HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

18 DE SEPTIEMBRE DEL 2022. Hermosos textos de la Escritura que Dios permite que escuchemos, que meditemos y que hagamos nuestros.

Con ese espíritu de fe, de profunda piedad y con esa humildad y sencillez de corazón, reflexionemos en esta Palabra Divina y veamos qué es lo que nos pide Dios a nosotros.

En primer lugar, aquí estamos, en torno a esta mesa, donde Cristo se ofrece al Padre por todos nosotros, pecadores. Nos ha invitado el Señor a participar de Su Banquete y somos pecadores.

No nos queda a ninguno de nosotros pensar o decir por qué tal persona está aquí, en la misa, porque a veces así sucede. Señalamos a los demás y decimos: “ese, ese vive mal y no debería de estar aquí, debería de estar en otra parte”.

Nuestro Señor nos ha dicho cómo se tiene que compartir la vida con todas las personas, porque todos nosotros somos pecadores. Nadie es mejor que nadie porque si nosotros nos ponemos así, a compararnos con los demás, nos estamos llenando de orgullo y de vanidad. Si yo me comparo con otro y digo que soy mejor que él, soy un orgulloso, me falta humildad. Tendré que decir: “soy tan pecador y tengo tantos defectos como los tiene él” y punto y no hacer juicios contra los demás.

La Palabra de Dios, sobre todo el texto del Evangelio, nos hace unos señalamientos muy interesantes. Las tres parábolas en las que aparece el pastor, la mujer y el padre, nos dicen que les falta algo, les falta algo. 

El pastor, el pastor dice: “me falta una oveja, me falta una oveja”. La mujer dice: “me falta una moneda”. El padre dice: “me falta un hijo”. A los tres les falta algo. 

Tal vez nosotros en el juicio podríamos decir: el pastor tiene 99 ovejas, pues ahí que se pierda aquella, no es ningún problema, que se le pierda. La mujer tiene 9 monedas con ella, se le perdió una, pues ahí que quede. El padre tiene otro hijo bueno, que está ahí con él, obediente, pues que deje al otro que ya se perdió.

¡No! La Palabra de Dios nos dice: el pastor fue en busca de la oveja; la mujer fue en busca de la moneda y el padre pues de alguna forma buscaba a su hijo y tenía esos deseos de encontrarse con él.

Así es Dios con nosotros, siempre, siempre nos busca porque le hacemos falta, somos de Él, somos sus hijos y no nos quiere hijos perdidos, no nos quiere perdidos. Tú cuentas para Dios, cuentas para Él. A veces nos quedamos muy tranquilos nosotros los sacerdotes porque vemos que en nuestro domingo viene un buen número de fieles a participar, pero se me hace que aquí estamos al revés, miles y miles no vienen, vienen unos cientos, pero otros miles no vienen y tal vez no nos hemos preocupados por esos que no vienen y no lo digo nada más por mí, también quiero decirlo por ti, por ti, porque también a ti te toca hacer que aquella persona que se ha alejado venga, se acerque, vaya en busca de… y tú tienes que decirle, tú tienes que decirle que Dios lo está esperando, que le interesa, que tienes que venir y encontrarte con Él, encontrarte con Él.

Tenemos que hacer algo por los que sentimos que andan alejados, que andan perdidos y que se han olvidado de Dios. Tenemos que hacer algo.

Si nosotros nos comportamos como el hijo mayor, creo que no le agrada a Dios, no le agrada a Dios.

El padre salió a encontrarse con su hijo mayor y ese hijo mayor no reconocía a su hermano, no dijo: “mi hermano”, dijo: “ese hijo tuyo, ese hijo tuyo” y el padre, cuando entró en diálogo con su hijo le dijo: “tu hermano ha regresado”, no le dijo: “mi hijo ha regresado”, le dijo: “tu hermano ha regresado”. Si tú no lo reconoces como hermano, yo sí reconozco a los dos, que son hermanos y, por lo tanto, si son hermanos, son mis hijos, pero los dos y tienen que reconocerse ustedes dos como hermanos y aquí hay algo que tenemos que hacer, a veces no reconocemos a los demás como nuestros hermanos, porque según nosotros no están a nuestra altura, no son como nosotros… híjole, ¿en qué estamos pensando?, ¿cómo estamos midiendo la hermandad, la fraternidad? ¿Cómo? ¿Con qué pensamiento? ¿Entonces, mi hermano es solamente el que es hijo de mi padre y de mi madre? ¿Ese es mi hermano?  Y tal vez en nuestra cultura así es, porque a veces cuando es hijo sólo de mamá o de papá decimos: “es mi medio hermano” “mi medio, la mitad”. ¡Es mi hermano y usted es mi hermano! ¡Usted es mi hermano según el pensamiento de Dios y nosotros tenemos que vivir así, con el pensamiento de Dios. Con el pensamiento de Dios.

Reconozcámonos como hermanos.

También tenemos que ver, Dios siempre tiene misericordia. Dios no condena. Dios no condena. Dios perdona siempre, pero perdona al que quiere ser perdonado, al que quiere ser perdonado y el perdón se va ganando. 

Si usted niega el perdón a alguien, le está diciendo a Dios que no lo perdone, porque Él mismo nos dice: “perdona y serás perdonado”. 

Yo niego el perdón ¿cómo quiero alcanzar el perdón divino para mí, si lo estoy negando?

Nunca niegue el perdón a alguien para que Dios siempre tenga misericordia de usted y le perdone. No vea a Dios como un Dios que castiga, como un Dios que niega Su Misericordia y Su perdón. No. Es un Dios que abraza, es un Dios que nos comprende, es un Dios que no nos condena sino que nos perdona y nos llena de paz. 

Así búsquelo, así encuéntrese con Él, con ese Dios.

Ahora también, pues la primera lectura nos hablaba de que el pueblo de Israel se desordenó, se desordenó, se alejó de Dios y Moisés imploró misericordia, imploró perdón: “no acabes de este pueblo, en recuerdo de Abraham, de Isaac y de Jacob. En este pueblo que Tú elegiste, que sacaste de la esclavitud de Egipto. No acabes con él, ten piedad, ten misericordia… y Dios tuvo piedad.

Creo que aquí también nosotros algo tenemos que hacer ante ciertas situaciones que se viven en nuestros pueblos, tenemos que ser intercesores, tenemos que suplicar a Dios que tenga misericordia, que toque el corazón para que haya la conversión, en primer lugar de nosotros y enseguida de ciertas cosas que pasan en nuestras sociedades.

Seguimos viviendo en un ambiente de inseguridad, de violencia, de inseguridad. Seguimos escuchando y leyendo que hay muertos aquí y allá, que el corazón de hombre se ha endurecido y que no nos vemos como hermanos.

Seguimos también escuchando que en nuestra ciudad de Oaxaca hay mucho miedo, mucho temor, porque no hay respeto, no hay respeto a los bienes que tal vez con el esfuerzo y con el sudor de nuestra frente hemos adquirido o traemos en un momento de nuestra vida. Hay muchos robos en nuestras casas. Hay muchos robos en las tiendas, en los restaurantes, en la calle.

Con frecuencia escuchamos a personas, y sobre todo mujeres, que nos dicen: “me libré de que me arrebataran el bolso, donde traía poquitos recursos”. Van a veces a disfrutar con su familia y tienen un momento amargo de temor, de miedo, por lo que sucede a veces ahí que, con arma en la mano les dicen: “entreguen todo, entreguen todo”.

Así estamos viviendo en nuestras ciudades y Oaxaca no es la excepción. Así estamos viviendo. ¿Qué ha pasado?  Pues que nos hemos desordenado y ahí es donde nosotros tenemos que entrar para decirle a Dios: “Señor, una gracia para que estas personas que se han desordenado reencuentren el orden y respeten lo que les pertenece a otros. Que respeten la vida, que respeten los recursos y pertenencias que tienen los demás. Es una oración que tenemos que hacer, es algo que tenemos que cultivar en nuestra familia. Desde pequeñitos, padres de familia, cultiven el amor a la vida, el amor a la vida, el respeto a las cosas ajenas, el respeto a las personas, para no ofendernos, para no herirnos, para no dañarnos.

Cultivemos eso en nuestro hogar y, en especial, en cada uno de nosotros.

Pidámosle a Nuestra Madre, la Santísima Virgen, que nos alcance esa Gracia, que ponga las palabras en los labios de nuestros padres y que abra nuestros oídos y mueva nuestras voluntades, para que cuando escuchemos los consejos, las orientaciones que nos den, nosotras las recibamos y llevemos a la vida la enseñanza y corrijamos lo que tenemos que corregir y enderecemos nuestros pasos.

Que la intercesión de María esté ahí y que nosotros sigamos buscando a Dios, tocando a Su Misericordia, buscando Su Perdón y viviendo realmente como hermanos.

Que así sea.

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