HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
14 DE AGOSTO DEL 2022. Siempre le pido a Dios una Gracia muy especial para que llegue al corazón de quienes escuchamos Su Palabra, la meditamos y la hacemos nuestra. En este domingo, Dios nos acaba de hablar, hay algo que tal vez nos provoque una confusión, porque todos los días pedimos por la paz, estamos necesitados de paz y le pedimos al que llamamos Príncipe de la Paz, que es Jesucristo, al que dijo: mi paz les dejo, mi paz les doy.
Al que invitó a sus apóstoles y, por tanto, a todos nosotros nos sigue haciendo la invitación, permanezcan unidos para que el mundo crea, vivan la comunión y vivan en paz y, hoy, El que pronunció esas palabras en un momento de su vida pública, también dijo lo que acabamos de escuchar en el Evangelio: ¿creen que he venido a traer la paz en la tierra? Y nos dice: no he venido a traer la paz, porque estarán divididos dos contra tres y tres contra dos. El padre contra el hijo, la madre contra la hija
¿Cómo entender entonces la invitación que nos hace a vivir en paz y cómo entender mi paz les dejo, mi paz les doy? ¿Se está contradiciendo Nuestro Señor? No, no. Vayamos hasta ese momento en que José y María llevaban al Niño para presentarlo al templo y ahí estaba un anciano, llamado Simeón, que lo tomó en los brazos y dijo que ese Niño iba a ser signo de contradicción, signo de contradicción y a María le dijo: una espada te atravesará el alma.
Hoy el Evangelio nos está diciendo que realmente Jesucristo es signo de contradicción, y por qué, ah, porque unos lo aceptan y otros lo rechazan, porque unos viven el Evangelio y otros están en contra del Evangelio, por eso, por eso hay división, por eso se pierde la paz.
El día que nosotros aprendamos a vivir el Evangelio juntos, pero tal como es, no lo acomodemos a nuestros criterios y a nuestros gustos personales, vivámoslo tal como es, ese día tendremos paz. Hoy, por ejemplo, estoy segurísimo que en muchos hogares de nuestra ciudad de Oaxaca, hubo ahí pleitos, reclamos o va a haber porque el padre o la madre le dicen al hijo: hijo, es domingo y tienes que ir a misa y el hijo le responde, no voy, yo no voy, a mí no me interesa la misa y ahí hay una discusión y ahí hay un pleito y ahí se pierde la armonía y se pierde la paz, porque este papá y esta mamá quieren responderle a Dios y quieren también que su hijo le responda a Dios y este hijo dice: yo no le respondo a Dios. Ahí está el signo de contradicción.
Pero grábate bien en tu corazón que si vivimos el Evangelio, tendremos paz. Al principio de este fragmento decía el Señor: fuego en la tierra, he venido a traer fuego en la tierra y ya quiero que esté ardiendo. ¿De qué fuego habla? Del fuego del amor, del fuego del amor. El día en que en nosotros haya ese fuego del amor, estaremos muy comprometidos con el Señor y nuestro corazón va a arder y vamos a contagiar con esa luz de fuego de corazón, vamos a contagiar a los demás.
Tú y yo nos hemos encontrado con personas a lo largo de nuestra historia que dicen que nadie les ama, que nadie les ama. Así se expresan y así se sienten: a mí nadie me ama. Y tal vez salga de tus labios una frase: Dios te ama, Dios te ama, ¿que te quiero decir? Ámalo, para que tu frase tenga sentido y sea verdad, porque sólo pronunciar frases y no hacer sentir el amor, están huecas las frases.
En tu corazón está el fuego del amor, pues haz que esta persona se sienta amada por ti y cuando tú le digas que Dios le ama, va a decir que sí es cierto porque tú lo estás amando, tú lo estás amando y te va a decir, gracias, porque te preocupas por mí y porque me amas, porque me has animado en la vida, porque tus palabras y lo que has hecho por mí me hace que sienta sentido a mi vivir.
Necesitamos que este corazón arda.
¿Se acuerdan ustedes de los discípulos de Emaús, que iban por el camino platicando con tristeza de la muerte del Señor y que Él fue con ellos caminando y explicándoles las escrituras y que después lo descubrieron en la fracción del pan? ¿y qué dijeron? Dijeron, con razón nuestro corazón ardía cuando nos hablaba por el camino. ¿Qué sintieron? Sintieron el amor del Resucitado. Ese es el ardor que hay en el corazón, el ardor del AMOR. Ese es el fuego que quiere Nuestro Señor que ya esté ardiendo, el fuego del amor.
No niegues tu amor, no lo niegues, no le niegues la felicidad a otro porque cuando el otro se siente amado por ti te va a decir: soy muy feliz porque me estás amando, soy muy feliz. Estamos aquí para ser felices, en lo persona y hacer felices a los demás.
Ojalá y nuestro corazón siga ardiendo y podamos llevar el amor a nuestros hermanos y vivir en la paz.
Hoy también quiero decirles, a propósito de la primera lectura, donde aquel pueblo que estaba muy molesto por lo que decía Jeremías y querían acabar con él y lo llevaron a un pozo y ahí lo dejaron y ahí querían que se muriera, porque les molestaban sus palabras, hoy sigue habiendo profetas en nuestros pueblos, en nuestras ciudades y naciones.
Hay una situación de la Iglesia en Nicaragua, muy difícil. Están ahí, podríamos decir, impedidos de cumplir con su misión de ser anunciadores del Evangelio, de ser proclamadores de la Palabra Divina, sacerdotes y Obispos, porque las palabras que pronuncian los sacerdotes, los Obispos, están molestando a gobierno de Nicaragua y, entonces, pues hay que encerrarlos y hay un Obispo que se siente secuestrado con otros sacerdotes y en la puerta de su casa están ahí unos guardias para que no salgan, para que no hablen. Sabrá Dios que vaya a pasar, pero el Señor no se puede callar, no se va a callar, tendrá que seguir hablando y qué triste, qué triste que el que ahora dirige esa nación, en un momento, en un momento fue apoyado por la Iglesia y tenía ahí servidores públicos sacerdotes en diferentes oficinas y ahora está contra la Iglesia, contra la Iglesia. Qué duro y qué difícil.
Ser profeta, en nuestro tiempo, es difícil. También en nuestra Iglesia mexicana está siendo difícil para todos nosotros hablar. Se nos ha dicho que al hacer ciertas denuncias por la inseguridad que se vive en nuestros pueblos, nosotros estamos provocando un incendio en nuestra nación, estamos provocando un incendio. Al exigir justicia, sólo justicia y nada más que justicia. No decimos que hay que vengarnos, ¡no!, justicia y sólo justicia y ya dijeron que estamos provocando incendios, que en lugar de trabajar por la paz estamos dividiendo y enfrentando.
No es verdad, eso no es verdad. Queremos la paz, queremos la comunión, queremos la superación de todos.
Yo no me salgo de Oaxaca y con frecuencia mis sacerdotes me mandan algún mensaje o me hablan: Monseñor, póngase en oración, aquí tenemos problemas pueblo contra pueblo, hermanos oaxaqueños contra hermanos oaxaqueños, ya nos cerraron el camino, ya no podemos caminar por aquí, ya tenemos que dar toda una vuelta. El día que usted venga a visitarnos, va a tener que recorrer por aquí ocho horas de camino para llegar a nosotros porque hay un pueblo que nos impide irnos de forma más recta, así es que véngase por otro lado y recorra ocho horas en lugar de cuatro o de cinco, recorra ocho, porque aquí hay un problemón, y tenemos miedo –dice el padre- tenemos miedo de que tomen las armas y se enfrenten pueblo contra pueblo, oaxaqueños contra oaxaqueños.
Nosotros no podemos callar situaciones que vivimos. El profeta no puede callar, usted es profeta, no puede callar. Que Dios bendiga nuestros pueblos, nuestra nación y que bendiga otras naciones y que la Iglesia pueda cumplir su misión de ir por el mundo anunciando el Evangelio y que esta vivencia de Evangelio nos lleve a tener paz, armonía y que arda ese fuego del amor entre todos nosotros. Que por encima de gustos personales y de deseos de poder esté el amor y sea lo que realmente nos oriente y nos guíe, el amor a Dios y el amor al hermano.
Estamos en la víspera de la gran fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María a los cielos. Esta bendita imagen que tenemos aquí, yo he escuchado que dicen: la dormición de María.
Tú y yo sabemos, en un dogma de fe, con relación a María que Ella fue llevada en cuerpo y alma al cielo, en cuerpo y alma, que no conoció la corrupción del sepulcro. En este día catorce, víspera de la gran fiesta le decimos a María que alcance gracias para amar a su Hijo Jesucristo como Ella lo ama. A tenerlo siempre en nuestro corazón como Ella lo tuvo desde el principio que dijo: Yo soy la esclava del Señor.
Que María, Nuestra Madre, nos acompañe y que sigamos cumpliendo con nuestros compromisos y fidelidad respondiéndole a Dios.
Que así sea.