HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

13 DE MARZO DEL 2022. Qué alegría me da mirarlos aquí, en esta Iglesia Catedral. Disfruto de su presencia porque su presencia para mí es una bendición divina, así lo siento, así lo he pensado diario. La presencia de mis hermanos en las Celebraciones Eucarísticas, siempre serán una bendición para el ministro que preside la Celebración.

Y la preside como siempre también les digo, indignamente. A lo largo de toda mi vida de sacerdote, me he sentido indigno y, desde el momento en que el Papa Benedicto XVI me nombró Obispo de Puerto Escondido, más indigno todavía, y cuando el Papa Francisco me pidió que viniera aquí, a la Arquidiócesis de Antequera Oaxaca, más indigno, más indigno pero, a pesar de esa indignidad, Dios me ha hecho feliz  en el ejercicio de mi ministerio porque me encuentro con mis hermanos, deseosos de escuchar la Palabra de Dios, de llenarse de Gracia, de santificarse.

Así lo leo yo en este mediodía. Está usted aquí porque siente necesidad de la Gracia de Dios, de la Fuerza Divina, del auxilio y de las bendiciones Divinas.

Dios lo va a santificar porque es un momento fuerte de Gracia, porque es la más grande acción de Gracias que podemos tributarle a Dios, que es la Eucaristía.

Hemos escuchado Su Palabra. Siéntase también usted elegido de Dios, así como eligió Dios a Abraham para ser padre de un gran pueblo, así también usted sienta esa elección. Dios lo eligió a usted, y lo eligió para algo, para algo y usted lo ha ido descubriendo a lo largo de su vida.

También quiero que usted, principalmente en los momentos de prueba, de sufrimiento y de dolor, no rechace la cruz que debe de llevar todo discípulo del Señor. “El que quiera ser mi discípulo, que tome su cruz de cada día y me siga”.

No rechace la cruz porque, si usted rechaza la cruz, está rechazando la Salvación. Gracias a esa muerte redentora del Señor en la Cruz, nosotros fuimos salvados y gracias a tomar esa cruz de cada día y ofrecerse a Dios, usted está alcanzando Gracia y Bendición Divina. 

La vida está llena de sufrimientos, está llena de dolores, de preocupaciones y de angustias, pero tome esa cruz y si se siente débil y frágil, busque esa Fuerza Divina, y nunca piense que la cruz está rebasando sus fuerzas. Nunca, la cruz que usted carga, rebasa sus fuerzas. No las rebasa. En el momento que usted sienta que esta cruz está rebasando sus fuerzas, busque la Fuerza Divina, pero Dios no le está cargando más de lo que usted puede llevar. Esa es su cruz y es la que puede cargar.

Cárguela con alegría, cárguela con Gracia, cárguela con Fuerza Divina y sienta usted que es o Pedro o Santiago o Juan. Sienta que usted es un discípulo del Señor que lo acompaña en la oración, en la oración.

El Señor Jesús subió al monte acompañado de Pedro, Santiago y Juan para hacer oración. El Señor fue acompañado por Pedro, Santiago y Juan en Getsemaní, a hacer oración, a hacer oración.

En esa Glorificación, en ese momento de Glorificación, estaban Pedro, Santiago y Juan. 

En ese momento de dolor, de tristeza porque estaba el Señor orando y pidiendo Fuerza Divina, por el sacrificio que iba a realizar, estaban ahí Pedro, Santiago y Juan que fueron invitados a hacer oración.

Usted siéntase invitado por el Señor a hacer oración y por eso está aquí, para hacer oración. 

Pero, a veces, nos suele pasar lo que le pasó a Pedro, Santiago y Juan que dice el Evangelista San Lucas, les dio sueño, les dio sueño. Quisiera que nos preguntáramos en cuántos momentos en que nosotros hemos decidido hacer oración, nos llega el sueño.

Si vamos a rezar el Rosario, lo primero que hacemos es: “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”… y comenzamos a bostezar. ¡Ah, cómo nos da bostezo!, bostezamos y bostezamos y nos dormimos, nos dormimos.

Los Apóstoles se durmieron. Fueron invitados a orar y se durmieron. Se durmieron en el Monte Tabor y se durmieron en Getsemaní. En los dos momentos se durmieron.

Que usted no se duerma porque necesitamos estar despiertos para poder mirar, para poder mirar la Gloria de Dios, para poder mirar el sufrimiento como lo mira Dios, como lo mira Dios, no como lo miramos nosotros.

A veces, cuando miramos el sufrimiento con nuestros ojos nada más, empezamos a renegar y decimos: “¿por qué?, por qué a mí si yo me porto bien, me he cuidado para no estar enfermo. ¿Por qué estamos sufriendo si hemos tenido mucho cuidado en hablarles a nuestros hijos, en orientarlos, en animarlos, en sembrar en ellos principios muy humanos y muy cristianos y estamos viendo que no andan por los caminos de bien. ¿Por qué? ¿por qué?

Mire con los ojos de la fe.

No pierda ese momento de sufrimiento, sí, pero súfralo como lo sufrió el Señor Jesús. Lo sufrió con gozo porque lo ofreció por nosotros, para salvarnos, para redimirnos, para reconfortarnos.

Sea una persona de oración profunda. Ahí es donde usted va a encontrar el consuelo, la fortaleza, la alegría, lo que le hace falta… ahí lo va a encontrar y nunca se olvide que para llegar y participar de la Gloria, hay que padecer la cruz. 

Nuestro Señor no llegó a la Gloria antes de ser crucificado. Llegó después de ser crucificado, después del sufrimiento, después de ofrecerse en sacrificio llegó a la Gloria.

Pedro, Santiago y Juan contemplaron la Gloria, un instante de Gloria donde la imagen del Señor, el rostro del Señor, las vestiduras del Señor se cambiaron. Un instante de Gloria y ahí estaban Moisés y Elías, que para el pueblo de Israel eran la ley y los profetas. La ley y los profetas representados por Moisés y Elías y la Gloria de Dios.

Para llegar a la Gloria hay que cargar la cruz, no la rechace. Usted quiere llegar a la Gloria, cargue su cruz, no la rechace, llévela y llévela con alegría, llévela con alegría y ofrezca, ofrezca esto de su cruz por algún motivo y por alguna razón: por el perdón de mis pecados, por la Gracia y la santificación de mi familia, de usted, de sus hijos, de sus compañeros de trabajo. Por la paz, que tanto sentimos que se necesita en el mundo y en nuestra tierra.

De nuevo, con dolor, con mucho dolor, leí que en nuestras ciudades de Oaxaca hay asesinatos. Mataron a la mamá, a la hija y a la nietecita… ¡Dios mío!, ¿cuándo se va a acabar esto? ¿cuándo?

El día que nosotros nos llenemos de esa Gracia Divina y nos convenzamos de que somos discípulos de Nuestro Señor y que tenemos que pasar en la vida haciendo el bien, no maldades, ese día este mundo va a ser diferente.

Ofrece tu sufrimiento, para que esos corazones que se han endurecido y que son capaces de levantar su mano contra el hermano y se manchan y se marcan con la marca de Caín, tengan un corazón de carne, sean sensibles y respeten la vida del hermano.

Llenémonos de Fuerza Divina, de Gracia.

Usted es de un corazón bueno, no lo endurezca, siga con ese corazón bueno, siga con ese corazón de carne y siga mirando hacia el cielo sin perder de vista que usted tiene que llegar a la Gloria y a la Gloria se llega después de ser un gran discípulo de Nuestro Señor dando testimonio del amor a Él amando a nuestros hermanos.

Sigamos disfrutando del encuentro con Dios. Que este sea nuestro Tabor en este domingo y que en un momento seamos capaces de mirar la Gloria de Dios en el Altar, cuando el Señor se haga presente bajo las especias sacramentales del Pan y del Vino.

Que su fe le lleve a mirar el Rostro Glorificado de Dios y que usted sea el rostro de Jesucristo frente a su hermano. Que le dé alegría a su hermano contemplarlo a usted, que le dé alegría. Sea el rostro del Señor y sea para él una Gloria, para que así diga: “doy Gloria al Padre por todo el bien que me hace mi hermano”.

Disfrutemos este segundo domingo de la Cuaresma y vivamos esta semana llenándonos de Dios, creciendo en la oración y ofreciéndonos a Él.

Pidamos la intercesión de Nuestra Madre, la Santísima Virgen María, que acompañó al Señor en todo momento.

Que así sea.

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