HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

28 DE AGOSTO DEL 2022

Después de la escucha de la Palabra de Dios, vamos haciendo un esfuerzo, ustedes yo, de hacer nuestro este mensaje, este mensaje divino, porque lo que dijo Nuestro Señor un día, al ser invitado a un banquete, nos lo ha dicho a nosotros el día de hoy y nos ha recordado cómo quiere que seamos en la vida.

¿Cuál es la que debe ser nuestra preocupación? ¿qué es lo que nos debe importar e interesar? 

Vivimos en un mundo que tiene su forma de pensar y usted y yo somos seguidores de Jesucristo, nos llamamos discípulos de Él, Él es Nuestro Maestro y las enseñanzas de Nuestro Maestro están en el Evangelio y Él nos va diciendo cómo debe de ser Su discípulo y nos movemos en este mundo que tiene un pensamiento distinto al pensar del Señor Jesús, distinto al Evangelio. ¿Qué hay qué hacer? ¿Con quién está comprometido usted, con Nuestro Señor o con el mundo? ¿A quién quiere agradar, a Nuestro Señor o agradar al mundo?

El mundo te dice que hay hasta clases sociales, nos clasifican, hay clases sociales, hay clase de primera, de segunda y de tercera y hay unos que no alcanzan ni un numerito.

Hay ricos y pobres, hay sabios e ignorantes, hay hombres y hay mujeres y todo es clasificado.

¿Usted se siente de primera clase? ¿De qué tipo de clase? ¿De pura sangre? Ni que fuéramos animales.

Somos seres humanos, somos hijos de Dios, somos personas y usted y yo no elegimos, no elegimos en qué cuna nacer, en qué petate nacer, en qué tierra nacer. 

Usted no eligió su tierra ni yo tampoco. Usted no eligió ni a su padre ni a su madre, lo eligió Dios. Todo viene desde allá arriba, desde Dios y a quien le tengo qué responder es a Dios y a quién tengo qué agradar es a Dios, pero este mundo con sus pensamientos nos va comiendo y a veces por eso no nos juntamos con los demás, porque no son de nuestra clase social, porque no están a nuestra altura, porque no son tan grandes como yo. “Yo no me voy a rebajar, qué esperanzas”, así pensamos a veces, no me voy a rebajar, como si encontrarme con una persona, con un hijo de Dios, tan digno y tan grande como yo me rebaje porque él es más pobre que yo, él no tiene recursos, él no tiene conocimientos, él no está preparado, él no viste como yo visto, él no se arregla como yo me arreglo, como si eso nos rebajara… “yo no me voy a rebajar” así piensa el mundo. Nuestro Señor no piensa así.

¿Qué tienes tú que no hayas recibido de Dios? Todo, todo lo hemos recibido de Dios, absolutamente todo y mi hermano ha recibido de Dios todo también y merece, merece que me acerque a él, que esté con él y que lo mire y lo trate en su grandeza.

A veces también andamos buscando poder, poder, porque este mundo nos dice que solamente los poderosos, los que tiene poder, valen y entonces peleo por ser un Presidente, para tener poder, para ser un diputado, para ser un gobernador, para ser un sacerdote, para ser un párroco, para ser un obispo, para tener poder y que los demás se inclinen ante mí para pedir los favores, los favores.

Quiero que todo mi pueblo venga a mí y se doble, porque yo soy la autoridad, porque yo soy el párroco, porque yo soy el Obispo, dóblate. Si me vas a pedir algo te tienes que doblar, porque yo soy el que puede.

Se nos olvida que todo eso que el mundo dice que es poder, para Dios es servicio, para Dios es servicio y a Dios le agradan los servidores, no los poderosos. A Dios le agradan los humildes y sencillos, pero no los orgullosos y vanidosos. A Dios le agradan los que no tienen nada y son capaces de desprenderse de su pobreza para compartirla con los demás.

A Dios no le agradan los ambiciosos. Hoy nos lo ha dicho. A veces, queremos que la gente nos trate de una forma muy especial, porque yo soy “fulano de tal”, porque tengo este nombre y estos apellidos, porque soy esto en el pueblo, me tienen que tratar de una forma muy especial y atenderme de una forma muy especial. Caemos gordos, caemos pesados y si nos atienden, claro que nos van a atender lo mejor pero acá el que nos está atendiendo le están dando vuelta los intestinos por nuestro orgullo y vanidad.

Dios nos invita a ser humildes y sencillos de corazón de nuevo. No pierdas tu humildad y tu sencillez y ve siendo más y más humilde. Si vas adquiriendo compromisos, responsabilidades, entre más responsabilidad tengas, debes de ser más humilde, debes de ser más humilde, debes de ser mejor servidor. 

Entre más bendiciones materiales te haya dado Dios, debes de ser más humilde y más generoso, capaz de desprenderte, sin hacer cuentas si va a ser negocio o no va a ser negocio.

Dios piensa diferente a como piensa el mundo y nosotros nos movemos en el mundo y no se te olvide que la iluminación que debes de utilizar para ver si estás bien es el Evangelio, es el pensamiento de Nuestro Señor, es lo que dice Él y como lo dice Él.

Ojalá y esta Palabra Divina dominical nos motive a nosotros para ser más hermanos, más fraternos, más humildes, más sencillos de corazón y, ya para terminar este momento, ojalá y nuestros niños y niñas de nuestro Oaxaca puedan ir a las instituciones educativas. Han sufrido bastante nuestros niños, a lo largo de todo este tiempo de la pandemia, se han quedado con muchas limitaciones en sus conocimientos, porque no es lo mismo estar en un aula que estar frente a una pantallita o frente a un celular y algunos han tenido que dejar la escuela porque no tienen una pantallita, porque no tienen un celular, porque no tienen internet, porque no tienen cómo comunicarse y en nuestro Oaxaca son miles y miles que están en esa situación, porque hay lugares de extrema pobreza, de miseria, pero a veces no la queremos ver, cerramos los ojos, no vemos a esos pobres, no vemos a esos humildes.

Se inicia un nuevo curso, ojalá nuestros niños vayan con esa ilusión y esa esperanza de seguirse preparando porque el día de mañana van a ser quienes estén al frente de tantas y tantas instituciones, quienes estén al frente de familias, el día de mañana, de oficinas y necesitamos que se preparen, que pongan unos buenos cimientos en su kinder, su primaria, su secundaria, su preparatoria, su universidad y ojalá los maestros, los maestros miren a sus alumnos con amor, con amor, sin distinciones, porque no hay que herir el corazón de un niño, que a lo mejor se siente despreciado porque viene de una familia pobre, o de un niño que le cuesta muchísimo aprender porque tiene una capacidad limitada.

Ojalá nuestros maestros miren el rostro de los niños con amor y con ternura, con respeto, con respeto, como si fueran sus hijos y preocupados por ellos para cuidarlos y para transmitirles esa ciencia con mucho paciencia y caridad y decirle a cada uno de los niños que a él le interesa que ellos se preparen, que ellos estudien, que ellos sean grandes estudiantes, a todos por igual.

Dios conceda esa Gracia a todos los que tienen la vocación de ser maestros en las escuelas, de transmitir ciencias y que los padres de familia se sigan sacrificando por sus hijos para que le encuentren sentido a estudio, al estudio de los hijos y al estudio de las hijas, porque a veces hacemos también diferencias y hacemos menos. Al hijo le damos todo y a la hija no le damos nada, porque decimos: “para que te cases y tengas muchachos, no necesitas estudios”, ande pues, ah, y el muchacho sí necesita estudio para que se case, mira qué casualidad, el hombre sí, la mujer no.

¿Pues qué entiende usted en un ser de padre y qué entiende usted en un ser de madre? Mientras más preparado estén el padre y la madre, será mucho mejor. Por eso, papá, mamá, la misma atención para el hijo, la misma atención para la hija. La misma oportunidad para uno y para otra, la misma, porque no hay que hacer diferencia, no hay que hacer diferencia. Así nos lo enseña Dios y así lo quiere Dios.

Gracias papás por sacrificarse y gracias maestros por practicar virtudes y por esas obras de misericordia de enseñar al que no sabe, enseñarle con amor, con mucha responsabilidad, con mucha generosidad.

Que Nuestra Madre, que enseñó a Su Hijo Jesucristo a ser ese Hijo de Dios, comprometido y haciendo la voluntad de Dios, nos ayude y nos alcance las gracias que necesitamos para ser, como nos dice Nuestro Señor, humildes y sencillos en la relación con los demás.

Que así sea.

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