene una corona de oro, tiene una corona de espinas. Nuestro Rey está coronado con una corona de espinas. Nuestro Rey está en una Cruz, dando Su vida por nosotros y, todavía en la Cruz, los que fueron testigos de la resurrección de los muertos, de la resurrección de Lázaro, de la resurrección de aquel hijo de la viuda de Naim, de los milagros que hizo Nuestro Señor, de dar la vista a los ciegos, oído a los sordos, hablar a los mudos, caminar a los paralíticos y sanar de muchas enfermedades, todavía, después de haber visto todo eso, le gritaban: si eres el Mesías, el Hijo de Dios, bájate de la Cruz para que creamos en Ti.

El Seños no se va a bajar, porque aquellos hombres no querían creer en Jesucristo, no lo querían aceptar como el Mesías esperado. Sólo uno, por supuesto también María, que estaba al pie de la Cruz y el apóstol Juan y otras mujeres, pero era un grupito reducido de personas que creían en Cristo Mesías, en Cristo Salvador, en Cristo Rey, pero ahí aparece un hombre que está crucificado con el Señor, reconoce Su Señorío, reconoce su ser de Rey, y le hace una petición: acuérdate de mí cuando estés en Tu Reino, acuérdate de mí. Inmediatamente el Señor responde: hoy estarás Conmigo en el paraíso. Ahí está el primero de los santos. Dios le aseguró el cielo porque, ahí en la cruz, le perdonó todas sus miserias, reconoció que él culpablemente estaba ahí, crucificado y se lo decía al otro crucificado: hicimos mal y por eso estamos aquí, pero Él ningún mal ha hecho. “Acuérdate de mí” y alcanza la salvación, alcanza la misericordia, toca el corazón misericordioso de Dios y le perdona y le asegura, le asegura la felicidad eterna.

Ojalá y nosotros aprendamos a reconocer nuestras debilidades, miserias y pecados y acudir a quien es Nuestro Rey y Señor, quien siempre está dispuesto a perdonarnos. Que tú nos seas uno de los que comete errores y que concluye diciendo: “y no me arrepiento de lo que hice”. No te desgracies la vida, no digas así, no pienses así, reconoce tu error y toca el corazón misericordioso de Dios para que alcances el Perdón Divino.

¿Qué te ganas con guardar rencores? ¿qué te ganas con recordar todo eso que te dolió? ¿qué te has ganado? Amarguras, desilusiones, enfermedades. No te has ganado nada, pero si te pones en gracia, te pones en paz, lo ganarás todo. No pierdas todo, gánalo todo teniendo misericordia, dando tu perdón y esa es una gracia que hay que alcanzar de parte de Dios.

No se te olvide que formamos parte del Reino de Jesucristo que es un Reino eterno y universal, un Reino de santidad y de Gracia. Un Reino de justicia, de amor y de paz.

Quiero que analices, que analices, en tu vivencia como seguidor de Jesucristo si en ti está la verdad, si vives en la verdad o te mueves en la mentira, en el engaño, en la hipocresía. Si tienes la vida de Dios, si te preocupa vivir en amistad con Dios o te da lo mismo. “Me da lo mismo vivir con Dios que vivir sin Dios, al fin y al cabo la vida pasa” y tientas a veces a la misericordia diciendo: al final de la vida pediré perdón a Dios y alcanzaré Su Misericordia, porque Dios no niega Su perdón y misericordia a quien le busca, pero ¿cuándo es el final de la vida? ¿lo sabes? ¿Cuánto es tu final? Hoy puedes llegar a dormir y mañana ya no estás y ¿cuándo pensabas pedir perdón a Dios? ¿cuándo pensabas pedir Su Misericordia? 

Ya no hay tiempo.

Hoy, toca la misericordia, hoy vive en la verdad, hoy vive en la gracia, preocúpate por vivir en gracia para que esté presente en ti ese Reino de Jesucristo. No caben las mentiras, no caben las falsedades, no caben los dobles rostros, aparentar lo que no somos, no cabe en un seguidor de Jesucristo y busca la paz, trabaja por la paz, por la paz con Dios, por la paz contigo mismo y por la paz con los demás.

Nuestro mundo necesita paz, nuestros pueblos necesitan paz.

¿Por qué hay tanto odio? ¿por qué hay tantas venganzas? ¿por qué hay tantos asesinatos? ¿por qué? Porque nos falta el amor, porque no somos justos, porque creemos que nosotros somos los únicos y somos los que tenemos el derecho, los demás no tienen derecho más que puras obligaciones. Los derechos tuyos son obligaciones del otro, pero los derechos del otro son obligaciones tuyas. No nada más exijas derechos, también cumple con tus obligaciones, para que seas justo y, en primer lugar, sé justo con Dios.

Él te pide cómo tienes qué vivir, respóndele, haz presencia del Reino en ese caminar. Vive el amor y siempre muévete por amor a Dios, por amor a Dios, por amor al Rey del Universo.

Un Reino de Justicia, de Amor y de Paz.

Pues hay que vivirlo en la familia, en primer lugar; hay que vivirlo en la comunidad; hay que vivirlo en nuestro país.

Vamos poniendo de nuestra parte y tener siempre la esperanza de que los demás también pondrán de su parte.

Demos gracias a Dios por lo que vivimos en este día, esta festividad de Jesucristo, Rey del Universo y que realmente Él siga siendo Nuestro Dios y Señor, Nuestro Rey, para que, así, este mundo se transforme, se cambie y sea agradable a los ojos de Dios y nos ayude a ser felices a todos nosotros.

Que así sea.

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