HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
26 DE JUNIO DEL 2022. Quisiera compartir muchas cosas en este momento por la riqueza de la Palabra de Dios pero, a la vez, quiero decirle, usted en lo personal siga profundizando en el mensaje divino, siéntase llamado por Dios, siéntase llamado.
Usted tiene una misión que cumplir y hágala responsablemente, muy consciente, lo mejor, lo mejor que esté a su alcance y trabaje siempre por extender el Reino de Dios en esa vivencia personal. No se le olvide que el Reino de Dios está en medio de nosotros, somos parte de ese Reino Divino y tenemos que extenderlo.
Y no se le olvide que el Reino de Dios tiene unas características muy especiales, un reino de justicia, de verdad, de vida, de santidad de gracia de amor y de paz.
Haga vida eso, crezca en santidad, no se mueva en el error, siempre en la verdad. No cultive en usted la mentira, la falsedad, y no destruya a nadie con sus palabras, no le cause daño a nadie porque Dios quiere que viva el amor y viva en paz y que viva en la justicia, eso es lo que quiere Dios y si usted hace vida eso, está haciendo presente el Reino de Dios y Dios nos va llamando en diferentes momentos y circunstancias de la vida. Una cosa es el estado de vida y otra cosa son esos encargos que nos hace Dios en ciertos momentos, muy especiales.
Los estados de vida están muy claros, son vida matrimonial, vida religiosa, vida sacerdotal o vida célibe en el mundo, no hay más, no le busque más, o Dios lo llama al matrimonio o Dios lo llama al sacerdocio y a las mujeres las llama a la vida religiosa o los llama a ser hombres y mujeres célibes en el mundo, santificando al mundo con una misión muy específica. Esos son los estados de vida, pero en diferentes momentos de la vida Dios nos va llamando para que hagamos algo. Tal vez en nuestro entorno se mueve mucha mentira, mucha falsedad y Dios ahí te dice: tienes que ser testigo de la vedad, testigo de la verdad aquí y eres consciente de que aquí hay mucha mentira y mucha falsedad. Que seas tú el que diga que aquí nos está faltando verdad, por lo menos eso, por lo menos eso. Nos estamos moviendo en mentiras, en falsedades, en engaños y eso no está bien. Hay que vivir en torno a la verdad. O eres testigo también de injusticias y de injusticias muy claras. Pues tienes que decir: aquí hay una injusticia, aquí hay una injusticia.
Perdemos la paz, nuestros pueblos han perdido paz. He estado escuchando a un sacerdote de nuestra Arquidiócesis que estuvo trabajando para que ya no hubiera fricciones entre dos pueblos y me manda a decir al final, feliz de la vida: Monseñor, hemos logrado que haya entendimiento, que haya comunión y que luchemos juntos para conservar la paz y no estar divididos y enfrentados como hermanos y como pueblos oaxaqueños. Bendito sea Dios.
Usted tiene que buscar la paz, usted tiene que luchar por la paz. Y usted también tendrá que decir en ciertos momentos: aquí nos está faltando el amor, la comprensión, la aceptación de unos y de otros y nos salgamos de nuestra familia, tal vez allí en la casita preguntémonos si estamos amando y preguntemos al que está al frente si se siente amado por nosotros y, si no se siente amado, pues tendrá que decirle: ¿qué es lo que me estarías pidiendo para sentirte amado? Y tal vez nos diga: “que seas más paciente, que te sientes un ratito a platicar conmigo. Ese será un signo de amor, que yo lo voy a leer así, porque me siento solo, me siento abandonado, siento que no me haces caso, que no te preocupo”.
Tenemos que estar preguntándonos si la vivencia del amor está ahí y qué nos está haciendo falta para de veras disfrutar y gozar en nuestra vida familiar, en nuestro trabajo, en nuestra relación con los demás siendo sinceros, sinceros.
Para todo esto se necesita renunciar a muchas cosas, sacrificarnos, sacrificar gustos personales y sacrificar tantas cosas porque queremos la alegría, el gozo, la felicidad, la paz en nuestro entorno.
En la oración decíamos que todos nosotros somos personas de luz, que no nos movemos en las tinieblas del error. Los que somos hijos de Dios tenemos que iluminar con nuestras obras este mundo tan lleno de tinieblas, pero a veces, nosotros con nuestras actitudes, en vez de ser luz oscurecemos más el ambiente por la vivencia de errores, de pecado, de desorden. No tenemos la vivencia de la luz. Nos dejamos engañar por el tentador. Crece en nosotros la ambición, el deseo de tener, crece en nosotros el sentimiento de sentirnos grandes, más grandes que todos, de sentirnos indispensables. Se nos olvida que debemos ser humildes y sencillo.
A veces le pedimos a Dios lo que le pedían aquellos discípulos porque no quisieron recibir al Señor en Samaria, que baje el fuego y destruya. Queremos a veces que venga Dios y acabe, que acabe con la maldad, con esto, con aquello.
Dios te hizo libre y a ti y a mí nos toca que no haya maldad, no a Dios, no a Dios. Dios es bondad, Dios es amor, Dios es misericordia y Dios te hizo bueno, Dios te hizo bueno y Dios te santificó en las aguas bautismales y te da todos los recursos para que vivas la santidad. Si nosotros vivimos en el desorden no culpemos a Dios, es culpa nuestra, son decisiones nuestras. No tiene que bajar fuego del cielo, tiene que salir de nosotros el fuego del amor, de nuestro corazón para que el ambiente donde vivimos sea más sagrado y más santo y nos respetemos.
Sufrimos con dolor cuando nosotros leemos o escuchamos las noticias. Hemos sufrido el dolor, en los últimos días, de la muerte de dos hermanos nuestros dedicados a servir, sólo a servir a los más necesitados de la Tarahumara. Ahí fueron entregando toda su vida, ahí se fueron desgastando, ahí se hicieron viejos y ahí los amaban y ellos amaban a la gente con la que vivían y trabajaban.
Pero se metió el odio, se metió la maldad y les quitaron la vida, les quitaron la vida.
Y así como esos, como nuestros hermanos jesuitas, cuántos hermanos nuestros les han quitado la vida porque se dedican al bien de sus hermanos, porque se dedican al servicio. Este es el mundo en el que nos estamos moviendo, un mundo que nos está llenando de miedo, de temor, porque no sabemos con quién nos vamos a encontrar y decimos: ya no se respetan, ni se respeta a las personas ni se respetan los espacios porque el asesinato de nuestros hermanos jesuitas fue dentro de un templo, de un lugar sagrado, de la casa de Dios, ante la presencia de Jesús Eucaristía. Ahí se levantó un arma y le quitó la vida a quienes servían con amor a sus hermanos.
Pero también le han quitado la vida a tantos y tantos hermanos nuestros en el santuario de la vida que es su pequeña Iglesia doméstica que es su casa. Hasta ahí han entrado para asesinar y matar. Hasta nuestros hogares, hasta dentro de nuestra casa acribillan a uno y a otro.
Cuánta maldad ha crecido en el corazón del hombre. Que no crezca en ti, cuida esto, tu corazón, cuídalo, porque no estamos libres de que el demonio se meta en nosotros y nos lleve a hacer maldades. No estamos libres pero que no te venza el tentador, que no te venza la ambición, que no te venza el querer enriquecerte injustamente. Cuidado.
Hoy, Dios nos dice: ahí es donde yo te quiero como discípulos, ahí es donde yo te quiero para que anuncies el Reino de Dios en todos esos momentos y circunstancias de la vida.
Es lo que me dice Dios a mí hoy para compartirlo. Es lo que me dice para vivirlo también, no para decírselo nada más a ustedes, para vivirlo.
Yo tengo que crecer en el amor, en el servicio, en la entrega, en la fidelidad y usted tiene que crecer.
Que Dios nos ayude, que María, Nuestra Madre, nos bendiga y nos proteja como Nuestra Madre. Ante todo esto que vivimos, necesitamos mucha protección.
A mí me dicen ustedes: cuídese, cuídese mucho, cuídese mucho y usted me está cuidando porque no solamente me dice “cuídese mucho” sino que le dice a Dios: cuida a mi Obispo, en donde quiera que ande, cuídalo, protégelo y eso mismo decimos nosotros: Señor, cuida a nuestros hermanos, cuida a nuestros pueblos, cuida a las familias, bendice los hogares, bendice a los hijos, bendice a los niños, protégelos, ayúdalos a crecer. Cuida a los ancianos para que sigan siendo valorados.
Le decimos a Dios todo eso, entonces nos cuidamos mutuamente, nos cuidamos mutuamente.
Que Dios nos siga protegiendo, que María siga intercediendo y que tú y yo también seamos intercesores unos de otros para hacerlo mejor en la vida y extender el Reino de Dios en medio de estas circunstancias que a veces son de tinieblas y de pecado.
Que así sea.