HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
1 DE MAYO DEL 2022. El tercer domingo de la Pascua y tenemos que vivirlo con la alegría de encontrarnos con el Resucitado, a pesar de los sufrimientos que cada uno de nosotros va llevando a lo largo de la vida.
Quisieron callar a los apóstoles, lo escuchábamos en la primera lectura, para que ya no hablaran del Resucitado, para que ya no dijeran nada y decían, para que ya no hablaran nada de ese, de ese hombre, ni siquiera pronunciaban el nombre de ese hombre, del Crucificado. Los querían callar y ellos respondían: primero tenemos que obedecer a Dios y luego a los hombres y les prohibían, los azotaban, los encarcelaban y ello seguían diciendo que Jesús había muerto en la cruz y al tercer día había resucitado porque ellos eran testigos de la Resurrección, tan testigos de la Resurrección que, hoy, en el Evangelio, vemos de nuevo un encuentro de los Apóstoles con el Resucitado, un grupito, y nos dice el texto: la tercera vez del encuentro, la tercera vez.
¿Cuándo fue la primera? El día domingo, el día de la Resurrección y, el domingo pasado, nos decía el Evangelio: ocho días después, estaban reunidos los Apóstoles y, Tomás, estaba con ellos. Ahora nos dice: tercera vez del encuentro con el Resucitado. Domingo, domingo, domingo.
Los vi a ustedes el domingo, los vi a ustedes el Domingo de la Resurrección y los veo hoy, en este tercer domingo de la Pascua, y venimos a encontrarnos con el Resucitado.
Nos ha dicho: muchachos, porque así saludó a sus Apóstoles, muchachos ¿han pescado algo? Y la respuesta rápida de los Apóstoles, sin saber a quien le estaban respondiendo todavía, le dijeron: no, no. Entonces, el Señor les da un mandato: echen la red a la derecha y van a encontrar peces… y encontraron peces. Y Juan le dice a Pedro: es el Señor, y les dice a los demás: es el Señor, el que está ahí a la orilla. Y los estaba esperando, los estaba esperando para desayunar con ellos pescado y pan, pescado y pan.
Qué hermoso encuentro, cuánta vivencia tenían los Apóstoles porque estaba fresco en su mente y en su corazón la muerte del Señor en la Cruz.
Ya habían tenido encuentros con el Resucitado, ya habían tenido encuentros, por lo menos dos, dos. Aquí quisiera que entendiéramos, con el Resucitado podemos encontrar fuerza, podemos encontrar lo que buscamos, con el Resucitado.
Sin el Resucitado, qué difícil va a ser encontrar algo. Los Apóstoles se fueron la noche a pescar, eran especialistas en eso, eran pescadores, sabían cómo entrar al mar y cómo buscar esos peces… pero no encontraron… ¡ah! Pero al momento que están frente al Resucitado, con el Resucitado, sí encuentran peces.
Aquí aprendamos, no vivas solo, vive con el Resucitado y encontrarás TODO. Encontrarás lo que buscas. Hay momentos en que vivimos mucha soledad, es verdad lo que a veces nos dice tanta gente, empezando por nosotros, los sacerdotes, que les decimos una y otra vez: no estás solo, no estás solo. Dios está contigo, Dios te acompaña, Dios no te ha abandonado… Tal vez tu soledad es porque no te sientes amado por las personas que te rodean, no te sientes amado y te sientes muy solo. Yo quiero que, en este momento, en tu vivencia de fe, experimentes el gran AMOR DE DIOS. Él sí te ama, y te ama como todo un Dios, como todo un Dios.
Qué grande es SU AMOR. Y te ama a ti y me ama a mí y nos ama a todos. Haz un esfuerzo en tu vivencia de fe para sentir la presencia del que está vivo, del que ha resucitado, del que ha triunfado sobre la muerte y sobre el pecado. De Jesucristo VIVO, que también nos dijo: yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.
Si crees en Cristo, créele a Cristo. Él va contigo, no vas solo, no estás solo. Por eso, qué importante es la vivencia del amor, la vivencia del amor. Que no te cueste tanto hacer sentir el amor a tus semejantes. Ahí es donde nosotros hacemos viva nuestra fe y es donde hacemos presente al Resucitado, en el amor, porque el amor transforma, el amor levanta, el amor impulsa a seguir adelante, haz sentir tu amor, con una palabra, con un saludo, con una mirada, con una visita… haz sentir tu amor, lo necesitamos.
El Apóstol Pedro vivió un encuentro con el Resucitado donde lo cuestionaba, que si lo amaba más que estos… ¿me amas más que estos? Y Pedro no mintió, no mintió, porque no podía mentir frente al Resucitado: sí, Señor, Tú sabes que te amo… apacienta… tú sabes que te quiero… tres veces. Los estudiosos de la Escritura dicen: lo cuestionó tres veces porque tres veces lo negó, ante tres preguntas que le hicieron: ¿tú también andabas con Él? ¿tú también eres galileo?, no mientas, tú también eres de los de Él… No conozco a ese hombre, no conozco a ese hombre, no conozco a ese hombre y, el Resucitado le dice: ¿me amas más que a estos?…”sí te amo, sí te quiero” y dice el texto que en la tercera pregunta se entristeció. Yo creo que vino a su cabeza el recuerdo de la negación.
Qué duro fue para el Apóstol Pedro vivir ese momento de encuentro con el Resucitado ante las preguntas que le estaba haciendo.
Oiga, ¿y si a usted le pregunta Nuestro Señor que si usted lo ama más que el que está a su lado? ¿qué le diría? ¿qué le diría? ¿y cree que lo ama más que el que está a su lado? Dice uno: pues yo siento que sí pero, sabe, sólo Él sabe. Lo importante es que amemos. Creo que eso es lo importante, que amemos.
Yo reconozco, aquí delante de Dios y ustedes, que, entre ustedes, hay personas que aman más a Dios que yo. Lo reconozco. Hay personas más santas que yo, más virtuosas que yo y por esas personas que aman más a Dios y que son más virtuosas, yo recibo una motivación, yo tengo que amar más a Dios porque, mi hermano, con el que me he encontrado, siento que lo ama más y si él ha podido amarlo más, yo también tengo que amarlo más.
Vamos motivándonos unos y otros para crecer en nuestro amor, para crecer en nuestra fidelidad. Qué difícil es pastorear, qué difícil es conducir y no estoy hablando de mi servicio, estoy hablando también de su servicio. Usted, padre, madre de familia, tiene que pastorear, tiene que conducir, tiene que guiar a sus hijos y, qué es lo que les mueve para hacer todo eso… el amor, sólo el amor, el amor a esas personas que son fruto de un momento de amor y de gracia.
Pidámosle al Señor que nos ayude a amar. Pidamos la intercesión del Apóstol Pedro y de los demás Apóstoles, que fueron fieles al Señor hasta dar su vida por Él. Morir martirizados. A Pedro le dijo el Señor: otro te seguirá, otro te seguirá. Cuando tú extiendas tus brazos, otro te seguirá.
Pues que nosotros, con esa alegría, sigamos adelante, sigamos adelante. Hoy iniciamos un nuevo mes y, también, se dice por ahí que es el día del trabajo, así lo aprendí yo cuando estaba en la escuela.
Yo le pido a Dios que, en nuestro Oaxaca, haya fuentes de trabajo, casi no hay. ¿Por qué? Porque no hay empresas, no hay empresas, vivimos en una parte de nuestro país muy pobre, carentes de fuentes de trabajo, por eso, miles y miles, millones de oaxaqueños en Estados Unidos, en otras partes de nuestro país.
Me acabo de encontrar con mis hermanos Obispos en esta semana y me platican, los de Monterrey, los de Baja California y me dicen: tenemos muchos oaxaqueños por acá, tenemos muchos oaxaqueños y yo les digo, pues atiéndanmelos, no me los descuiden, acompáñenlos, y claro que lo hacen… por donde quiera y, por qué se van nuestros hermanos oaxaqueños, porque aquí no encuentran un trabajo y quieren estar un poquito mejor en su casa, tener una casa propia, un negocito, estar mejor en su familia, para dar estudio a sus hijos, para dar alimento a sus hijos, a sus seres queridos, a sus padres, por eso van en busca de algo. Pidamos por ellos pero, también, ojalá y los que dirigen nuestras comunidades, nuestro estado, nuestro país pues piensen que, teniendo fuentes de trabajo, nuestros hermanos tendrán lo necesario para vivir. Pienso que, teniendo fuentes de trabajo, no andarán haciendo fila para recibir una ayuda. Lo que quieren mis hermanos oaxaqueños es tener un lugar donde trabajar, donde trabajar porque mis hermanos oaxaqueños no son flojos, son trabajadores, de eso yo doy testimonio.
Que hayan esas fuentes de trabajo, que las personas a quienes Dios ha bendecido con bienes, arriesguen un poquito y traten bien a sus trabajadores. No sean injustos, no digan: pues si quieres, yo esto te pago… y a veces una miseria, qué triste. Dale lo justo al trabajador y Dios te bendecirá porque, si no le das lo justo, tú te estás quedando con lo que no te pertenece y eso no va a traer nada bueno para tu vida.
Hay muchas cosas que pensar y hay muchas cosas que corregir y hay muchas cosas que hacer. Pero también, si somos trabajadores, pues no hagamos que, como el patrón hace como que me paga pues yo hago como que trabajo… no, también yo debo de responder a la confianza que me ha dado la persona al darme al trabajo.
Pues que Dios nos ayude y nos bendiga a todos. María, Nuestra Madre, nos siga acompañando en este caminar.
Que así sea.