HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
28 DE FEBRERO DEL 2022. Una muy buena oportunidad que nos brinda Dios para que nos llenemos de verdad de humildad y dejemos a un lado las actitudes de soberbia y de vanidad que, a veces, nos dominan porque creemos, cuando llegan esas vanidades y esas soberbias, creemos que nosotros somos muy buenos, que somos virtuosos, que no tenemos defectos, que no nos equivocamos, que somos lo mejor en la vida, que nadie como nosotros, nadie como nosotros.
Seamos más humildes, seamos más humildes y tomemos esa actitud de humildad y de sencillez porque, al que tenemos qué agradar es a Dios, a Dios.
Si nosotros hacemos las cosas para que nos alaben, para que nos digan que somos nuevos, alimentan nuestra vanidad y nuestro orgullo, nuestra soberbia y nos vamos a ir quedando solos y, enseguida, vamos a reclamar que los demás no nos quieren, no se preocupan por nosotros, no nos atienden, no nos miran como deberían mirarnos.
Te llenaste de soberbia y de vanidad, perdiste tu humildad y tu sencillez.
Hoy, El que nos habla con la verdad, que es Dios, hoy nos dice que lo primero que tenemos que hacer es mirar nuestro interior, es mirarnos a nosotros, pero con sinceridad, no con hipocresía.
Entra a tu interior, revisa tu vida y descubre lo que hay de miseria y de pecado, lo que hay de defectos, vamos entrando, vamos entrando a nuestros sentimientos, a este corazón, qué es lo que nos mueve, qué es lo que nos motiva, cómo nos relacionamos con los demás, cómo tratamos a nuestros familiares, a nuestros compañeros de trabajo, a las personas con las que nos encontramos, porque dice Dios que, lo primero que debemos hacer para poder mirar como debe de ser a nuestro hermano, es quitarnos la viga que tenemos en nuestros ojos, la viga, para poder mirar la pajita que tiene nuestro hermano y, entonces sí, quitar esa pajita. Pero no puedo quitar las pajitas de mis hermanos si no me quito las vigas que yo tengo en mi interior.
¿Qué es lo que me dice Dios? Corrígete primero tú, para que puedas corregir a tu hermano. Mírate, mírate para que puedas mirar con misericordia y como mira Dios, puedas mirar a tu hermano.
Dios nos mira como personas, como personas… no mira nuestros pecados, nuestras miserias, lo que mira en este hombre o en esta mujer es que, en la vida, se ha equivocado, se ha equivocado, porque no es perfecto, porque no es perfecto.
Cuando miremos cómo mira Dios, dejaremos de condenarnos, dejaremos de señalar que, el de enfrente, es malo. Tiene errores, tiene errores como yo los tengo, se ha equivocado como yo me he equivocado, pero es mi hermano y lo tengo que mirar así, con amor, con misericordia y no condenarlo.
Nos pasamos la vida perdiendo el tiempo hablando mal de los demás. Ah, pero eso sí, ¡cuidado con el que hable mal de nosotros! ¡cuidado con el que hable mal de nuestros seres queridos¡ ¡cuidado! Yo puedo hablar de todo el mundo y decir hasta cosas que no son verdad, yo me doy ese permiso, pero nadie, nadie tiene el permiso para juzgarme a mí, nadie tiene permiso para hablar de mí porque no debes hablar de mí, no debes difamarme, no debes decir cosas que no son ciertas, y yo me doy el permiso, yo sí tengo el permiso. Yo sí puedo hablar de medio mundo, yo sí puedo difamar.
Acabamos, acabamos con difamaciones a personas, a matrimonios, a familias, a familias completas. Acabamos con difamaciones a nuestros sacerdotes, a nuestros Obispos, acabamos con difamaciones.
¿Por qué no nos quitamos la viga para poder mirar como mira Dios, como te mira Dios a ti?
¿Cómo sientes que te mira Dios? ¿te mira con odio, como a veces tú miras? ¿te mira con coraje, como tú a veces miras? ¿Te mira juzgándote o te mira sólo con amor? ¿cómo sientes la mirada de Dios?¿cómo piensas tú que es la mirada de Dios para ti?
Yo siempre he pensado que, a pesar de mis errores, a pesar de mis pecados y a pesar de mis miserias, Dios me mira con esa ternura de Padre Misericordioso, que me hace sentir Su amor y que me dice: ya no te equivoques tanto, corrígete, saca de ti esa viga que tienes en tu interior. Puedes ser mejor y vas a ser mejor. Yo lo sé, con Mi Gracia, tú serás mejor. Así te dirá Dios.
Podemos cambiar el corazón de los demás si los miramos como los mira Dios.
Podemos conocer a las personas realmente como son, no como aparentan ser, no como nos han dicho que son.
Cuando tú te acerques a ellos, cuando tú seas capaz de mirarlos en esa mirada que Dios te dice: así míralo, y te vas a encariñar con esa persona y vas a ver todos esos sentimientos buenos que se anidan en su corazón.
Alguien te dijo que esa persona no era buena pero tú estás descubriendo y sintiendo bondad en su interior porque estás conociendo su pensamiento, lo que él piensa, lo que él hace, a lo que él se dedica, lo que le mueve a hacer las cosas y, entonces, esa persona cambia, cambia, no es lo que te dijeron, esta es otra porque realmente tú la estás viendo como se debe mirar a toda persona.
Cuidemos, cuidemos nuestra mirada y cuidemos nuestra lengua. No te quedes con las apariencias, no definas a las personas por cómo lo ves: ”no, yo creo que ese es muy soberbio, muy creído, muy alzado. Ese se cree muy inteligente, da esa apariencia. Esa señora, uy, se cree muy bella, muy bella, muy atractiva”… eso están mirando tus ojos y estás haciendo un juicio, sin conocerla, sin acercarte, sin abrir este corazón y que ella o él abran su corazón para conocer su interior.
No hagamos juicios así, no miremos así.
Y detengamos nuestra lengua porque, a veces, esta lengua nuestra dice tantas cosas y muchas de ellas las decimos sin que nos conste, le creemos a todo mundo lo que nos dicen de los demás: “tu vecina, ¡uy, tu vecina, bárbaro!” y les creemos y cuando salimos y miramos a la vecina también nosotros comenzamos a mirarla y a pensar: “¡uy!, mi vecina”… y nunca hemos hablado con ella, nunca has entrado en diálogo con ella.
No utilices tu lengua para herir, para destruir, para calumniar, utilízala para la verdad, sólo para la verdad, si no te consta, no hables porque entonces te van a preguntar y te van a cuestionar: ¿y cómo sabes tú eso, lo viste? “no, me lo dijeron, pero me dijeron que me quedara calladito”… ah, te lo dijeron y te pidieron silencio, pues te engañaron, te engañaron, porque yo conozco a esa persona y lo que tú me estás diciendo de él o de ella no es verdad, no es verdad. Cuidado.
Hoy el Señor nos dice eso, nos dice eso en el mirar y en el hablar.
Miremos como mira Dios y llevemos una palabra de esperanza, unas palabras de amor, unas palabras de gozo, de alegría, para entrar en diálogo con nuestros hermanos.
Abramos nuestro corazón para que haya una apertura de corazón de nuestros hermanos y nos ayudemos mutuamente, pero Dios nos dice: lo primero que tienes que hacer es quitar la viga que tienes en tu ojo. Corrígete primero tú y luego hay que ir a ayudar a los demás.
Pues que Dios nos ayude a ser así, como Él nos dice. Viene un tiempo de Gracia, viene la Cuaresma, el próximo miércoles es el miércoles de ceniza.
Tal vez nos vamos a acercar a ese Sacramental de la Ceniza y le vamos a decir a Dios que queremos convertirnos, que queremos ser mejores, que queremos dejar a ese hombre viejo y ser el hombre nuevo. Que queremos morir a todas nuestras inclinaciones malas y pecados para poder llegar a celebrar la Resurrección como unos hombres resucitados, llenos de Gracias, llenos de alegría, llenos de gozo.
Así tenemos que vivir la Cuaresma, en penitencia y en conversión. Y el Papa Francisco nos pide, nos pide desde su corazón, como el Sucesor de Pedro, nos pide que el próximo miércoles todos nosotros hagamos una oración intensa y un sacrificio con la intención de que se acaben los conflictos y las guerras.
Tenemos una nueva guerra en un país, pero hay otras guerras en otros países, sobre todo en los países del oriente y de África y el Papa nos dice: ORACIÓN Y PENITENCIA.
Unámonos el Miércoles de Ceniza, ayunemos, dejemos de comer, dejemos de comer, hagamos esa Penitencia, hagamos esa oración para que se acaben los conflictos y para que los hombres que deciden a las naciones piensen con amor y con misericordia, piensen como humanos, no a destruir al hermano sino a construir con el hermano unas nuevas sociedades, unos nuevos países, unas nuevas vidas.
Unámonos a esa intención y ojalá podamos hacerlo, ayunar y oración el próximo miércoles por esta intención.
Que María Nuestra Madre nos ayude e interceda por nosotros para aprender también de Ella cómo miró a Su Hijo Jesucristo y cómo miró a los que no hablaban bien de Jesucristo, cómo los miró, con amor y misericordia y qué habló de Jesucristo, que habló de sus Apóstoles.
Así también nosotros, qué hablamos de otro discípulo del Señor porque usted es un discípulo del Señor y, cuando habla de otro, está hablando de un discípulo del Señor, usted es un hijo de Dios y, cuando habla de otro, está hablando de un hijo de Dios.
Entonces, pues hablemos bien de los hijos de Dios. Hablemos bien de los discípulos del Señor y no nos causemos tanto daño y mirémonos con gran misericordia y con grande amor.
Que así sea