CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
2 DE NOVIEMBRE DEL 2021. Nos reúne el Señor en este mediodía pero también nos mueve nuestra fe y el amor y la esperanza que tenemos de llegar un día, todos nosotros, a conquistar el cielo.
Hoy es el día de los Fieles Difuntos.
El día de ayer celebrábamos la Festividad de Todos los Santos y, hoy, recordamos a todos los difuntos.
Todos somos llamados a ser santos y, Dios, nos hizo santos desde el día de nuestro bautismo y tenemos que estar viviendo cada día en santidad porque nuestra meta final es el cielo, es llegar a la Gloria. Ese es el lugar para todos nosotros, la Gloria, no es otro lugar, no es otro espacio… la Gloria.
Es llegar a Dios y nos diga que tenemos que ponernos a su derecha, a su derecha, y para ponernos a su derecha, necesitamos vivir rectamente. En una palabra, necesitamos ser, como decimos, ser derechos, bien derechos.
Vivir haciendo el bien.
Jesús pasó por la vida haciendo el bien. Los discípulos de Nuestro Señor Jesucristo tenemos que pasar la vida haciendo el bien para poder llegar y participar de la Gloria con Dios.
Y todos nosotros sabemos qué está bien y qué está mal.
Dedícate a hacer el bien y evita hacer el mal para que puedas llegar a gozar de la eternidad con Dios.
En este día intensificamos nuestra oración porque no solamente viene a nosotros el recuerdo de nuestros seres queridos que ya se fueron. También nos mueve esa fe para poder elevar nuestra plegaria a Dios de una forma muy especial en este día para decirle a Dios: concede, por Tu Misericordia, el descanso eterno, la felicidad de los justos a quienes nos han anticipado en el encuentro contigo. Y ahí ponemos a nuestro papá, a nuestra mamá, a nuestro hermano, a nuestra hermana.
Ahí ponen ustedes, padres de familia, a sus hijos, tal vez. El esposo pone a su esposa, la esposa a su esposo… cada uno de nosotros traemos a nuestro recuerdo y a nuestra memoria un buen número de personas que han entrado en contacto con nosotros y que están aquí, en nuestro corazón, y que les recordamos con mucho amor y ese amor nos mueve a elevar nuestra plegaria y decirle a Dios: ten misericordia, perdónale todas sus debilidades, perdónale todos sus pecados y que esté contigo, en la eternidad. Que goce para siempre de esa contemplación de la Divinidad por siempre.
Conocimos y sabemos, porque tenemos todavía el recuerdo, de cómo vivían esos seres que ya se fueron, de los cuales recibimos amor.
Nos dolió su muerte en su momento y tal vez nos siga doliendo hasta el día de hoy, porque somos sensibles, porque sentimos y tal vez estábamos tan apegados a ellos, tan cercanos a ellos que, al recordarlos, de nuevo sale de nuestros ojos una lágrima y a lo mejor, en los momentos más duros de la vida, sentimos la necesidad de escuchar de sus labios, como escuchábamos cuando vivían con nosotros, de escuchar de sus labios: ánimo, sal adelante, lucha, esfuérzate, tú puedes, tú vas a lograrlo.
Hoy, quisiéramos oír, en ciertos momentos de nuestra vida, la voz de nuestros padres, la voz de nuestros hermanos, la voz de los seres que amamos.
Están aquí, en nuestra memoria y en nuestro corazón pero, hay momentos tan difíciles que quisiéramos oirlos, no en la memoria, sino en la realidad. Pero ya no están, ellos ya no nos hablan, ellos ya no nos hablan, ellos ya no vienen, ellos ya no se aparecen, como a veces dicen que se aparecen. No, no.
Los que están en el cielo ¿a qué vienen, si están en la felicidad plena, contemplando a Dios? Los que están en esa etapa de purificación tampoco vienen. Los que están en la condenación tampoco vienen. Ellos ya se fueron y se fueron para siempre, pero sí nos han hecho falta, aunque a veces decimos que nadie hace falta… este corazón que ama sí suele decir y sentir: cómo me haces falta papá, cómo me haces falta mamá, cómo me haces falta hermano, amigo, cómo me haces falta.
Qué difícil es la vida en ciertos momentos pero tenemos que consolarnos y tenemos que animarnos porque esos seres que decimos que nos hacen falta nos siguen acompañando desde el cielo. Así lo creo yo, que son nuestros intercesores. Pedimos por ellos y ellos piden por nosotros.
Espero que usted, si ya no tiene papá o mamá, crea que, así como su padre y su madre le bendecían cuando todavía peregrinaban por este mundo y se lo dijo de muchas formas: que Dios te bendiga, que Dios te cuide, que Dios te proteja, que Dios tenga misericordia de ti, que Dios te perdone, que Dios te ayude, que Dios te ilumine, que Dios te fortalezca… cuántas y cuántas cosas escuchamos de los labios de ellos que nos hablaban de Dios y deseaban tantas cosas en nuestro bien.
Con más razón, ahora que Lo contemplan, ahora que están frente a Él, con más razón le dicen: bendice a mi hijo, protege a mi hijo, defiende a mi hijo de todo peligro, por supuesto que lo hacen porque son intercesores nuestros si están en la contemplación divina.
Pero tú y yo no lo sabemos, creemos que están con Dios, porque practicaron la virtud, porque se alimentaron del Cuerpo y de la Sangre del Señor como nos decía hace un momentito el Evangelio. Creemos que están en esa vida eterna y que resucitarán para la Vida, creemos en eso pero sólo Dios lo sabe y, a raíz de eso, no nos cansamos de decirle a Dios: Señor, dale el descanso eternos, ten misericordia porque para Dios, para Dios no ha pasado el tiempo, porque Dios no se mueve en el tiempo. Dios no tiene ni pasado ni futuro. Dios vive el presente y la oración que yo hago, pidiendo el eterno descanso de mis seres queridos, es como si en este momento estuvieran dejando este mundo para encontrarse con Dios porque en Dios sólo hay presente y mi oración va dirigida al que sólo tiene presente, al que no ha pasado el tiempo ni se mueve en el tiempo, a Dios, que es ETERNO y que es eterno en Su Misericordia y que es infinito en SU AMOR y que dio la vida por mi muriendo en la Cruz para salvarnos.
A ese es al que le hablamos. A Él es al que pedimos que interceda y que le de esa Gracia y esa Vida Eterna a quienes ya se fueron.
No se olvide de pedir por los difuntos y, a la vez, cuando usted pueda acompañar, cuando usted pueda acompañar a sus vecinos, a sus amigos, a sus compañeros de trabajo, a sus familiares que viven esos acontecimientos de la muerte, no se piense, vaya con ellos porque así nos ganamos oración y acompañamiento para el final de nuestra vida.
Cómo hemos sufrido en estos últimos tiempos. Cómo hemos sufrido en el año 20 y 21. Cómo hemos sufrido. Miles y miles de hermanos nuestros han muerto a causa de la pandemia y creo que muchos, muchos de ellos, tal vez todos, no pudieron despedirse como siempre los despedimos. Tuvieron que cremarlos e inmediatamente llevárselos o sepultarlos inmediatamente.
No pudieron reunirse como familia para hacer la oración y la velación como siempre se hace.
Eso no significa que dejamos de hacer oración. Hicimos oración, pero estas vivencias muy nuestras no pudimos hacerlas, no pudimos despedirnos como siempre contemplando a nuestro ser querido ahí, en su última, en su última morada, no lo hicimos y ha quedado un dolor, un dolor.
Sólo tenemos el recuerdo, a veces, de que lo llevamos al hospital y nos lo entregaron en una urnita, sus cenizas. Ya no pudimos contemplarlo, ya no pudimos hablar con él. Qué duro ha sido esto y todavía sigue.
Pues que Dios, que Dios tenga Misericordia.
Que Dios nos siga acompañando y nos siga fortaleciendo en estos momentos de dolor y que Dios les ilumine.
No pierda la esperanza.
Ninguno de ustedes le reclame a Dios en esos acontecimientos. No se le olvide que Él es Nuestro Creador, que Él es el que nos dio la vida y, en el momento que Él lo decide dejamos este mundo para ir con Él.
El Creador es Dios. Nosotros somos peregrinos nada más. Somos creaturas que vamos hacia el encuentro de Nuestro Padre en el cielo. Trabajemos para encontrarnos con Dios en el cielo.
Que María, Nuestra Madre, nos vaya acompañando, asi como estuvo al pie de la Cruz acompañando a Su Hijo. También nos acompañe a nosotros en esos momentos, y nos dé esa fortaleza alcanzando la Gracia de parte de Dios a nuestro favor. Alcanzar la Gracia de ser fuertes en esos momentos, no tanto de no llorar, eso no lo podemos detener, llore, llore, exprese su dolor a través de estos signos. Pero aquí, por dentro, en su vivencia espiritual, sea fuerte. La persona por quien lloro va a resucitar un día y resucitará para siempre y vivirá para siempre en Dios.
Que hoy, en este día, sigamos en oración encomendando a nuestros seres queridos.
Que así sea.