ERNESTO REYES

La idea de neutralizar a connotados priistas llevó al presidente de la República a anunciar, “un próximo reconocimiento, un homenaje”, antes de que concluya su mandato, al gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat. Si esta promesa se hace realidad, antes del 30 de noviembre, quedaría sin materia cualquier indagatoria sobre su desempeño en el gobierno, y premiaría la carrera política en que lo ubicó su padre, José Murat Casab, el verdadero poder tras el trono.

Si Murat abandona el gobierno, limpio, impune, sin sospecha que manche su gestión, expediente que tendría que avalar su sucesor, Salomón Jara, mucha gente agraviada por el mal desempeño gubernamental quedaría molesta.

El mandatario local aspira a una eventual candidatura presidencial por su partido, el PRI. Pero acercarse a López Obrador lo vuelve sospechoso de “colaboracionismo” a ojos de una oposición cada vez más recalcitrante. Aunque su repentino progresismo sea falso. No obstante, puede ponerse a disposición para un puesto diplomático o bien pelear el relevo de su compadre “Alito”, Alejandro Moreno. 

No cae nada bien dicho anuncio, pues Oaxaca es de las entidades donde López Obrador tiene mayor respaldo a sus políticas. Tampoco se han pronunciado partidos, legisladores, dirigentes sociales, sectores que conocen muy bien el desastre en que el mexiquense deja a Oaxaca. Hay familias, no obstante, que quedan muy ofendidas porque no se les hizo justicia o, como denuncian, se protegieron conductas ilícitas. El propio presidente puso al CAO como ejemplo de una entidad con manejos turbios. 

Salvo sectores duros del magisterio que anuncian movilizaciones de protesta en rechazo al homenaje, falta la voz de quienes sufrieron o han sufrido abusos y represión por parte de una sola familia en dos momentos de la historia oaxaqueña.

Alejandro Murat nunca se esmeró en atender los grandes problemas del Estado o bien prefirió administrarlos a ver si se resolvían solos con el tiempo. Como, por ejemplo, la grave crisis de la basura donde su administración hace como que no le corresponde, dejando solo a Francisco Martínez Neri, a quien lo rebasa una problemática que compete a la capital, pero también al gobierno del estado y a una veintena de municipios, cuyas consecuencias impactan al turismo, la salud pública y la convivencia social. 

Murat se dedicó a viajar al extranjero con cualquier pretexto; y fue notoria su falta de atención a pueblos y comunidades en torno a problemas intercomunitarios, agrarios y de derechos humanos, contaminación, pobreza, inseguridad y criminalidad ascendente; escasa producción agrícola y obras de infraestructura urbana y comunitaria. Durante su gestión se permitieron saqueos en el sistema de salud y al menos un hospital falso, el de Tlaxiaco. Asimismo, crecieron exponencialmente los feminicidios y atentados contra periodistas y defensores de derechos humanos. Y sobre el combate a la corrupción fueron solo discursos: acaso tres peces medianos.

Obra pública de gran calado no existió. Presenta, ya de salida, la rehabilitación de las Riberas del río Atoyac, renombradas como Circuito Interior; la ampliación de la avenida Símbolos Patrios; un nuevo centro cultural inconcluso, y el centro gastronómico, proyectos que se hicieron contratando millonaria deuda. Eso sí, se divirtió en cuanta guelaguetza, feria o mayordomía que le tocara participar. 

Aprovechando el compromiso presidencial de pavimentar accesos a las cabeceras municipales, Murat acude a la supervisión de obras que fueron financiadas por la Federación. Pero él, al igual que mandatarios anteriores, nunca hizo lo propio a fin de mejorar la comunicación entre pueblos de la mazateca, los bajos mixes, la sierra Juárez, los chatinos, los triquis, la mixteca, sierra sur y tantas otras. Hasta el último corte, los caminos artesanales suman 110.

Los oaxaqueños estamos de pie, a pesar de la pandemia, gracias a un mejor desempeño de la economía nacional y a los programas sociales (Bienestar) que son generales y disminuyen la desigualdad; a las expectativas del Corredor Transístmico y la reactivación de la Refinería de Salina Cruz. De lo demás, vivimos de lo poco que nos deja el turismo.

El colmo de la gestión muratista fue el engaño, mediante el sistema integral de transporte público, Citybus, proyecto que solo duró diez meses en operación, con una sola ruta, ante sospechas de malos manejos y no querer tocar al “pulpo” camionero. Las súper carreteras Costa e Istmo, en un 90 por ciento están a cargo de la Federación. Así las cosas, cabe preguntar: ¿Por qué homenajear a un gobernante que toleró al Cártel del Despojo y que solapó a funcionarios corruptos e incompetentes? No se debe premiar la opacidad, el saqueo, la ineficiencia, el abuso y la frivolidad. Disculpe presidente, pero así no.  

@ernestoreyes14

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