HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA.

Oaxaca, Oax. 24 abril del 2022.-Durante su homilia dominical del ll domingo de pascua, Mons. Pedro Vasquez Villalobos, exhortó a la feligresía a contribuir a un mundo distinto.

“hagamos distinto este mundo, llevemos alegría, llevemos paz porque está Nuestro Señor resucitado en nosotros y somos sus discípulos”, dijo el arzobispo de Antequera.

“En este mundo tan duro y tan cruel, de tanto sufrimiento, de tantas preocupaciones, de falta de amor, de falta de comunión, de fraternidad, vale la pena que nosotros, los hombres y mujeres de fe, llevemos consuelo y paz.

Como discipulos de Dios,
“Él nos envía para llevar el gozo y la alegría, para vivir la Misericordia, para vivir el Perdón, para tocar el corazón de los que sufren y lloran, de los que están tristes, de los que están amargados”.

Qué hermosas lecturas en este segundo domingo de Pascua, el Domingo de la Misericordia.

Los Hechos de los Apóstoles nos presentan a los apóstoles realizando la misión que el Señor les encomendó.

Pero, esta misión, la inician después de haber recibido al Espíritu Santo, no antes, porque antes estaban encerrados. Así se los encontró Nuestro Señor el día de la Resurrección, la noche de la Resurrección, se los encontró encerrados por miedo a los judíos, en un ambiente de mucha tristeza, de mucha tristeza.

En un ambiente, tal vez, de profundo dolor porque el Señor había muerto en la cruz y lo habían sepultado, aunque ya habían oído que no estaba en el sepulcro, sin embargo, ellos estaban ahí, encerrados, y pienso que cada uno de ellos tenía un pensamiento: lo abandonamos, lo abandonamos porque solamente el apóstol Juan estuvo junto a María al pie de la cruz.

El apóstol Pedro lo negó tres veces y uno del grupo de los apóstoles lo vendió por treinta monedas, un ambiente de mucho remordimiento, de mucha tristeza y, en ese ambiente se presenta Nuestro Señor, y los saluda: LA PAZ ESTÉ CON USTEDES.

El Señor necesita y quiere que, en esos discípulos, en esos apóstoles haya mucha paz, mucho gozo interior, mucha alegría, mucha felicidad y dice el texto del Evangelio que, después de ese saludo, después de ese saludo se llenaron de alegría, se llenaron de alegría.

Así tiene que vivir usted, no viva sólo pensando en sus grandes defectos, en sus grandes errores, en sus grandes miserias y pecados. No viva así.

Sí, piense todo eso, pero anímese. Haga el esfuerzo por escuchar, en el interior de su corazón, el saludo del Resucitado que le dice: LA PAZ ESTÉ CONTIGO.

Tómelo personal: LA PAZ ESTÉ CONTIGO, porque el Resucitado no lo condena, no lo condena. Manifiesta Su Grande Amor y Su Misericordia porque por eso murió, para perdonarnos, para que nosotros reencontremos la paz, reencuentre la paz.

De nuevo saludó Nuestro Señor, después de ese momento de gozo y de alegría, les dijo de nuevo: LA PAZ ESTÉ CON USTEDES.
Y los envía, los envía, los envía a qué, a ir al encuentro del hombre para que experimente la Misericordia de Dios en el perdón. Ahí, Nuestro Señor, en la noche de la Resurrección, les dio el poder a sus apóstoles de perdonar los pecados. A quienes les perdonen los pecados, les quedarán perdonados.

Cuando usted se acerque al sacerdote, dolido de su miseria y de su pecado, tenga la plena seguridad de que el sacerdote, en persona de Cristo, le va a perdonar, porque le va a decir: yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Y, usted, regrese a su casa en paz, en gozo, porque el Señor le ha devuelto la paz, la alegría interior, porque usted se ha reconciliado con Dios.

Les pido, les pido que crean en el perdón sacramental, crea. No es suficiente que usted diga que usted se confiesa con Dios. Usted necesita escuchar que Dios lo perdonó, y eso se lo dice el sacerdote, el que tiene poder, recibido directamente de Dios.

CREA, crea, porque si usted dice que cree en Cristo, quiero decirle que también crea, créale a Jesucristo que dijo: a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados.

Y, el Señor, se volvió a encontrar y dice el texto del Evangelio: ocho días después, ocho días después, y estaban reunidos los Apóstoles y Tomás estaba con ellos, ocho días después.

Primero, la noche de la Resurrección, del día de la Resurrección. Ocho días después nos están hablando del domingo, del domingo, ¿qué día es hoy?, domingo. ¿Con quién nos estamos encontrando? Con el Resucitado. ¿A quién celebramos el domingo pasado? A Jesucristo que resucitó, que triunfó sobre la muerte y el pecado. Y, hoy, nuevamente estamos aquí. ¿Y qué nos ha dicho Nuestro Señor, a ti y a mí? Que somos muy dichosos, porque sin ver, creemos en el Resucitado. Así le dijo a Tomás: tú crees porque me has visto, dichosos los que creen sin haber visto.

El Señor lo llama dichoso a usted. Siéntase dichoso, siéntase dichoso. Alégrese por ello, disfrute de este encuentro del Resucitado y vaya, vaya y haga una actividad. Vaya a tocar los corazones de sus semejantes, de sus familiares, de sus amigos, de sus compañeros de trabajo. Vaya a tocar el corazón y vaya a hacerle sentir la dicha, la dicha de ser hijo de Dios por el Bautismo, de estar lleno del Espíritu Santo por la Confirmación y de estarse alimentando del Cuerpo y de la Sangre del Señor, en ese caminar hacia la Casa del Padre.

Vaya y alegre el corazón para decirles que Dios es Misericordioso, que no nos condena sino que nos perdona. Vaya a alegrar a tantos hombres y mujeres que están tristes, desilusionados de la vida. Vaya a hablarles del Resucitado. Vaya a decirles que vale la pena unirse a la pasión redentora de Cristo y salir adelante y alegrarse. Vaya y diga eso y vaya a vivir con profunda alegría su vida de fe, su vida de hijo de Dios, su vida de cristiano.

Eso es lo que encuentro yo este día, en este domingo de la Misericordia. Qué importante es tener la experiencia de que Dios tenga Misericordia de mí, pero qué importante es también hacer sentir que yo tengo misericordia de mi hermano.

Sean misericordiosos como Su Padre es misericordioso.

En este mundo tan duro y tan cruel, de tanto sufrimiento, de tantas preocupaciones, de falta de amor, de falta de comunión, de fraternidad, vale la pena que nosotros, los hombres y mujeres de fe, hagamos distinto este mundo, llevemos alegría, llevemos paz porque está Nuestro Señor resucitado en nosotros y somos sus discípulos y Él nos envía para llevar el gozo y la alegría, para vivir la Misericordia, para vivir el Perdón, para tocar el corazón de los que sufren y lloran, de los que están tristes, de los que están amargados.

Llenen de alegría. Llenen de alegría.

Que Dios nos dé esa Gracia para poder sentir que, en un encuentro con el hermano, Dios hizo maravillas porque puso palabras en nuestros labios y alegramos el corazón de un hermano. Vayamos con él y alegrémoslo.

Que María, que también es testigo del Resucitado y que estaba siempre con los Apóstoles, animándolos, Ella interceda por nosotros ante Su Hijo para que podamos vivir la alegría de ser sus discípulos y llevar la Buena Nueva a los demás.

Siga siendo dichoso porque cree en Cristo Resucitado.

Que así sea.

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