HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
6 DE FEBRERO DEL 2022.Cuando iniciábamos la celebración eucarística, lo primero que hicimos fue reconocer nuestras miserias, debilidades y pecados porque estamos frente a la presencia de Dios.
Dios se ha hecho presente en esta parte de la celebración, en Su Palabra. Por eso la hemos escuchado con recogimiento interior, con fe, con piedad y con profundo silencio.
Y Dios nos ha hablado y ha tocado nuestros corazones con Su Palabra.
Y, nosotros, que nos reconocemos pecadores, podemos pensar que también Isaías, el Profeta, el que contempló la Gloria de Dios, el que se alegró en esa contemplación, reconoció su impureza: soy un hombre de labios impuros, y vivo en medio de un pueblo de labios impuros. ¿Y qué hizo Dios? Tocó sus labios y los purificó porque esos labios los necesitaba para hablar y transmitir el Mensaje Divino. Porque había elegido a Isaías para hacer su profeta, en medio de ese pueblo de labios impuros.
Pero Isaías reconoció su indignidad y se dispuso, cuando Dios decía: ¿a quién enviaré?” respondió inmediatamente: “aquí estoy, envíame… envíame”.
Que usted también le diga a Dios: soy un hombre, una mujer de labios impuros, pero Tú me purificas y me envías, aquí estoy. Envíame. Envíame a hablarles a mis hermanos de Tu mensaje de Salvación, de Tu Palabra. Envíame como profeta, porque soy profeta desde mi bautismo para hablarles y, en ciertos momentos, hacer denuncias de la vida de pecado que solemos llevar en nuestras familias, en nuestras comunidades cristianas.
Envíame para hablar de tantas y tantas injusticias, de tanta maldad que a veces hay en el corazón del hombre. Envíame.
Dígale que lo envíe, como su profeta y le purifique sus labios.
El Apóstol Pablo, escribiendo una carta reconoce que es indigno de llamarse Apóstol, porque persiguió al Señor en la persona de los cristianos. “Soy indigno de llamarme Apóstol” ¿y qué le dijo Dios?: te basta Mi Gracia. Te basta Mi Gracia.
Y es lo que le dice a usted. “Soy indigno” usted dice: “Soy indigno de llamarme hijo de Dios, de ser un discípulo del Señor, soy indigno” y Cristo responde: te basta Mi Gracia, te basta Mi Gracia.
Ábrase a esa Gracia Divina para que Dios lo purifique, lo santifique y lo ayude a seguir avanzando en este caminar de Santidad. Vaya al encuentro de los que han perdido la fe, de los que han perdido la fe. El Apóstol Pablo fue enviado a los gentiles, a los que no eran del pueblo elegido, del pueblo de las promesas. Fue a otros pueblos. Vaya a encontrarse con los que han perdido la fe y tenga esa vivencia de hablarles de Dios, del Amor Divino, de la Misericordia Divina, de la bondad, de la providencia Divina. Entre con un mensaje, movido siempre por amor, para que pueda cambiar el corazón de sus seres queridos, en primer lugar; de sus compañeros de trabajo, de la gente con las cuales usted se relaciona a diario.
Sea ese discípulo de Nuestro Señor que, a pesar de su indignidad, va al encuentro de los demás, porque quiere ser un discípulo que ha sido enviado, que ha sido enviado al encuentro de los alejados, de los descreídos, de los que persiguen al Señor.
Vaya al encuentro y el amor suyo hacia ellos los va a convertir, porque la Gracia de Dios se va a derramar, aunque usted a veces no lo crea, se va a derramar con las personas, con las cuales usted está teniendo esos encuentros de amor, de mucha bondad.
Y al Apóstol Pedro, el Apóstol Pedro nos lo presenta hoy el Evangelio en un reconocimiento de pecador, después de haber sido testigo de esa pesca, se arrodilla, se humilla, se postra ante el Señor y le dice: apártate de mí, que soy un pecado… apártate de mí y, el Señor, no se aparta de Él, porque el Señor nunca se va a apartar de los pecadores, porque Él mismo dice: no son los sanos los que necesitan del médico sino los enfermos. Yo no he venido a los justos sino a los pecadores.
El Señor se acerca, se acerca, se acerca a usted y se acerca a mí, porque reconocemos como Pedro que somos pecadores. Reconocemos como Pablo que somos indignos de llamarnos cristianos. Reconocemos como el profeta Isaías que somos de labios impuros, reconocemos eso y, el Señor nos dice: te necesito, te necesito. Le dijo a Pedro: ya no vas a ser pescador, ahora vas a ser pescador de hombres, pescador de hombres. Ahora vas a traer a todos los hombres hacia Mí, en el ejercicio de tu ministerio, de tu servicio que yo te voy a encomendar. Y le encomendó ser el primero de los Apóstoles, la cabeza, la cabeza.
La gran responsabilidad de Pedro, “vas a ser pescador”.
Le invitaría a usted que, a pesar de que sienta su indignidad, su miseria y su pecado, deje que el Señor Jesús suba a su barca, entre a su vida… entre a su vida. Déjelo entrar porque Él quiere hacer una obra en su persona, en su interior. Él quiere transformar su corazón, Él quiere llenarle de alegría. Simón estaba triste porque no habían pescado nada, así se lo dijo a Nuestro Señor: hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada, pero en Tu nombre, en Tu nombre voy a lanzar las redes.
Si usted deja entrar a Nuestro Señor, tal vez comience a decirle tantas y tantas cosas que le han pasado en la vida. Tal vez en este momento usted se sienta cansado, desgastado por algo, he hecho el esfuerzo de esto, de aquello y no he logrado nada y, el Señor, el Señor tendrá algo que decirle. El Señor le va a iluminar. El Señor va a transformar y a cambiar esa desilusión que usted tiene, la va a transformar pero déjelo subir a su barca, déjelo subir a la barca de la vida, a la barca de su persona, de su ser de esposo, de esposa, de su ser de padre y madre, de su ser de hermano, de hijo, de amigo… déjelo.
Siéntese un ratito, ahí, con Él, porque necesita, necesita de Su Palabra. Confiando en Tu Palabra echaré las redes.
Confíe en la Palabra Divina, confíe en Nuestro Señor que va a hacer que su vida sea distinta, que usted se alegre, que usted se entusiasme.
Pero permítale al Señor, no cierre su corazón, no diga que por su indignidad no puede hablarle a Nuestro Señor. Que es tan indigno, tan indigno que Dios no va a hacer nada en usted porque es muy indigno… ¿qué le decimos al Señor antes de recibir Su Cuerpo y Su sangre, antes de recibir Su Alimento? ¿qué le decimos?… no soy digno de que entres en mi casa, de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme… una palabra Tuya… y lo deja entrar y se alimenta y se lo come.
En su casita, cuando usted esté en la amargura de la vida, en el sufrimiento, en la desilusión y el desencanto y sabe cuántas cosas nos pasan… póngase frente al Señor y déjelo entrar y entre en diálogo con Él y verá que lo va a transformar.
Confíe, confíe en el Seño y saltará de gozo. Confíe.
Es lo que encuentro hoy en la Palabra de Dios y lo comparto.
Hay mucho sufrimiento y hay mucho dolor, hay mucho desgaste, humanamente hablando. Nos hemos desgastado durante todo este tiempo, durante todos estos años, estos dos últimos años. Ha habido mucho, pero mucho desgaste humano y esto no ha terminado.
Por eso necesitamos ser fortalecidos, necesitamos llenarnos de esperanza, necesitamos llenarnos de alegría, necesitamos encontrarle sentido a todo este sacrificio que estamos haciendo por amor a la vida y por amor a la vida de nuestro hermano.
Necesitamos y, sólo, sólo la Gracia Divina nos puede a nosotros alentar porque yo te puedo decir: anímate, anímate, vamos a salir adelante. Se los he dicho muchas veces y tal vez usted diga: sí, sí, sí, sí nos vamos a animar, sí vamos a salir adelante pero, si usted entra en diálogo con Dios sentirá cosas distintas, por su experiencia personal, disfrute esa experiencia personal, disfrútela, anímese y sea ese medio del que se vale Dios.
A Pedro le dijo: vas a ser pescador de hombres. A Pablo le dijo: vas a hablar de Mí, de la Palabra de Dios, de Mi Evangelio, de la Buena Nueva, a los que no pertenecen a Israel y tus labios impuros van a ser purificados, le dice a Isaías.
A usted, ¿qué le dice Nuestro Señor?: necesito de tus labios, necesito a veces de tus oídos, necesito de tus pies y de tus manos, necesito de toda tu persona… de toda tu persona, necesito de tus ojos, necesito de tus labios, necesito de todo tu ser. Pues póngalo a disposición de Nuestro Señor y verá qué alegría y qué gozo encontrará usted en todos los momentos de la vida.
Que Dios lo guarde y que la Madre de Dios, que supo estar ahí, con el Señor y que siempre estaba dispuesta a cumplir Su Palabra y a escucharla siempre con fe y con amor, pues nos enseñe y alcance gracias para todos nosotros y, así, podamos responder a Dios generosamente.
Que así sea.