HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
17 DE ABRIL DEL 2022. Hoy proclamamos al mundo que Jesucristo, Nuestro Salvador, está vivo, que ha triunfado sobre la muerte y sobre el pecado y que, entonces, toda su predicación, todo su anuncio, toda la buena nueva es una verdad.
Sus enemigos creyeron que habían acabado con Jesús al verlo morir en la cruz. Nuestro Señor, anunció durante su vida pública su sacrificio, su muerte en la cruz pero también anunciaba la Resurrección.
Cuando hablaba de su muerte hablaba de la resurrección. No se quedaba solo diciendo que iba a morir, decía: y al tercer día resucitaré, resucitaré y los que lo vieron Resucitado nos platican cómo fue el encuentro con el Resucitado, no fue fácil para ellos entender lo que decía el Señor de que iba a resucitar.
Hoy, el Evangelio nos dice que María Magdalena fue al sepulcro y no encontró el cuerpo del señor y corrió a avisar a los apóstoles lo que ella había visto y Pedro y Juan corrieron al sepulcro para ver, para ver qué había pasado y sólo ven que ese sepulcro tiene solamente lienzos en el suelo, sudario, nada más, sólo eso, el cuerpo del Señor ya no estaba pero, aquel anuncio, morir en la cruz y resucitar resonaba en sus oídos, estaba fresco y en esos signos ellos eran capaces de mirar que lo que había dicho el señor se había cumplido, la resurrección. No entendían, no entendían. Tan no entendían que Nuestro Señor, y lo estaremos meditando los diferentes domingos, Nuestro Señor Resucitado se fue encontrando con ellos en diferentes momentos.
Hoy por la tarde, las celebraciones eucarísticas, en ellas se va a proclamar el Evangelio de los discípulos que van camino a Emaús y que el Señor los va acompañando en un momento y que lo descubren, al Señor Resucitado, en la fracción del Pan, ahí donde tomando el Pan, da gracias y ellos regresan a hablar de que han sido testigos de caminar con el Resucitado, de escuchar al Resucitado, de mirarlo pero sin saber quién era porque esos discípulos de Emaús le dijeron forastero, eres el único forastero que no sabe lo que ha pasado en Jerusalén… le dijeron forastero.
Pero el Señor tuvo diferentes momentos de estarse encontrando, encontrando, encontrando, porque necesitaba que ellos estuvieran seguros de su triunfo, de su resurrección. Porque él necesitaba que ellos fueran testigos de la resurrección como nos necesita a nosotros en nuestro tiempo.
Usted tiene que ser testigo de la resurrección. Usted tiene que ser una persona nueva cada día, cada día. Quisiera que, en este momento usted hiciera un esfuerzo para pensar en qué detalles de la vida usted ha podido sentir la presencia de resucitar, porque no basta con que usted me diga que cree en Jesucristo que murió y resucitó, no basta.
Yo quiero que usted tenga una experiencia viva de encuentro con el Resucitado. Aprendamos a leer la presencia del Resucitado. Le invito a que usted descubra la presencia del Resucitado en los humildes y sencillos, en las personas que aparentemente no valen nada, no valen nada, que no cuentan, que nadie se fija en ellas. Yo quiero que usted descubra en esas personas la presencia del Resucitado y, tal vez, usted es una de esas personas.
Yo siento la presencia del Resucitado en cada uno de ustedes que están aquí, viviendo su fe. Pero yo quiero que sientas en el amor que eres capaz de regalar, no nieguen su amor. No nieguen su amor al prójimo.
En el amor que eres capaz de regalar no nieguen su amor, no nieguen su amor al prójimo porque es necesario que ese prójimo sienta en ti al Resucitado, de que está vivo porque tal vez te va a preguntar por qué lo amas, por qué te preocupas por él, por qué tanto interés en él si no puedes conseguir nada de él… que tú puedas decirle: porque yo quiero que sientas el amor divino, el amor del Resucitado. Por eso hago todo esto, todo esto, porque en ti descubro también la presencia de nuestro señor que resucitó y disfruto y gozo el estar contigo, en hablar contigo, el entrar a tu corazón, yo disfruto y gozo… por eso, por eso me interesa encontrarme contigo, porque siento que aquí, en este trato de hermanos y de amigos, yo me siento feliz y esa alegría y ese gozo me lo da Cristo Resucitado, y siento que yo sirvo de algo, soy un instrumento para hacerte sentir a ti que eres importante, que cuentas, que vales, que eres digno y grande ante los ojos de Dios. Tal vez a lo largo de toda su vida te has sentido despreciado, humillado pero yo quiero que en este trato que tengamos tú y yo sientas que Dios te valora y que para Dios, tú eres grande. Usted tendrá tal vez la oportunidad de cambiar el corazón, de llenar de alegría, de llenar de alegría porque el poder ver y experimentar la cercanía de Dios, la cercanía del Resucitado, alegra.
Y el Resucitado está siempre, hoy estamos celebrando la fiesta central de nuestra: todo, todo gira en torno a la resurrección, todo, en torno a la resurrección y esta fiesta de la Pascua la estaremos viviendo cincuenta días, cincuenta días pero a la vez es tan importante la fiesta de la resurrección, que la vivimos domingo a domingo, domingo a domingo, domingo a domingo.
Ahí está la razón por la que usted tiene que participar en la misa dominical, porque hoy nos alegramos con el Resucitado porque un día como hoy a Cristo resucitó y venimos a cantar y alabar y a encontrarnos con el Resucitado en su palabra, en su cuerpo y en su sangre y con nuestros hermanos, porque Él nos dijo: donde dos o más se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos.
Entre ustedes está la presencia del Resucitado, en ustedes está el Resucitado, en el ministro está el Resucitado, en su palabra está el Resucitado, en el altar estará el Resucitado. Mire cuanta presencia del Resucitado pero no solamente vamos a encerrar la presencia de Resucitado aquí. No. También en nuestras calles, también en nuestras casas, también en el centro de trabajo, también en los lugares de esparcimiento y de diversión sana, ahí está la presencia del Resucitado y nos toca descubrirla y nos toca hacerla presente.
Qué alegría me da vivir esta fiesta con ustedes, gozarme con ustedes en este domingo de resurrección. Espero que hayan muerto a todo lo que no es gracia y salvación y que hayan Resucitado a una vida nueva, a ser unas personas mejores cada día, ese debe ser su santo propósito y sus grandes deseos.
Voy a luchar y voy a esforzarme por ser lo mejor cada día.
Pues que Dios le dé esa fuerza y esa gracia para irlo logrando.
Sean la María Magdalena que hoy corre a decir que el sepulcro está vacío y que es un signo de la resurrección. Sean como el apóstol Pedro y el apóstol Juan, que van y hablan del Resucitado como nos lo dijo en la primera lectura de los hechos de los apóstoles.
Así, tú y yo, vayamos a hablar del Resucitado, convencidos, seguros de que Él vive y vive en medio de nosotros.
Que así sea.