HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
13 DE FEBRERO DEL 2022. Pues aquí están las Bienaventuranzas que nosotros conocemos y que tenemos que vivir como discípulos.
Cuando las personas vean que nosotros tenemos esas actitudes, esas formas de vivir, van a decir, van a concluir: él es un cristiano, él es un discípulo de Jesucristo.
Entendamos lo que hoy nos dice el Señor en Su Palabra. Primero, nos advierte en la Primera Lectura que nuestra confianza tiene que estar puesta sólo en Dios y nada más que en Dios y, aquí tendríamos qué preguntarnos: ¿dónde pongo yo mi confianza? ¿la pongo en las personas, la pongo en las cosas o la pongo en Dios?
Que necesitamos de las personas, sí. Que necesitamos de las cosas, sí pero, ¿necesitamos más de ellos que de Dios? Creo que no. No. Necesitamos más de Dios y, aquí quisiera yo que nos preguntáramos, ¿le dedicas o le dedicamos ese tiempecito a Dios?
Estamos tan ocupados en nuestras cosas que Dios pasa a un segundo término. Andamos tan ocupados en esa relación social con las personas que Dios pasa a un segundo término. Tenemos mucho tiempo para todo menos para Dios.
Cuántas veces no hemos escuchado esta expresión o la hemos dicho nosotros cuando no vamos, por ejemplo, a la misa dominical. ¿Qué decimos a veces? No tengo tiempo, no tengo tiempo, por eso no voy a misa, porque no tengo tiempo. Ande, pues.
¿Y todo el día qué hiciste? Ah, mi trabajo, mis amigos, mi esto, mi aquello, mi descanso, mi deporte… para eso sí tuvimos tiempo, para Dios no tuvimos tiempo.
Qué triste, qué triste es que no tengamos tiempo para El que es el dueño de la vida y del tiempo. Qué triste, qué preocupante. Cuando menos a mí sí me preocupa que digamos que no tenemos tiempo.
Más bien hay que decir: no le doy a Dios lo que Él se merece. Y Dios se merece todo… todo y no se lo doy.
Ah, pero eso sí, yo quiero que me bendiga, que me proteja, que me cuide, que me mantenga sano, que me mantenga fuerte, que me mantenga en paz en mi familia, que nos mantenga a todos felices. Eso sí queremos, que Dios haga su trabajito… ¿y el trabajito nuestro de dedicarle a Dios momentos? Ese pasa, pasa desapercibido y tal vez llegue un momento en que le digamos a Dios: Señor, perdóname porque no te he dedicado el tiempo que te debía de dedicar, sé que eres misericordioso, sé que me vas a perdonar y, ya, nos quedamos tranquilo. No, no, algo tiene que cambiar en nuestra vida.
Nuestra vivencia espiritual es importante, el mundo nos está comiendo, esta rapidez de la vida nos está comiendo. Estos aparatitos que traemos de celulares, ay, nos comen, nos comen a todos. Nada más es cuestión de observar en un espacio, todo mundo está con su celular, uno mismo trae su celular en la mano y está uno listo para ver quién escribe, qué dicen y pasamos horas y horas y horas en nuestro celular.
Hoy nos ha tocado esto, nos ha tocado esto.
¿Por qué no platicamos con el Señor? Y no necesitamos celular, sin celular podemos platicar con Él y entrar en diálogo con Él.
Bendito el hombre que confía en el Señor. Maldito el hombre que confía en el hombre.
Sean benditos. Sean benditos.
Pero también como discípulos, también como discípulos. Dice el Evangelio, dice el texto que bajó, bajó acompañado de sus Apóstoles pero luego se dirige a sus discípulos, era una multitud y se dirige a sus discípulos. ¿Ustedes se acuerdan que había un grupo de discípulos, numeroso y tenía el grupo de los doce, que les llamó Apóstoles? Ah, pues tenía el grupo de sus discípulos, los contempla, los mira y les dice: dichosos, felices porque son pobres, porque son pobres.
¿Sientes la dicha de ser pobre? Y pobre no es, no es que no tengas recursos, porque si así lo entendemos, sólo entendemos pobreza porque no tenemos dinero, porque no tenemos esos recursos que tanto necesitamos, por eso soy pobre… no nada más por eso, podemos encontrar hombres con abundancia de bienes que saben vivir pobres, pobres, porque saben vivir la gratuidad con Dios, le agradecen a Dios sus bendiciones y comparten, comparten lo que Dios les ha dado con otras personas… lo comparten y no tienen su corazón apegado a las cosas sino su corazón está apegado a Dios.
¿Dónde está tu corazón? ¿dónde está la alegría tuya? ¿la alegría está en las cosas, en las personas o está en ese corazón que se dirige a Dios, que sabe vivir desprendido, que sabe buscarlo, que está abierto a Su acción salvadora y a Sus bendiciones?
Siéntanse dichosos por ser discípulos de Nuestro Señor, si no te sientes discípulo de Nuestro Señor no vas a vivir la pobreza, no vas a vivir la Misericordia, no vas a buscar la justicia y la paz, no vas a tener sensibilidad, vivencia de sentimientos, no vas a sufrir como se debe de sufrir para alcanzar gloria y gracia
Sé una persona que abre su corazón y que dentro de su corazón está la alegría de ser discípulo de Nuestro Señor.
No te olvides de ello. El Maestro es Jesucristo y tú y yo somos sus discípulos y tenemos que aprender de Él. Él es pobre, Él es humilde, Él es Misericordioso, Él es justo. Él ama, Él lucha por la paz, es sensible a las necesidades. Es capaz de llorar, es capaz de pasar hambre. Mira con ternura, mira con amor y se encuentra con toda persona y les hace felices en el encuentro.
Así tienes que ser tú y así tengo que ser yo. Hombres de corazón alegre por ser discípulos del Señor, aprendiendo cada día más y más de Él.
Tengamos mucho cuidado, no busquemos alabanzas, no hagamos las cosas para que nos alaben, para que nos aplaudan, para que nos reconozcan. Eso se llama orgullo, vanidad. No es humildad.
No te sientas con poder porque el único ser poderoso es Dios y, a veces, algunos nos sentimos con poder, con poder. Con poder en nuestra familia, con poder en nuestro trabajo, con poder en la relación con los demás y, ¡ay! Cómo nos alegra, cómo nos alegra que nos digan que somos buenos, nos alegra mucho. Disfrutamos, nos alegra mucho que nos pidan favores: “tú que puedes llegar hasta allá, hazme el favor de hablar por mí y de alcanzar para mí eso”… ¡Ay! Se sienten muy anchos porque tienen el poder, porque lo alaban, porque los buscan, porque son capaces de conseguir tantas cosas y quedar bien.
Y, luego, enseguida, comienzan a cobrar los favores, a cobrar los favores… “yo te hice este favor, yo te ayudé en esto, ahora tú tienes que ayudarme en esto otro, págame ese favorcito que yo hice por ti”… ¡ah, mira, qué humilde, qué sencillo. Sin esperar nada a cambio hizo algo por mí pero ahora me lo está cobrando, me lo está cobrando.
Esos no son los discípulos de Nuestro Señor, ese no es un seguidor de Jesucristo, no es un seguidor de Jesucristo y tú y yo estamos marcados con el signo de cristianos, lo primero que hizo un sacerdote cuando nos recibió para luego derramar agua en nuestra cabecita, lo primero que hizo fue la señal de la cruz en la frente y nos dijo: “la comunidad cristiana te recibe con gran alegría, en nombre de ella yo te marco con la señal de la cruz y, enseguida, tus papás, tus padrinos harán lo mismo con la señal de Cristo Salvador”… eso fue lo primero que hizo el sacerdote en cada uno de nosotros, marcarnos con el signo de cristianos.
Pues demuestra que eres un cristiano haciendo lo que dice Nuestro Señor, acomodándote a lo que Él te pide, no que Él se acomode a ti, no digas que vives el Evangelio porque vives estas partecitas. El Evangelio se vive completo, completo, si no, no estamos siendo discípulos del Señor.
Hoy nos dice: espero la vivencia de tu pobreza, de tu sufrimiento, de tu búsqueda de justicia, de paz… pues hay que darla porque, si no, el Señor va a comenzar a decirnos: ay de ustedes, ay de ustedes que no hacen esto y esto y esto pero sí hacen estas otras cosas.
Pidamos esa Gracia a Nuestro Dios y pidamos la intercesión de María, para poder responder como verdaderos discípulos de Nuestro Señor. Sé capaz de servir a los demás para la Gloria de Dios, para la Gloria de Dios, no esperes nada a cambio, no cobres favores pero tampoco te sientas poderoso, no lo eres, por más que seas Don fulano de tal… no eres poderoso. No te sientas que la puedes tú solo, porque no es cierto.
Sin Dios no podemos, sin Dios no podemos. Cuando nos sentimos poderosos por eso estamos cayendo y cayendo y cayendo, porque nos sentimos poderosos, porque sentimos que lo sabemos todo, que somos capaces de todo… no mintamos, no mintamos. Ni tú ni yo lo sabemos todos. Ni tú ni yo lo podemos todos. Por eso acudimos a Dios y por eso le decimos: Señor, no puedo esto, siento que no puedo pero, con Tu Gracia, podré, podré… con Tu Gracia, sólo con Tu Gracia y por Ti hago las cosas, por Tu Gloria, no para que me alaben, para Tu Gloria.
Pues ojalá que así podamos seguir viviendo como discípulos de Nuestro Señor.
Que así sea.